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Manoseada en el transporte público

Estaba llegando un poco tarde a mi clase de inglés con lo que odio llegar tarde…

Veo que el colectivo que tenía que tomar se asoma y me preparo para pararlo. Se acerca a la vereda, subo y saco mi boleto. Iba llenísimo de gente, esto aumentó aún más mi fastidio, me quito la mochila para llevarla en la mano e intento hacerme lugar entre tanta gente.

Paso entre una mujer y los que imagino son sus hijos, al lado aferrado a un barral había un hombre algo mayor, más adelante varias chicas adolescentes que parecía iban a la escuela y mucha gente más que a juzgar por el horario, estaba yendo a trabajar. Avanzar era casi imposible por lo que iba pidiendo permiso a la vez que empujaba un poco. Me esperaba un viaje de al menos 45 minutos y el fastidio aumentaba cada vez más.

Llegando casi al final del colectivo decido buscar algún rincón para quedarme y esperar ahí a llegar a mi destino. Quedo de frente a una de las ventanillas y entre la ventanilla y yo la fila de asientos para una sola persona.

Me puse los auriculares ya que había encontrado el lugar “más cómodo” y puse Amy Winehouse para relajarme un poco.

Entre arranques y frenadas, curvas y calles en mal estado viajar en colectivo es como subirse a un juego en un parque de atracciones. Las personas que viajamos a diario en el transporte público lo sabemos y estamos algo acostumbradas a empujones o alguna que otra apoyada de algún vivo.

Yo iba bastante enganchada con las canciones que estaba escuchando y en un momento el colectivero frena algo brusco y por inercia me empujan contra las ventanillas. Me pareció sentir algo más a parte del empujón, pero dado que ya tenía bastante fastidio encima decidí ignorar la cuestión.

Al rato el colectivero vuelve a realizar una maniobra un poco brusca, aunque menos que la anterior y vuelvo a sentir algo sobre mi cola. Lo sentí de manera intensa y ya me di cuenta de que claramente no había sido inocente la apoyada anterior. Quise reaccionar, pero encontré que entre el enojo por la situación y mi fastidio esa apoyadita me estaba generando algo.

Me quedé esperando a ver si pasaba algo más y nada. Me quedé un poco desconcertada porque siendo que no me quejé, no me moví del lugar ni nada ¿Qué esperaba la persona que me había apoyado para volver a hacerlo?

Mi desconcierto no duró mucho, porque al doblar el colectivo en la avenida mi compañero de viaje volvió a aprovechar la situación y esta vez me dio una apoyadita que duró más tiempo y que sentí mucho mejor. Yo llevaba calzas deportivas porque después de mi clase de inglés me iba a entrenar así que la calza hacia todo más interesante y rico.

Al parecer el muchacho me estaba probando a ver si yo hacía algún berrinche o algo, pero la verdad es que yo me la estaba pasando bien, es más quería que continuara y para hacérselo saber di un paso para atrás y está vez fui yo quien se pegó a él. Él entendiéndome inmediatamente dio un pequeño paso hacia adelante lo cual hizo que quedáramos perfectamente pegados y que nadie lo notara por la cantidad de gente que había en el transporte.

El mal estado de las calles hizo lo suyo, rebotábamos y en cada rebote sentía la verga empalmada del muchacho tratando de acomodarse entre medio de los cachetes de mi cola. Yo muy a gusto paraba mi cola para que mi caballero disfrutará aún más y para yo sentirlo con más intensidad.

Estaba incendiada, me ardían los cachetes de la cara, podía imaginar mi cara colorada por la calentura, mis labios rojos y mis ojos brillantes, la situación me calentaba demasiado.

Pasados unos minutos mi caballero se animó a más y puso la palma de su mano sobre mi cola y comenzó a apretarme suavemente, yo lo dejaba hacer y moría de placer. El morbo de estar en esa situación, rodeados de gente con la adrenalina al mango y el miedo de que nos descubran me estaba excitando a niveles increíbles.

El continuó amasándome el culo hasta que se encontró con el relieve que formaba mi tanguita sobre la calza, al parecer eso le encantó porque la apoyada que me estaba dando se hizo aún más intensa y sentía como su verga parecía que iba a explotar. Cada vez se soltaba más y empezó a frotarse de a poco contra mi culo y con su mano derecha esta vez me tenía de la cadera, esto hacia que no pudiera moverme y nos estaba enloqueciendo a los dos. Su mano pasaba de la cadera a mi cola y a mi concha por momentos.

Por momentos yo cerraba los ojos porque no podía creer que me estaba apoyando un hombre que no sé quién era, en un transporte público, a plena luz del día y encima lo estaba disfrutando tanto. Hasta que lo sentí acercarse más, acerco todo su torso y puse la música en pausa, él se dio cuenta y al oído me dijo: “que culo hermoso que tenés, me encantan las putitas como vos”. Yo me quedé congelada. No sólo me estaba apoyando un desconocido sino que también me estaba llamando “putita” y esto lejos de molestarme, me dejó al borde del orgasmo.

Al parecer él lo notó porque empezó a frotarse con más celeridad y con su mano derecha a frotarme la concha. El sentir su verga tan dura y su mano caliente hizo que tuviera un orgasmo riquísimo. Me mordí los labios para no gemir y me contuve de hacer cualquier cosa que nos delatara. Fue un orgasmo silencioso por fuera, pero por dentro ardía en llamas.

Mi caballero me puso en la mano un papel con un número y su nombre y yo lo guardé en mi mochila. Ya tenía que bajarme por lo que decidí esperar a estar lo más cerca de la parada de colectivo posible para recién tocar el timbre y bajar ya que me moría de vergüenza por la situación que había vivido, sentía que todos me miraban y que se habían dado cuenta, aunque pensándolo en frío no creo que alguien lo haya notado.

Espero que les haya gustado esta experiencia y que me dejen su comentario.

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