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Elisa y su colega informático

La luz se colaba por las rendijas de la persiana anunciando un día soleado, un paréntesis de buen tiempo después de días de lluvia y viento.

Elisa abrió los ojos, suprimió un bostezo y sacando los brazos fuera del edredón se estiró. Luego, poco a poco, tomo conciencia de que era sábado y tenía un día de descanso por delante. Primero desayunaría chocolate en polvo del 70% y luego retomaría la construcción de un puzzle de 1500 piezas que aguardaba a medio hacer sobre la mesa del saloncito.

Se levantó, abrió la persiana y miró hacia el parque. Un pájaro posado en un árbol cercano empezó a piar mientras ella se llevaba la mano atrás para rascarse la nalga. No contenta con el resultado, metió la mano bajo el pijama, deslizó el dedo a lo largo de la rajita del culete, y volvió a rascarse sintiendo el tacto de la tierna piel.

Pensó en Miguel. El informático de su oficina, con sus gafas de marco cuadrado, su rostro de tez pálida y barba a medio crecer, su camiseta negra con pictogramas japoneses y sus pantalones vaqueros medio caídos que, cuando se agachaba, dejaban a la vista el nacimiento de la raja del culo.

El chico no era especialmente atractivo, tenía cinco años menos que ella y estaba medio en su mundo friki. Sin embargo, por lo poco que habían hablado, sabía que no tenía pareja, su vida era un tanto aburrida y su mayor objetivo parecía ver el nuevo capítulo de una serie de fantasía.

Seguro que era de los que se masturbaban. No había otra opción. Ella misma hacía ya casi medio año que no estaba con un chico, bueno, la última vez había sido una chica en su caso. La experiencia no le había gustado demasiado, pero, al fin y al cabo, había habido carne contra la que restregar su cuerpo y besos, eso sí, muy mejorables.

Volvió a pensar en Miguel. ¿Qué haría cuando no veía series?, ¿se masturbaría enfrente de su portátil viendo como enculaban a una chica disfrazada de guerrera? Durante unos minutos la imagen de su colega jugando con el pene ocupó su mente y un ramalazo de corriente subió por su entrepierna.

“El desayuno” pensó para centrarse.

Las horas pasaron rápido enfrascada como estaba en culminar el puzzle.

A eso de la una tomó una decisión.

Fue en busca del móvil y buscó el número de Miguel.

Le llamó.

Hablaron un par de minutos antes de que Elisa formalizara la invitación a ver la serie en su casa y merendar. El informático aceptó y la anfitriona respiró aliviada. La alternativa a que viniese el chico era de lo más patético, leer una novela erótica y tratar de masturbarse. Bueno, a lo mejor no pasaba nada entre ellos, pero si ese era el caso, no sería porque ella no lo hubiese intentado.

A las cinco se duchó y se puso unos pantalones blancos de andar por casa que dejaban a la vista los tobillos y una camiseta que vestía el hombro derecho y dejaba desnudo el izquierdo, el escote en pico era generoso sin llegar a ser escandaloso. Debajo, como ropa interior, optó por un sujetador bordado y un tanga.

A la hora señalada el timbre sonó y Elisa abrió la puerta. Fuera estaba Miguel, con una de sus camisetas negras, pantalones vaqueros recién lavados y zapatillas de colores.

– Esto es para beber. No sabía que traer. – dijo entregando una botella de vino blanco.

Se le notaba nervioso.

Elisa cogió la botella y la dejó en la mesa al tiempo que decía.

-pasa, pasa. –

Miguel entró, se quitó los zapatos y luego empezó a quitarse la chaqueta. En ese momento se acercó la anfitriona e intercambiaron, con algo de torpeza, un par de besos en las mejillas.

“Se ha echado colonia.” pensó Elisa recreándose con el aroma masculino.

– Ponte cómodo.

El chico se acercó al saloncito.

– Bonito puzzle.

– Sí, ya falta menos… ¿quieres tomar algo? … ¿O abrimos el vino? Tiene muy buena pinta.

