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ASEDIO SENSUAL (Capítulo 2): UNA IMPROVISADA ESCENA

La llamada de su agente pilló por sorpresa a Cobie, pues no esperaba estar en una superproducción de Hollywood tan inesperadamente. Y no era una película cualquiera, sino un nuevo filme del agente 007. No podía creerlo, pero eso significaba que ELLA sería Chica Bond. Su ego ya estaba bastante satisfecho tras vencer a Evangeline Lilly, contra todo pronóstico, en los premios televisivos más importantes del año, por lo que esta nueva satisfacción hacía que la canadiense se sintiese inmensamente feliz, y orgullosa de sí misma.

– Chica Bond –murmuró, dejándose caer en el sofá-. Eso sí que es sexy.

Cuando Eva colgó, sintió unas ganas increíbles de llamar a Cobie Smulders. Tres meses atrás, su compatriota le había arrebatado un premio que creía que le pertenecía, y aún no había sido capaz de devolverle el “favor”. Lo único que había hecho en estos meses era rodar varios anuncios de Loreal, sintiendo que cada movimiento de cabello y que cada mirada a cámara iban destinados a Cobie. Al menos así podía lanzarle algo de su feminidad, tan dañada tras la última gala de premios.

Pero ahora tenía algo DE VERDAD para presumir ante esa engreída de ojos azules: acababa de enterarse de que iba a participar en la nueva película de James Bond. Si creía que con unos anuncios de champú podía mostrar su sensualidad a Cobie, ahora sentía que la otra canadiense, literalmente, se moriría de envidia al verla como Chica Bond. Ya pensaba en todos los gestos que haría ante la cámara, todos y cada uno de ellos dedicados a Cobie Smulders…

– Chica Bond –sonrió-. Vaya, eso sí que es sexy.

Cobie llegó al rodaje de Starfoil, la última superproducción del cine mundial, con una sonrisa en los labios. Acababa de recibir el guión, pero aún no había podido echarle un vistazo. El set había sido montado en el desierto, a varias millas de la ciudad más cercana, para rodar algunas escenas claves del inicio de la película. El sitio era extremadamente caluroso, seco y molesto para el cutis de Cobie. Bajándose del jeep, le presentaron a algunas de las personas más importantes del proyecto antes de llevarla a su camerino privado: una caravana no muy espaciosa, y desde luego, no tan glamurosa como esperaba para una Chica Bond.

La canadiense ocultó su enojo ante tal desfachatez y entró en la caravana, queriendo descansar un poco y prepararse su primera escena con tranquilidad. Como esperaba, el interior no era gran cosa, transmitiendo una sensación de agobio por la estrechez del sitio.

– Al menos, tengo mi propio baño –dijo, viendo más allá de la puerta entreabierta  del fondo, donde asomaba un angosto baño-. Desde luego, el dinero de la película no se ha destinado al confort de las estrellas.

Cobie pasó junto a la mesa que recorría toda la pared derecha de la caravana, esquivando un par de sillas y una pequeña nevera hasta alcanzar el baño. Abrió del todo la puerta, y se colocó ante el espejo. Se retocó el pelo, mirando cuánto había afectado el sol a su piel. Entonces se dio cuenta de que había otra puerta en el baño, justo en la pared contraria por la que había entrado.

– ¿Y esto? –se preguntó, abriendo la puerta. Al otro lado había otro camerino, idéntico al suyo. Cobie recordó que había visto otra entrada en el exterior de la caravana-. Así que tengo que compartir baño y caravana con otro actor –maldijo-. Al menos espero que sea chica.

El sombrero de ala ancha que Eva llevaba en la cabeza era un auténtico alivio para ella. El sol era realmente duro en el desierto, especialmente en esta época del año. Ya había conocido al director, y acababan de entregarle el guión, que parecía tan secreto como el de Lost. Ansiosa por leer sus primeras escenas, siguió a su guía hasta la caravana que sería su camerino. No era algo que le agradara, pero no quería quejarse en su primer día. Ya había tenido bastantes problemas durante el rodaje de Lost por sus continuas quejas…

Entrando, Eva dejó su sombrero en la mesa, haciendo un gesto de disgusto ante la estrechez del sitio. La cama plegable que había en la pared contraria de la mesa le pareció el colmo, por lo que decidió refrescarse el rostro antes de leer el guión.

