Saltar al contenido

¿Cómo me cogí a mi madre? 1

Desde que tengo memoria siempre hemos sido mi mamá y yo. Mis padres y abuelos fallecieron en un accidente dejándonos un gran seguro y una empresa que permitió a mi madre me cuide y estar siempre cerca de ella, por continuos viajes de negocios, lo que hacía que no haga muchas amistades.

Al llegar a la adolescencia no se quitó mi complejo Edípico, sumado a que hallé unas fotos de mi madre en bikini cuando era adolescente. Sus piernas largas y contorneadas, sus caderas amplias, su cuerpo delgado, su estómago plano, sus senos firmes, su rostro lozano y bello, ondeando al viento su cabello largo castaño fue honor de varias pajas. Esas y otras fotos de su época hippie, incluso una en donde aparecía en topples de espaldas junto a su hermana.

Es por esto que estudié psicoanálisis en la universidad e hice prácticas en un psiquiátrico. Al cumplir 20 años y antes de entrar al último año mi madre me ofreció un descanso en un bungalow en la playa. Teníamos un mes y medio de vacaciones. Llevé unas pastillas con las que tratan a los pacientes, desde hace varios días se las he estado vertiendo en el té antes de acostarse.

La casa de playa tenía acceso al mar a través de una puerta de vidrio. Estaba alejado del resto de viviendas y al ser temporada baja no había nadie en la playa. Comimos algo y vertí una dosis un poco más alta del medicamento en su bebida, ya lo había hecho en los días anteriores.

Decidí meterme al mar, a los pocos minutos llegó mi madre corriendo, sus tetas rebotando, su cabello al viento, con un cuerpo semidesnudo cubierto apenas por un bikini turquesa.

―¿Cómo está el agua, hijo?

―¡Bien! – respondí mientras me metía más al fondo para disimular mi erección.

―Un favor, tráete la sombrilla, la toalla, mi pareo y el bloqueador.

Fui corriendo a la casa y vi la ropa tirada de mi madre en el sillón, removí un poco y vi sus bragas y sostén. Los empecé a oler para impregnarme los olores de mi madre. Me repuse a los segundos, pensé en lo enfermo que estoy. Cogí lo que me encargó y regresé corriendo para recuperar el tiempo perdido.

Mi mamá está en el agua, una ola traviesa le bajó la parte de arriba de su bikini dejando ver un pezón rosado. Se acomodó rápidamente el traje de baño.

―¡Qué bueno que no había nadie!

―Sí – solo atiné a decir. No sabía si me estaba coqueteando o no. Mientras clavaba la sombrilla en la arena.

―Acércame la toalla, por favor. No me pude resistir a probar el agua.

Mi madre se secó, colocó el pareo sobre la arena y se empezó a untar el bloqueador solar. Yo estaba embobado.

―Deja la cara de bobo y échame el bloqueador. Sabes que mi piel clara es sensible.

Empecé a untar el bloqueador en su espalda, sintiendo su piel suave y tersa, el olor de su cuerpo y mar subiendo y bajando mis manos entre el nacimiento de sus nalgas y las tiras del top, por su cuello y hombros. Al terminar no pude evitar dar un beso en el cuello a mi madre, el cual tomó como un cariño. Sentí que su piel se erizaba y un leve jadeo. Pidiéndome que pare de aplicarle.

Parece que la droga estaba funcionando esta tenía tres funciones: 1) hacer más receptiva a órdenes de alguien a la persona que la toma, 2) aumentar la sensibilidad de su cuerpo y 3) que diga la verdad con quien le da órdenes

Mi madre se echó boca abajo en la arena donde pude apreciar su culo redondo, luego de un rato decidió meterse al mar a nadar, salí de entre sus piernas y la levanté en hombros en un caballito jugando en la playa como un par de adolescentes.

Se colocó un vestido de una sola pieza que tenía dos tiras en los hombros que evitaban que cayera. Luego fuimos a almorzar un plato de mariscos, que según se cree tienen efectos afrodisiacos, cuando mi mamá se fue al baño aproveché para verter el otro pedazo de pastilla espolvoreada entre sus alimentos.

Fui a pasear por el lugar con mi madre, haciendo hora hasta que la droga haga el efecto. Al volver al bungalow mi mamá se sentía algo mareada, la senté en el sillón y le empecé a hablar:

―Mamá, ¿me escuchas?

―Sí.

―¿Tú me quieres?

―Sí.

―¿Me quieres como hombre?

―Eres mi hijo. No debo, pero sí. –aparentemente era incapaz de mentir.

―¿Hace cuánto no has tenido sexo?

―Unos meses antes que fallezca tu padre.

