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Solos tú y yo

Después de un día agotador de trabajo, solo quería llegar a mi hogar y darme un baño para liberar la tensión. Con esa idea en mente salí de la oficina. Antes de llegar a mi hogar hice una parada para comprar todo lo necesario para ese baño ideal. Compre velas aromáticas de rosas al igual que un gel de baño y un gel de burbujas. Adicional compre una botella de champagne, media docena de rosas rojas, mis chocolates favoritos y una novela erótica para estimular mi apetito sexual. Hacía dos semanas que no compartía con mi pareja ya que estaba en unos seminarios fuera del país.

Llegué a mi hogar coloqué las bolsas en la mesa del comedor y sin percatarme que alguien me observaba. Para mi sorpresa cuando levanté mi mirada ahí estaba ese hombre que me hace feliz solo con su presencia. Lo abracé y besé esa sonrisa que me encanta contemplar. Ambos nos miramos con dulzura mientras nuestras manos expresaban cuanto nos habíamos extrañado. Subió la vista y noto las bolsas que había dejado en la mesa. Me soltó no sin antes darme un beso en la frente y fue a ver el contenido de los paquetes.

Sin mediar palabras colocó el champagne junto con dos copas en el congelador. Lo demás lo llevo al baño menos las rosas y los chocolates. Las rosa con mucha delicadeza le quitó los pétalos y los colocó en un envase mientras los chocolates le quitó la envoltura los sirvió en un platito. Mientras él hacía estas tareas lo observaba en silencio de vez en cuando me sonreía y me tiraba una guiñada; yo solo le sonreía. Luego se llevó las cosas nuevamente al baño. Desde lugar donde me encontraba pude escuchar el agua correr. Me levanté de la silla prepara el envase para la champagne con hielo y lo coloque en el congelador.

Mi compañero me llamó al baño, esté estaba listo con las velas encendidas, los pétalos en la tina flotando, música instrumental de fondo y una mesita al lado de la bañera con los chocolates a mi alcance. Me tomo de la mano y comenzó a quitarme la ropa pieza por pieza y mientras con sus labios marcaba cada rincón de piel expuesta. Con la caballerosidad que lo distingue me ayudó entrar a la bañera. El agua estaba caliente justo lo que mi cuerpo necesitaba. Salió a buscar lo que faltaba y cuando llego al baño ya estaba desnudo para acompañarme en la tina; mordí mis labios al ver su cuerpo fornido. Nos sirvió el líquido burbujeante, tomó el libro y se acomodó conmigo. Me recosté en su pecho mientras él comenzó la deleitarme con su voz suave. Leía cada página con un temple de tranquilidad y dulzura. La vibración de su voz la sentía en mi cuerpo eso hacía que mi piel se erizara.

Mientras leía mi mente recreaba cada escena y mi mano libre buscaba esos lugares donde sabía que encontraría placer. Entre la voz de él, la música, yo dejaba escapar suspiros y gemidos de pura satisfacción. De momento solo escuchaba la música y mi propia voz. Él dejó a un lado el libro y la copa y sus manos encontraron refugio en mis senos y sus labios en mi cuello. Dejé escapar un grito pequeño de sorpresa al sentir sus manos en mi cuerpo. Era excitante sentir como sus manos acariciaban y jugaban con mis senos y esa boca hacia lo que le daba la gana con mi cuello. Sentía como su lengua recorría esa área y sus dientes mordían suavemente mi oreja. Mis dedos no dejaban de moverse dentro de mí. Mis movimientos iban a par con los que él ejercía en mis senos. Las yemas de sus dedos trazaban ricas líneas en mis pezones. Cada caricia aumentaba mi excitación y entrecortaba mi respiración. Una mano de él se encontró con la mía en mi feminidad y sus dedos invadieron mi interior conquistando y desterrando los míos. Mis dedos rápido invadieron un lugar y se adueñaron de mi clítoris. El placer dominaba mi cuerpo estaba al punto de colapsar por el delicioso orgasmo que me consumía de adentro hacia afuera. Mi cuerpo dejó salir aquel orgasmo de mi interior desbordando en los dedos de aquel hombre que leía mi cuerpo como si fuera su libro favorito.

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