– Espero que esa puerta sea la del baño –gruñó, caminando hacia adelante-. Lo único que falta es que no haya agua.

La mano de Eva tiró del pomo, pero la puerta no se movió. La canadiense insistió, pero fue en vano.

– ¡Está ocupado! ¿O es que no lo ves? –una enojada voz femenina llegó desde el otro lado de la puerta.

– Perdona, pero éste es mi camerino –replicó Eva, molesta.

– Y el mío también, nena.

– No me llames eso –se quejó Eva, recordando cuánto odiaba que algunos compañeros de Lost la llamasen así-. Y abre, tengo que lavarme la cara.

– No hasta que termine de arreglarme –dijo la voz, mostrando poca paciencia en su tono.

Eva se mantuvo ante la puerta, moviendo su pie derecho con impaciencia. Cruzó los brazos bajo el pecho, y enarcó una ceja con enojo. ¿Quién se creía esa tía que era? ¡Estaba hablando con la protagonista de la película! ¡Con la nueva Chica Bond!

Al fin, se oyó un pestillo abrirse, y Eva agarró el pomo de la puerta con ganas de verle la cara a esa engreída. Su muñeca giró, y la puerta se abrió ante ella. Al ver a su ocupante, abrió la boca con sorpresa, y su gesto fue repetido por la otra mujer.

– ¡Tú! –dijeron al unísono, incrédulas.

– ¿Qué demonios haces aquí? –dijo Eva.

 ¡No deberías estar aquí! –clamó Cobie al mismo tiempo que su rival hablaba.

La primera escena de la película se empezó a rodar esa misma noche, alrededor de unas antorchas y unos pequeños focos de apoyo para darle a la escena el clima necesario. Sentadas una al lado de la otra, cada una en su silla, Eva y Cobie releían su diálogo mientras otros actores rodaban una escena de acción. Malhumoradas, apenas podían creer lo que el director les había dicho antes, cuando las dos lo habían abordado para aclarar el papel de cada una en la película.

Ambas sois Chicas Bond”, las palabras del hombre aún resonaban en la mente de Eva. “¡Vaya estupidez!”.

Según les había explicado, Cobie interpretaría a Lara, una intrépida agente del FBI que colaboraba con Bond, mientras que Eva sería Mina, una valiente sheriff de un pueblo minero del desierto que ayudaba a 007 en la búsqueda de Starfoil, un misterioso mafioso amante de la esgrima y de las mujeres más bellas del mundo.

Al menos estoy por encima suya en rango”, se consoló Cobie, repasando la primera escena que rodaría. El coche de Lara se estropeaba en mitad del desierto, y Mina la encontraba en su ronda nocturna. Tras el diálogo, ambas iban al pueblo de Mina en su jeep, donde se encontrarían a Bond. El triángulo amoroso ya empezaba a olerse, y Cobie esperaba, o más bien deseaba, que su personaje fuera el que embelesara al agente.

– ¿Listas, chicas? –dijo el director, mientras rápidamente dos mujeres daban los últimos retoques de maquillaje a las actrices.

–  –dijo Eva.

– Siempre lo estoy –soltó Cobie, y Eva le lanzó una mirada hostil, sin saber quién demonios se creía que era. La intención de Cobie con esa frase era desestabilizar a Eva, y sin saberlo, estaba lográndolo.

– ¿Problemas con el coche, señorita? –dijo Eva, en el papel de Mina. Acababa de descender de su jeep, y miraba con sospecha a la extraña.

– Sí, parece que el desierto no es sitio para un coche oficial del FBI–contestó Cobie, sacando su placa-. Agente Hudson, Lara Hudson.

– Soy la sheriff del lugar. Puedes llamarme Mina –Eva se acercó a Cobie, con la mano puesta en su pistola enfundada-. ¿Qué hace una agente federal por aquí?

