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Obsesionado con mamá (partes 1 y 2)

Parte 1.

A mis veintiocho años me ha ido bien, creo que he logrado por lo menos la mitad de las cosas que anhelaba, estoy casado y a punto de ser padre, mi matrimonio tiene altibajos, a veces mi esposa es insoportable. Cuando discutimos siempre la comparo con mi madre y le echo en cara que no es igual a ella. Y claro, esas comparaciones han causado estragos entre nosotros. Es sábado y como de costumbre discuto un poco con mi mujer, ella termina la discusión como todas las veces: “¿Pues por qué no te casas con tu mami?” me grita. No le digo nada, pero pienso que tal vez me gustaría eso. No me interesa seguir discutiendo, hoy no trabajo y no quiero pasar todo el día con mi mujer así que subo a mi auto, conduzco unos veinte minutos y voy a casa de mis padres. Hace poco mi hermana menor tambien se casó así que mis padres viven solos, mi madre me recibe sin mucho afán y me informa que mi padre no está, ha ido a un partido de fútbol, me pregunta si deseo comer y se va a la cocina a calentar la comida. Ahora mi madre viste ya como una anciana: usa una falda un poco larga, pantimedias para disimular las varices y los vellos de sus piernas descuidadas, lleva una blusa de manga corta y un suéter de botones, trae el cabello completamente recogido en un chongo, usa anteojos y ni un gramo de maquillaje, huele a lociones y cremas de anciana.

Ese atuendo es sin duda para cubrir sus atributos pero no sé si desea cubrirlos por decencia o por vergüenza porque ya están un poco caídos. Ya tiene una barriguita y un mechón de canas pero aún luce bien, no puedo evitarlo y mientras mi madre calienta la comida y aguarda junto a la estufa, me acerco a ella y la abrazo por detrás, sus nalgas abundantes aún lucen jugosas y apetecibles su cuerpo veterano aún promete mucho placer, restriego mi miembro erecto en sus redondeces con la esperanza de que mi llave abra su cerradura, tengo la esperanza de que esa vieja hembra entre en celo, la beso en el cuello y en las mejillas mi boca trata de alcanzar su boca, pero ella me empuja “basta no podemos hacer esto y menos aquí, pensé que ya habíamos hablado de esto…

Los juegos que tuvimos tu y yo fueron algo lindo pero eso ya pasó, tengo que respetar a mi esposo” me dice. “Anda recuerdo que antes te gustaba” le contesto con voz lujuriosa, al oído pero ella me réplica: “Lo único que recuerdo es que tu padre y yo estábamos teniendo problemas y tú te aprovechaste un poquito de eso, aunque también fue mi culpa como adulto debi poner límites, no te portaste como caballero ni yo como una dama pero como te dije, eso ya pasó Yo te amo bebé pero ya olvida eso ok?” Mi madre ha aprendido a evadir con inteligencia y humor mi constante acoso. Me da una palmadita en el hombro y agrega “además eres casado no seas sinvergüenza, tienes una esposa hermosa… oye y por cierto ¿Cómo está mi nuera? ¿Para cuándo nace Carlitos? Ayer fui al súper ví un mameluco hermoso y ¿Que crees? lo compré jaja”.

Mi madre tiene cincuenta y tres años pero aún me prende y se ve tan linda sosteniendo esa ropita de bebe, como quisiera que ella fuera la madre de mi hijo, talvez en otros tiempos hubiera podido enamorarla, alejarla de mi padre y convertirla en mi mujer pero no soy tan mezquino. A veces pienso que tal vez ella quería ser mi mujer y que yo solo la utilicé para saciar mis más bajos instintos. No lo sé son conjeturas, sueños, nosotros tratamos de no hablar de lo que ya pasó y mucho menos de sentimientos.