Abrieron el vino, se sentaron en el sillón y empezaron a hablar de todo.

– La serie está a punto de empezar. – dijo la mujer levantándose para encender la tele.

– Sí… esto, el baño.

– Es verdad, que no te he dicho nada. Mira, el baño está aquí y esta es mi habitación.

Miguel asomó la cabeza y echó un vistazo alrededor.

– Aquí la de invitados, que la tengo un poco desordenada… y bueno, la cocina y eso es todo.

– Está bien. – comentó el invitado.

Luego entró en el baño.

Elisa oyó el sonido de la orina y luego el ruido de la cadena.

– Bueno, va a empezar.

– Sí, aquí tengo algo de picar… pizza?

– vale.

Los dos se sentaron en el sofá, frente a ellos una mesita con la pizza y el vino.

Durante veinte minutos comieron la pizza y bebieron vino mientras hacían comentarios. Luego la acción en la serie se hizo más lenta.

– Con lo bien que iba, menudo rollo de discurso. – dijo Elisa algo contentilla.

– Ya. – respondió Miguel mirando los pechos de su colega.

– Oye… y si apagamos la tele. – intervino la chica.

– vale… y que podemos hacer.

Elisa pulsó el botón del mando y luego se reclinó en el sofa.

– No sé… te apetece que te dé un beso.

Miguel tragó saliva y se ruborizó ligeramente.

– Bueno, solo si te apetece. – dijo Elisa mirándole con intensidad.

El chico reaccionó tomando la iniciativa y besó en los labios a su compañera.

– sabes a vino. – dijo

– ¿qué?

– que te voy a dar otro.

Esta vez la cogió suavemente por el cuello y juntó su boca con pasión. Elisa gimió y abrió la boca dejando entrar la lengua para que ambas lenguas danzaran mojadas en saliva. El sabor era embriagador y adictivo y ninguno de los dos quería romper el hechizo.

Cuando las bocas se separaron ya no había marcha atrás. Miguel quitó la camiseta de Elisa y Elisa hizo lo propio con la de Miguel. Luego se abrazaron sintiendo sus cuerpos.

Miguel la besó el cuello creando un escalofrío que estremeció el cuerpo de la muchacha.

El sostén sobraba y los pezones pronto estuvieron a la vista, acariciados por el aire, firmes, excitables.

Miguel se quitó el pantalón y la mano de Elisa terminó de acariciar la espalda masculina perdiéndose bajo los calzoncillos y notando la humedad que manaba de la raja del trasero masculino.

El chico no esperó a que Elisa se desnudase. Deslizó ambas manos bajo sus pantalones y agarró con ternura las nalgas de la joven mientras susurraba en su oído.

“Oye, no tienes bragas… eres una niña traviesa y papá te va a castigar.”

Elisa respondió a las palabras contoneando el trasero y acercando su pecho a la boca de su amante que no dudó en chuparlo haciéndola gemir.

Luego se levantó, se quitó los pantalones y el tanga y giró sobre si misma. Miguel, sentado, presentaba una erección considerable. Haciendo un gesto con el dedo, invitó a su anfitriona a que se acostase sobre sus rodillas.

– Me vas a dar una azotaina. – dijo fingiendo voz de niña pillada en falta.

Miguel la tomó por la mano y tiró de ella hasta que quedó en posición. Luego, le dio cuatro nalgadas y comenzó a darle besitos en el trasero.

Elisa se reincorporó, se arrodilló frente al chico y le quitó los calzoncillos. Bajó la cabeza y comenzó a chuparle el pene.

Él estiró un brazo y con la mano toco el culo de la muchacha para luego introducir un dedo en su sexo húmedo.

– ¿Puedo? – preguntó Elisa acercando su coño a la verga palpitante.

– Adelante. – respondió el informático.

El pene se abrió camino con facilidad mientras la espalda de la mujer se arqueaba recorrida por una corriente de placer.

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