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Cuando un hijo comienza a ver con otros ojos a su madre (4)

Alfredo y Susana cenaron como tantas veces lo habían hecho en aquel pequeño comedor, al calor de las risas, las bromas, el televisor a medio volumen y una plática amena, si alguien les hubiera visto no se habría imaginado que además de ser madre e hijo eran amantes. Eran casi las 10 de la noche cuando estaban terminando de cenar que Susana coquetamente preguntó a Alfredo…

—¿Qué pensaste?

—¿De qué?

—De tu fantasía, no te hagas.

—No creo que pueda hacerse, es imposible.

—¡Que pervertido resultaste!

—No es eso, de hecho es todo lo contrario.

—Cuéntamela.

—Me gustaría invitarte a salir, una cita romántica, beber algo, llevarte a bailar.

—Eres un lindo ¿lo sabías?

—Pero es imposible, nunca podríamos vivir algo así.

—Claro que sí podemos, quizá no fuera de la casa pero podemos adaptarnos, como siempre lo hemos hecho, siempre hemos sabido salir de las dificultades. Esto no será la excepción.

—¿Y qué sugieres que hagamos?

—Ayúdame a levantar la mesa y mete a enfriar una botella de vino de tu padre, podemos arreglar la sala para que se vea linda y tener nuestra cita aquí. ¿Te parece?

—Si, me parece muy bien.

—Después ve a ponerte tu traje de graduación, ponte guapo para mí, yo igual usaré el vestido que me puse en tu graduación y nos vemos aquí en la sala en una hora.

Alfredo estaba emocionado, pero al mismo tiempo se sentía enamorado de su madre, no solo por todo lo que había ocurrido en los últimos días sino por el valor y el optimismo con el que siempre afrontaba las dificultades. Sin duda Susana era una gran mujer.

La mesa quedó limpia, sobre ella quedaron solo un par de copas y unas servilletas de tela improvisadas, la sala lucia recogida. Solo restaba que cada uno fuera a su habitación a arreglarse para la ocasión y estar puntuales para la cita. Alfredo se puso un traje gris de no mucha calidad, pero le hacía lucir un poco mayor y le daba mucha personalidad, una camisa blanca, corbata color vino y unos zapatos negros un poco gastados completaban el look del muchacho. Por su parte Susana se puso un vestido azul marino ya algo gastado que había usado no solo en la graduación de Alfredo sino para casi todos los eventos familiares, eso no le restaba atractivo, Susana tenía porte y sensualidad natural. Improvisó un peinado alto que le dejaba el cuello casi descubierto y se maquilló de forma discreta, ya que ella no estaba acostumbrada al maquillaje. Por último se calzó unas zapatillas de 10 centímetros color azul que combinaban a la perfección con el vestido y como toque final un suave perfume. Alfredo llegó primero a la sala, puso un poco de música suave y se aseguró de que el vino estuviera en la mesa junto con un saca corchos. Minutos después apareció Susana.

Alfredo miró a su madre, era la visión más bella, por un lado se sentía enamorado y por otro un extraño sentimiento de molestia y odio hacia su padre, ¿cómo era posible que no viera en esa mujer a una reina?

—Luces muy apuesto… (Comentó Susana)

—Y tú estás hermosa, muy hermosa.

—Ya no digas, me siento un poco apenada, no tengo cuerpo para estos vestidos.

—Te queda muy bien, esta espectacular.

Alfredo fue hasta donde su madre y le tomó de la mano para ir a la sala, Susana prestó atención a la música y casi de forma instintiva comenzaron a bailar. Alfredo no era buen bailarín pero la música lenta se prestaba para tomar a su madre por la cintura y moverse al ritmo, por su lado Susana recargaba su rostro en el hombro del muchacho y acariciaba su espalda. La escena era muy romántica, estaban casi a oscuras, solo iluminados por la luz de la cocina.

Bailaron un par de canciones y se sentaron en la mesa a tomar vino.

—¿Te gusta nuestra cita? (dijo Susana)

—Mucho, me gustas más tú.

—Jajaja Eres un coqueto de lo peor.

—Es que estás muy hermosa.

—¿Sabes? No bailas tan mal.

—Me dejo llevar.

—Debimos hacer esto antes.

—¿Bailar o te refieres al sexo?

—Ambas

Madre e hijo buscaron sus bocas y se dieron un beso no muy apasionado. Regresaron a la sala para bailar un poco más, pero en esta ocasión sus cuerpos estaban más dispuestos y bailaban más juntos. Alfredo disfrutaba del perfume de su pareja a la vez que daba pequeños besos en su cuello. Susana, por su parte disfrutaba de sentirse amada, deseada, por primera vez se sentía una mujer plena.

Regresaron a la mesa para terminar el resto del vino, si bien fue una cantidad pequeña para causar estragos en ellos, fue lo suficiente para relajar la situación y estar cómodos. La cercanía de las sillas en el comedor facilitaba los besos entre aquel par de enamorados, Alfredo acariciaba las piernas de Susana por sobre el suave vestido y ella hacía lo mismo en las piernas del muchacho, la situación fue subiendo de tono hasta que Susana interrumpió diciendo…

—Espera, vamos a mi recámara.

