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La profesora de autoescuela (II)

Marta de momento no admitió en voz alta que le gustaba, pero nos dio a entender que tenía tendencias sumisas y su necesidad de equilibrarse en el filo del dolor y el placer. Aceptó en expandir los horizontes de sumisión, en sus idas y venidas con la excusa de la venta del piso, los encuentros se repitieron. Las dos veces siguientes estuvimos las tres. Ahora hacía dos semanas que Adela había marchado a su país, problemas familiares la reclamaron. Cuando recibí una nueva llamada de Marta, desde que yo estaba sola, nos comunicábamos casi a diario. Llamadas cálidas, calientes por todas partes. Era todo el contacto que podía obtener a través del teléfono. Aquel día cambió la conversación, todo mi cuerpo se sonrojó y sentí que mis pezones se tensaban, empujando contra mi camiseta. El calor brotó entre mis piernas mientras las retorcía, frotando mi coño contra sí mismo.

-Hola, cielo, ¿cómo estás?

-Hola -tratando de mantener mi voz tranquila.

-Estoy contenta de escucharte.

-Es un placer oírte -presionando mis rodillas juntas

-¿Qué pasaría si te dijera que te deseo? Que no puedo esperar más para ser solo para ti -Su voz ahora era más profunda, suave pero áspera. Cerré los ojos, reclinándome sobre los cojines y extendiendo automáticamente mis piernas.

-Yo también estoy pensando en ti. Estoy aquí para ti, nunca lo olvides. Tú quieres ser mía.

-Sí… Oh, Dios mío, te deseo… quiero entregarme a ti…

-Me alegra que hayas dicho eso -susurré-Puedo apreciar cuán empapada estás.

-Inhaló bruscamente.-Y… sí, yo solo… uffff… me hiciste mojar justo ahora. ¡Mierda!

Me di vuelta lentamente sobre mi espalda, extendiendo mis piernas de nuevo, tocando ligeramente mi coño empapado. -¿Sabes cuántas veces he pensado tenerte aquí? -le susurré.

-Me da miedo cómo me haces sentir. Estoy tan encendida. Que no puedo creer cómo reaccionaría ante ti…

-Dime, estoy sola. ¿Quieres venir?

-Sí… sí, por favor. Quiero… tengo que venir.

En un plato de la balanza estaba Adela y en el otro la Marta espléndida, sueño de fantasías más exigentes, cuerpo deseado. No pude negar mi reacción, llevaba varios días sin tener relaciones, solo las mías en solitario y estaba deseando utilizarla. Mis sentidos estaban a toda marcha, híper conscientes de lo que me rodeaba, las sensaciones físicas me recorrían, y por supuesto, ELLA. Estaba orgullosa de haber servido a una maestra como Adela, me había proporcionado placeres desconocidos, pero ahora ella podría ser mía, deseaba manejarla a mi antojo, ansiaba su posesión, domesticarla. Fui al aeropuerto a buscarla, y allí mismo decidí empezar el juego. Llegué un poco antes y me escondí. Desde mi posición pude apreciar la cara de sorpresa al ver que no estaba para recibirla, miraba de un lado a otro intentando localizarme, transcurridos unos minutos sonaba mi móvil, se repitió en dos ocasiones más, no respondí, empezaba a moverse con cierto nerviosismo, transcurrido casi una media hora, volvió a llamarme, mientras se había sentado en la cafetería.

-¿Dónde estás? -su voz se oía nerviosa.

-¿Estás decepcionada por no estar para recibirte?

-Sí… No, pero…

-Tranquila, estoy aquí, no te muevas, te estoy viendo -Levantó la vista para intentar localizarme.

-Hace ya rato que he llegado, ¿dónde estás?

-Por tu voz creo que estas emocionada y deseosa por verme.

-Sí… sí… tú también ¿no? tengo muchas ganas de verte.

Sin más preámbulos y con voz enérgica: -Ponte de pie y date una vuelta sobre ti misma -Quería apreciar mejor como iba vestida, vestido túnica estampado camisero, zapatos de talón, medias y una chaqueta sobre los hombros. Me quedé unos instantes observándola.

-Escúchame bien, no busco ni ser tierna y ni gentil.

-Pero… que quieres decir -Su voz se quebró, aguda y se movía nerviosa.

-Ahora entra en los lavabos que tienes al lado derecho y despréndete de toda tu ropa interior. Quédate con las medias. Te espero.

