Saltar al contenido

Confesiones prohibidas (1): El comienzo

La seguida de relatos que estoy a punto de confesar ante ustedes narran mis más profundas e íntimas experiencias vividas, fantasías y conflictos. Todos estos vienen acompañados por cierta sensación de liberación y desahogo, puesto que no siempre me he mantenido al margen de lo incorrecto, es más, son muchos los inocentes que se ven involucrados en mis turbias perversiones: tramando y entretejiendo siniestros planes he ideas y manipulando los instintos básicos de todo ser humano. Por lo que heme aquí, recurriendo a esta página de relatos para alivianar mi sobrecargada conciencia con la estimulación de los sentidos de todo desconocido que disfrute de este tipo de contenido, lo cual, siendo honesto; también despierta cierto morbo en mí el hacer que estas historias salgan a la luz de este modo, algo cobarde… lo sé, oculto entre las sombras de falsa seguridad que brinda el anonimato de internet.

Cabe recalcar que el mayor de mis conflictos en cuanto a la sexualidad lo sufro con mi amada esposa, y la visión completamente opuesta que tenemos sobre ésta. Mientras que ella aboga por una vida más conservadora, moral y tradicionalista. Yo soy un lujurioso empedernido, sobrecargado por años de llevar una intimidad demasiado pasiva y apagada, puesto que me he dedicado todo este tiempo a complacer la vida pudorosa de mi mujer y su desinterés por lo sexual, lo que terminó por convertirme en una bomba de pasión y lujuria a punto de estallar.

No me queda más que recalcar que no soy un gran escritor, pero me esfuerzo mucho en lograr algo de calidad; poniendo especial importancia en expresar mis relatos de la forma más fiel a lo vivido y a las sensaciones que despertaron al momento de estar ocurriendo, tratando en todo momento de crear algo fácil y cómodo de leer. Me disculpo de antemano por cualquier falta o error en la escritura.

Quedo a merced del lector; abierto a cualquier comentario, crítica o sentimiento que hayan despertado al leer estos humildes relatos.

Junio, 2021. Noche de insomnio. Ya se estaban haciendo costumbre estas largas noches interrumpidas que tanto odiaba, entre vuelta y vuelta; cada una más inútil que la anterior se me hacía imposible retomar el sueño, y ya habían sido demasiadas noches como esta, hasta llegar al punto de andar con una apariencia gastada y somnolienta las últimas semanas, lo que en mi clara piel se marcaba demasiado, en particular las ojeras; evidencia de mis malas noches y falta de descanso. Esto provocó que mis cercanos se preocuparan por mi estado de salud, a lo que respondía con un gesto de incredulidad y exageración. Nunca me hubiera atrevido jamás a compartir con alguien lo que atormentaba mi conciencia y robaba mi tranquilidad por las noches, al menos, no con alguien de mi círculo ni mucho menos en una conversación, pero definitivamente necesitaba comenzar a cambiar las cosas, así que esta vez decidí que fuera distinto mi sufrir. Procuré no seguir el interminable juego de las mil vueltas para intentar inútilmente de ser alcanzado por el sueño, así que simplemente me levanté resignado, al final, cualquier cosa hubiera sido mejor que esa locura. Me moví cuidadosamente por la cama entre la oscuridad nocturna, intentando perturbar lo menos posible los dulces sueños de mi joven esposa, Catalina. Partí rumbo a la cocina por algo de beber, pero me devolví lo poco que había avanzado y me quedé unos minutos de pie junto a ella, observando su silueta dibujada por el tenue haz de luz que entraba por la ventana. Disfruté de su dulce respirar y su delicioso aroma, deseando poder colarme en su mente, y violar la tranquilidad y pureza de sus inocentes sueños. No pude resistir el hacer contacto con mi hermosa, con el frente de mis dedos índice y medio acaricié su suave carita una y otra vez, para luego lentamente llevarlos hasta sus hermosos senos y acariciar con delicadeza su pequeño pezoncito que se escapaba de su pijama de satín; no pude abandonar la habitación sin antes culminar mi atrevimiento robando un suave y marcado beso de sus labios dormidos, agradeciendo a la vida por tenerla a mi lado.