Mi madre y yo nos queremos y nos llevamos bien, pero no como antes, nos hemos distanciado un poco y es que en nuestra relación hay una mancha, la mancha del incesto. Ya no podemos vernos a los ojos, ya no puedo verla como una dulce, buena y santa mujer, ahora la veo y recuerdo de inmediato sus redondeces desnudas sus olores íntimos, sus gemidos y sus gestos de excitación y ella al mirarme seguramente recuerda mi miembro duro, vulgar y amenazante como el miembro de un caballo apuñalando sus entrañas y yo encima de ella jadeando como un animal, diciendo obscenidades, introduciendo en su vientre chorros de inmundicia. Ella conoció mi lado más oscuro cientos de veces.

Margarita se llama mi progenitora, tiene el nombre de una bella flor y es una bella flor pero se ha marchitado desde que deje de regarla. Hace tres años que no hacemos el amor pero fuimos amantes durante siete años… bueno, cinco en realidad y los siguientes dos años solo tuvimos “recaídas” encuentros muy esporádicos y siempre en cada encuentro nos prometiamos que sería el último. Fuimos amantes varios años y contaré ahora como inició todo.

Parte 2.

Es el año 2012, mi familia es la típica y perfecta familia clasemediera, tengo yo 18, vivo con mi madre de 43 años, mi padre diez años mayor que ella y mi hermana Lucía, dos años menor que yo. Todo somos muy unidos pero siempre decimos que en la familia hay dos bandos o equipos: el de papá y el de mamá. Yo naturalmente estoy en este último, pues mi madre y yo somos muy parecidos físicamente y en nuestra personalidad y somos inseparables, por su parte Lucía y mi padre se adoran. Lucía tiene una madre hermosa pero tuvo la mala suerte de parecerse a nuestro padre, es una chica con sobrepeso pero adorable. Mi padre es un galán venido a menos, era guapo cuando se casó y luego, la obesidad, la calvicie, el tabaquismo y el alcoholismo hicieron estragos en el, pero es un excelente jefe de familia, responsable, un tipo simpático y bonachón de esos que le caen bien a todo el mundo, es mecánico y tiene su propio taller, trabaja duro para que no falte nada en la casa.

Mi madre, Margarita es morena clara, como de 1 70, costeña de cabello algo rizado, pero a veces lo plancha, es bien acinturada no parece que haya parido dos hijos. No es muy bonita pero tiene un rostro Interesante, unos ojos negros enormes, nariz larga y aplastada, su nariz es algo deforme y tosca. Lo mejor de ella es su cuerpo y lo mejor de su cuerpo son sus majestuosas nalgas y esa carnosidad y abundancia de sus posaderas también se extiende hacia sus largas piernas, dándoles un grosor perfecto, sus pechos no son enormes pero si grandes, como dos naranjas grandes y jugosas parecen firmes y bien redondeados. Casi no los he visto, solo de vez en cuando ella usa blusa escotada y deja ver esa canaleta que se firma entre sus dos senos pálidos y redondos.

Es una auténtica milf, seguramente es la protagonista de las fantasías de decenas de adolescentes. Regularmente las mujeres usan jeans ajustados para verse más nalgonas pero con ella sucede lo contrario: los jeans compactan las carnes de sus nalgas y las hacen ver un poco más pequeñas. Su culo es inmenso y de formas perfectas y su cintura espigada, así que su culo hace resaltar más su cintura y viceversa. Mi padre, claro, es algo celoso ¿Y cómo no serlo con tremenda mujer? pero hasta el entiende que ningún atuendo puede ocultar esos encantos.

