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Me cogió el conserje de la oficina donde empecé a trabajar

Trabajé un par de años en una pequeña empresa de consultoría y asesoría financiera. Soy ingeniero, pero el destino me llevó a trabajar mucho tiempo en temas vinculados a las finanzas. La empresa no tenía más de 15 trabajadores e ingresé como analista de proyectos. Mi jefe, que era el propietario de la empresa, me presentó a los demás compañeros el día de mi llegada. Cuando me presentó al conserje, un moreno mayor, en aquellos tiempos de unos 65 años, entre risas me dijo “ten cuidado con él, es cacanero, ve carne blanca y se la come”. Cuando escuché eso, sentí un frío en la espalda que creí pude disimular bien.

Comencé a trabajar y siempre tenía en mente el comentario. Observaba al moreno cuando podía y más de una vez pude apreciar la enormidad de su bulto. Me resultaba difícil concentrarme en los números y los proyectos por pensar cuanto mediría semejante verga. Pero, siendo nuevo en la oficina y uno de los funcionarios importantes, era mejor ser discreto y prudente.

A la semana de empezar a trabajar, coincidí con el conserje en el ascensor que nos llevaba a la oficina. Intercambiamos saludos protocolares y él se refería a mi como “ingeniero”, con mucho respeto. Escuchar ese “ingeniero” en sus labios carnosos era demasiado excitante para mí y él se dio cuenta. Los activos tienen el olfato muy desarrollado y siempre saben que culo está disponible para ellos, eso lo he podido confirmar muchas veces. En la presentación protocolar lo detectó, pero no avanzó más, pero ese día en el ascensor ya supo cuál era el siguiente culo que comería.

Salimos del ascensor y fui hacia mi oficina. Aún no llegaba nadie. A los pocos minutos el conserje entró con la excusa de sacar unos papeles. Me pude dar cuenta que su bulto resaltaba más que de costumbre, mucho más y eso me puso muy nervioso. Él ya era el dueño de la situación. Yo estaba sentado junto al escritorio, se puso a mi lado, como sacando unos documentos del anaquel que estaba tras mío y su enorme verga me quedo a centímetros.

-Ingeniero, ¿necesita algo más?

-No, tranquilo, tengo todo lo que necesito.

-¿Está seguro?

Titubee y ante mi duda, acercó más su entrepierna a mi rostro

-Reitero, Ingeniero, ¿no necesita algo más?

Le dije que él ya sabía lo que quería. Me dijo suelto y seguro ¿salimos juntos a las 6? Le dije que sí. Hasta las 6 pm perdí el registro de que hice ese día, supongo uno de los días más improductivos de mi vida.

Llegaron las 6 pm, todos comenzaron a retirarse y unos minutos después quedamos sólo el conserje y yo. Hasta ese momento, pensaba iríamos a un hotel. Pero no fue así. Cuando se aseguró que ya no quedaba nadie en las oficinas, fue como un cazador a la mía. Yo estaba sentado en la silla detrás de mi escritorio.

Sin mediar palabras se puso a mi lado. Se desajustó el pantalón y sacó su enorme verga para mí. No había más que decir, me puse a mamar. Se erectó muy rápido, sí que era enorme, la más grande que había probado hasta ese momento, muy negra y muy gruesa.

-Que rico mi ingeniero

-¿Te gusta?

-Si ingeniero, me gustan sus labios mamones

-¿Si, en serio?

-Si ingeniero y quiero comerme su culo blanco

-¿lo quieres?

-Desde que llegó a la oficina lo quiero ingeniero

Yo estaba a mil, que me trate en cada frase de ingeniero era demasiado excitante, mi culo ya palpitaba esperando recibir su trozo de carne. Mi boca estaba llena de verga y del sabor de ella. Me levanté y me puse de espaldas a él. Me desabroché el pantalón me aflojé la corbata, y él sin más me bajo el pantalón y el calzoncillo a la vez, dejando mis nalgas blancas al aire.

Le escuche decir, así “blanquito mi ingeniero, así blanquito”. Comenzó a acariciar mis nalgas con sus manos fuertes y ásperas, pero él no era de los tiernos y sofisticados, era un conserje medio bruto y a los pocos segundos ya tenía sus dedos presionando mi ano, que palpitaba con infinito deseo. Sentí que con su saliva me humedecía el ano, me inclino sobre el escritorio y sin más palabras me la empujo lentamente, sin violencia, pero sin pausa, lentamente sentí como mi culo se abría ante esa verga negra y deliciosa.

Cuando la había introducido toda dijo “ya es mío mi ingeniero” y comenzó a mover su pelvis de entrada y de salida, parecía que la sacaba toda y la volvía a meter toda, al principio me dolía un poco por la magnitud, pero pronto, todo ya era placer. En eso sonó el teléfono sobre mi escritorio. Pensé era mi jefe, lo empujé un poco, él también se preocupó y se distancio en silencio.

Era mi esposa que se había preocupado porque me había retrasado. Había estado llamando al celular y no me había dado cuenta. Cuando contesté le dije “amor, estoy un poco retrasado en la oficina, quizás 30 minutos con unos pendientes”. Cuando el conserje escuchó que hablaba con mi esposa, se acomodó detrás de mí y me embistió con fiereza, ya estaba dilatado, pero me tuve que morder los labios para no gemir de dolor y placer.

No había forma de cortarle a mi esposa, que es de las mujeres que hablan y hablan y yo seguía con esa vergota enorme llenándome el culo. Cuando al fin pude colgar sentí que el conserje aceleraba sus gemidos y pocos segundos después sentí un flujo de semen llenando mi culo. Sentí sus besos en mi cuello. Escuché sus palabras “que rico mi ingeniero”. Me besó la mejilla y se fue. Dejándome allí con el culo roto y el pantalón en las piernas.

Me quedé unos minutos. Hasta se me calmó el corazón. Me lavé los dientes en el baño y fui a casa.

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