Saltar al contenido

El primo de mi primo me llevó en su moto (parte 1)

Ese verano fui a pasar las vacaciones a la casa de mis tíos en el interior de la provincia, invitado por haber cumplido 18 años.  Por los exámenes de fin de año, retrasé mi llegada y mi primo, que tenía mi edad y competía en natación, se había ido a con su equipo a un torneo en otra ciudad por unos días.

Mi tía me pidió que fuera de todos modos porque un sobrino de mi tío, que vivía en las afueras, iría para limpiar la pileta de la casa de fin de semana y quería que le diese una mano.

Al otro día de mi llegada, a media mañana llegó Lucas, el primo de mi primo, en bicicleta. Abrí la puerta de un pasillo lateral para que entrase la bici a la casa y cuando lo vi me sorprendió su físico, enfundado en su traje ceñido de ciclista en degradé de tonos de violeta a lila. Lo hice entrar y como él estaba muy transpirado me dijo que me saludaría después, pero yo solo tenía ojos para su cuerpo. Era una escultura griega, músculos marcados y un precioso trasero. Cuando se sacó el casco tuve un sofocón de lo hermoso que era también. Tostado natural, pelo negro largo y lacio, ojos claros y pestañas arqueadas que daban vértigo.

Casi balbuceando le dije que la tía pidió que si debía ducharse, lo hiciera en el baño del quincho y que yo le alcanzaría la toalla. Le llevé dos toallas no muy grandes, a propósito, para entrar y verlo. Toqué a la puerta y me pidió que pasara. Estaba espectacular bajo la ducha, enjabonando ese cuerpo de Adonis que tenía, y se me escapó en palabras mi pensamiento:

-¡Qué lomazo!

Me oyó, me sonrió con picardía y me pidió que cerrara la puerta y me sentara en un banco mientras él terminaba de bañarse. Con las toallas me cubría la tremenda erección que me había provocado.

-Uy, son dos toallas chicas, me dijo cuando terminó de ducharse. ¿Me podrías secar la espalda por favor?

Estaba tan caliente de sólo verlo, así que accedí sin hablar y lo empecé a secar muy despacio, casi acariciándolo, hasta que llegué a la cintura y me detuve.

-¿Qué pasó?, me dijo.

-¿Sigo? Le respondí.

-Sí, claro.

Le sequé los glúteos firmes y perfectos como una manzana y luego seguí por las piernas, ya de rodillas. Cuando llegué a los tobillos me quedó su precioso traste delante de mi cara y le dije que parecía una manzana como para morder.

-Con que no me lo marques, me dijo, si te gusta…

Lo mordí suavemente y empecé a lamerlo, pasando de un glúteo al otro. Lucas gimió, inclinando algo su culo y fue girando de a poco, hasta que quedó con su pene erecto frente a mi boca y su hermosa sonrisa mirándome a los ojos. Lo miré, hizo un gesto y me dijo:

-Me secaste muy bien, pero fíjate cómo me pusiste.

Mi mirada bajaba de sus ojos a su torso y a su pene, de tamaño normal, aunque luego comprobé que mis manos puestas una detrás de la otra lo contenían apenas. No dudé y se lo empecé a chupar, despacio, muy despacio, solté la toalla y lo tomé de los glúteos. De a poco lo fui lamiendo mientras él me acariciaba la cara y me seguía mirando a los ojos. Yo cerré los míos y me dediqué a chuparle la pija con ganas, hasta metérmela toda en la boca.

Estaba en la gloria y lo incité a moverse, como si me estuviera cogiendo, lo que hizo enseguida con un vaivén estremecedor. No podía soltarla y la chupaba cada vez con más fruición, mientras acariciaba sus nalgas. Estuvimos varios minutos así, hasta que escuchamos ruidos y tuve que dejarlo. Me incorporé y me dio un beso increíble, con mucha lengua y mucha pasión. Me temblaban las piernas y estaba muy caliente.

-¿Cómo vamos a esconder el palo?

-No sé, balbuceé.

Y lo besé de nuevo.

-Tenemos que ir a la quinta para limpiar la pileta, así que decile a la tía que vamos en la moto y compramos comida por ahí, pero que no te vea, porque se va a dar cuenta del calentón que tenés.

Obedecí como autómata y fui a abrir la puerta del corredor mientras Lucas sacaba la moto, vestido con una remera ajustada que resaltaba su cuerpo de atleta y un short de baño corto de tela muy fina, bien empalmado. Le avisamos a la tía desde la puerta, arrancó la moto y me invitó a subir detrás suyo.

-Tengo miedo de andar en moto, le dije.

-Tranquilo, que voy despacio y agarrate bien.

Abracé su cuerpo, a la altura de los abdominales, duros y marcados como tabla de lavar. Los fui acariciando mientras iba a velocidad razonable por las calles de la ciudad hasta salir a la ruta, mientras le susurraba qué bien que estaba y qué hermoso era, ya desinhibido. En el último semáforo antes de salir a la ruta, me contó que lo había excitado más, por eso no iba muy rápido.

Cuando dio la uz verde, le dije que no le creía y me respondió que probara si no era cierto. Despacio fui bajando una mano hasta su pene, erecto como antes en el baño, así que no dejé de sobarlo por encima del short finísimo mientras hacíamos los pocos kilómetros hasta la casa de fin de semana y llegué a tomarlo con las dos manos mientras recostaba mi cara sobre su espalda.

La casa estaba a una cuadra de la ruta donde había un almacén de campo, que atendía un chico que era también el jardinero de la quinta. Para que no se notara nuestra excitación, Lucas le pidió unos sándwiches desde la puerta, sin bajarnos de la moto, para cuando cerrara el almacén a la una de la tarde y lo invitó a venir a la pileta, cosa que me sorprendió y se lo dije.

-No te preocupes, me dijo, pero no me tranquilizó porque lo quería todo para mí.

Llegamos al portón de la casa, bajé a abrir, entró la moto y la llevó hasta detrás de un cerco de ligustros que tenía la pileta y me esperó mientras yo cerraba el portón. Cuando llegué donde estaba Lucas, él estaba apoyado en la moto con las manos detrás sobre los asientos. Le miré el bulto del pantaloncito y me acerqué para seguir acariciándolo, mientras él me tomaba de la cabeza y me daba un beso prolongado de lengua que me dejó sin aliento.

Apoyé mis manos en sus glúteos mientras nos besábamos calientes a mil, y las metí por dentro de su short. Ya ni sabía qué parte de su cuerpo quería tener para mí porque todo él era una belleza. Estuvimos besándonos y franeleando un rato largo hasta que tuvimos que separarnos para hacer lo que debíamos hacer, limpiar la pileta.

Lucas desactivó la alarma de la casa y las cámaras, mandó un mensaje a mis tíos para avisar que habíamos llegado y que luego actualizaría el sistema, para que no nos vieran. Mientras yo activaba el filtro de la pileta y retiraba el barre fondo, él se quitó el short quedando en un slip turquesa que le quedaba pintado al cuerpo.

-Mejor imposible, le dije, porque no podía creer lo bien que estaba.

Se acercó, me besó largamente y me dijo que empezáramos a limpiar. Mientras él sacaba hojitas y alguna que otra sabandija del agua, yo iba pasando el barre fondo, uno a cada lado de la pileta. Me llevó una hora completar la faena, mientras él fue a regar la ligustrina con una manguera.

Deja un comentario