-Pero… que quieres…

-No pienso repetírtelo, es simple, te lo ordeno ¿quieres o no quieres?

-Yo… sí… pero… -estaba inquieta. Unos instantes más y lentamente se encaminó hacia los lavabos. Dulce rendición pensé para mis adentros. Salió con la mirada baja. Me incliné y la besé suavemente en los labios, sonriéndole. Su rostro ligeramente sonrojado, su mirada a veces penetrante, ahora era dócil. Me encantaba haberle provocado aquella reacción.

-¿Cómo estás, mi amor? -Susurré, apoyando mi frente contra la de ella. Cerró los ojos y suspiró mientras le tocaba un lado de su cara.

-Me siento bien, cariño. Pero…

-Mírame, ¿por qué tan tímida, Marta? Pensé que ibas alegrarte por verme de nuevo.

-Sí… pero es solo que algunas cosas que… -Levantó la cabeza y me miró a través de las gafas y de la cortina de su cabello.

-Escucha. Creo que lo hablamos y que las cosas que hacemos ó haremos son producto de necesidades mutuas.

-Sí, por supuesto, sé que tienes razón. Lo siento -De repente, sus manos estaban en mi cintura, tirando de mí hacia ella, abrazándome y al poco besándome.

-Muy bien entonces, estás de acuerdo, todo arreglado.

-Sí…

-Te ves hermosa.

-Gracias… Sí…

En el parking y ya dentro del coche. Le besé la mejilla suavemente. -Buena chica -le susurré al oído, la lengua jugando en su oreja, los dedos acariciando su cuello-Muéstrame que no llevas nada debajo del vestido.

-Por favor… ahora y aquí… -Su voz estaba llena de preocupación.

Le entregue una botella de agua que llevaba en el coche. -Bebe un poco.

-Gracias.

-Quieres que mis manos, mi lengua, mi boca cuiden de tus pechos, tu sexo o ese bonito culo que tienes.

-¿Quieres cuidarme? -El agua había ayudado.

-Sí, quiero cuidarte. Yo sé lo que necesitas.

-Sí, tienes razón, es que a veces me asustas…

-Pues deja ya de asustarte -Levantó lentamente la falda del vestido y me mostró su coño desnudo. Separó las piernas, mientras le pasaba una mano por la parte superior del vestido y pellizcándole uno de sus pezones.

-¡Oh, Dios! -exclamó. Había cerrado los ojos. Subí una mano por sus muslos, sobrepasé el límite de las medias, acaricié el incipiente vello del pubis, recorrí su raja con un dedo, notando como se humedecía, hinchados los labios, la humedad empezaba acumularse. Se removió acomodándose en el asiento, favoreciendo el avance y entrar dos dedos directamente en su coño. Se apretaba envolviéndome los dedos. La gente pasaba, pero no prestaban atención. Jadeaba y se movía, separando más sus piernas, una invitación a explorar, una solicitud de más, pero de golpe mi mano se apartó. De ninguna manera podía limitarme a un ámbito tan reducido como el coche.

-¿Cómo eso? Estás temblando -Mientras pasaba la mano por su cabello y la deslizaba alrededor de su garganta, los delicados músculos se contrajeron.

-¡Joder! -chilló tragando saliva. Después nos quedamos en silencio por unos momentos.

-Serás buena para mí -Dije con los dientes apretados.

-Sí… lo seré y será un placer servirte, Noa.

Nada más salir del parking le dije que abriera la guantera, envuelto en papel de regalo había un collar de bondage donde colgaba una correa, quería dejarle constancia de su posición. Me miró sonriendo, se lamió los labios y se lo puso.

-Te gusta. Vas a ser complaciente, ¿verdad?

-Sí, sí, lo seré, Noa.

-A partir de ahora dime mejor, si Ama.

-Si, Ama.

Con aquellas palabras aceptaba su posición, saber que ella era mía, que tendría su control, que estaba para servirme. Durante el trayecto la conversación se limitó a cosas vanales. Nada más entrar en casa, la empujé con mi cuerpo contra la pared, la besé bruscamente, su lengua se fundió contra la mía. Mis manos se movieron por el costado de su cuerpo, levanté el vestido acariciando sus muslos. Había estado esperando algo así durante tanto tiempo, fantaseando, preguntándome, esperando, deseando. Ahora la tenía para mí sola, así que debería dejar de perder el tiempo.

