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Matemáticas no da problemas.

Carlos era un cincuentón profesor de matemáticas, calvo de ojos claros, no era mal parecido y hacía varios años vivía solo. Le gustaba la pornografía  suave, era fetichista de los pies femeninos, sobre todo de adolescentes.

Disfrutaba en su clase donde la mayoría eran chicas y cuando podía las miraba con disimulo imaginando mil historias.

Una de ellas, Cecilia de 18 años, delgada y apenas 1,55 de estatura, se había  percatado de que cuando ella se cruzaba de piernas Carlos la obserbava de reojo, con miradas rápidas y descubrió un día al jugar con su zapato en la punta del pie que el profesor no le quitaba la vista de lo que hacía y se confundía al dar la clase.

Ella había visto en internet esas actitudes y ya sabía que el profe era el típico fetichista adorador de pies.

Un día Carlos se le acerca para comentarle sus malas notas y que estaba a punto de perder la exoneración de la materia teniendo que dar exámen de la misma.

– Pero profe, matemáticas no es de mi agrado, no puede ser más indulgente conmigo?

Le dijo mientras ponía cara de niña inocente.

El la miró y se lanzó!

– Cecilia, quizás podría hacer algo…por qué no pasas por mi casa y lo conversamos?

El profesor sabía que estaba entrando en un terreno peligroso y prohibido por proponerle eso a una menor de edad pero cuando se dio cuenta…ya era tarde.

Sus palabras ya estaban dichas y no había marcha atrás, sobre todo cuando Cecilia le respondió:

– Mmmmm….ok…esta tardecita paso por su casa.

Luego de lo cual volvió a su asiento dejando al veterano profesor con la sangre en el ojo, excitadísimo pensando en lo que podría pasar esa tarde.

Al llegar las 7 tocaron a su puerta y corrió presuroso a abrirla.

Era Cecilia, vestida totalmente diferente al uniforme que usaba en clase.

Un top resaltando sus pequeños pero firmes pechos, un pantaloncito corto de jean, aunque no hacía frío llevaba puestas medias de nylon muy finas y cazaba unas zapatillas deportivas. Muy moderna y actual de acuerdo a su edad.

Se había soltado el cabello y se había puesto un tenue brillo de labios color rosa.

Carlos al verla casi se desmaya, su corazón palpitó a mil por hora y la invitó a pasar.

Cecilia sabía donde se metía y enseguida de entrar a su casa se quitó sus tenis y se sentó en un sillón con las piernas hacia un lado sobre el mismo.

– Le gustan mis pies profe? (le dijo mientras sonreía inocentemente).

Sin responder él se puso de rodillas ante ella y tomó uno de sus pies acariciándolo.

Casi enseguida intentó besárselo. Cecilia lo miraba y cuando los labios del profe estaban por hacer contacto con sus pie le puso el mismo en la calva cabeza y lo empujó hacia atrás, aciéndolo caer de espalda.

– Espere profe, no se apresure. Quiero tomar algo antes…que tiene?

– Hay…coca cola…en el refrigerador. (dijo algo atontado por la reacción de su alumna).

Ella se levantó rápidamente y fue a buscarla. Al cabo de unos minutos volvió con 2 vasos.

– Tome profe!

– Gra…gracias…

Carlos se bebió el líquido del vaso de un sorbo, lo que había pasado le había dejado nervioso.

Al cabo de unos minutos empezó a sentirse mareado y sin darse cuenta quedó dormido sobre su asiento. Al rato unas bofetadas hicieron que se despertara y darse cuenta que todo había cambiado. Se encontraba desnudo, de rodillas y atadas sus manos con las medias de Cecilia al respaldo de una silla. Ella lo miraba parada frente a él y entonces le dijo:

– Estúpido, te acabo de tomar varias fotos con mi cel. Te pensabas que te ibas a salir con la tuya y abusar de mí? jajajaja…Imbécil…eres patético! Pensabas besar mis pies y mírate como estás…a mi merced…jajajaja…Te diré lo que harás…me promoverás de clase si no quieres que tus fotos circulen por las redes sociales.

Y ahora me voy pero antes…quiero dejarte un pequeño regalo…

El profesor estaba avergonzado y asustado por lo que podría pasar, hasta pensaba en perder su empleo.

En eso pensaba cuando llegó el regalo de Cecilia.

La chica llevó su pierna hacia atrás y enseguida descargó una impresionante patada en los testículos del profesor que hicieron que éste lanzara un agudo quejido de dolor.

Literalmente le destrozó los huevos.

Hecho esto lo desató y lo dejó tirado en el piso doblado en posición fetal sollozando muerto de dolor. Luego se calzó sus tenis y salió de la casa con una amplia sonrisa, sabiendo que matemáticas ese año no sería un problema.

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