Retomé mi rumbo a la cocina, esta vez necesitaría algo más fuerte que simple agua; por lo que el minibar fue mi destino. Tomé un vaso ancho y serví el dorado licor acompañado de hielo y nada más, me recosté en el sillón de la sala de estar y procedí a pensar y a pensar, meditar y meditar, volviendo esto mi mente cada vez más errática y confundida. Tal baja muestra de filosofar mediocre y sin sentido no era más que un escape a las frustraciones que realmente atormentaban mi calma, frustraciones que no me atrevía a encarar por miedo a las consecuencias y a lo que me arriesgaba a perder, pero no podía más, no podía seguir así. ¿Cómo poder ser capaz de lidiar con tales perversiones? ¿Era normal o natural tener necesidades tan turbias y obscenas? ¿Vale la pena arriesgar la maravillosa vida que llevas junto a esa persona? Peor aún, cuando se comparte la vida con la única persona que no estás dispuesto a arriesgarte a perder, por la que respiras y luchas día a día. Sé que como adulto joven me faltan muchos caminos y experiencias por vivir, pero con humildad puedo decir que a mis 28 años ha sido considerable el agua que ha corrido por debajo de este puente. Por esto mismo, es difícil explicar mi incapacidad total para controlarme, para controlar mis tan bajos instintos; casi como si volviera a ser un púbero, un pendejo descontrolado por las hormonas alborotadas y necesitado desesperadamente por experiencias sexuales desconocidas y exploración fémina. Patético, lo sé, pero definitivamente debía hacer algo al respecto, o no podría retomar mi calma y vivir en paz nunca más. En momentos como estos envidiaba enormemente a esas parejas con la capacidad y transparencia absolutas, que pueden decir y confesar lo que sea sin herir susceptibilidades ni perder la confianza del otro, es más, añoraba ser una de esas parejas que se dedican a complacer los deseos del otro sin importar lo desviado que parecieran ser.

Sentado con mis patéticos dilemas y lamentos, la calma comienza a llegar por fin a mí de la mano de los recuerdos sobre Catalina, mi hermosa y amada Catalina. Decir que la amo es poco, tengo la suerte de compartir mi vida con la mujer de mis sueños; cosa que pocos pueden realmente decir. Pero es por esto mismo mi frustración, el vivir con la persona que enciende tus deseos más íntimos y profundos; pero no poder hacer algo al respecto por respeto a su persona y a nuestro matrimonio, es simplemente desquiciante. Comencé a pensar en su hermoso cuerpo de 24 añitos, su piel clara y suave que me encanta recorrer por completo con mis labios, su hermoso cabello largo y castaño, su bello rostro de lindos y definidos rasgos. Me encanta que sea relativamente alta, un poco más que el promedio de mujeres, haciendo que su 1.75 combine muy bien con mi 1.85.

Una cosa llevó a la otra, los ánimos en mi ropa interior comenzaron a levantarse, por lo que recurro a la única válvula de escape que había encontrado para noches como esta; buscar y consumir pornografía en el internet. Así que procedo a utilizar para esto mi celular, pero a medida que buscaba y buscaba me iba dando cuenta que ya no era suficiente para calmar mis ansias; se había vuelto la droga que dejaba de hacer efecto en mí sistema, además ¿por qué recurrir a tan indebido recurso cuando me bastaba simplemente con pensar en ella y el motor de mi placer pone marcha sin fin ni control? Honestamente, de haber podido me hubiera abalanzado sobre ella en ese mismo momento mientras descansaba en nuestro lecho; y la hubiera hecho mía una vez más, pero ya era tarde y un día nuevo por comenzar se avecinaba, además que no podría resistir otro rechazo suyo por culpa del sueño y la responsabilidad de tener que madrugar. Así que recurro a los recuerdos: al día en que la conocí, a las últimas veces que lo hicimos (las cuales habían sido hace un buen tiempo) a la mágica oportunidad en la que me entregó su flor. Todos atesorados recuerdos que en mi memoria descansan, los cuales me estremecen completamente cuando los revive mi mente pervertida, pero en esta oportunidad fue otro el recuerdo que me invadió, siendo cubierta mi imaginación por completo. Era un recuerdo más burdo e incluso absurdo en varios sentidos, pero que me hizo perder la razón en ardiente excitación descontrolada.