-Oh, qué Marta tan traviesa. Esto te está excitando, ¿no es así? -Mientras le indicaba entrar en la sala. La empujé contra el borde de la mesa, me miraba con desconfianza.

-Date la vuelta, inclínate sobre ella, tira del vestido y muéstrame ese culo -De pie y con el estómago apoyado en ella. Se subió lentamente la falda, hasta que la colocó sobre sus caderas. Ahora en exhibición ante mí en toda su gloria. Su trasero maduro, de curvas redondas, cubiertas por las medias sus piernas y sus muslos, firmes tensados por la posición, acaricié la parte más carnosa, era un culo delicioso.

-¿Cómo estás, mi amor? -Susurré, apoyándome contra su espalda. Suspiró cuando mis manos se deslizaron sobre la tela del vestido acariciándole los pechos.

-Me siento bien… Ama

-Pon las manos en la espalda y apóyate contra la mesa -Lo tenía todo preparado y antes de que se diera cuenta, le había esposado las muñecas y con una fina cuerda las uní a una de las argollas del collar. Ayudada por mis pies le obligué a ensanchar sus piernas, con otras argollas fijé los tobillos a las patas de la mesa. Se abrieron las nalgas, revelando el agujero desnudo de su ano, el corte sonrosado de los labios vaginales y el incipiente vello alrededor, pasé un dedo por sus pliegues y su cuerpo tembló. Intentó darse la vuelta para mirarme pero empujé su cara contra la mesa. El sonido de mi mano cuando impacto en una de las nalgas, llenó la habitación, le había golpeado con fuerza y firmeza. Dejó escapar un gemido, una vez más repetí, golpeando de lleno en la otra, sus manos instintivamente trataron de proteger su parte expuesta, cuando de nuevo golpeé.

-Serás buena para mí, ¿verdad, Marta? -Tiré de la cuerda que unía sus manos con el collar

-Sí, Ama -Con voz aguda y nerviosa. Me senté detrás de ella, en silencio, observando. Después de un tiempo ella se movió inquieta.

-Marta, lo tengo todo planeado para ti, mantén el culo bien levantado -Pasé los dedos por su trasero enrojecido, notando el calor donde había impactado. Deslicé la mano entre sus muslos, curvé los dedos y la humedad me los envolvió, frotando suavemente su clítoris, mis dedos empujando más dentro de ella. Saqué los dedos de su túnel empapado y golpeé de nuevo con fuerza. Marcas rojas sobre la piel blanca. Tiré de su cabello, levantándole la cara, jadeaba ¿placer o dolor? Con humedad en los ojos, le susurré al oído.

-¿Te gustó eso?

-Sí… Ohh, ohhh, gracias.

-¿A quién perteneces, Marta?

-Ohh, Dios mío, a ti, eres mi Ama -gimió suavemente.

-Veo que te gusta, ¿disfrutas?

-Oh Dios, por favor… por favor… mi Ama.

-Lo estás haciendo muy bien. Aunque yo decidiré. Tu dolor y tu placer están en mis manos.

Trató de mirar hacia atrás pero solo pudo echar un vistazo. Cuando con gesto juguetón deslicé un azotador por sus nalgas, empezó a retorcerse, moviendo las caderas de lado a lado, quizás para que no pudiera obtener un buen golpe. Pero pasando el azotador entre sus muslos, golpeé por primera vez la parte delantera. Su respiración se detuvo.

-Estas temblando, Marta. ¿Cómo es eso?

-Estoy un poco nerviosa… Ama, nadie me había azotado así.

-¿Que necesitas? ¿No te gusta? -Mientras golpeaba de nuevo.

-Si…

-¿Si, que?

-Si… mi Ama. Realmente no sé lo que necesito.

-Hagámoslo más agradable -Llevaba ya en aquella posición un buen tiempo. Me incliné entre sus piernas, observé el brillo entre los labios le daba la humedad de sus flujos. Por lo que deslizando el pulgar por su mojada vulva lo introduje en ella. Salió empapado, tracé una línea hasta su ano, dejando allí toda la humedad recogida. Mis dedos volvieron a su coño y usando tres recogí todo el fluido que pude, simplemente tomaba lo que tenía fuera. Los llevé de nuevo a su culo y empecé a hacer círculos con uno solo, frotando la carne externa de un color rojizo fuerte, presionando sobre el agujero, que se abría y cerraba. No costó casi nada que entrase, así que pasé a introducir el segundo, alojándolo dentro. Sus terminaciones nerviosas se dispararon rápidamente, su esfínter se contrajo alrededor de los dedos, su respiración se aceleraba cada vez más mientras tensaba los músculos de sus piernas. Mientras follaba su culo, jadeaba. Estaba excitada por la penetración. Su cuerpo se tensó y sus gemidos se elevaron.

