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Por jugar con fuego (Parte 2)

Hola de nuevo, soy Maribel y os quiero contar lo que pasó la noche que cenamos con Fernando, el argentino cliente de mi marido, haciendo una cena muy caliente, a base de dejarle ver mis pechos a través del escote de mi blusa.

Salimos del restaurante, con la promesa de Fernando de no mostrar a nadie la foto en la que se me podía ver mi pecho, aureola y pecho incluidos, solo nos había puesto una condición: Tomarnos una copa en un local cercano que era de un compatriota suyo y se había comprometido en pasar a saludarle.

Ernesto, me dijo al oído:

-No te preocupes por la foto, estoy seguro que Fernando la borrará cuando estemos tomando la copa.

La verdad es que mi preocupación era relativa, por una parte me daba mucha vergüenza que pudieran ver mi exagerado escote, pero por otra estaba demasiado excitada como para preocuparme por eso. En ese momento, lo que me apetecía era dejar a Fernando e irme a casa con Ernesto para follar todo lo que quedaba de noche, recordando la cara de Fernando al verme los pechos a través del escote.

Cuando entramos al local, había un ambiente raro, parecía un pub normal, pero se podía respirar morbo en el aire: los vestidos de las señoras eran sexys, escotes minifaldas, rajas en las faldas, medias, tacones, en fin, se palpaba el sexo en el ambiente nada más entrar.

Fernando preguntó por su amigo Arturo y la relaciones públicas, así se presentó, nos invitó a seguirla.

Si la entrada era caliente, el salón a donde pasamos era el infierno. Parejas metiéndose mano sin ningún recato, mujeres en ropa interior, felaciones, dos hombres metiendo mano a una señora…

Mi marido me dijo al oído:

-Nos tomamos la copa, hacemos que borre la foto y nos vamos. Relájate que es cuestión de unos minutos más.

Con un gesto le confirmé su plan, pero sin dejar de mirar cada una de las escenas que podía ver en cada rincón del salón.

Le dije a Ernesto: ¿este local que es? ¿Una casa de putas?

Mi marido levantó los hombros, indicando que no sabía nada, pero Fernando enseguida nos tranquilizó.

-Es un club liberal, aquí vienen las parejas a ver a dejarse ver, a tocar a dejarse tocar a hacer intercambios de parejas, pero no os preocupéis en estos sitios no pasa nada que no quieras que pase. La principal norma es el respeto y aquí NO es NO.

Llegamos a la mesa de Arturo, el amigo de Fernando, estaba con su pareja en una mesa que quedaba por encima de todas las demás con lo que tenía una visión de todo el local y podía controlar que no hubiera ningún patoso que incordiara y arruinara la noche.

Después de las presentaciones de rigor, nos sentamos los cinco, solo me quedé un poco extrañada que al preséntame a su mujer, Ana, se acercó y me dio suave beso en los labios. Nunca me había besado una mujer y me recorrió un pequeño calambre por todo el cuerpo, en un principio, supuse que fue por inesperado, pero la cabeza siguió centrada en la experiencia y me hizo llegar a la conclusión que me había gustado.

El asiento era una especie de U con una pequeña mesa en el centro, al sentarnos, Arturo reclamo su posición de anfitrión y nos pusimos las dos mujeres a su lado quedando a mi izquierda Fernando y Ana entre Arturo y Ernesto.

Estuvimos hablando del tipo de local, nosotros no sabíamos ni que existieran y Arturo nos dijo que el que lo prueba repite, ya que el morbo que se respira no se consigue en ningún otro sitio.

Ernesto, enseguida contesto que no era un tema que nos gustase, que éramos muy tradicionales, nos gustaba el sexo, pero nunca nos habíamos planteado nada con otras personas. Sin mucha convicción le di la razón a mi marido porque a veces había tenido sueños húmedos en los que participaban varios hombres, aunque solo había estado con mi marido.

Cuando estábamos en la segunda copa, a la que invito Arturo, y no nos dejó marcharnos, nos hizo fijarnos en una mesa en la que estaba sentada una pareja de unos 40 años. Nos indicó es la segunda vez que vienen y mira como están de calientes.

Era cierto, el marido había desabrochado todos los botones del vestido camisero que llevaba la mujer y estaba solo con un minúsculo tanga, con la mano de su marido en el coño y con la boca en un pecho.

Se la veía que estaba disfrutando, cuando se acercó un hombre joven por su lado y le hizo una seña al marido para pedirle permiso para sentarse. El marido acerco la boca al oído de la mujer y esta, después de oírle, hizo un gesto de aceptación.

