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El primo de mi esposo me coge a la fuerza

Conocí a Juan Carlos en mi matrimonio.  Desde el primer momento me resultó repulsivo. Me dio un beso de felicitaciones demasiado húmedo. Sus manos también sudorosas. Físicamente desagradable, poco atractivo, pero lo peor su actitud y forma de ser, chabacano y soez.

Lo volví a ver más de una vez, en reuniones familiares en las que coincidíamos. En alguna oportunidad me hizo comentarios groseros, diciéndome cosas como “prima tienes buen culo”. Trataba en todo momento, en cada reunión en la que coincidíamos, de mantenerme lo más lejos posible de él.

Así pasaron algunos años. Tratando siempre de mantener el menor contacto posible. No era difícil pues sus propios primos y primas lo evitaban también. Cómo no vivía en Lima, sus presencias eran esporádicas.

Un día mi esposo me dijo que Juan Carlos vendría a Lima. Que la casa de su hermana, donde solía quedarse, estaba llena con visitas y que le había pedido quedarse tres días con nosotros. Él sabía que me era repulsivo, se lo recordé. Me pidió por favor recibirlo, finalmente, como eran sólo tres días, lo acepté.

Llegó un martes por la tarde. Felizmente estaba mi esposo en casa. Hablamos unos minutos y me di cuenta la forma vulgar como me miraba. Me fui a la habitación rápido. El miércoles desayuné con mi esposo y ni bien él se fue, Juan Carlos salió de la habitación Sólo en pijama, sin ropa interior. Era obvio que era así. Antes que pudiera reaccionar me dijo ¿prima, te gusta lo que ves? Me dio tanta rabia que me encerré en la habitación sin responderle nada. Al día siguiente, ni bien mi esposo se fue luego del desayuno, me metí al cuarto. Luego él salió y se fue.

Esa noche, Juan Carlos llegó muy mareado. Conversó con mi esposo unos minutos, yo lo escuchaba desde la habitación. Le dijo que al día siguiente hacia las 10am se iría al aeropuerto. Escucharlo me dio paz.

El viernes desayuné con mi esposo. Él se fue hacia las 8.30am a trabajar y quedé sola en la cocina. Puse música y me puse a lavar los servicios. Mientras lo hacía, bailaba. Me distraje. De pronto sentí dos manos en mis nalgas. Me di vuelta y encontré la cara repulsiva de Juan Carlos.

Le dije ¿Qué te pasa? Me respondió “vas a ser mía puta de mierda”.

Me dio miedo. Quise soltarme, pero él ya me había cogido por la cintura, me tenía dominada. Me dijo, grita perra si quieres. Que todos los vecinos se enteren como te cojo por puta.

Me quedé atontada y en silencio. Le susurraba que no siga. Que no me hiciera nada. Me bajó el short de pijama. No tenía ropa interior, pues suelo dormir sin ella. Mientras con una mano me tenía sometida, con la otra recorría mis nalgas. Con sus piernas separó las mías. Sentí su mano explorar mi vagina y meter dos dedos en ella. Me dijo “estás húmeda puta, sabía que eras una perra de mierda”. Yo no me sentía húmeda. No tenía deseo. Tenía sólo miedo.

Me seguía teniendo dominada con una de sus manos. Sentí que se bajó el short de su pijama. Con sus piernas separó aún más las mías y me empujó hacia adelante. Inclinada sobre el lavatorio me penetró. Le pedí que parara nuevamente. Le rogué que no lo hiciera. Pero el sólo me respondía “esto te gusta puta, no te hagas la decente”.

Sentía que me ardía mi coño. Que me ardía como fuego. No estaba excitada y tenía su verga gruesa entrando y saliendo toda.

Él seguía insultándome. Ofendiéndome. Diciéndome puta todo el tiempo y más.

De pronto la sacó y me dijo “te voy a coger en tu cama perra de mierda”. Le volví a suplicar que pare. Pero era una súplica inútil. Me cogió con sus dos manos y me llevó a la fuerza a la cama. Me tiró sobre ella, caí boca abajo.

Imaginé que me quería coger por atrás y con la intención de evitarlo me di vuelta. Me dio una bofetada y me dijo “boca abajo perra”. Llorando lo obedecí. Se acostó encima de mí y nuevamente con sus piernas separó las mías. Con sus manos separó mis nalgas. Pensé, con lágrimas en los ojos, que me la metería al culo. Pero no fue así. Siguió por mi vagina.

Imaginé que si él llegaba me dejaría y se iría. Recordé que tenía que irse a las 10am. En ese momento pensé que si él creía que yo lo disfrutaba llegaría más rápido y me dejaría.

Comencé a simular gemidos. A simular que lo estaba disfrutando. Él se comió el cuento. Empezó a decir cosas como “sabía lo puta que eres”. Intenté seguir disimulando, para que llegara más rápido y me deje. Creía que esa era la mejor forma de evitar me posea por el culo. Pero me equivoqué.

Me la sacó. Se separó un poco de mí. Sentí sus dedos humedecer mi culo con su saliva. Le pedí que no hiciera eso, que no me cogiera por allí. Le ofrecí chupársela, tomarme su leche. Pero no me respondía nada. Se volvió a colocar encima. Pegado a mí y sin ningún respeto ni cuidado, puso su verga en la entrada de mi culito y me la metió en una sola empujada.

Lloré de dolor. Las lágrimas se chorreaban por mis mejillas. Mi almohada ya estaba húmeda. El dolor no se iba. Él lo estaba disfrutando y mucho. Lo que más repetía era “este culo ya es mío”. Y lo era. Contra mi voluntad, pero era de él. Sentí que se aceleraba su respiración. Pero yo estaba como inerte. Sólo sollozando. De pronto él comenzó a gemir con fuerza y decir “puta viene tu leche” y se vino dentro de mi culo.

Ni bien terminó se levantó. Se fue a su cuarto. Dejó la puerta abierta. Algunos minutos después cuando pude reanimarme un poco me levanté y la cerré con llave. Me quedé dormida. Cuando desperté era medio día. Él se había ido.

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