-Te gusta esto también, ¿has practicado?

-Oh… Dios, por favor… Sí.

-¿Con alguien o tu sola? ¿Con qué?

-Si… yo sola… no te miento. Con los dedos o algún objeto.

-Y por favor ¿Qué? -En ese momento saqué los dedos.

-Por favor Ama -Por un momento se quedó inmóvil, después giró su cabeza-¿Por qué has parado?

-Porque aún no quiero que te corras… y cállate zorra.

-No me hagas esto, deja que me corra, estaba a punto…

-No y cállate.

-No me puedes hacer esto, estoy demasiado excitada…

No parecía dispuesta a callarse por las buenas. Envolví mi mano con su cabello obligándola a incorporarse a pesar de su posición, las manos y pies atados obstaculizaban sus movimientos. Arrastré mi boca alrededor de la oreja, luego por su cuello. Bruscamente le arranqué la parte superior del vestido, saltaron los botones, al aire sus pechos, las caricias en sus ya duros pezones los tensaron aún más. Me desprendí de la camiseta y del sujetador, la abracé por la espalda. Y mientras lo hacía, me sorprendió al notar que mi coño se mojaba. Empezó a gemir y con ligueras protestas, cuando con una mano le palmeé los pechos, con la otra mano envuelta alrededor de su frente evitaba que se retorciera demasiado. Al mismo momento que presioné con fuerza un pezón, hundí los dientes en ese punto sensible donde el hombro se curva hacia el cuello, marcándola, haciéndole soltar un suspiro de llanto. Sus caderas se arquearon más y apretó las nalgas contra mí.

-Estarás un poco asustada pero desde luego te noto muy cachonda.

-Creo que sí, Ama.

-Seguro que estas emocionada y ansiosa por lo que pueda venir.

-Un poco, sí… Ama.

-Es una pregunta muy simple. ¿Dime por qué estás aquí, Marta?

-Quiero estar a tu merced, siendo tu sumisa… Ama.

-¿Estás lista para más?

-Creo que sí, Ama.

-No voy hacerte más daño del que no puedas soportar, te lo prometo.

-Yo… yo quiero…

Mientras se balanceaba de un lado a otro lentamente frotando el borde de la mesa y suspirando en voz alta. Le ordené inclinarse de nuevo. Se volvió a mirarme, confundida. En respuesta, le agarré del pelo y le obligué a bajar. Trató de levantarse, pero la sostuve en ella. Tiré del resto del vestido, quedando completamente desnuda, solo el collar, las medias y los zapatos.

-Si quieres ser una sumisa, te voy a tratar como te mereces, ¿de acuerdo?

-Sí… Ama, lo que tu decidas…

Posé una mano sobre nalgas, hinqué los dedos, abriéndolas. Derramé entre ellas un relajante untándole la entrada del ano y el interior con el dedo, unté bien un plug anal, creí conveniente hacerlo por el tamaño.

-¿Qué es eso? -preguntó con voz trémula, cuando notó algo grueso y duro presionando la entrada.

-Vas a tener el honor de estrenarlo -Mientras presionaba con la punta el orificio. Éste cedió. Me estaba costando contenerme y no introducírselo de golpe, pero sabía que no podía hacer tal cosa. Necesitaba hacerlo poco a poco lentamente, dejar que el ano se fuera relajando y acomodando, que asimilara el tamaño y el grosor.

-Ohhhh. Por favor… No podré… ¿Por favor?…

-Sé que podrás, relájate.

Lo extraía un poco para volver a hundirlo, cada vez más dentro, más duro, más grueso. La otra mano le acariciaba el clítoris presionando contra el tierno botón buscándole un alivio. En el momento que entró abriéndola por completo, soltó un suspiro de llanto, luego el plug se adelgazó de golpe y permitió que el ano se cerrara sobre él. Tardo unos momentos en recuperarse.

-¿Ya está? ¿Eso es todo? -preguntó con un deje de irritación y a la vez de desafío.