Viajé unos pocos días al pasado, cuando habíamos salido con nuestra pequeña criatura, andamos haciendo cosas sin mayor importancia en estos raros días de pandemia. Catalina llevaba puesto ese vestido aflorado de hermoso café claro que me encanta cuando lo viste, está hecho con una tela muy suave y se apega delicadamente a su cuerpo; haciendo que resalten sus destacables y finos atributos, su contextura delgada y su linda figura se ven muy beneficiadas cuando lo usa. Siempre he creído que tiene cuerpo de modelo, a pesar de todas las razones absurdas e irreales que busca para acomplejarse de él, esto me hace luchar todos los días por lograr que entienda lo equivocada que está; pero simplemente no cree lo hermosa que es ni en sus dotes tan deseables que posee. Sus senos; según ella… pequeños, pero que en realidad tienen el tamaño perfecto como para realzarlos con un leve escote y para ser masajeados con mis toscas manos, me encanta cuando los trae libres en la intimidad de nuestro hogar y se marcan sus pezoncitos bajo la prenda de turno. Su culo es mi perdición, me descontrola y me vuelve un animal esclavo de sus primitivos instintos: grande, redondito y suavecito como la ceda. Pero que le viene en perfecta armonía con su delicada figura. Según ella, tienes demasiado y se quitaría un poco, pero primero muerto antes de dejar que haga tal atrocidad al atributo que alimenta mis deseos más pervertidos. Ese día en cuestión caminábamos por las calles céntricas de la ciudad, que, a pesar de haber restricción de salir solamente a hacer lo estrictamente necesario y bajo autorización escrita; estaban atestadas de gente. Mi andar se vio ralentizado, puesto que llevaba de la mano a nuestro pequeño y sus cortas piernitas, ella, con su característica personalidad distraída y despreocupada que me encanta; nos adelantó, sacándonos una distancia considerable. Mantuve esa distancia de algunos pocos metros, los cuales no eran los suficientes como para perderla de vista, pero que nos volvían dos completos desconocidos. Comencé a observarla detenidamente, me encantaba como interactuaba con el mundo que la rodeaba, fluía entre las personas con su hermoso y sensual toque al andar: un leve meneo casi imperceptible a simple vista que hace con sus nalguitas, que marcan cada uno de los pasos que da. No podía dejar de mirarla, se veía hermosa, radiante e iluminaba las grises calles. Durante ese corto lapso que me tomó alcanzarla la velocidad del mundo se redujo, casi al punto de detenerse por completo, mientras mi corazón comenzaba a latir cada vez más fuerte, y la temperatura en mí comenzaba a subir, me gustaba lo que veía y disfrutaba cada segundo. Me hice uno más entre el tumulto, un extraño más entre la multitud ajeno por completo a su vida. Así fue como me di cuenta de las muchas miradas que robaba, llamaba poderosamente la atención de la mayoría de los machos que se percataban de su presencia, que comenzaban por clavarle sus miradas, las cuales se convertían en miradas calientes de deseo y lujuria. La recorrían con la vista de pies a cabeza haciendo una marcada detención en su hermoso culo, algunos más atrevidos desde muy cerca, otros hacían comentarios apagados en sus bocas que de seguro exclamaban degenerados comentarios. En ese momento exacto fue que algo prendió dentro de mí, una excitación incontrolable, casi eléctrica me recorrió de pies a cabeza alojándose directamente en mi pene; con la capacidad de hacerme acabar en ese mismo instante. Con cada paso que daba se acrecentaba más y más esta deliciosa sensación de perversión y malicia, tuve que recurrir a la bolsa que cargaba en mi otra mano para disimular el bulto que se acrecentaba en mi pantalón. Un cálido viento levantó levemente su vestido, llevándolo hasta la parte baja de su trasero, dándonos a mí y a casi una decena de extraños una minúscula vista de la tierna ropa interior rosada que llevaba en esa oportunidad, y haciendo que sus piernas mostraran algo más de su recatado ser, pero, para evitar seguir mostrando más de la cuenta, rápidamente lo bajó con ambas manos apegándolo aún más a sus ricas nalgas, provocando que se marcaran sus calzoncitos de niña buena en su gran culo. Mi respiración se aceleró y mi vista se nubló, en ese momento fue que se percató de su soledad y volteó para encontrarnos, no pude hacer otra cosa más que embestirla a su regreso con un intenso y apasionado beso, ignorando por completo su timidez ante las muestras de afecto en público.