Lo único que tiene prohibido mi madre son las minifaldas, shorts y escotes. Mi madre no es para nada descarada pero simplemente no puede esconder semejantes nalgas, sus pechos puede disimularlos con el sostén adecuado y blusas holgadas, pero aunque usara falda, la tela de la falda se pagaría aún más a su culo y esa delgada tela no podría compactar esas carnes y sus nalgas se verían desparramadas mostrando incitantes su tamaño y forma naturales, como si estuviera desnuda. Cuando desperté a la sexualidad me interesaban mucho los pechos de las mujeres, pero viviendo con una mujer con semejantes posaderas comencé a interesarme por esas redondeces traseras, y es que unas buenas nalgas son raras y su tamaño y forma siempre están visibles, no se pueden ocultar, pero al mismo tiempo su piel siempre está oculta y eso causa más morbo. Muchas veces vi esa separación que había entre sus tetas, pero la raya que separaba sus nalgas obviamente era un misterio para mí, además un buen culo es el símbolo maximo de femineidad inmediatamente nos enciende porque nos hace pensar en fertilidad, sexo, en las cavidades que hay debajo y en medio de esas carnes.

Mi madre, es una mujer de contrastes: es en parte vieja, en parte joven, tiene imperfecciones pero sus atributos minimizan cualquier imperfección. Es una campesina pero vive en una gran ciudad, vivió su juventud a finales de los 80s, está chapada a la antigua pero también es algo desenfadada jovial, moderna, a veces estricta, pero dulce y amorosa. Enojada te hace temblar, pero una sonrisa suya te hace volar. Parece que reúne lo mejor de todas las mujeres del mundo. Tengo un hiperdesarrollado complejo de Edipo, me sueño de adulto con una esposa así, pero sé que no hay otra como ella en el mundo. Siempre me gustó mi madre y no solo por su físico sino también por su personalidad, es dulce, simpática, apasionada, inteligente y en general, una esposa perfecta.

A mis dieciocho años soy completamente virgen no he tenido novia ni he salido con alguna mujer, soy algo inocente para mi edad, mi despertar sexual fue tardío y ocasionalmente me hago unas pajas pero no he tenido la necesidad de tener novia o algo así, en casa tengo la atención de una mujer sexy y femenina y con eso me basta, me llena tener la aprobación de una mujer hermosa así que naturalmente hago todo bien para complacerla.

No recuerdo exactamente cómo caí en el mundo de los pensamientos incestuosos, todo fue gradual. En algún momento, los besos y abrazos que me producían un placer inocente y espiritual empezaron a producirme un placer sucio y culposo. Primero su cercanía me provocaba un cosquilleo extraño y luego de plano vinieron las grotescas erecciones. A veces cuando ella me abrazaba, tenía que hacerme a un lado para que no sintiera esa dureza que había en mi entrepierna.

Poco a poco la admiración se convirtió en curiosidad; la curiosidad en morbo y el morbo en deseo. Al principio me preguntaba ¿Cómo se verá en ropa interior? Aún usa ropa sexy, he visto colgados en el tendedero sus calzoncitos negros de encaje ¿Cómo se verá desnuda? ¿Tendrá sexo? ¿Cada cuando? ¿Y como lo hará? De seguro es una diosa en la cama. Un día ya no pude más y me hice una paja pensando en ella, me sentí muy culpable, pero al mismo tiempo liberado, fue la mejor paja de mi vida. Y así ella se convirtió en la reina o más bien en la única protagonista de mis fantasías, aunque solo recurro a la masturbación cuando ya no puedo más. Aún tengo algo de decencia, profano con mis pensamientos a mi progenitora, pero no es muy seguido, solamente lo hago cuando es muy necesario y además pienso que no le hago daño a nadie, solo son fantasías y de seguro es una etapa y ya se me pasará.

Me he masturbado un par de veces durante la madrugada y los chorros de semen han salido en abundancia mientras imagino a mi madre a gatas, en medio de mis piernas, su boquita rosada pegada a mi sexo, sus tetas colgando rosando mis muslos y su mano libre masajeando mi tranca. Ya conozco la suavidad y humedad de su boca, me ha besado miles de veces en las mejillas, pero ahora imagino esa suavidad y humedad en mis labios y en mi sexo.

Cuando cierro los ojos incluso puedo mirar sus gestos vulgares. La punta de su lengua lustrando mi longitud de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo. Y la fantasía termina, para luego crear otras nuevas. Y en todas ellas, mamá es la protagonista, mi mente no para de idear situaciones morbosas. “Cómo me tienes, mamá… cómo me la has puesto.” Ni siquiera he podido dormir bien.