-No te preocupes, todavía no.

Verla así… expuesta, vulnerable y entregada por completo al placer estaba consiguiendo que mis bragas se empaparan, necesitaba algo más. Acerqué un silloncito y la fui sentando sin sacarle el plug, le sujeté las muñecas en los reposabrazos y le mantuve las ataduras de los pies. Se movía para acomodarse su cuerpo intentaba absorber toda la sensación.

-¿Cómo se siente?

-Ummm… no estoy segura… incomoda… Ama.

-¿Duele?

-No… Ama… No… es como, no sé cómo describirlo. Se siente extraño.

Me senté sobre la mesa delante de ella, con las piernas abiertas frente a su cara.

-Me vas a lamer y luego me lo vas a devorar, ¿lo deseas, Marta?

-Sí… Ama, lo haré lo mejor que pueda -susurró desesperada.

-Sé que lo harás -Mientras le sacaba las gafas. Deslicé las piernas abiertas sobre sus hombros, su cabeza quedó entre ellas.

-Abre tu puta boca y ya puedes empezar -le ordené.

Sin suavidad ni pausa. Lamía la tela mojada de la braga, el roce de su lengua me provocaba escalofríos. Cuando miré hacia abajo y la vi, con la cara pegada en mi entrepierna, los ojos cerrados con gesto de concentración, moviéndose al ritmo de las lamidas que me prodigaba. Con los dedos aparté a un lado la tela de la braga y con la otra agarré de su cabello, empujé la cabeza, estrechándola aún más en mi intimidad, movía las caderas, me lamía, se deslizaba a lo largo de los labios, provocando su apertura, me devoraba. Cerré los ojos, gemí, para terminar restregándole mi coño por toda la cara mientras me vaciaba. Ella, estaba enrojecida y sin aliento, con la lengua hacia afuera.

-Oh, mierda -gimió, su cabeza meciéndose hacia adelante y hacia atrás.-Voy a correrme. Oh, mierda, sí… -murmuró ella, finalmente su voz se convirtió en un gemido agudo.-Oh Dios -Se mordió el labio y tragó saliva. Tiré de su cabello hacia atrás. Sus ojos se abrieron, miedo, excitación. Entre sus piernas abiertas se apreciaba su coño inundado, mojando la tapicería del silloncito.

-Sabía que te gustaría esto puta, porqué estás jodidamente mojada.

-Oh, mierda. ¿Me ha gustado?

-Quien te dio permiso.

-Por favor, Noa. Estaba tan cerca.

-Te hice una pregunta.

-Noa, por favor, Ama. Lo siento… perdóname… no sé si merezco un castigo

-Mírame, no te di permiso ¿verdad?

-No… Ama -Estaba mirándome, intentando leerme. Le abofeteé la cara sin previo aviso.

-Baja los ojos -gruñí. Tragó saliva y bajó la mirada. Salté de la mesa, observándola, disfrutando de su tensión mientras le soltaba las ataduras de las manos y de los pies. Sentada, inquieta, con una mano se colocaba el cabello detrás de la oreja.

-Puedes levantarte y aprieta bien las nalgas para no poder el plug -Lo hizo, de inmediato. Le acaricié el pelo y los hombros, sus ojos vidriosos y una forzada sonrisa, se mordió el labio. La agarré por el pelo y la obligué a arrodillarse, tirando de la correa, gateando, se retorcía incómoda, no sé si le gustaba algo tan humillante, tan degradante. Pero el hecho es que a mí me encantaba. Sus movimientos lentos y sinuosos, seductores. Sus muslos se frotaban entre sí, pechos colgando, las caderas balanceándose y en el aire su culo tratando de mantener el plug. Gateando hasta la habitación, el plug estaba a punto de salirse y termine de sacárselo.

-¡Levántate! -Tirando de la correa. Le di una palmada en el culo, dejando de nuevo una huella rosa en la nalga. Se tambaleó a un lado de la cama, le di la vuelta y la empujé para que cayera sobre el colchón, aterrizando de espaldas. Empujé sus piernas hacia atrás, haciéndolas doblar en la rodilla y con correas de cuero até las muñecas a los tobillos, las piernas separadas, abiertas, una almohada debajo de ella, culo arriba. Podía verlo todo, su coño rosado, húmedo, el ano aun palpitando por la presión del plug. Sobre la lámpara de pie de la habitación coloque un velo de color rojo, apague el resto, quedó en penumbras y de color rojizo.

