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Esclavo de ti mismo (C. 11): Tercera cacería: El campamento

Sergio colgó el auricular y azotó el puño contra el apoyabrazos del sofá.  Escuchó que su amigo griego discutía también a través de su móvil en la cocina. Reconoció la conversación, pues era muy semejante a la que acababa de tener con Pam.

-¡Sí así lo quieres, entonces terminamos!, ¿No, Andrea, ¡No estoy para soportar tus celos!, ¿Así, si así lo piensas, ¡Yo también estaré mejor sin ti!, ¡Claro, vay, ¡vay!

Escuchó a Hércules golpear furioso la barra en la cocina y dudó en ir a ver cómo se encontraba, mas luego de un par de segundos fue el griego quien entró en la sala.

-¡Maldición! ¡No soporto cuando Andrea se pone en ese plan! ¡Me acusó de serle infiel con Rhein! ¿Puedes creer semejante estupidez? -Cuestionó Hércules.

-¿Qué? ¿Y cómo supo de Rhein? -Le devolvió la pregunta el brasileño.

-Dice que una amiga suya trabaja en Bogue, aunque no me quiso decir quién. La supuesta amiga le afirmó que yo me acosté con Rhein la noche de la fiesta. Según la tipa, Alexis me permitió estar en la fiesta y ella vio cómo me la tiraba. -Explicó Hércules enfurecido.

-Pues parece que ella y Pam se pusieron de acuerdo. Pam y yo discutimos porque no le gustó para nada la idea de que nos vayamos a Europa dos meses- Dijo Sergio. -Me preguntó si me importaba más ella o mi trabajo y me pidió que renunciara.

-¡Woo!, ¿de verdad te exigió renunciar? -Inquirió sorprendido Hércules.

-Sí, pero la mandé al diablo. Ya sabe que no me gusta que nadie me controle. Me atrae mucho y estoy seguro de querer ir enserio con ella, pero no tolero que nadie trate de controlarme. -Indicó Sergio molesto.

-Si, lo mismo pienso de Andrea. Es verdad que he coqueteado con algunas mujeres, pero nunca le he sido infiel. No soporto que me diga mentiroso y me acuse sin fundamento. -Declaró el griego.

-Hay que calmarnos Hércules. Ya no tarda Sam en pasar por nosotros y aunque él y Alfonso son buenos amigos, no me gusta mezclar mis problemas personales con el trabajo. Alfonso es nuestro jefe y quiero mantener separadas ambas cosas. Tú y yo somos amigos desde antes de trabajar con ellos y es diferente. -Comentó Sergio con voz más calmada.

-Tienes razón. Vamos a pasar un excelente fin de semana con ellos y vamos a olvidar a esas mujeres, al menos por el fin de semana. -Confirmó Hércules, poco convencido.

Mas enseguida se escuchó la bocina de la camioneta de Alfonso y los dos hombres sujetaron un par de maletas y una enorme mochila. Sergio abrió la puerta de la casa y salió hasta la Berja, al tiempo que Hércules cerraba tras de sí.

Samuel Huest estacionó la camioneta y esperó a que los hombres subieran las cosas al portaequipaje. Ambos se acomodaron adelante con el ojiazul y el griego cerró la portezuela con un ligero golpe.

-Sergio, Hércules. ¿cómo están?, ¿La semana de la moda no acabó con ustedes? ¿O mejor dicho esos cueros de modelos no los dejaron totalmente secos? -Cuestionó Sam sarcástico con una voz y expresión totalmente normales.

Sergio observó el reflejo de los ojos azules de Sam en el espejo y creyó ver por un minuto que estos se pusieron completamente blancos, sin embargo, pensó en que era sólo un efecto óptico.

-Que va, somos respetuosos de las reglas Sam. Sólo ver, no tocar. -Respondió el brasileño con sinceridad.

-Así es Sam, yo quería tirármelas a todas, ¡pero este cabrón no me dejó! -Agregó el griego entre risas.

Los tres soltaron sonoras carcajadas, aunque luego de un par de segundos Hércules preguntó.

-¿Y Alfonso dónde está?

-Ya se encuentra allá. Quiso empezar a poner el campamento antes del atardecer y me pidió que lo dejara a medio día. Además, quería dar una caminata por el lago. -Explicó Sam tranquilo, a la vez que arrancaba la camioneta.

-Si, es una excelente zona para cazar. Seguramente tendremos una magnífica cacería. -Confirmó el griego.

-O sí, Hércules. Ambos verán que será una grandiosa cacería. Les aseguro que quedarán sumamente satisfechos -Dijo Sam con un tono misterioso, mientras la camioneta se incorporaba a la autopista que salía de la ciudad.