No sé qué hacer con las impurezas de mi mente. Esto no está bien. Esto no es normal. No puedo estar masajeando mi pene mientras pienso en mi madre de una forma tan obscena, tan grotesca y enferma. Me da vergüenza pensar lo que pienso, pero es inevitable controlarlo. Esto me supera. Está fuera de mí. “Es tu madre, es tu madre, tienes que tranquilizarte.”

Pero es cerrar los ojos y volverla a oír gimiendo como las actrices porno de las películas que a veces veo. Son las dos de la mañana. He escuchado unos quejidos en el cuarto de mamá. Sí. Estoy enfermo. Quiero escucharlos follar, a papá y a ella. Quiero saber cómo son sus gemidos cuando la tiene ensartada y tal vez imaginar que yo la estoy haciendo gemir. Pero no follan. El quejido ha tenido que ser por otra cosa. Mi teoría es cierta. Papá no la toca, ¿por qué no la toca?, ¿desde cuándo no hacen el amor? Muchas veces me he acercado a la puerta de su habitación, los he escuchado platicar y discutir pero nunca los he escuchado haciendo el amor.

Aun así continúo pensando en mamá de forma irreverente. Las obscenidades no quieren salir de mi mente. La imagino en una cama a cuatro patas. Sus grandes nalgas en dirección de mi cara y yo detrás, con mi miembro erecto apuntando hacia su rajita. ¿Estará muy velluda de la vulva? ¿Se lo recortará?

Así pasan los días, las semanas, siempre la misma rutina, todos los días me excito un poco con la presencia de mi madre, con su voz, con las miradas lascivas que lanzo sobre sus nalgas oprimidas por los jeans, con sus olores, de su cabello, su sudor. Sé qué no está bien pero me permito disfrutar esa excitación y cuando ya no puedo más (una o dos veces a la semana) practico la autosatisfaccion pensando en ella. Ya no me siento tan culpable, sé que lo que hago no está bien, pero prefiero faltarle al respeto con mis pensamientos y no con mis acciones. Esas sesiones masturbatorias me ayudan a desfogarme, si no fuera por ellas, ya me hubiera abalanzado sobre Margarita para arrancarle la ropa. Es mejor así, algún día se agotarán todas las fantasías que puede fabricar mi mente y me aburrire, pienso, pero luego suceden cosas que hacen avivar mi obsesión. Parece que el fantasma del incesto lanza sus garras sobre mi y se empeña en atormentarme.

Hoy es miércoles y debido a una falsa alarma de incendio nos han sacado a todos de la escuela y he llegado temprano a casa. Son apenas las once, me provoca una leve emoción saber que tendré la casa para mí solo durante un rato. La casa regularmente parece un mercado con tanto bullicio pero ahora abro la puerta y hay un silencio sepulcral. Sin embargo a media escalera me percato que no estoy solo, se escucha ruido en el baño, mi madre se está bañando, y tan solo saberlo mi polla se me endurece. Subo escalón por escalón hasta llegar al pasillo que, el punto extra de mi buena fortuna lo encuentro cuando escucho música procedente en el baño con un volumen moderado en el interior, así podré camuflar mis sonidos.

El sudor de mi frente hace de las suyas, dudo por instantes pero no puedo desaprovechar la oportunidad. En cuanto mi madre se da cuenta de que yo estoy en el pasillo grita “¿quien anda ahí?”

-Soy yo ma

¿Qué haces tan temprano acá mi amor?

