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Mi ahijada me regala su culo por Navidad

En estas fiestas recordé un muy agradable regalo que recibí hace dos años. No puedo decir que me sorprendió, pero sí que ha sido el regalo más elegante que he recibido en mí ya casi cincuenta años de vida.

Tengo una sobrina, que luego se hizo mi ahijada, pues fue su padrino de quinceañero, algo no usual, pero tampoco fuera de ciertas costumbres. Desde entonces cada año, por navidad y por su cumpleaños, le envío un regalo. Cuando ella cumplió 18 años, quedó embarazada de un noviecillo medio pandillero que rápidamente la abandonó. Desde entonces, cada año, regalo para ella, regalo para su hija, por cumpleaños y por navidad.

La veo poco, pues vive en Trujillo, donde voy a lo sumo un par de veces al año. Pero siempre que estoy allí la invito a almorzar o cenar. Algunas veces hemos ido también al cine o incluso a tomar algo, pero todo con cordialidad y la formalidad de una relación familiar vertical, entre dos personas de muy diferente edad.

Me enteré, por contactos familiares, que ella andaba por malos pasos. Alcohol y, decían las malas lenguas, trabajando como escort. Considerando el como la veía vestida cuando salíamos a almorzar o cenar, no me sorprendió, pues su apariencia y atuendo lo señalaba a gritos. No soy prejuicioso ni puritano. La verdad no me importó.

Hace dos años, tuve que viajar a Trujillo justo la semana previa a navidad. Pasé dos noches en la ciudad. Antes de viajar llamé a mi ahijada y la invité a cenar para la primera noche que pasaría allá. Al llegar a Trujillo precisamos el local donde nos encontraríamos y finalmente cenamos. Un local juvenil, pero elegante, escogido por ella. Buena música, buena comida, ambiente informal, pero agradable. Fue una velada encantadora, pero dentro de los cánones de una reunión familiar. Al finalizar me dijo “padrino quiero invitarlo mañana a cenar para darle su regalo”. Le dije que no era necesario, pero terminé aceptando. Me dio la dirección del mini departamento donde vivía y quedamos para las 8 pm del día siguiente.

Como es mi costumbre, llegué puntual. Ella me abrió la puerta envuelta en la toalla de baño. Estaba a media ducha cuando llegué. Verla así fue excitante, pero no dije nada y creo que tampoco demostré nada. Me pidió que me acomode en la pequeña sala del apartamento. Que era tipo loft, con un solo espacio común (habitación, sala, cocina y comedor) y sólo el baño separado y privado. Me dejó allí y se metió a completar su ducha. Al vuelo le pregunté por su hija, mi sobrina nieta, y me dijo que estaba donde sus abuelos.

Me acomodé en el sofá, prendí la tv. Ella siguió duchándose. A los 20 minutos salió del baño y se fue hacia la cama. Con la toalla puesta, empezó a sacar la ropa que se pondría mientras conversábamos.

Con desparpajo se quitó la toalla y quedó desnuda frente a mí. Recordé que era escort, así que para ella era natural desnudarse ante decenas, quizás cientos, de hombres. Lo tomé por ese lado y seguí la conversación sin imaginar otra cosa. Pude ver como se ponía una breve tanga, negra, sobre su coño completamente depilado. Con maldad (fue el primer instante que pensé que ella quería algo más) se dio vuelta y se acomodó la tanga mostrándome el culo. Redondeado, delicioso, de mujer de poco más de 22 años.

Así vestida, sólo en tanga, caminó delante de mí y fue hacia la zona de cocina. Abrió la refrigeradora, sacó dos cervezas. Las destapó y me dio una. La otra fue para ella y la puso en un velador, junto a la cama.

Me dijo “salud padrino” y le respondí “salud”. Estaba yo muy caliente ya. No podía disimular la erección que ya tenía. Ella se dio cuenta, pero no dijo nada. Se puso el brasiere, una coqueta y linda blusa y una minifalda negra. Me dijo “padrino estamos en casa, me quedaré en sandalias”. Le dije que de mi parte estaba perfecto, que como ella se sienta cómoda estaba bien para mí.