Alfredo no dudó en tomar de la mano a Susana y juntos caminaron hasta la habitación y sin encender la luz se quedaron de pie junto a la cama, sus ojos estaban ya acostumbrados a la poca luz de la sala así que podían contemplarse mutuamente con cierta facilidad.

Una vez más se fundieron en un gran beso francés, sus lenguas se entrelazaban y su respiración comenzó a acelerarse, el beso terminó y el muchacho rompió el silencio…

—Te amo Susana.

—Te amo Alfredo.

Era la primera vez que ambos dijeron sus nombres para reconocerse ya no como madre e hijo sino como hombre y mujer.

Alternadamente fueron despojándose de su ropa, hasta quedar completamente desnudos uno frente al otro, por último Alfredo quitó el pasador del cabello de Susana y este cayó por sus hombros, se abrazaron y volvieron a fundirse en otro beso francés.

Alfredo apartó las sábanas de la cama y guio a Susana para que se recostara en ella y él lo hizo detrás de ella con movimientos suaves cubriendo sus cuerpos con las sábanas. Ambos sabían que a diferencia de las ocasiones previas, ahora se harían el amor.

Alfredo se giró para quedar por encima de Susana, y ella abrió sus piernas para recibirle y estar cómodos, los besos comenzaron y fueron de menos a más, Susana disfrutaba de sentir el peso del cuerpo de su amado y acariciar su espalda, por su parte Alfredo era quién ponía el ritmo y la intensidad a los besos animado por el suave aroma del perfume de Susana.

Los cuerpos reaccionaron a las caricias, la erección de Alfredo era total, Susana estaba muy húmeda pero disfrutaba de los besos y de las pausas, había urgencia por parte de ambos pero era aún más grande la necesidad de darse amor.

Susana abrió sus piernas un poco más indicando a Alfredo que había llegado el tiempo de entregar sus cuerpos, Alfredo entendió el movimiento y lentamente entró en la empapada vagina, la penetración fue lenta, así que Susana sintió cada milímetro de aquel mástil y con un suspiro ahogado pronunció el nombre del muchacho…

—Ohhh! Alfredo…

—Te amo Susana

—Y yo a ti mi vida. Qué grande te siento ahora!

Alfredo mostró mucho tacto y no aceleró el ritmo, entraba y salía lentamente, empujando hasta adentro en cada oportunidad, Susana se sentía en el cielo, Alfredo buscaba la boca de Susana para sentir toda su entrega y fue que Susana tuvo un callado orgasmo, Alfredo sintió el calor de los líquidos de Susana sobre él, pero no dejaba de penetrar suavemente, Susana se vino dos veces más, por fin el muchacho sintió como su cuerpo se contraía y eyaculó abundantemente dentro de Susana.

Alfredo se bajó de Susana y se recostó de lado, Susana también se giró para abrazar el cuerpo de su hombre y reposar junto a él. En esa posición Susana sintió como sus líquidos mezclados con el semen de Alfredo escurrían entre sus piernas, no dijo nada y guardo para ella esa indescriptible sensación.

Ninguno dijo palabra alguna por 10 minutos, lo que tenían que decir lo decían a besos, la erección de Alfredo regresó, Susana dejó caer su cuerpo sobre el del muchacho haciéndolo quedar boca arriba, situación que aprovechó ella para montarlo.

Susana estaba más que lista, así que no fue difícil subirse en el duro pene de Alfredo, y ahora era ella quien puso el ritmo a los besos y a los movimientos de su cadera para hacer gozar a su hombre. Susana besaba los labios del muchacho y con maestría movía lentamente sus caderas en un lento sube y baja. Instintivamente las manos de Alfredo estaban en las nalgas de Susana acompañándole en sus movimientos. Ocasionalmente Susana aumentaba el ritmo, para incrementar el placer de su hijo, pero algo en ella le hacía bajar el ritmo para que retardar la eyaculación de Alfredo y que el disfrute de ambos se prolongara por el mayor tiempo posible.

Susana sintió que las manos de Alfredo apretaban sus nalgas con fuerza, sabía que venía lo inevitable, así que aumentó el ritmo y la intensidad de los sentones para exprimir el pene del muchacho lo más posible. Nuevamente Susana sintió el calor del semen en sus entrañas.

Susana no quería dejar de sentir el cuerpo de Alfredo así que ahora simplemente se tiró sobre su pecho para descansar arriba de él. Ahora fue Alfredo quien sintió el tibio líquido Que salía de Susana y se deslizaba por el suyo.

Ambos se sentían muy cansados, después de todo habían tenido sexo prácticamente todo el día.

—Solo nos queda mañana… (comentó Susana con tristeza)

—Quisiera que esto no se acabara nunca.

—Es mejor que no pensemos en eso, abrázame, duérmete a mi lado.

—Susana, dime que me amas.

—Te amo Alfredo, mi Alfredo hermoso. Gracias por nuestra cita!

Y ambos se quedaron dormidos con la esperanza de un último día juntos.

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