Entre tanto, en medio de un claro del bosque, a un kilómetro de las Montañas de Sal y junto al lago de la cascada, Alfonso instalaba el campamento. Marcus se acercó por detrás a su esclavo y lo besó en el cuello.

-¿hiciste con Sergio y Hércules lo que te indiqué? -Cuestionó Marcus.

-Ssi, mi Amo, tal como ordenaste. Usé la droga en Andrea, le hice creer que una de sus amigas vio a Hércules acostarse con una modelo llamada Rhein y ella sola hizo el resto. También la utilicé sobre Pam, le comenté que Sergio estaría fuera dos meses y la induje a que le exigiera elegir entre su relación y continuar con su trabajo como guardaespaldas. -Contestó Alfonso con aquella voz cargada de placer, tan característica de la segunda fase del Kaligari.

-¿Y los resultados fueron los previstos? -Inquirió Marcus.

-Si mi Amo. Andrea y Pam terminaron con Hércules y Sergio. No los buscarán más. Y serán tuyos sin obstáculo alguno. ¿Actué bien? ¿Te pude complacer como deseabas mi Amo? -Preguntó el sonámbulo preocupado por no haber satisfecho adecuadamente a Marcus.

Marcus giró la cabeza del sonámbulo y lo besó en los labios. -Tranquilo mi esclavo. Eres un capataz magnífico mi predilecto. Lo hiciste excelentemente bien. -Contestó Marcus, al tiempo que exploraba el cuerpo del sonámbulo por arriba de las prendas.

-Dime ahora, cómo puedo complacerte. Para mí no hay nada más importante que complacerte mi Amo. ¿dime cómo puedo brindarte más placer? -Cuestionó Alfonso, a la vez que dejaba que Marcus disfrutara su cuerpo.

-Ya sabes lo que tienes que hacer. Actúa con normalidad en cuanto Sergio y Hércules lleguen. Convive de modo regular con ellos y no hagas notar que eres mi esclavo, ocúltalo a toda costa. Si te hablan de mujeres, exprésate como si aún fueras heterosexual. -Ordenó Marcus.

-¡Pero mi Amo!… Yo, sólo experimento placer, atracción y deseo por ti o por los hombres que tú me indiques. Nada más importa. Sólo brindarte placer. ¡Sólo disfruto cuando tengo sexo contigo y cuando disfrutas mi cuerpo! -Afirmó Alfonso aterrado, mientras se arrodillaba a los pies de su Amo.

Marcus quedó desconcertado y maravillado por aquel cambio en Alfonso. La psique homosexual parecía haberse impuesto por completo. -¡LEVÁNTATE ESCLAVO!, así es. Tú sólo sientes atracción y deseo por mí. Yo soy el único objeto de tu placer y sólo existes y vives para complacerme. Sólo eres feliz cuando yo disfruto y uso tu cuerpo. Disfrutas el sexo conmigo y con los hombres que yo te ordene. ¡Esas órdenes son incuestionables! Pero no te pido que sientas nada por ninguna mujer, solamente ordeno que les mientas y les hagas creer eso a Hércules y Sergio. Que les mientas me complace, es parte de la cacería. ¿entiendes? Debes mentirles para cazarlos. -Explicó Marcus mientras se inclinaba y tocaba el miembro de Alfonso por encima de la ropa.

-Oh si mi Amo, entiendo. Parte de la cacería. Disfruto cazar y someter hombres para ti. Mi Amo, sólo vivo para complacerte. Y si te complace que mienta para cazarlos, lo haré con felicidad. Si mi Amo, lo que digas. -Respondió Alfonso más relajado y nuevamente con un gran fervor en su voz.

-Bien, convive con ellos normalmente. Pon este polvo blanco que te entrego ahora en las bebidas de Hércules y Sergio. Después quiero que Sam y tú los mantengan ocupados. Beban, fumen y Conversen con ellos ante la fogata. Cuando Sam y tú noten que la droga les hace efecto y se queden dormidos, quiero que les convenzan de acostarse en las bolsas junto al fuego. En cuanto ellos duerman, Sam y tú deberán dejarlos afuera y entrar en la tienda. Enseguida quiero que tú también duermas profundamente y vuelvas al estado máximo de sonambulismo. Será como si me escucharas decirte al oído “Kaligari”. -Demandó Marcus, mientras besaba el cuello del esclavo capataz.

-Ssi, mi Amo cuando entre en la tienda dormiré profundamente y volveré a mi sonambulismo, será como si te escuchara decir Kaligari. Si mi Amo, haré todo lo que digas. -Confirmó Alfonso con devoción.

-Cuando estés sonámbulo, quiero que te quites la camisa al mismo tiempo que Sam. Solamente te sacarás la camisa y los dos esperarán dentro de la tienda hasta escuchar mis nuevas órdenes. -Instruyó Marcus.