El joven, al principio, se limitó a mirar, pero, poco a poco, fue poniendo su mano en el brazo de la mujer. Como no hubo rechazo siguió hasta llegar con la mano al pecho de la chica, que lo acepto echando la cabeza hacia atrás y disfrutando de las caricias que le hacían sus dos hombres.

Mientras mirábamos el espectáculo, Arturo metió la mano por el escote de su mujer y empezó a masajearle el pecho, dejándolo al descubierto. Ana pareció no inmutarse y siguió viendo a la pareja y comentando la jugada con mi marido, que al mirarla, era incapaz de ver cualquier otra cosa que no fuera el pecho que estaba al aire y manoseado por Arturo.

En ese estado de fascinación, le llego un mensaje al reloj y lo miro: “Fernando me está rozando el muslo”.

Se quedó mirándome y acercándose el reloj a la boca dicto un mensaje.

Cuando me llego, puse el reloj en el oído para escucharlo: “Tenemos dos opciones: o nos levantamos y nos vamos o, si te apetece le dejas que siga”.

Mi cara cambio y por su expresión y con el gesto le dije: “seguro”.

El afirmo y continuo mirando los pechos de Ana, que en ese momento estaban completamente fuera, y Arturo con un gesto le invito a tocarlos.

En ese momento pensé: como se te ocurra tocarlos, les estas abriendo la puerta para que ellos me toquen a mí. Fueron segundos, miradas intercambiadas con mi marido, algún gesto que se me escapo, pero parecía que le estaba dando permiso para que lo hiciera, bueno quizás no era permiso le estaba incitando a que la tocase, o al menos eso interpreto el porque enseguida acerco su mano al pecho de Ana y empezó a pellizcar el pezón.

Lejos de molestarme, lo estaba disfrutando como si me lo estuviera haciendo a mí. Con los ojos fijos en las manos de Ernesto, note como Fernando ponía la mano directamente en mi muslo y subía mi falda. Era una locura, lo sabía, pero le deje sin hacer ningún gesto de rechazo, al contrario espere que Ernesto mirara en mi dirección, para dejarle ver como abría las piernas, poco a poco, para facilitar la explotación de la mano de Fernando.

Arturo, se percató de la situación y empezó a desabrocharme la blusa del todo dejando mis dos pechos al aire.

Los dos se centraron en mi cuerpo tocándome, los muslos y el coño por encima de las bragas. Arturo me dijo al oído: si te levantas te quitamos las bragas, vas a estar más cómoda y veras como se excita tu marido cuando lo vea.

Mi cerebro ya no funcionaba, era un animal sexual, que solo quería seguir disfrutando sin pensar más allá ni en posibles consecuencias, así que me levanté, mirando a mi marido para que viera como, entre los dos me quitaban las bragas.

Ernesto me guiño un ojo y me pareció que me decía: disfruta.

Entre los dos, Arturo y Fernando, hicieron que me corriera 4 veces, dedos en el coño, me chuparon los pechos, les chupe sus pollas… Después de la 4 corrida, no sé si el cansancio o que me volvió la cordura, pero me levanté, cogí mis bragas y me despedí haciendo que Ernesto dejara de lamer el coño a Ana.

Salimos del club y fuimos a casa sin decir una palabra.

Cuando entramos en el ascensor me empezó a tocar y llegamos a nuestro piso con la blusa desabrochada, menos mal que no nos vio nadie.

En la habitación hicimos el amor como animales, hasta quedar extenuados y todo sin dirigirnos la palabra.

Cuando al final nos quedamos los dos tendidos en la cama, Ernesto dijo: ha sido una experiencia embriagadora, pero he disfrutado mucho viéndote gozar.

Le contesté que a mi me había pasado lo mismo, que como experiencia estaba bien, pero que no pensara en repetirlo.

-Claro cielo -me respondió.

Al rato, me dijo suavemente: tengo que llamar a Fernando porque había quedado en que viniera a comer con nosotros y le llevaba al aeropuerto y querrás que lo anule ¿no?

Me quede pensando, unos segundos, y le pasé la pelota a su tejado: Supongo que es lo mejor, a ti te dará mucho corte comer con un hombre que me acaba de ver desnuda, ha chupado mis pechos, ha introducido sus dedos en mi coño y me ha hecho disfrutar aprovechándose del alcohol y de la situación.

El, sonriendo, me contesto: No creo que sea tan violento, mantendré la cita.

Pero eso será en otro relato si es que ustedes quieren y me hacen comentarios.

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