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El semen del primo de mi esposo

Ni bien terminó el confinamiento por la Pandemia, mi esposo empezó a trabajar mucho. Pude reconectarme con mis dos amigos, a los que podía ver eventualmente. Fueron meses duros, pero ya empezaba a tener una vida sexual agradable. Los meses de enclaustramiento, sólo con el penecito de mi esposo, fueron difíciles, pero pude sobrevivir.

Ni bien se pudo empezar a viajar, mi esposo me preguntó a donde quería ir. Le dije que donde fuera posible estaría bien. Me hubiese gustado ir a las playas del norte, pero era donde peor estaba la Pandemia. Finalmente, en agosto 2020 conseguimos pasajes para ir cinco días a Arequipa.

Me pareció súper, había ido algunas veces y siempre me encantó como ciudad. Así que estaba muy contenta. En Arequipa nos hospedamos en un hotel a una cuadra de la Plaza de Armas. Aunque no era temporada de verano, un primo de mi esposo nos dijo para ir a pasar un día a Mollendo, donde él trabajaba y vivía. Mi esposo aceptó y fuimos, con la intención de ir y retornar el mismo día.

Despertamos, desayunamos, fuimos al terminal de buses y partimos a Mollendo. Como era un día soleado y cálido (a pesar de ser invierno), me puse un vestido corto, un bikini muy conservador y una chompa ligera encima. Llegamos a medio día. El primo de mi esposo nos esperaba en el terminal. Fuimos a su departamento, donde vivía solo, dejamos las pocas cosas que habíamos llevado y nos llevó a Mejía y a un lugar de campiña, donde almorzamos en un restaurante campestre. Regresamos hacia las 3 pm a Mollendo, paseamos por el Malecón y como a las 5 pm, cuando debíamos retornar a Arequipa, le dijo a mi esposo que tenía un pisco en su departamento. Mi esposo, a pesar de no tomar mucho, por cortesía, aceptó.

Fuimos al departamento y tras unas pocas copas, antes de las 7 pm, mi esposo estaba absolutamente ebrio. Yo tomé quizás la mitad que él y estaba algo mareada. El primo también estaba mareado, pero no como mi esposo. Finalmente, mi esposo se quedó dormido en el sillón. Su primo me dijo para llevarlo a la cama entre los dos. Casi arrastrándolo lo llevamos a su cama. Le saqué los zapatos y le desabroché el pantalón para que este más cómodo.

En esos trances sentí más de una vez la mano del primo de mi esposo en las nalgas. Como de casualidad. La primera vez que la sentí eso pensé. Pero la segunda y tercera ya fueron claramente intencionales. No protesté pues estaba mareada y para que mentir, caliente.

Regresamos a la sala y nos sentamos juntos en el sofá. Casi sin decir palabras. Me preguntó si quería tomar otra copa, le dije que no, que estaba mareada. Me ofreció una cerveza “para bajarla”. Acepté.

Fue a su kitchenette, abrió la refrigeradora y sacó dos latas de cerveza. Volvió y se sentó a mi lado. Está vez más pegado, casi rozando mis piernas. Abrió mi cerveza y me la dio. Abrió la suya y propuso un brindis. Empezamos a conversar. De pronto, sentí su mano sobre mi pierna. No dije nada pues estaba caliente y quería sentir un pene más grande que el de mi esposo.

Como no dije nada, subió sus manos por mis muslos. Muy rápido sentí sus dedos sobre mi bikini. Me dijo “prima, está húmeda” y buscó mis labios, le respondí. Mi esposo roncaba borracho y eso me daba tranquilidad.

Mientras nos besábamos, sentí como sus dedos ponían de lado mi bikini. Sentí como separaban mis labios y entraban en mi coño muy húmedo. Sin dejar de besarlo, desabroché su correa, su pantalón, le bajé el cierre y con ayuda de su mano libre pude sacar su pene. Ya lo tenía duro y comencé a masturbarlo mientras él me masturbaba y ambos nos besábamos.

Sentirlo así grande y duro en mi mano me excitó mucho. Dejé de besarlo y me incliné sobre él y comencé a mamárselo. Me encantaba su grosor y su tamaño. No era inmenso, pero era grande y un tronco perfecto, completamente recto y armonioso. Tras unos minutos de mamársela mientras el gemía y sólo repetía “primita que rico mamas”, decidí ya entregarme a él.

Me levanté y sin sacarme ni el vestido ni el bikini, que seguía de costado, me senté sobre él. Sentí su pene grueso entrar en mí y comencé a disfrutar como loca. El morbo de sentir los ronquidos de mi esposo borracho me hacía disfrutar más. Sentada sobre él, yo tenía todo el control. Él no se movía, era yo la que me movía y vaya si me gustaba esa situación de ser yo quien tenga el control.

Comencé a moverme con rapidez de atrás hacia adelante y de adelante hacia atrás, sentí venir el orgasmo y aceleré y me vine con salvajismo. Sentí como como chorreaba más sobre él.

Me dieron ganas de entregarle mi cola también. Pero estaba demasiado cómoda y disfrutando en esa posición. Tuve un segundo orgasmo y tras el mismo me levanté y me senté de espaldas a él. Pensé que el mismo la empujaría por mi cola, pero no, la metió en mi coño nuevamente. Me volví a levantar y con mi mano, sin decirle nada, la acomodé en la entrada de mi cola. Entró muy fácil. Yo tenía el control absoluto. Me levantaba y me dejaba caer sobre su pene. Me sentía muy sucia sobre ese sillón y oyendo los ronquidos de mi esposo.

Sentí que me llegaba un tercer orgasmo y esta vez por mi cola. Comencé a dilatar y contraer con rapidez y llegamos juntos pues mi excitación lo puso a mil también.

Sentí su leche caliente llenándome la cola. Ni bien terminamos, ambos nos sentimos como culpables. Me trajo papel higiénico del baño, me limpié un poco, me acomodé el bikini y el vestido. Él se metió al baño, supongo a limpiarse.

Salió y terminamos las cervezas hablando de la familia. Abrimos dos más, pero manteníamos una distancia amplia en el sofá. Terminando la segunda ronda mi esposo apareció en la sala. No nos habíamos dado cuenta que había dejado de roncar. Seguía mareado, pero ya con posibilidad de partir. Nos despedimos y volvimos a Arequipa, directo a dormir al hotel.

Al día siguiente me desperté antes que mi esposo. Entré al baño y me di cuenta que había semen sobre mi bikini. Me lo cambié y lo puse en lo más profundo de mi ropa sucia.

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