– No es asunto tuyo, nena –dijo Cobie, y durante un segundo el cuerpo de Eva tembló. La otra actriz había incluido la palabra “nena” sin que viniera en el guión. Por supuesto, los actores tenían cierta libertad en los diálogos, siempre que se ciñeran a la base de los mismos. Pero por la cara de satisfacción que puso Cobie, Eva supo que su rival estaba atacándola, sabiendo que no podría hacer nada en público.

– Soy la sheriff, y todo lo que sucede aquí es asunto mío, “guapa” –Eva terminó su frase con un clarísimo tono irónico. Cobie sabía que las hostilidades entre ambas habían empezado, pues Eva había mordido su anzuelo. Desde luego, ella había ganado el premio a la mejor actriz, así que no temía nada de esta engreída, pues tenía el argumento perfecto para humillarla.

– Ya veo –Cobie sacó pecho, llevándose la mano a su propia arma.

– Eso no está en el guión, ¿qué hacen? –susurró uno de los productores, pero el director lo hizo callar con un gesto.

– Déjalas, están sintiendo el papel… ¡es perfecto!

– Será mejor que apartes tu mano del arma, agente, o tendrás que pasar la noche en el calabozo.

– ¿Vas a llamar a tus hombres para que me detengan… nena?

– ¡Tensión entre las dos protagonistas! ¡Es lo que le faltaba al guión! –susurró otro de los productores-. ¡Hemos dado con la clave! ¿Cómo no lo hemos pensado?

– No necesito a nadie más… perra federal –gruñó Eva, harta de los insultos velados de Cobie. El rostro de la otra canadiense mostró sorpresa ante la inesperada ofensa, pero ni ella ni nadie en el rodaje se esperaba el siguiente movimiento de Eva: su mano derecha embistió como una serpiente del desierto contra el rostro de Cobie, que sintió el calor de la bofetada en su mejilla izquierda antes de caer sobre la arena. Algunas personas del equipo saltaron de sus sillas, dispuestas a interferir, pero el director y algunos productores los frenaron.

– ¡La escena es buena! Dejadlas, a ver dónde nos lleva esto. ¡No dejéis de rodar! –dijo a los cámaras.

Mientras, Eva había cogido sus esposas, agachándose sobre Cobie para esposarla. La mujer derribada apenas podía creer que esa puta la hubiera golpeado delante de todos, y que nadie hubiera acudido en su ayuda. Con su zurda puesta en su dolorida mejilla, que ya notaba enrojecer, Cobie vio a Eva sobre ella, amenazante con sus esposas. Entonces, notó la arena contra su mano derecha, y tuvo una idea.

– ¿Vas a venir conmigo ahora, engreída, o voy a tener que…? ¡Ouh! –la frase de Eva fue interrumpida cuando Cobie lanzó arena a su rostro. Cegada, Eva retrocedió entre quejas, mientras Cobie se levantó de un salto. De reojo, vio que todo el equipo seguía atentamente la escena, sin interrumpirlas, y grabando aún.

“Perfecto”, se dijo, cerrando su puño. “Así que todo vale”.

Eva se frotaba los ojos, intentando aclarar su visión, pero repentinamente sintió una devastadora explosión en su cara. Gritando de dolor, tropezó atrás, y su trasero chocó contra su jeep. Entonces, su cerebro le transmitió qué había sido ese potente golpe: un puñetazo de su rival. Notó que su nariz palpitaba, y por lo que sentía en sus labios, creía que estaba sangrando. Por fortuna, sus ojos llorosos empezaban a ver, aunque borrosamente.

Cobie, mientras tanto, se agachó pare recoger las esposas que se le habían caído a Eva. Deseaba seguir golpeando a su oponente, pero ya iba a ser difícil de explicar cómo la tensa conversación del guión había dado paso a un intercambio de golpes como para complicar la cosa con una paliza a otra mujer. Además, su puño le dolía terriblemente, y le estaba costando fingir que no le había afectado dar ese golpe.

– Bueno… -Cobie dudó un momento, pues había estado a punto de llamar a Eva por su nombre real-. Sheriff, golpear a un agente federal es un grave delito –la mujer agarró ambas manos de Eva, decidida a darle la vuelta para estamparla contra el jeep y esposarla-. Así aprenderás a… ¡ugh!

