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Me hallo esperándote sentado en un banco de un parque. Es de noche. Se te han antojado unos gofres, me lo dijiste por teléfono antes de quedar. Y claro, si mi preciosa quiere gofres, le doy gofres. Estoy con unos gofres en una bolsa.

No sé por qué, pero me siento nervioso. Esas mariposas en el estómago y tu recuerdo. Estoy deseando que llegues. No me da tiempo a pensarlo y te veo aparecer por el parque. Me levanto y voy hacia a ti. Esas mariposas las noto más que nunca, joder. Llevas una camiseta con un buen escote y una falda corta preciosa junto con unas medias negras con encajes.

En cuanto llego a ti, te rodeo con mis brazos y te miro a los ojos durante unos segundos antes de comenzar a comerte a besos y decirte que te echaba de menos. Tú, me callas a besos, besos, besos y más besos. Tus carnosos labios me ahogan en un gran placer.

Me separo un segundo y te ofrezco dar un paseo por el parque. Asientes con la cabeza y me coges de la mano. Entrelazo mis dedos con los tuyos y comenzamos el paseo.

Ese día te muestras radiante. Estás mejor que nunca, preciosa, risueña y desprendes buenas vibraciones.

Llegamos a una zona de césped y me siento. Doy un par de palmadas en el suelo para invitarte a sentarte. Te sientas algo descuidadamente y tu falda se mueve, dándome visión de tus braguitas (negras de encaje, por cierto. Me gustan). Te sientas prácticamente pegada a mí y comienzas a hacerme cosquillas. De cosquillas pasan a ser caricias. De caricias a meternos mano levemente. Y de eso, a casi desnudarnos ahí en medio, pero recordamos que estamos en un parque, y aunque sea de noche, no deja de serlo.

Tras estar un buen rato tonteando en el suelo, decidimos ir a casa y terminar allí la noche. Estamos bastante excitados y voy intentando disimular mi erección por la calle, y eso te va haciendo gracia. Bromeas sobre ello hasta que llegamos a mi casa.

“No te atrevas a bromear una vez más sobre eso…” digo sonrojado.

Vamos entrando y tú tienes una sonrisa picarona que te delata. Y tengo razón. Nada más entrar, me sueltas un “vaya erección, colega…” seguido de unas risas.

Entonces no me lo pienso dos veces y corriendo te agarro del culo y comienzo a besarte el cuello. Te quedas impresionada. Sueltas un par de gemidos y rápidamente freno en seco, te pongo a prueba. Veo que vas acercando tus labios a los míos. Yo me alejo y te susurro que cierres los ojos. Los cierras y suavemente te cojo de las manos. Te conduzco hasta mi habitación. Cierro la puerta y te siento en la cama. Me quito la camiseta y los pantalones silenciosamente.

“No abras los ojos, ¿eh?” te digo. Bajo hasta abajo la persiana para que no entre luz de la calle y me aseguro de que estamos totalmente a oscuras.

Ahora vuelvo a por ti. Te tumbo lentamente en la cama y voy acariciando tu cuello y te muerdo el labio inferior. Comienzas a acelerar tu respiración en cuanto mis manos se acercan a tus pechos. Maldita ropa, me impide tocar tu cuerpo físicamente.

Sin mucho esfuerzo, te bajo los tirantes y te ayudo a pasar los brazos para quitarte la camiseta. Ahora solo queda tu sujetador. Pero no quiero ir tan deprisa, quiero que me ruegues que te folle, que te haga gritar, que te de placer.

Vuelvo a besar tu cuello y voy bajando en línea recta, pasando por tu pecho, tu barriga y parándome por donde comienza tu falda, por el obligo. Me ayudo de mis manos para bajar poco a poco tu falda. Respiro muy cerca de tu piel y eso provoca que se te ponga de gallina. Llevas tus manos a mi cabeza y la empujas contra tu zona púbica.

“Suelta… no seas mala” susurro tranquilamente.

Debido a que en el rato que sigo con mi labor no paras quieta, decido atarte las manos a la cama con unas esposas.

Ahora te tengo, eres mía. Así que ahora te bajo rápidamente la falda de un tirón y la tiro al suelo. Una cosa menos.

Acerco mi cara a tu vagina y desde ahí puedo notar el calor que desprende. Empiezo a pasar mi mano derecha por encima de las bragas y no se me hace difícil notar lo mojada que estás. Eso me excita más. Con la mano libre, bajo tu sujetador y te dejo las tetas fuera y comienzo a juguetear con ellas, las aprieto, toco los pezones que cada vez están más duros, las acaricio…

Llega un momento en el que me pides que quieres que te folle, así, literalmente. Me lo ruegas. Estoy masturbándote y cierras las piernas para no dejarme. Quieres follar, quieres follar YA.

Me río y por una vez te hago caso. Termino de bajarte las bragas, te quito el sujetador y por último, me quito el calzoncillo.

Comienzo a frotar mi polla en tu coño, simulando el sexo. Te beso, te meto la lengua en la boca y al terminar de besarte te muerdo el labio.

Me echo hacia atrás, cojo mi pene, lo apunto hacia tu vagina y aprieto. Ya estoy dentro. Y conforme más entro, más te encorvas y gimes.

Me tumbo sobre ti y te callo besándote. Comienzo a ir más deprisa, hago movimientos circulares en los que tú también me acompañas con tus caderas. Aprieto mi pecho contra el tuyo. Me encanta sentirlas así, es una sensación maravillosa, pero maravillosa estás tú.

Ahora voy lo más rápido que puedo y también voy mordiéndote los pezones levemente. Cada vez gimes más, sueltas algún que otro grito. Te encanta, lo sé.

Cuando veo que estás a punto de llegar al orgasmo, paro y saco mi pene. Ahora quiero sexo oral.

Pero hoy me toca ponerme encima a mí, y eso hago. Con cuidado me pongo sobre ti y te dejo prácticamente mi pene en tu cara. Tendrás que apañártelas sin manos, es lo que hay.

Yo meto mi lengua en tu coño, te masturbo el clítoris y con mis manos voy acariciando tus piernas. Adoro el tacto de las medias. De repente, noto que te has metido completamente mi pene en la boca y te mueves como si me follase a tu boca. Me encanta. Decido ir a la vez que tú. Voy muy deprisa, y en cuanto noto que vas a llegar de nuevo, me freno en seco y me quito de encima de ti.

Vuelvo a ponerme como antes y te penetro directamente, no me ando con chiquitas. Te penetro más fuerte y rápido que nunca. “¿Te gusta?” pregunto cuando estoy cerca del orgasmo. “¡Sí!” me gritas. Gimes cada vez más. Vas a llegar. Oh sí, vas a tener un orgasmo. Me echo hacia atrás y sin dejar de penetrarte, te masturbo el clítoris rápidamente. Gritas unas pocas veces y de repente resoplas muy lentamente. Te quedas muerta. Aunque yo sigo algo más para yo llegar, pero no es mi idea correrme, así que te desato, comienzo a besarte y me tumbo. “Cómemela” te ordeno. Me obedeces y te pones a ello. Me haces una felación de ensueño y con tus manos me tocas los abdominales y el pecho. Cuando ves que voy a llegar, te la metes entera y comienzas a chupármela muy deprisa. Al fin me corro…

Llevas unos segundos limpiándote y limpiándome y te tumbas a mi lado. Me abrazas y me susurras que ha sido perfecto

Al final, esos gofres se quedaron en la cocina para comérnoslos en otro momento.

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