Saltar al contenido

Mamá, el amor de mi vida: Mi puta, mi hembra, mi mujer

Que rico y, que hermoso título. ¿No lo creen? Deseo incestuoso, del más alto calibre, de un hijo hacia su madre o viceversa; sin tabúes, sin vergüenzas y sin que nada, ni nadie más importe. ¿No lo sienten así?

Fantasear, desde que te levantas hasta que te acuestas, con tu madre; con su cuerpo, con sus besos, con la hermosa raja de su concha, con ése gran culo que se gasta y que no dejas de mirar: por ejemplo, cada vez que te da la espalda y se agacha, al igual, que a ésas grandes tetas que deseas, nuevamente tener y sentir en tu boca y chupárselas, mordérselas y saber, que sólo, te pertenecen a ti y a nadie más.

No poder evitar, el imaginarte a tu madre, mamándote la pija o, tenerla toda desnuda, para ti; en cuatro patas y con su rica concha, palpitando alrededor de nuestra lengua, dándonos a beber; la tormenta de placer, que desatamos en su interior, con sus deliciosos y jugosos orgasmos.

Tenerla allí, a nuestra disposición y dejar que se corra o que termine, las veces que ella quiera; hasta que nos pida así, con la mayor de las sensualidades: “penétrame, hijo. Hazme tuya… quiero sentirte en mi interior… lléname toda, de tu carne y de tu leche… quiero que me hagas tu mujer… quiero y deseo sentirme y que me sientas tu puta. Cógete a tu madre que está aquí, toda dispuesta para ti… Te amo, hijo y, quiero que desde hoy, seas mi hombre y el macho que me lo da todo.”

Que hermoso y que rico poder sentirla así; penetrarle ésa concha hermosa, húmeda y palpitante, una y otra vez, con fuerza, con ganas y con todo el amor; hasta poder, ambos, acabar y terminar en una melodía exquisita y saber, que ella ha quedado satisfecha y con toda tu leche adentro. Esto, sólo es el comienzo…

En otro momento, de seguro: lo quiera, ella, o no, abriremos sus nalgas, con nuestras manos, lengüetearemos y lubricaremos bien, el anillo de su ano, lo dedearemos un buen rato; hasta que se dilate bien rico y, ella, comience a disfrutarlo… Justo ahí, en ése preciso momento y, antes de que se arrepienta; penetraremos ése gran culo, objeto, innegable, de nuestro mayor deseo y perversión y la embestiremos, una y otra vez, hasta hacerla chillar y suspirar de placer, incluso, cuando botemos, toda nuestra leche, dentro de ése culo hermoso y tan deseado y la escuchemos decir: “te amo hijo, que maravilloso me has hecho sentir; soy toda tuya, cuando quieras, como quieras y donde quieras. Te amo, hijo. De haber sabido, que me harías sentir tan rico, tan amada y tan deseada; mucho antes, me habría entregado a ti”.

Amo, ese tipo de relación; ya sea, una madre, una abuela, una hija o una hermana… amo el incesto.

Deja un comentario