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Adiós a mi inocencia (Segunda parte)

Por fin llegó el fin de semana tan esperado. Hoy es sábado y tuve una noche reparadora, me siento muy bien y con muchas energías para gastar. Sin embargo, mis nervios siguen sin control. Ráfagas de escalofríos, invaden mi cuerpo. Ayer, Claudio me dijo que no podía fallarle, que ese era el compromiso. No puedes dejarme mal ante mis amigos, sentenció duramente. Para mí, tus deseos son mandatos que siempre cumpliré al de la letra, le repliqué. Además, entiendo, que eso fortalece tu naturaleza de macho dominante, agregue escuetamente. Pero, continué diciendo… si yo fuera una mujer verdadera, estoy seguro que no te habrías comprometido a socializar con esos pervertidos de tus amigotes, reclame algo molesto.

Me miró fijamente, y después de un largo silencio, unió sus palabras: La última novia que tuve, me rogó que le diera el gusto de realizar una antigua fantasía. ¿Qué fantasía?, pregunté ansioso. De hacer el amor con mis mejores amigos, contestó. Y ¿lo hiciste cariño mío?, exclamé con asombro. Sí, respondió… pero, lamentablemente, ella se enamoró de uno de mis amigos. ¿De quién?, pregunté con impaciencia. De uno de los que vienen a gozar mañana. ¿De cuál de los dos?, lo interrogue. ¿De quién crees tú? No lo sé, respondí, con la inquietud de saber. Guardó silencio. Y, con una ira hipócrita, le dije, entonces, me estás usando para uno de tus experimentos… ¡De ninguna manera!, protestó irritado. Y, entonces, ¿Qué?

Me quiero demostrar a mi mismo, que los sentimientos del amor, son superiores a las relaciones carnales…

Pero, cariño malo, las relaciones sexuales, desencadenan nuevos, y a veces, potentes sentimientos misteriosos, justifique tímidamente…

¡Eso es verdad!, afirmó con seguridad experimental.

Pero entonces, es ahí donde empieza la libre competencia que justifica la infidelidad, sugerí con mucho cuidado para no herirlo con crueldad…

Así es, lo aprendí directamente de las palabras de mi novia, cuando me despedí para siempre. En mi corta historia con ella no hay vuelta atrás, sentenció con amargura. ¿Por qué, cariño?, susurré con espanto. Porque ella, reveló la parte débil de mi teoría sobre el amor…

¡Qué horror!, repliqué!… por favor Claudito, explícame eso, para estar más relajado mañana…

Me comentó, que ella, durante toda la noche de orgía, sólo tuvo profundos orgasmos con uno de sus amigos y que, ¡¡¡siempre fue igual cuando la montábamos… sea con dulzura o locura!!!

Mi cuerpo estaba lleno de sensaciones extrañas, deseos y pensamientos. Me da vuelta todo lo que conversamos ayer. Me fui al dormitorio, abrí un cajón y tomé todos los calzones que había comprado. Los puse todos ordenadamente sobre la cama. Todos eran hermosos. Pero, tomé uno de color amarillo porque me llamó la atención un detalle. En la parte superior y a un costado, tenía bordado dos pequeños corazones entrelazados. Me los puse y me vestí.

En pocos minutos estaba en su casa. Almorzamos tranquilamente y bebimos una copita de vino. Después, nos fuimos a descansar al dormitorio. Recostados sobre la cama, dormimos casi una hora. Él se despertó primero, se desvistió sigilosamente sin darme cuenta y comenzó a jugar con su sexo en mi cara. Regaloneé unos pocos instantes más, pero la calentura me obligó a abrir los ojos… ¡Qué hermoso y grande está!, exclame con gusto. Lo tomé con mis dos manos, estando acostado todavía, y lo besé con ternura maternal.

Me senté en la cama y rápidamente comencé a desnudarme. Cuando me iba a bajar los calzones, me interrumpió, ordenando que los dejara puesto.

¿Por qué? reclamé, quiero volver a ser tuya otra vez… continué diciendo.

Claudio me miró con dudas en la cara, y dijo: ¡no debes olvidar en ningún momento, que esta noche te romperemos el trasero entre los tres!

Eso hice, desde ese mismo instante. Me senté al borde de la cama, frente a él que estaba de pie. Comencé a lamer su sexo, mientras con mis manos acariciaba su cintura. Entre abrí mi boca para humedecerlo con los jugos de mi lengua. Lo empape, a lo largo y ancho de todo su maravilloso espesor, durante mucho tiempo. Los dedos de sus manos, se entretenían en mi pelo, deslizándose por la nuca y extendiéndose de lado a lado por mis hombros…

Aludes de placer interminables, nos envolvieron con intermitentes jadeos que retumbaban en las paredes de las bocas… Sin embargo, no podía dejar de pensar en la orgia que viviría esa noche y, una y otra vez, en el macho que le hizo expulsar, repetidos orgasmos a la puta de su exnovia.

Pero, Claudio me hacía volver a la realidad, interrumpiendo mis pensamientos y sensaciones eróticas…

Ahora, tenía anclado en mi boca, su grueso y duro sexo. Sentía sus palpitaciones apresuradas, atrapadas en las paredes húmedas de la garganta. Las primeras gotitas de su savia se deslizaron dulcemente al interior de mi cuerpo caliente…

Mientras él, empujaba y retrocedía. Atragantado, sentí que me encontraba entre dos mundos. No sabía cuál de los dos era más verdadero…

Cerré los ojos por algunos momentos, y sentí que mis nalgas se abrieron infinita vez más que la vez anterior con Claudio, y que su fastidioso amigo, que aún no conocía, me penetraba sin permiso. Entonces, mi cuerpo se convulsionó varias veces y mis calzones amarillos, sentí que se mojaron. Con espanto y vergüenza, abandoné ese mundo. Abrí los ojos y vi como Claudio, desesperadamente bombea mi boca, para después de algunos instantes, agarrado de mi pelo, lanza a chorros su sustancia más íntima para que la bebiera. Eso hice… Me la tomé toda, hasta el último sorbo con angustia…

Mientras degustaba su delicioso manjar, me di cuenta que el pervertido del Claudio, me había convertido en una puta caliente que sólo podría saciar su hambre en orgias.

¡Un mundo nuevo se abrió ante mi!

De pronto, volví a mis cabales. Con su sexo aún dentro de mi boca, succionaba desesperado las últimas migajas del pastel, con los brazos entrelazados a su cintura. Lo retiró con un solo y único movimiento, y vio como mis calzones amarillos estaban empapados, mojando el brillo del piso del dormitorio. Me miró y dijo: veo, que gozaste mucho más que el otro día… ¡Si…! le dije, esta vez fue muchísimo más intenso. Pero, sólo yo sabía porque había sido más intenso y misterioso…

Nos duchamos juntos, me vestí y me fui. Desde la puerta de su casa, me dijo a viva voz: ¡Te espero de vuelta a las nueve de la noche!

¡Sí!, le grité…

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