-Hoy Marta, además de sumisa te convertiré en mi puta -Mientras aproveché para desnudarme del todo.

-Lo que desees, mi Ama, mi sumisión está para satisfacer tu placer.

-Eso es, querida, así será -Quería placer, ¿dolor?… bien, eso era lo que yo quería darle. En esta ocasión no serían unas pobres prácticas de humillación. Probaría su capacidad, rozaría sus límites. Le coloqué una mordaza de bola, que aceptó su colocación.

Con las dos manos oprimí sin piedad sus pechos. Pellizqué con fuerza los pezones hasta ponerlos duros y tirar de ellos como si quisiera juntar un lado con otro. Por la expresión de la cara le dolía, emitía gemidos. Pasé a su coño, el cual abrí con dos dedos. Tras encontrar el clítoris se lo pellizqué fuerte, ella se debatió sobre la cama en un intento de escapar a la tortura. Entonces sintió algo que la hizo encorvarse por completo por el dolor y lanzó un ahogado grito, lo que le permitía la mordaza. Le había atrapado el clítoris con una pinza, supongo que la sensación se le hizo insoportable y empezó a mover las piernas en un desesperado intento de que la pinza se soltase, pero más bien lo contrario, estaba bien sujeta. Gimoteaba y se retorcía. Aguantó las que le puse en los pezones unidas por una cadenita, tiré de ella, una lágrima resbaló por su mejilla. Le aflojé la mordaza.

-Quítame la pinza de abajo… por favor.

-No estás en disposición de pedir favores. De todas maneras así no se piden las cosas, puta. Si tu resistencia ha llegado al límite pídeme que pare, pero hazlo de la forma adecuada.

-Por favor mi Ama. Tu puta no puede aguantar más la pinza de abajo. Haré lo que sea, pero te ruego que me la quites.

-Muy bien guarra… pero que conste que no aguantas nada -Antes de quitarle la pinza la retorcí un poco. Quería darle a entender que el tormento pararía en realidad cuando a mi me diese la gana. Con la mirada me lo agradeció y cuando le dije que no quería oírla gritar, abrió la boca aceptando de nuevo la mordaza de bola.

-Voy a follarte duro, te sentirás llena, te lo aseguro -Aprovechando la lubricación y la dilatación cogí de nuevo el consolador anal y sin apenas preámbulos se lo inserté. Le mostré un doble dildo, que después de lubrificarlo y de introducir en mi vagina uno de los extremos, me coloque entre sus piernas, gemía lo que le permitía la mordaza y se retorcía contra mí. Aumenté la presión ligeramente y me miró. La lujuria brilló en su rostro. Como podía movía sus caderas para que estuvieran alineadas con las mías presionando hacia adelante. Las acometidas, eran fuertes, profundas, cada vez más rápidas. Un par de bofetadas y una charla sucia, la mantuvieron en un estado de constante excitación.

-¡Eres mía! -Dije con los dientes apretados. Tiraba de las pinzas de los pezones, las retorcía y las golpeaba. Pasé mi mano hasta su garganta y seguí bombeándola. Jadeaba, retorcía sus caderas contra mí, nada que hacer excepto tomar su maldito castigo, delicioso. Cerró los ojos, apretando los músculos de sus muslos. Si seguía con esto, se iba a correr pronto. Fue intenso, ella con evidencia de que se había corrido, yo me alejaba después del tercer orgasmo. Los labios externos de Marta, rojizos e hinchados, brillantes por la humedad continuaban con espasmos. Acostada a su lado, admiré mi trabajo y sabía que había más por hacer.

-¿Estás bien? -Pregunté en voz baja, mientras le quitaba la bola de la boca. Las babas resbalaban por su barbilla. Ella asintió, en silencio. No le pregunté si se había divertido, pero lo sabía, por el olfato, los fluidos y los sonidos.

-Noa ¿puedo preguntarte?

-¿Que?

-Perdón… mi Ama. ¿Me va a seguir lastimando?

-Sólo hasta que aprendas a ser una buena sumisa.

-Aprenderé… lo prometo, haré lo que sea, lo que usted pida mi Ama.

-Seguro lo harás puta, pero para eso aún falta -Mientras tiré tensando la cadena de las pinzas. Le pregunté si le dolía, si podría aguantar sin morderse los labios

-Mi Ama, si vas a seguir ¿puedes ponerme de nuevo la bola?