-No hubo clases ma, voy a dormir un rato

Luego hago como que me voy a mi habitación y hasta abro y cierro la puerta pero me quedo en el pasillo, sigilosamente me acerco a la puerta del baño. El tacaño de mi padre había colocado una puerta en el baño que no era adecuada, era un poco pequeña para ese marco. Así que entre la puerta y el marco había una rendija pequeña pero suficiente para ver todo el interior. Claro que entre el inodoro y la ducha había una cortina de plástico, pero pensé que asomandome por la rendija por lo menos podría ver la silueta de mi madre a través de la cortina. Estoy nerviosísimo, la suerte me sonríe, ella ni siquiera había corrido la cortina y el corazón se me acelera. Apenas es necesario acercarme un poco a la rendija de la puerta para encontrarme con un espectáculo para mis ojos la puedo ver completa, desnuda de pies a cabeza, como un espejismo maravilloso a través del vapor que desprende el agua caliente que cae sobre el hermoso cuerpo de mamá.

Ella mira hacia la pequeña ventana vertical que está en la parte superior de la ducha, que provee de luz natural durante el día, y por eso está de espaldas, con el culo apuntando a mí y tararea una canción que no conozco. En esa posición tan espectacular para mis ojos, las redondas nalgas de mi madre se me ofrecen como un coctel a un mendigo muerto hambre. Su voluptuosidad me deja perplejo. La polla se me hincha dentro de mis pantalones y se pone tan tiesa que me provoca dolor. Yo trato de controlar mi respiración agitada para que ella no pueda escucharme

Son más grandes, abundantes y firmes de lo que creía, y para su edad está más que perfecta. Apenas puedo contener un gemido cuando veo la maravillosa escena de los chorros de agua que salen de la regadera escurriéndose entre sus curvaturas, poniéndome como moto.

Ella se mueve mientras se enjabona, y su enorme cola vibra por lo alto. El agua mojándola toda, la abundante espuma juntándose entre sus pies. Mi miembro comienza a trepidar y a babear. Su pelo se pega en la espalda, y apenas se pone de perfil, quedando de forma lateral, medio de frente, aparecen delante de mí sus turgentes senos, esos gordos pechos parecían flotar en el aire, no son enormes, pero sí imponentes, más de lo que imaginé. Así, desnudos, desparramados lucen incitantes. Los pezones de pronto estan cubiertos por espuma, pero luego quedan desnudos cuando el agua los descubre. No puedo creer lo bonitos y grandes que son. ¡Qué tetas! ¡Qué culo! ¡Qué piernas tan duras y tan firmes para soportar semejante cuerpo!

El agua cayendo sobre su cuerpo desnudo y sus gordas nalgas rebotando en cada uno de sus movimientos cuando se enjabona.

Y en medio de sus piernas un triángulo de vellos aterciopelados, descuidados, negros pero en este momento teñidos de blanco por el jabón. Se pone la barrita de jabón en su pubis y enjabona aún más esos vellos, luego con mu mano empieza a asear su sexo y para mí sorpresa, mientras ella asea esas partes aprovecha para darse algo de satisfacción se mete uno o dos de sus deditos y muy quedito suspira “uhmm, ufff ou ou, ahhh” y así unos tres o cuatro minutos se toca pero al parecer se aburre porque no puede alcanzar el clímax.

Enjuaga su cuerpo y empieza a acariciarse toda con la toalla ¡Diablos, en cualquier momento se enredará esa toalla y saldrá! no se qué hacer, así que sigiloso como un ladrón me muevo hacia mi habitación y abro la puerta para fingir que siempre estuve en mi cuarto y que acabo de salir. Ufff mi plan funciona a la perfección, finjo que estoy saliendo de mi habitación y en ese momento mi madre sale del baño, nos encontramos en el pasillo “¿No que ibas a dormir?” Me dice con su dulce voz. La pobre Margarita no sabe que acabo de verla desnuda, que tengo el pito paradisimo y que insaciable, todavía la devoro una vez más con la vista así semidesnuda y aspiro el olor de su piel fresca como tratando de atesorar ese olor… “No tengo sueño ma, voy a caminar un rato”, le digo y me voy perturbado y confundido a caminar sin rumbo.

Continuará.

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