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De regreso a los camiones, más de lo que imaginas

Después de la contadora y la esposa del cornudo todo ha estado muy tranquilo. Por cuestiones de trabajo tuve que dejar el coche en casa y volví a subirme al transporte público con la ilusión de seguir encontrando chicas o señoras que también les guste este juego del rose y tocamientos furtivos. Por más que digan en redes y por todos los medios que eso es acoso, estoy convencido que solo es acoso cuando el que las toca no tiene nada de química con ellas, que es vulgar o grosero y que tampoco les gusta físicamente.

He tenido la buena fortuna que nunca he sido rechazado cuando el juego comienza, obviamente también he encontrado quien no le gusta y de inmediato voltean o se mueven y claramente respeto mucho eso y dejo de insistir. Creo que lo rico es cuando el juego es de dos. No se trata en ningún momento de molestar a nadie ni de incomodar, por el contrario, se trata de generar ese juego cargado de deseo y erotismo que proporciona la adrenalina, lo público y la obscuridad de la mañana.

Siendo las 6 de la mañana yo ya estaba en la parada esperando por el camión cuando vi que ya es notorio que la pandemia se está terminando ya que cada día hay más gente en todos lados.

Como de costumbre yo ya iba listo, con mi dispositivo en la cintura para anclar mi mochila, casi nada de peso en la misma para evitar cansancio o estorbo y con la adrenalina de querer encontrar a alguien. No tuve que esperar demasiado.

Dos paradas más adelante se subieron un par de chicas que parecía iban rumbo al trabajo ya que venían platicando de esos temas. Una de ellas quedó a un costado mío junto a la mano que “sostenía” la mochila.

Yo comencé a mirarla por el reflejo de la ventana para ver su reacción. Nunca me había aventurado a tocar a alguien que viniera de mi mismo lado, siempre ha sido espalda con espalda, pero esto era totalmente nuevo así que dejé que el movimiento del camión fuera haciendo lo suyo. Primero deje que el dorso de mi mano fuera rosando su muslo y la parte externa de su nalguita a lo cual ella no hacía nada. La gente seguía subiendo por ambas puertas en cada parada y cuando pasaban un pasaje de atrás hacia el chofer yo aprovechaba para pedirle ayuda para pasar el dinero y hacia contacto visual y le sonreía. Ella devolvía cada sonrisa.

¿Cuándo supe que esta era mi putita del camión?

Cuando pasó su mochila hacia el frente dándome la oportunidad de hacer contacto más directo y sin estorbos. En ese momento solté mi mochila y puse mi mano con más soltura recargada en su pierna y conforme avanzábamos voltee la mano y la puse sobre la parte exterior de su nalga y espere, pero nada. Ninguna reacción. Entonces aprovechando la mochila de la persona que venía a nuestras espaldas pasé mi mano hacia atrás como si fuera a abrazarla pero obviamente quedando sobre su nalga, escondida debajo de la mochila del extraño.

En un arrancón del camión pude sentir esa nalguita tan rica y suave, traía un leggins clarito y me percaté que usaba tanga porque pude sentir sus bordes que salen muy ceca del coxis. En cada acelerón y frenada apretaba ligeramente sus nalguitas y paseaba mi mano libremente por su trasero. De repente ella se soltó del tubo y bajo su mano para tomarse de la agarradera que venía en el respaldo del asiento que tenía justo enfrente. Quien haya viajado en camiones de la CDMX sabe que esas agarraderas quedan casi a la altura de la cadera por lo cual aproveche para rosar mi verga contra su mano.

Ella volteo de rápido, pero siguió platicando con su amiga, no hizo más aspaviento. Eso me dio la pauta para acercar mi miembro de nuevo y reposarlo sobre el dorso de su mano. Cabe mencionar que yo traía un pants de tela muy ligera y no traía bóxer por lo cual mi verga estaba prácticamente disponible al tacto. Ella noto como se me empezó a parar y con un dedo empezó a rosarlo discretamente. Entre su pulgar e índice lo iba tocando. Ocasionalmente volteaba para ver que el pasajero que venía sentado y dormitando no se diera cuenta de lo que ocurría. Más adelante y por lo lleno del camión el chofer cerró las puertas y apago las luces para tomar un atajo y salir del tráfico.

Eso fue de lo más maravilloso porque empecé a acariciar de manera más abierta su trasero, deslizaba suavemente mis dedos entre sus nalgas y sobre toda su estructura. Cuando llegaba a quedar mi dedo medio entre sus nalgas muy cerca de su culito ella apretaba las nalgas dejando mi dedo atrapado y podía sentir su calor. Eso me excitaba mucho y hacía que mi erección fuera más dura y palpitante. Para ese momento ella ya venía tomando mi pene con su mano y movió su mochila para que esta ocultara su mano y mi erección. Su amiga no se dio cuenta de nada, ella seguía en la plática mientras que la chica en cuestión y yo veníamos disfrutando de este juego de irnos tocando.

Mi pants se empezó a humedecer y ella lo sintió. Vi que se llevó su mano hacia su cara como para acomodarse sus lentes y rascarse la nariz, pero en realidad olió sus dedos y ligeramente probó la punta de su dedo con la punta de su lengua. Cuando ella hizo eso, yo baje mi mano aún más y roce el borde inferior de su vagina el cual ya estaba bastante húmedo también. Dejé que mis dedos se llenaran de su olor y su sabor por varios minutos y después hice lo mismo que ella. Quería olerla y probarla. Ese olor a sexo es tan delicioso que no podía dejar de tocarla.

No sé si se vino al final ya que llegamos al metro y hubo que bajar. Ella volteó y me dedicó una sonrisa coqueta y discreta y la devolví con un guiño de ojo mientras tapaba mi entrepierna para disimular la erección que tenía aún. Pude ver como caminaba a lo lejos y me quedé con las ganas de llegar a más con esta extraña tan rica.

Si llegas a leer este relato, extraña de las nalgas divinas y ese olor a sexo tan hipnótico, te dejo mi mail para poder encontrarnos y concluir ese evento tan increíble: [email protected]

Me gustaría saber si les gustó mi relato queridos lectores. Escríbanme para intercambiar experiencias. Sería increíble.

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