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Esclavo de mi suegra y de mi esposa

Todo comenzó cuando perdí mi trabajo y con mi mujer y mis hijos nos tuvimos que ir a vivir con mi suegra, que tenía una casa grande y la herencia que le había quedado después de la muerte de su marido, le permitía vivir tranquila, sin problemas de dinero. Pasaron los meses y no podía encontrar trabajo, la pandemia me había cerrado todas las puertas, y para un hombre de 32 años sin ninguna especialidad, era más difícil aun.

Poco a poco comencé a asumir las tareas domésticas de la casa, y fue el comienzo de mi tormento. Mi esposa había encontrado un trabajo de medio tiempo, y mi suegra salía todos los días, de manera que yo era el encargado de preparar el almuerzo limpiar la casa y atender a mis hijos.

Un día en que estaba limpiando el segundo piso, entre a limpiar su dormitorio pensando que mi suegra no estaba, y mientras ordenaba un mueble , de pronto mi suegra aparece saliendo del baño, envuelta en una toalla, mi cara de sorpresa y turbación, dibujaron una gran sonrisa pícara en su cara, me quedo mirando y dejo caer su toalla, su cuerpo maduro y rollizo denotaba sus 56 años, un par de senos enormes algo caídos, con areolas rosadas coronadas por enormes pezones rojos y turgentes, un abdomen propio de la edad, con una mata negruzca entre sus muslos gordos y rollizos, ella disfrutaba ver mi turbación, mientras con el delantal de limpieza que tenía puesto me sentía ridículo frente a aquella enorme mujer.

Se recostó en el borde de la cama y abrió sus piernas mientras se comenzó a tocar los labios de la vulva, mi mirada se clavó en esa hendidura, ella sonrió y abriendo las piernas me dijo:

–Ven putita, lame.

Me arrodillé como hipnotizado entre esos muslos, y hundí mi cara en esa mata negra de vellos, y chupe con todo mi ser, metiendo mi lengua lo más adentro que podía, separaba esos labios gordos, y chupaba con fruición y deleite, ella me tomaba la cabeza con sus manos y restregaba su sexo contra mi boca y lengua, masturbándose desesperadamente, me ahogaba y en pocos minutos sentí inundada mi cara y el sabor salado de su intenso orgasmo, yo cerraba los ojos y chupaba esos jugos, tratando de no perder ninguna gota, continué lamiendo y mamando su clítoris con más fuerza y pude sentir una segunda descarga de jugos en mi boca que lamí con deleites, nunca había bebido los jugos del sexo de una mujer, y me gustaba esa sensación y la cantidad de flujo que manaba de su sexo.

Ella me tiró del pelo y comenzó a restregar con más fuerza su vagina en mi cara y en pocos movimientos tuvo un tercer orgasmo más intenso que los anteriores, y nuevamente mi boca se inundó con la gran cantidad de jugo que fluía como manantial desde el sexo de mi suegra.

Me soltó y dejo caer su cuerpo en la cama, temblando aun por el intenso orgasmo alcanzado, yo la miraba mientras pasaba mi lengua por mis labios, tragando las gotas que quedaban en las comisuras de mi boca. Ella se incorporó y mirándome con cara de placer, me dijo:

–Vendrás todo los días a esta hora a limpiar mi cuarto -Un estremecimiento recorrió mi cuerpo y torpemente me puse de pie, y sin decir palabra iba a salir del cuarto, pero ella me detuvo y me dijo– Ahora ven que lavaré tu cara –y levantándose se dirigió hasta el baño, yo permanecí de pie como petrificado, entonces ella gritó desde el interior– Te dije que vengas puta de mierda.

Mi corazón palpitaba como nunca antes a mil por hora, dude un poco, pero la forma en que me trataba, me provocaba una extraña sensación que me gustaba. Caminé hasta el cuarto de baño y ella estaba de pie desnuda adentro de la bañera, me ordeno con autoridad que me recostara adentro de la bañera, lo hice impaciente podía ver desde mi posición su enorme cuerpo y la mata negra de vellos que ahora brillaba por la cantidad de jugos que habían rotado de su interior.

Yo intuía lo que pasaría y lo deseaba, entonces ella se agacho y poniéndose en cuclillas acomodo su sexo a la altura de mi cara, y comenzó a orinarme, sentí caer el chorro tibio sobre mi cara de ese líquido brotando como una catarata, mojando toda mi cara y cabeza , instintivamente acerque abriendo lo que más pude mi boca hacia su sexo y comencé a tragar toda la orina que podía, me causaba un enorme placer sentir esa humillación, y una vez que cayó a última gota, se puso de pie y me ordeno salir, para que continuara con mis quehaceres domésticos, mientras ella terminaba de bañarse.

Sentía muchas sensaciones en mi cabeza, estuve todo el día como absorto, cuando llego mi esposa me pregunto si me pasaba algo, y le dije que solo estaba preocupado porque no encontraba trabajo, me dijo que no me preocupara que ya saldría algo, esa noche me fui a la cama pensando en lo que había ocurrido con mi suegra, y como hacía más de un año que no teníamos intimidad con mi esposa, fue normal que ella se quedara dormida apenas puso la cabeza en la almohada, sin embargo yo no podía dormir.

Al día siguiente, me levanté muy temprano y apenas mi esposa se hubo ido al trabajo, me dirigí hasta el dormitorio de mi suegra, me detuve en la puerta sin entrar y mi corazón latía a mil pulsaciones por minuto, no sabía que pasaría. Abrí despacio la puerta y entre, por la luz de la ventana se veía el cuerpo de mi suegra en la cama, me detuve en la entrada y esperaba, de pronto ella alzo su cabeza y me vio en la entrada, se sonrió y me dijo:

–veo que te gusto putita.

Entonces levanto la ropa de la cama dejando descubierto su cuerpo, llevaba puesto un baby doll transparente de color rojo, que apenas encerraba sus enormes senos, y tan corto que, no alcanzaba a cubrir su sexo desnudo, abrió sus piernas invitándome para que me acercara, camine hipnotizado por esa mata de vello negro que se me ofrecía y arrodillándome al borde de la cama hundí mi cara en su vulva y comencé a lamer y oler ese sexo de hembra que comenzaba a volverme loco de placer y deseo, repitiendo el mismo ritual, después de tres orgasmos que tuvo y habiéndome tomado hasta la última gota de sus jugos, se dirigió hasta el baño, y entrando en la tina de pie, la seguí sin hablar me recosté en la tina y espere con deseo que se acuclillara y pusiera su sexo en mi cara y comenzara a sentir el chorro tibio de su orina que trague con placer lo que más pude y el resto lavo mi cara y cabeza.

Durante un mes iba todos los días hasta el dormitorio de mi suegra después que mi mujer se iba al trabajo, hasta que un día ocurrió lo inesperado…

(CONTINUARÁ)

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