Termino mi asunto en el baño; dando fin a la inmadura sesión que realicé en él, que culminó con uno de los orgasmos más intensos que se puedan dar por cuenta propia, y sin poder creer el poder que tenía el pensar en mi tierna Catalina siendo objeto de placer de otros. La abundante evidencia de mi patética fechoría se va con el agua del inodoro, y aprovecho de asear cualquier otra que haya quedado sobre mí. Vuelvo a donde pertenezco; junto a mi bella durmiente, que como siempre se encontraba apuntando su bella retaguardia hacia mi persona, cosa que no dudo en aprovechar recostándome con sumo cuidado y tapándome con las sábanas. La apego a mi cuerpo, mi torso desnudo quedó junto a su pequeña espalda cubriéndola por completo y presionaba mi pene oculto en mi bóxer sobre su dotado trasero. A pesar de mi anterior fechoría, mis ganas por tenerla no se vieron disminuidas, muestra de ello era la erección de mi pene creciendo cada vez más y calzando ajustadamente entre sus nalgas ricas. Pierdo completamente el control como si lo del baño jamás hubiera ocurrido, me desvisto para dejar libre mi prominente miembro que en mi ropa interior se ahogaba, le quito la parte de abajo de su pijama de suave satín, para dejar expuestos los calzoncitos que su madre le regaló, calzoncitos que son evidencia del tipo relación que mantiene con ella y a la crianza que aun la marca tanto, en resumidas palabras: nunca la ha dejado de ver como una niña, una pequeña niña, vulnerable e inmaculada. Muestra de esto eran estos calzoncitos en cuestión, blancos y con diseños infantiles que mayormente me encantan; desde una perspectiva perversa y de dominación, pero que, en más de una oportunidad he deseado que use algo más atrevido y lujurioso. Con mi mano separo levemente una de sus nalgas con delicadeza permitiendo empujar su calzón con mi pene hasta lo más profundo de tan privada zona, zona que durante toda nuestra relación ha sido completamente prohibida para cualquier tipo de actividad de índole sexual, pero que no resisto intentar explorar rogando que por algún milagro me permita cumplir tan turbia fantasía. A pesar de estar acariciando y rozando sobre su ropa interior lograba sentir claramente lo que ahí se ocultaba. Comencé a rozar suavemente con mi pene descubierto su delicioso ano mientras mis dedos acariciaban delicadamente sobre su vagina, hubiera dado lo que fuera por poder quitárselos. De repente me percato que ella comienza a seguirme el ritmo; dando leves movimientos pélvicos, pequeños círculos que realizaba con sus caderas y acentuaban el roce de mi sexo en su virginal orificio. Con su manito me tomó de la mejilla y me acerca a su boca, la cual mirando hacia atrás me estampa el más obsceno beso que me haya dado nunca, siendo en esta oportunidad su deliciosa lengua la que invadía mi boca y no al revés como de costumbre. Pequeños gemidos ahogados por lujurioso besos escapaban de su boquita, mientras los roces y caricias atrevidas se intensificaban, y sus inocentes calzones se humedecían cada vez más con las caricias de mis dedos. Comienzo a bajar su ropa interior para llevarla un paso más allá, pero su mano detiene la mía, y susurrando me dice:

—Estoy cochinita, me tengo que asear.

