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Tus besos y tus caricias en aquel fin de año

Quien me iba a decir que aquellos siete días que planeé con tanto detenimiento con mis amigas, casi milimetrando las horas se irían al traste cuando él se volvió a cruzar en mi camino.

Las chicas y yo habíamos planeado unas mini vacaciones de casi una semana en plenas Navidades en Madrid, donde disfrutaríamos de ver la ciudad engalanada con miles de bombillas en sus calles, con sus árboles de diseño dispuestos estratégicamente en sus plazas, del júbilo y bullicio de la ciudad en esos días y veníamos dispuestas a perdernos en sus museos, en El Prado, El Reina Sofía, El Thyssen y La casa Sorolla por lo que nos tocaba como valencianas y sobre todo de sus musicales, dos teníamos en nuestra agenda El Rey León y Billy Eliot para los que teníamos entradas desde hacía ya tiempo.

Llegamos el día 27 al medio día después de haber pasado con nuestras familias el día de Navidad, teníamos previsto pasar el fin de año en la plaza de la Puerta del Sol comiendo riendo y atragantándonos con las 12 uvas. Ese primer día fue un poco de relax, instalarnos en el hotel, comer y perdernos por sus calles y plazas aledañas a la Puerta del Sol, aunque muchas de nosotras ya conocíamos de sobra la ciudad.

Nos levantamos temprano, el museo del Prado nos esperaba prácticamente el día completo y al día siguiente fue cuando se empezaron a torcerse nuestros planes, planes que en partes mis amigas me empujaron a que olvidara y que no preocupara por ellas, eso sí, querían como siempre todos los detalles.

Sofía y yo nos deleitábamos mirando el cuadro de Sorolla, “Paseo a orillas del mar”, un cuadro precioso que nos encantaba a las dos cuando una voz que recordábamos a duras penas nos saludó por detrás, era Luis uno de los seis amigos que conocimos en verano, aquel día en que las cuatro nos sumimos en una noche de lujuria y sexo junto a ellos, el saludo cordial por nuestra parte e ilusionante por la suya, como pensando “que bien ya tenemos plan esta noche”.

Estaba nuevamente intentando ligar y quedar con nosotras junto con otros amigos para repetir lo de verano, sin éxito evidentemente, no estábamos por la labor, puesto que aquello fue una locura temporal y la verdad que simplemente el hecho de intentarlo nos hizo sentir bastante mal, al cabo de un rato cansado de insistir y no hacerles ni caso se despidió y se marchó junto con sus amigos con el rabo entre las piernas y nosotras pudimos volver a disfrutar de uno de nuestros pintores favoritos.

Sofía me picaba desde entonces diciéndome.

-La verdad que si hubiera sido Pablo, quizás con Pablo todo habría sido diferente, verdad Larita. -A lo que yo le sonreía con una mueca burlona.

-Hui si Pablo, su amor de este verano, su Pablo que le escribe verso por el WhatsApp. –Comentaba Raquel.

-¿De quién habláis?, ¿De Pablo?, no me suena, Pablo, Pablo, ¡anda claro Pablo!, ese Pablo con quien Lara no para de hablar. -Agregó Marta a la vez que las tres se empezaron a reír de mí.

-Anda dejarme en paz las tres, que queréis que os diga, que hubiera alegrado verle pues si no os lo niego, pero de verle y de nada más, de hecho no sabe que esto aquí ¿no? –Les contesté malhumorada y sabiendo que en el fondo podrían algo de razón.

Estábamos a punto de marcharnos y ya en la calle todas aquellas pequeñas burlas con Pablo se iban a dilucidar en unos segundos, cuando sentí como alguien gritaba mi nombre en alto, no podía ser, era Pablo que subía calle arriba corriendo gritando mi nombre, en ese momento mi corazón se aceleró, mis manos empezaron a sudar, una sensación de alegría empezó a recorrer mi cuerpo y mi cara reflejaba todo lo que estaba experimentando cuando empecé a sonreír y a levantar la mano para saludarle.

Las cuatro estábamos igual de sorprendidas, miraba a mis tres amigas sorprendida y a la vez con una sonrisa de oreja a oreja.

-¡Que!, solo lo estoy saludando. –Respondía a las risas burlonas de mis amigas.

-No te hemos dicho nada nena, no te enfades. –Me respondía Sofía riendo.