-De acuerdo puta, pero deja de lloriquearme -Le coloqué de nuevo la mordaza y le extraje el plug del culo, se estremeció, sus nalgas temblaron. Sus ojos se abrieron como platos cuando prendí una vela y se la acerqué. Se agitó nerviosa y contuvo la respiración, las primeras gotas de cera cayeron y se deslizaron sobre la línea que separa las ingles de los muslos.

-No te muevas si no quieres que apunte mal -dije sonriéndome.

Dejé recuperarla un poco, contrajo su vientre cuando nuevas gotas cayeron sobre el incipiente vello púbico, hacía casi un mes se lo había rasurado yo misma. Apretaba con fuerza los dientes en la mordaza. No pude evitar acercar mis labios a los suyos y besarla levemente. A pesar de sus ojos cerrados unas lágrimas aparecieron en su rostro.

En ese momento, abrí la pinza de su pezón izquierdo. Su cara se transformó en una mueca de dolor y un ahogado gemido brotó de su garganta. Cogí el maltrecho pezón y lo pellizqué suavemente para que recuperara su forma. Alguna lágrima cayó por su cara. Bajé la cabeza hasta su pecho y le lamí el pezón para calmárselo, aunque sabía que lo tendría dolorido un buen rato, hice lo mismo que con el otro. Seguidamente sus pezones recibieron las primeras gotas de cera. Se movía a pesar de sus ligaduras y para darle a entender que no lo hiciera. Coloqué otra vela encendida entre los muslos, apoyada en la zona del perineo.

-Mante las piernas abiertas, tu misma si te mueves -Nuevas gotas sobre el pubis.

Estuve observándola, no podía definir en aquellos momentos su mirada, rabia o dolor, aceptación o placer. Le desabroche la mordaza, un reguero de babas salieron entre los labios.-Ooooh joder -gimió.

-¿Estás bien? -Pregunté en voz baja. Ella asintió, en silencio.

-Te has portado muy bien, no me lo hubiera esperado de ti.

-Sí… Ama, entregarme a tu sumisión no me ha importado -Dijo con los ojos llorosos

-Deseas algo, ¿qué te gustaría?

-Ama… tengo miedo… por lo que tengo entre las piernas.

-No te gusta su calorcito -Gotas de cera empezaban a deslizarse a lo largo de la vela rozando los labios vaginales y se acercaban a la entrada del ano.

-Preferiría el calor de tu coño frotándose con el mío.

-Eres una zorra ansiosa, está bien -Apagué la vela.

-Si, mi Ama, soy una zorra ansiosa.

Me enderecé golpeándole primero una mejilla y después la otra, pasé los dedos por los rojizos e hinchados labios vaginales y con la uña rasgué una línea hasta la entrada del ano.

-Ohhh joder… por favor -Me miraba fijamente a los ojos.

-¿Por favor que zorra?

-Por favor… Ama. Necesito más. Por favor.

-Me gusta cuando me suplicas -Mientras tiraba de ella por la cintura, las ataduras le impedían moverse libremente, separé aún más sus piernas y colocándome sobre ella, frotando con placer los dos coños, me sentía a gusto.

Ella me sonrió y dijo: -Te gusta, ¿no?

-Sí, que sientes tú -le respondí

-Ama… Mucho placer en mi sumiso coño.

-¿Te estas acercando? -Mientras tiraba de sus pezones con fuerza.

-¡Sí! Gritó apretándose contra mí tan fuerte como podía.

-¡Córrete, puta!… deja que tu coño se corra dentro del mío -Se retorcía, apretaba fuerte.

-¡Siiii! Uuufff… -Estaba gimiendo cada vez más y respiraba profundamente, golpeaba con fuerza contra mi coño.

Me gusta prolongar el placer, quería retrasarlo pero fue inútil.

Flujo vaginal corría entre nuestras piernas. Cuando me aparté a un lado ella estaba como desmayada. Pasados unos minutos le solté las manos, se recuperó en silencio, besó mi frente, me abrazó y acurrucó la cabeza entre mis pechos. Me gustó tenerla así, me sentía poderosa en su mente y en su cuerpo, me había encantó dominarla. Finalmente, en mis brazos se quedó dormida y sus labios pegados a un pezón.

Dulce rendición.

 

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