Todos los que observaban la escena se llevaron las manos a la cabeza, doloridos por el inesperado movimiento de Eva. La actriz, al sentir el agarre de su oponente, a la que veía a través de su mirada llorosa, lanzó adelante su cabeza, y el choque de frentes sonó terriblemente fuerte y óseo. Cobie y Eva gimieron de dolor, llevándose las manos a la cabeza mientras las esposas caían de nuevo a la arena.

– ¡Puta! –gruñó Cobie, tambaleándose hacia atrás con lágrimas brillando en sus ojos claros.

– Creo que tendremos que eliminar algunos insultos –opinó de nuevo el primer productor, que no estaba muy convencido del valor cinéfilo de la nueva escena.

Eva, ansiosa de venganza, dio un par de pasos adelante, aún atontada por el cabezazo. Sus manos estaban sobre su frente, pero a través de sus dedos, vio a Cobie frente a ella. Parecía aturdida, por lo que decidió aprovechar el momento para acabar la pelea. Viendo que su rival estaba levemente espatarrada, pensó en patearle la entrepierna, pero sabía que nada podría justificar tal agresión ante el resto del equipo. Si seguían sin interferir, significaba que aceptaban la escena, pero eso no la autorizaba a hacer cualquier cosa. Rápidamente, pensó en la escenificación, intentando obviar el odio absoluto que sentía en ese momento hacia Cobie.

– ¡Quedas detenida! –gritó, agarrándola del cabello con su mano izquierda. De un tirón, derribó a Cobie, que gimió de dolor ante el repentino ataque. Eva, sin soltar la melena castaña de su enemiga, se arrodilló ante ella, y sacó su arma. Obviamente, la pistola no era real, pero Eva creyó que Cobie tendría que actuar como si lo fuera, por lo que la pelea terminaría ahí y ahora, con ella como vencedora. Pero antes de que pudiera siquiera apuntar a Cobie, ésta levantó su rodilla y golpeó la mano armada de Eva. Con un grito de sorpresa, Eva perdió su pistola y, antes de que pudiera reaccionar, las dos manos de Cobie se hundieron en su largo cabello suave. Agarrada por ambos lados de la cabeza, Eva no pudo evitar que Cobie la derribara sobre la arena del desierto. Enseguida sintió el cuerpo de su contrincante sobre ella, y al levantar la vista, vio rabia e ira en sus ojos. No sabía cómo terminaría esta lucha, pero estaba claro que a partir de aquí, la relación entre ambas iba a ser tensa y traicionera. Habían iniciado un camino del que no había vuelta atrás: cuesta abajo y sin frenos.

Cobie, pensando lo mismo que Eva segundos antes, refrenó su deseo de destrozar a Eva allí mismo, y agarró su pistola falsa, preparada para acabar con la escena… escena en más de un sentido. Pero Eva fue tan rápida como ella misma antes, y alzando su rodilla, la clavó en el vientre de su rival. La boca de Cobie formó un círculo perfecto ante el repentino golpe, mientras sus pulmones quedaban vacíos de aire. Su mano sin fuerza dejó caer la pistola, mientras Eva hundía su mano libre sobre su sedoso cabello. Agarradas mutuamente por ambos lados de sus caras, las actrices empezaron a rodar por la arena del desierto, a un lado y otro, intentando vencer en esta improvisada pelea. Sabiendo que estaban siendo grabadas, y que esta escena seguramente iría en la película que verían millones de personas en el mundo, ambas dieron todo por el triunfo final, desesperadas ante una posible humillante derrota. También por ello, Eva y Cobie intentaron no gritar más de la cuenta, no queriendo mostrar debilidad alguna ante las cámaras. Convirtieron sus gritos en gemidos de dolor y esfuerzo, pero algún que otro férreo tirón de pelo logró sacar un agudo chillido cargado de angustia.