-Si mi Amo, me quitaré la camisa únicamente y dentro de la tienda aguardaremos hasta escuchar tus órdenes. Si, haré lo que digas, sabes que existo sólo para complacerte. -Afirmó Alfonso, totalmente entregado a la felicidad de Marcus.

-Bien, ya no tardan en llegar. Ahora conoces mis deseos. No me falles mi predilecto. Compláceme y te recompensaré. -Declaró Marcus, a la vez que giraba en redondo y se perdía en el bosque.

Alfonso suspiró, no podía fallarle a su Amo. Él era su esclavo capataz, su predilecto y su única misión era complacerlo. Su Amo deseaba esa noche esclavizar a Sergio y Hércules, por lo que él debía complacer a su Amo y someter a esos hombres a toda costa.

Minutos después Sam, Hércules y Sergio aparecieron a través del sendero que llevaba desde la carretera y Alfonso se aproximó a saludarlos. Estrechó las manos del brasileño y el griego, aunque contra el último lanzó un rápido puñetazo, pues aquella era su manera personal de saludarse.

Hércules interceptó el puño de Alfonso a pocos centímetros de su rostro y soltó una carcajada. -¡Vale, vale! Alfonso, te empiezas a hacer lento- Mas Hércules no terminó aquella frase, pues el castaño realizó una barrida que derribó al griego. -¡Oye eso es traición!

-No, Hércules, tu eres el lento. ¡Debes estar en alerta permanente! -Indicó Alfonso entre divertido y severo.

-Ya cabrones. Traje la comida y Hércules compró bebidas como para embriagarnos por el resto del verano. Además, Sergio vino aprovisionado con una abundante dotación de tabaco y hierba. ¡A darle! -Declaró entusiasmado Sam, a la vez que compartió una mirada cómplice con el castaño.

Los cuatro sacaron las carnes, salchichas y quesos. Sergio destapó una cerveza y se la zampó de un golpe. Sam prefirió beber ron y le pasó la botella a Alfonso para que preparara los tragos.

Mientras el ojiazul, el brasileño y el griego colocaron las carnes y embutidos en el fuego, Alfonso preparó los vasos de Hércules y Sergio, y sin que ninguno de los dos lo notase dejó caer el polvo blanco que Marcus ordenó. Después les extendió los vasos de plástico, tras lo cual Sergio y Hércules los bebieron sin sospechar.

El brasileño encendió los cigarros de mariguana con las llamas de la fogata y los repartió entre los demás. Los cuatro conversaron, comieron, fumaron y bebieron durante horas. Sergio y Hércules comentaron acerca de la semana de la moda. Sobre lo complicado que fue mantener a salvo a Neimar, pues era un actor y modelo famoso, debido a lo que tenía un nutrido grupo de fans, algunas de las cuales eran chicas bastante precoces. El brasileño explicó que tuvo que sacar a una adolescente que logró entrar a la habitación de Neimar y le esperaba desnuda en la regadera. Por su parte, Hércules contó de sus experiencias en la fiesta de Bogue y como fue necesario sacar a Alexis totalmente borracho y drogado, antes que se tirara a todas las modelos de la pasarela y le denunciaran por violación.

Los cuatro rieron y departieron a lo largo de la noche. Cada vez que el alcohol se acababa, Alfonso se encargaba de rellenar los vasos o reabastecer las reservas de cervezas. Y sin que nadie prestara atención, colocaba nuevas dosis de aquel polvo blanco en las bebidas de Hércules y Sergio.

Cerca de media noche, los efectos comenzaron a notarse. El brasileño y el griego empezaron a cabecear soñolientos y Sam supo que esa era la señal para que él y su capataz cumplieran las órdenes de su dueño absoluto.

Sam continuaba hipnotizado e igual que Alfonso, sabía que le pertenecía a Marcus y debía obedecer, no pensar, no resistirse, sólo obedecer. Su dueño ordenó esclavizar a aquellos hombres y él como su zombi sin voluntad, obedecería.

-Hércules, Sergio, ¿qué pasó cabrones? Están a punto de caer dormidos. ¡La noche apenas comienza! -Indicó el ojiazul.

A Hércules le costó mucho trabajo mantener abiertos los ojos, estos se encontraban cada vez más pesados. A su vez el brasileño se sentía mareado y deseaba recostarse.

-¡huelles no aguantan nada! -Recriminó Sam.

-Ya déjalos, es mejor que se acuesten de una vez. La noche está tan deliciosa que les caerá bien dormir aquí, junto al fuego. -Afirmó Alfonso.

El castaño y el ojiazul ayudaron a Sergio y Hércules a caminar hasta las bolsas de dormir. Ninguno de los dos opuso resistencia ya que la noche era realmente fresca, por lo cual el griego y el brasileño se sintieron más bien cómodos al percibir el calor de la fogata antes de caer profundamente dormidos.

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