―¿Te has masturbado?

―Sí. –quité una tira de su vestido, luego la otra mientras besaba las partes descubiertas de la tela.

―¿En quién pensabas al hacerlo?

―En los últimos años, en ti. –halé el vestido para quitarlo dejando a mi madre apenas cubierta por el bikini. Mientras su cuerpo subía y bajaba al aumentar su respiración.

―Mamá, quiero que te grabes bien esto. De ahora en adelante serás mi mujer…. Serás solo mi hembra. –quité el top y empecé a jugar con sus grandes tetas y pezones.

―¡No! Soy tu madre –parece que su moral luchaba con sus instintos. Mientras jadeaba por las caricias que le propinaba.

―¿Te gusta lo que te estoy haciendo? –A continuación lamié y mordí su pezón.

―Sí, por favor sigue.

―Desde ahora eres mi puta y solo disfrutarás de mis caricias. –Bajé mi mano sobando la parte inferior de su bikini, luego la metí tocando su pubis peludo y haciendo círculos en su coño. Estaba apretando mis dedos y no podía mucho por la prenda, pero mi madre se retorcía de placer— Apuesto que haz de sentir rico que te lo frote. ¿Se siente muy rico verdad mamá?

―Hijo, estoy muy caliente, ¡Siento que explotaré! –Nalgueé a mi madre fuertemente.

―Cuando lo hagamos me dirás amo. ¿Entendiste perra? –Volviéndola a nalguear.

―¡Auggh! Sí, amo. –Con voz temblorosa.

―¡Muy bien, puta! –Coloqué a mi madre en cuatro patas mientras le bajaba la parte inferior del bañador. Su coño era estrecho y rosado, se había depilado la zona fuera del bikini. Escupí en su coño y mis dedos, metiendo un dedo, luego otro.

―Amo eso se siente muy rico. –La vagina de mi madre estaba goteando. Muy empapada. Lamí su coño con mi lengua, su sabor era salado y su olor a mar era muy fuerte, pasando a lamer también su ano, de sabor agrio— ¡Vas a hacer que me chorree!

―Cuando termine contigo vas a convertirte en una mujer pervertida –Su vagina es lascina, el vello púbico se empapó, su culo se contraía.

―¿Dónde se siente bien, esclava?

―¡En mi vagina y en mi culo! ¡Ahh! Mi vagina.

―¡Qué vagina tan lasciva! ¡Aún no te he clavado y aún así te viniste!

―¡Me estoy viniendo! –Me quité el traje de baño. Ya tenía una erección de burro.

―Vas a sentir tan bien que vas a venirte de inmediato. –Sobé la cabeza de mi pene por la entrada de su coño— Cuando meta mi verga se sentirá mejor que cualquier otra. Ahora voy a metértela, mamá.

―¡Ahhh cógeme! Sigue clavando la vagina de tu madre.

―Tu coño es increíblemente apretado, mami.

―¿Te gusta? –dije con voz sarcástica.

―¡Ahhh! ¡Me vengo! Tu padre nunca pudo entrar tan profundo en mí como tú. ¡Ohhhh! ¡Así bebé, voy a venirme. Voy a venirme Iván, vas a hacer a mami venirse.

―Tu coño y mi polla están temblando. –Le susurré al oído mientras le metía la lengua en su oreja, siguiendo en la posición del perrito.

―Bebé, estoy muy caliente, siento que explotaré.

―También voy a correrme, madre-esclava.

―¡Qué rico cariño! ¡Ahhh! Podemos venirnos juntos… ¡Me vengo! –el coño de mi madre parecía una fuente, mientras espasmos convulsionaban su cuerpo hasta que se calmó. Una terrible sensación de tranquilidad invadió todo su cuerpo. Por mi parte, se la saqué y me fui delante de ella, sus pechos y su cara estaban en el piso, al levantar su mirada vio mi pene erecto delante de ella.

―Ya no puedo parar, mamá. ¡Vamos ahora chúpamela!

Ella empezó a mamar, su cuerpo estaba cubierto de fluidos, fluidos vaginales, baba, lágrimas y sudor. Era su primera mamada –No eres más que una puta cerda.

―Soy Rocio, tu puta –respondió, sacándose el pene y pajeándome, para volvérselo a meter. Me corrí en su cara, el semen caía de su boca, era mucho, tosió y caía junto con su baba deslizándose por su cuello y pechos.

Su respiración se agitó hasta calmarse. Senté a mi madre en el sofá con las piernas abiertas y la dejé descansar. Después de todo tendría mucho tiempo para cogerla y entrenarla en las artes amatorias.

Deja un comentario