Con los dientes apretados y los llorosos ojos fijos en la mirada de la rival, las dos bellas canadienses chocaron contra el coche “estropeado” del personaje de Cobie. Sus cuerpos, tan llenos de arena que apenas se distinguían sus uniformes, quedaron sobre sus costados, con Eva arrinconada contra el automóvil. Al notar cómo su antagonista intentaba escapar para seguir rodando en la otra dirección, Cobie empujó su cuerpo adelante, aplastándolo contra el cuerpo delgado de Eva, que gruñó ante la asfixiante sensación. Incómodas, las dos actrices reajustaron sus cabezas, quedando mejilla a mejilla, aunque con dos de sus puños, que aún agarraban la otra melena igualmente castaña e igualmente larga, entre ambas caras. Al mismo tiempo, aunque angustiadas por la incertidumbre de la pelea, las féminas se dieron cuenta de que estaban tan cerca del otro oído que podían decirse todo lo que pensaban sin que nadie se diera cuenta.

– Zorra, voy a patear tu culo de una vez por todas –susurró Cobie.

– No antes de que te arranque hasta el último de tus pelos, furcia –masculló Eva.

– Inténtalo, porque estoy deseando hacer lo mismo con tu bonita melena.

Eva gimió ante la mayor presión de los dedos de Cobie en sus cabellos, y replicó con un duro tirón sobre los filamentos llenos de arena de su rival. Entonces, tras disfrutar con el caliente gemido que la otra canadiense soltó sobre su oreja, ella giró su cabeza casi imperceptiblemente para traer sus jugosos labios contra el lóbulo de la oreja de Cobie.

– ¿Por qué no terminamos con esta jodida escena y seguimos con esto en nuestra caravana? –desafió-. Así podremos hacernos TODO lo que queramos.

– No te atreverás a hacerme frente a solas –replicó Cobie, con sus labios ahora rozando la oreja de Eva, que tembló ante la sensación como la propia Cobie-. Esto ha sido solo un calentamiento comparado con lo que puedo HACERTE cuando nadie esté mirándonos.

– Quiero ver de lo que eres capaz a solas, puta.

– Lo verás, guarra.

Entonces, repentinamente, Cobie soltó a Eva y agarró sus manos, apartándolas de su cabello. Eva esperó el ataque, pero en lugar de ello, su rival rodó lejos de ella. Dándose cuenta de lo que pretendía, Eva se levantó rápidamente y saltó adelante. Las dos canadienses agarraron sus propias pistolas a la vez y, girándose desde el suelo, se apuntaron mutuamente. Las puntas de sus armas quedaron a escasos centímetros del otro entrecejo. El silencio reinó en la noche del desierto, roto solamente por los jadeos agotados de ambas bellezas cubiertas de arena y sudor.

Al fin, el director reaccionó, y miró al actor que hacía de Bond. Con un gesto, le dijo que entrase en escena.

– ¿Pero qué quieres que…?

– Improvisa, como ellas. Hay que llevarlas al pueblo –dijo el director, angustiado por perder la magia de la escena.

Con un gesto de impotencia, el actor entró en escena, desatascando el tenso momento para que ambas mujeres dejaran en tablas su duelo personal. Montándose en el jeep de la sheriff, los tres abandonaron la escena antes de que los aplausos de los presentes llenaran la noche.

Exhaustas tras la dura escena, Cobie y Eva fueron recibidas como heroínas ante el resto de los trabajadores del filme. Ambas mintieron, comentando que la escena no había sido una improvisación, sino que lo habían ensayado anteriormente y que habían querido mostrársela al director y a los productores en directo. No sabían si todos creyeron esa versión, pero de una forma u otra la escena había sido tan buena que poco parecía importar. Eva se sintió feliz al darse cuenta de que no tenía el labio partido. Aparte de alguna magulladura y alguna marca roja, ni una ni otra habían salido malparadas de la violenta reyerta. Aunque el agotamiento muscular era extremo, y tanto Eva como Cobie empezaron a arrepentirse de haber retado a la otra a un nuevo enfrentamiento esa misma noche. De hecho, ya habían terminado por esa noche, por lo que las dos iban a encontrarse a solas en solamente unos minutos, en un duelo en el que ninguna sabía si podría mantenerse mucho tiempo.

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