-Nada ha cambiado, le saludo, hablamos y nos vamos. –Las volví a interpelar malhumorada por sus risas y muy nerviosa mientras me arreglaba el pelo y él se acercaba.

-Por favor nena, déjame a mí. -Sofía empezaba a peinarme, a pellizcarme las mejillas, a retocar mi maquillaje con sus dedos.

Pablo estaba frente a mí con sonriendo, jadeando por haber corrido cuesta arriba, estaba tan guapo como siempre, esos ojos azules me miraban y me traspasaban, sus labios carnosos y esa sonrisa… a pesar del frío llevaba puesta solo una camisa con una bufanda atada al cuello, unos pantalones vaqueros y unas zapatillas blancas.

Esperaba impacientemente un beso, un abrazo, un algo pero en vez de todo eso, simplemente dijo.

-Hola, chicas, -Dijo jadeando todavía por la carrera y yo sentí como puñales en mi espalda al oír solo un hola y nada más, lo tenía allí mirándome fijamente como sin saber qué hacer.

-Cuando me llamo Luis no lo podía creer, pero aquí estáis, bueno aquí estas tú. -Añadió mirándome fijamente.

-¡Que! no la vas a besar o que. -La voz de Marta se alzó y por fin, sentí sus labios sobre los míos, me beso y yo le respondí besándole apasionadamente a la vez que nos empezábamos abrazar, un beso apasionado que termino con los dos riendo con nuestra frente apoyada la una sobre la otra ante las miradas de mis tres amigas que nos observaban abrazadas con cara de ternura y alguna que otra sonrisa burlona pero siempre de alegría por mí.

-Bueno chicas nos vamos que ya solo quedamos tres para quemar Madrid. –Empezó a decir Sofía.

-Y tu nena, tú llámame esta noche para saber que estás bien y tu Pablo cuídamela mucho porque es más preciado tesoro y si no te la verás conmigo. –Sofía seguía hablando, despidiéndose de mí a la vez que me abrazaba y me daba dos besos en la mejilla.

No supe que decir, las tres se despedían de mí y me echaban de su lado lanzándome a los brazos de Pablo, nada de eso lo tenía previsto, de hecho ni le había dicho que iba a Madrid, en esos momentos estaba desubicada pero feliz de estar entre sus brazos, al final le tendría que dar las gracias a Luis por haberlo llamado sabiendo además que vivía a tres calles de donde estábamos nosotras.

Vi partir con pena a mis tres amigas pero desde ese momento mi viaje había cambiado, las veíamos desaparecer entre la gente los dos todavía abrazados, tanto el como yo parecía que tuviéramos miedo de que si nos soltáramos todo aquello se desvanecería.

Así que empezamos andar calle abajo despacio, abrazados hablando de nuestras cosas, nos dirigimos a su casa para que se pusiera ropa de abrigo, la verdad que me pareció muy romántico que un hombre echara a correr solo por encontrarme, ya solo por eso me tenía ganada.

Ese día nos dedicamos a pasear por Madrid, abrazados y besándonos en cada esquina, me dejo en el hotel después de una cena realmente romántica y quedamos temprano para el día siguiente, era 30 de diciembre y no sabía dónde me iba a llevar, solo sabía que nos íbamos fuera de Madrid y que me había pedido que llevara una pequeña bolsa de viaje.

Sofía al verme llegar esa noche tan temprano me regaño pero al saber que al día siguiente me iba con él, su semblante cambio y empezó a prepararme ella misma la bolsa, metiendo mi lencería más bonita, la ropa más sugerente y una caja de preservativos que había contado previamente, dejándome dicho que no los quería de vuelta, no sé qué la pasaba parecía más ilusionada que yo.

Las nueve y media de la mañana puntual como un reloj suizo Pablo me recogía con su coche un jaguar 4×4, metía mi pequeña maleta en el maletero mientras que Marta y Raquel se despedían de mí, Sofía hablaba y abrazaba a Pablo para luego riéndose hacerle señas amenazadoras por si algo malo me sucedía.

Serian cerca de las once cuando llegamos a nuestro destino en un chalet propiedad de sus padres, en un pueblo de la sierra de Madrid, una casa de piedra preciosa con un gran jardín con vistas a lo que era un lago o una presa, la postal era preciosa con todo lo que nos rodeaba blanco por la nieve que había caído la noche anterior.