—Sabes que eso no me molesta, estás perfecta para mí. Aunque no te hubieras bañado en un año entero seguirías siendo igual de irresistible.

—Lo sé, por eso y otras cosas te amo tanto, pero te mereces lo mejor. Pero no te preocupes, déjame compensártelo.

Sin parar de besarme se levanta quedando de rodillas junto a mí en nuestra cama, comienza a bajar por mi cuello besando y lamiendo para continuar por mi pecho. Lentamente va llegando cada vez más abajo, haciéndome abrir mis piernas y posarse entre ellas. Al acomodarse ante mi sexo comienza a besármelo y acariciármelo con suavidad y ternura, me tenía en las nubes. Demás está explicar que esto era algo completamente nuevo entre nosotros, el que fuera ella la que tomara las riendas de nuestra relación sexual, era simplemente algo que jamás había ocurrido. La leve falta de experiencia lo compensaba con ánimos de hacerlo cada vez mejor; junto a su preocupación que la hacían preguntar a cada segundo si lo estaba haciendo correctamente, y si yo lo estaba disfrutando, lo que respondía con nada más que elogios, comentarios morbosos de todo lo que me gustaba de ella y uno que otro pequeño consejo para hacerme sentir lo mejor posible. Una vez que comenzó a ser más cuidadosa con sus dientes y a usar más su lengüita me llevó directo al paraíso. Comenzó a acelerar más y más intentando llevarlo cada vez más adentro, no pudo llegar hasta el fondo; pero debo reconocer que se esmeró bastante intentándolo, algunas veces lo sacaba para lamerlo y besarlo, ayudándose con su suave manito la que aprovecha de masturbarme cada vez que lo sacaba de su boca, y luego continuaba chupándomelo y metiéndoselo hasta el fondo. Con una de mis manos le tomo su pelito para tener visual completa de su sucia boquita y que este no se ensuciara, y al mismo tiempo con la otra acariciaba su cabecita. Con tal increíble estimulación no le tomó mucho tiempo para llevarme hasta estar a punto de acabar, le advierto que no faltaba mucho, para evitar llenarle su boquita de mi semen pensado que lo rechazaría por completo, pero hizo caso omiso y siguió a pesar de mi advertencia. Para el clímax no se detuvo en ningún momento a pesar del semen de mi eyaculación, nunca me había hecho acabar tan rico. A pesar de haber terminado con el orgasmo más intenso de mi vida, nada la detenía en su tarea; determinada a darme placer, a pesar de que mi pene estaba poco a poco más flácido y mi semen escapaba por los costados de su boquita terminando en mi zona púbica, completó su misión dándome tierno besitos en mi glande que me provocaban fuertes espasmos de placer post eyaculación. Fue indescriptible, me llevó al paraíso y nuestra cama se convirtió en una nube en la que me encontraba flotando drogado de placer. Jamás, en los seis años que llevamos juntos me hubiera imaginado algo así. Me sonrió muy coqueta con restos de semen aun en su boquita y mejillas, fue al baño a limpiar el pecado que le quedó, para volver con algo de papel sanitario y limpiar tiernamente y con mucho cuidado mi pene y toda huella que haya quedado. Al terminar me saltó encima en un abrazo de oso en el que nos reconciliamos después de tanto tiempo, entre arrumacos y caricias nos dispusimos a dormir lo poco que quedaba de noche, y lo último que me dice es:

—Perdóname por abandonarte durante tanto tiempo, te juro que desde ahora haré lo que sea por hacerte feliz.

Sellamos nuestro pacto con el beso más apasionado y profundo de nuestra vida.

Por fin las cosas comenzaban a mejorar, pero sin tener idea alguna de los límites a los que llegaríamos…

Deja un comentario