Se sentó a mi lado. Vimos un poco de tv, sin ver nada en realidad. Tonteamos sin sentido. Finalmente se acurrucó a mi lado y me dijo “padrino, tu siempre ha has hecho sentir importante. Cada cumpleaños, cada navidad he esperado tu regalo. Cada vez que venías era feliz de verte”.

Le respondí que ella era mi sobrina mayor. Además, mi ahijada y que para mí era una chica especial y que la quería mucho. En ese instante me abrazó fuertemente y con su mejilla junto a la mía no pude resistirme más. Le respondí el abrazo y casi sin pensarlo, incluso instintivamente, mi mano bajó hacia su nalga.

Ella movió su rostro ligeramente y nos besamos con deseo. Mi mano bajó de su minifalda a su muslo. De su muslo empezó a subir hasta tocar su tanga. Con automática agilidad, mis dedos pusieron de lado su tanga y comenzaron a juguetear con su vagina que empezaba a humedecerse.

Ella me dijo “padrino, siempre he deseado este momento. Eres un hombre maravilloso y siempre he querido estar contigo”. Para ser sincero, nunca había pensado en estar con ella de esa forma. Jamás había tenido un pensamiento más allá del padrino – ahijada o el tío – sobrina, incluso sabiendo que era escort, no había sentido deseo por ella. Pero, en ese momento, como cualquier varón, mentí y le respondí “Giovanna, siempre he deseado lo mismo”.

Culminada la parte protocolar de “presentación”. Ella se soltó y guio el momento. Tenía 22 años, pero siendo escort, tenía seguro más experiencia que yo. A dos clientes por día (asumo) por casi 2 años en el negocio, su kilometraje era con larga distancia mayor que el mío. Sacó mi verga, la empezó a chupar profesionalmente, con experiencia y maestría. En un par de minutos estuve a punto de reventar.

Mientras tanto, sin dejar de mamar, ella se había quedado desnuda. Cuerpo cultivado en gym, delicioso y de 22 años. En un segundo me saqué la ropa que aún tenía encima. La llevé (¿o me llevó?) a la cama.

Allí, sobre ella, hice lo que seguro ningún cliente hacía, la acomodé, puse sus piernas sobre mis hombros y le hice una sopeada que me resultó maravillosa. Un coño 100% depilado y perfumado. Tierno, de 22 años. Lamí su concha y cuando me di cuenta que entregaba su culo a mi lengua y labios, me entregué a su lamido. Llegó diciendo “ay tío, ay padrino”. Su orgasmo fue delicioso, chorreando en mi boca. Fue un momento de gloria para mí. Es mi mayor fetiche y mi mayor placer, sentir que llegan en mi lengua. Y tenía allí a mi sobrina de 22 años, llegando en mis labios. Para ella, escort por dos años, que alguien la haga llegar en el oral, era muy poco frecuente, casi improbable. Pero en ese momento no era una simple puta y yo un cliente. Éramos padrino y ahijada.

Luego que ella llegó, le di vuelta. Su culo estaba muy jugoso con mi lamida. Me subí sobre ella y la penetré por el culo. Luego de unos minutos me levanté y la acomodé en perrito, seguí dándole por el culo. Finalmente, ella me acostó y empezó a montarme entregándome su culo, comencé a sentir sus contracciones previas a un nuevo orgasmo, y le inundé el culo con una fuerte corrida. Al sentir mi semen irrumpir en su culo, ella volvió a llegar.

Tras unos segundos disfrutando de su orgasmo, como niña traviesa saltó de la cama. Corrió hacia la sala, recogió un paquete y me entregó un regalo. Con cara inquieta me dijo “ábralo padrino”. Lo hice, una elegante (y muy cara) corbata italiana, que a ojo de buen cubero costaba al menos 250 dólares.

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