Encendimos la calefacción y la chimenea para entrar en calor, habíamos decidido pasear por el pueblo salir a tomar algo y luego me iba a llevar a comer a un sitio especial como él decía, pero todo eso cambio en un segundo, ya que según me contaba el plan me iba besando y yo como una tonta allí de pie embobada con sus besos y sus caricias en mi pelo, no me quería ir a ningún sitio, quería quedarme allí en aquella casa y que me hiciera el amor, le miraba con deseo y él a mí.

-Aunque por otra parte Lara, si te parece bien nos podríamos quedar en casa, nos saltamos la comida y salimos esta tarde. -Decía mientras que no paraba de besarme.

-Me parece una muy buena idea. –Le contesté, a la vez que me sentaba en el sofá frente a la chimenea arrastrándole con mis besos hasta que estuvo encima de mí.

Los besos se sucedían así como las caricias, nuestras manos no paraban de recorrer nuestros cuerpos por encima de la ropa hasta que lo empezaron hacer sobre nuestra piel desnuda, le tenía nuevamente sobre mi cuerpo desnudo, algo que había soñado más de una vez desde aquel verano, sentía su reparación su corazón acelerado como el mío, sus manos dibujaban mi cuerpo, llegando a mi vulva, recorriendo mis labios menores con su pene entre su mano y dejándolo a la puerta de mi sexo humedecido por la excitación.

Se apartó un momento de mí, dejo de besarme, sus manos apoyadas en el sofá detrás de mi nuca con mi pelo entre sus dedos, mis manos sobre sus pectorales, acariciándolos y recorriendo sus abdominales, llegando hasta donde nuestros cuerpos se juntaban nuevamente, su pene metido a penas 2 centímetros en mi vagina, inmóvil, deseando entrar en aquel agujero mojado, nuestros ojos no paraban de mirarse deseosos de algo más, algo más que vino cuando su pene como si fuera una espada se iba metiendo poco a poco en su vaina y mi cara reflejaba el placer de aquella acción, cuando mi boca se abría cogiendo aire muy despacio y mis ojos se entornaban a la vez que yo veía la suya.

Pablo me empezaba hacer el amor, sentía mis músculos primero relajarse y luego ponerse en tensión apretando su espada contra mi vaina, los gemidos no tardaron en aparecer, pero al poco se apartó y eyaculo en mi vientre, estaba tan excitado que no pudo resistir, no me importo y así se lo dije, me había gustado verle disfrutar y tan solo era el principio porque minutos después y con un preservativo puesto de inicio me volvió loca con su pene entrando y saliendo de mi vagina, follamos toda la mañana y parte de la tarde, un orgasmo tras otro me iba provocando, estaba feliz de estar con él.

Después de ducharnos y arreglarnos salimos a cenar a un restaurante precioso a la luz de las velas, la noche la pasamos amándonos, al día siguiente día 31 por la tarde estábamos preparándonos para salir a cenar y celebrar el fin de año.

No paraba de nevar, me arreglé con un vestido de noche precioso azul oscuro y él con esmoquin, estaba realmente arrebatador, guapísimo recién afeitado y perfumado y en la puerta de casa nos besábamos apasionadamente, mis labios se le quedaban marcados en su piel, pero o parábamos o no nos iríamos nunca.

Cogimos su coche, la nieve caía copiosamente y el restaurante estaba a pocos kilómetros, pero nunca llegamos, la carretera estaba impracticable y a pesar de las cadenas en las ruedas nos quedamos a la mitad del camino sin poder dar la vuelta, intentamos ir andando pero no estábamos preparados para aquella ventisca, sé que Pablo estaba enfadado, disgustado y asustado, pero también sé que estaba sereno y tranquilo por mí, no negaré que me sentía triste y asustada pero él me hacía sentir segura, llamamos y esperamos pacientemente a que alguien pasara a rescatarnos, pero nadie paso.

Bombones y dos botellas de Moët Chandon fueron nuestra cena de fin de año, suficiente para mí porque le tenía a él ¿Qué más podría desear?, nos pasamos al asiento de atrás más espacioso, la calefacción en marcha con el depósito lleno, no había problema alguno, bueno si… después de la cena copiosa y de los manjares que habíamos tenido a nuestra disposición, cerca de la medianoche y tras una botella de champagne consumida, nos reíamos con nuestras historias y con situaciones parecidas, sus caricias en mi pelo me fueron acercando a él, hasta tenerlo encima con sus manos buscando mi tanga por debajo del vestido, estábamos dispuestos a que la ventisca no estropeara la noche pero quizás si un preservativo…

No dije nada, no quería que nada se interpusiera entre los dos, había dejado de tomar la píldora hacía ya unos meses por prescripción de mi ginecóloga y no quería que aquello nos arruinase la noche, así que le deje hacer a la vez que le quitaba yo sus pantalones, sus manos encontraron su premio y despacio se fueron introduciendo por debajo de mis medias y mi tanga, una prenda casi inapreciable, pequeña que solo tapaba parte de mi sexo, sus dedos acariciaban mi clítoris, su pene en mis manos subía y bajaba, mi boca lo empezaba a succionar, sus gemidos inundaban el habitáculo del coche bailando con los míos.

A cinco minutos para el año nuevo estaba sentada a horcajadas sobre él con su pene dentro mi cuerpo, Pablo me agarraba de la cintura moviéndose al son que le marcaba, mis medias rotas y mi tanga tirados en el suelo, su pene se introducía una y otra vez en mi vagina, resbalando, dejando escapar cada vez que salía de mi parte de mi flujo empapándole los testículos, me estaba corriendo en plena ventisca en el asiento trasero de un todo terreno, mis manos en el techo haciendo tope moviéndome de arriba abajo siendo penetrada con su polla, sus manos apretando mis pechos lamiendo mis pezones, me estaba partiendo en dos y mis gritos tapaban sus gemidos y le alentaba y gritaba para que no parara y no me dejara de follar.

Me tumbó boca arriba con mis piernas abiertas y en alto, él sobre mí entre ellas con una de sus piernas de rodillas en el asiento y la otra medio tumbada y empezó a meter nuevamente su polla en mi coño con más brío.

Sentía el coche tambalearse de un lado a otro de la fuerza con la que Pablo aplicaba al empujar su pene dentro de mí, estaba tan mojada que su polla más que deslizarse navegaba en mi interior, cada vez más fuete y más rápido, Pablo paro sus embestidas y dejándola muy dentro de mí se empezó a correr con los ojos cerrados apretando sus dientes, su pene expulsaba chorros de su semen caliente dentro de mí coño, nos empezamos a besar apasionadamente, me llegó incluso a decir que me amaba.

No nos dimos cuenta, pero el año nuevo ya estaba allí, habíamos pasado y entrado el año follando, tampoco nos dimos cuenta de que unas luces detrás de nosotros y mano tocaba con sus nudillos el cristal, era la policía municipal que venían en nuestra ayuda, aquellos agentes tuvieron la delicadeza de no decirnos nada, esperaron a que me vistiera y nos sacaron de allí en su coche, según se despedían nos decían que disfrutáramos de la noche con no poca ironía, pero así lo hicimos, les hicimos caso y esta vez bajo el edredón, calientes y cómodos volvimos hacer el amor y a felicitarnos el año.

Al día siguiente al recoger el coche en el taller que lo había sacado de allí, nos entregaron en una bolsa mis medias y mi tanga, la verdad que me quería morir de vergüenza y volvimos a Madrid, Pablo nos invitó a todas a cenar esa noche y me dejo en los cálidos brazos de mis amigas, no sin prometernos vernos otra vez, no sé si en Valencia, en Madrid o a medio camino, no le bastaba con oír mi voz por teléfono, no le bastaba con verme por el ordenador de su oficina cuando le llamaba, él al igual que yo nos habíamos acostumbrado a nuestras caricias.

Esa noche en el hotel y la mañana siguiente en el coche fue un verdadero interrogatorio por parte de mis amigas, chillaban como locas cada vez que les contaba alguna escena subida de tono, que las voy a hacer son así, buenos somos así de locas.

Ahora espero que pasen los días y las horas hasta poder encontrarme otra vez con él y volver a sentirle muy dentro de mí, quien sabe mañana, quizás pasado.

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Este relato está dedicado a Pablo, mi gran amigo y aunque no pudo ser me hiciste pasar el mejor fin de año que recuerdo.

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