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Al principio fue curiosidad

Hace tiempo que todos los días, al volver de la escuela donde curso el último año de la preparatoria, recibo los piropos cada vez más subidos de tono de un vecino que vive a dos casas de la mía y mis padres…

Oí que lo llaman don Antonio, que tiene setenta años y que es viudo… Es alto y flaco, siempre vestido de oscuro y con una boina negra…

Viene diciéndome cosas como:

-Qué lindo sos, nene…

-¡Qué carita! ¡Qué cuerpo tenés!

-Quiero comerme ese culito…

Al principio pensé en contarles a mis padres y que ellos lo denunciaran a la policía, pero algo me detuvo y ese algo, no quiero mentirme ni mentirles a ustedes, es lo que empecé a sentir: miedo y ganas al mismo tiempo, curiosidad…

Anoche decidí hacer algo y hoy lo hice, con todo el miedo del mundo pero lo hice y les adelanto que mi culo ha perdido su virginidad…

Cuando volví del colegio don Antonio estaba en la puerta de su casa, vestido de oscuro y con su boina negra, como siempre, pero hoy había algo nuevo: conversaba con una vecina a la que conocíamos como doña Herondina, de unos cincuenta años, más o menos, de estatura normal y corpulenta, aunque bien formada, con el cabello cortado a lo varón y teñido de rojo…

Cuando estuve casi junto a ellos escuché que don Antonio decía:

-¿Ve lo que le dije, doña Herondina?… ¿Ha visto usted un chico tan lindo como éste?…

-Ay, no don Antonio… ¡Es increíble!…

Entonces me detuve:

-Ho… Hola… Buen día, don Antonio… Buen día, doña Herondina…

Parecieron asombrados, pero doña Herondina fue la primera en reaccionar…

-Hola, precioso…

-Está haciendo frío acá… Vamos adentro, ¿eh, nene?… –sugirió don Antonio… -y nos metimos en la casa conmigo entre los dos…

Tras la puerta de calle había un pasillo estrecho con una habitación a la derecha y luego el baño y otro cuarto a la izquierda…

-Ahí, la primera puerta de la derecha, nene… ¿Cómo te llamás?…

-Jorge, donde Antonio…

-Lindo nombre para un lindo chico, ¿y cuántos años tenés?…

-Dieciocho… -y ya estábamos en el dormitorio, con ellos dos pegados a mí…

Creo que debo describirme antes de seguir contándoles… Soy de estatura media, con un cuerpo delgadito y esbelto, con algunas… bueno, con algunas…algunas cosas casi femeninas, como mi culo, por ejemplo, empinado, redondito y firme, o mis caderas, de curvas leves pero notorias por lo fino de la cintura, o mis piernas largas, de rodillas finas y muslos llenos y bien torneados, mórbidos, sin la musculatura típica de los varones y cubiertos por una suavísima pelusita apenas perceptible sobre la piel clara y tersa… Tengo facciones delicadas, ojos grandes y oscuros y el pelo castaño, espeso y enrulado…

Bueno, retomo la narración cuando estábamos, como les dije, en el dormitorio, donde había una cama grande, una mesita de noche sobre el costado derecho y una ventana a través de la cual pude ver parte del fondo de la casa…

-No perdamos tiempo, Antonio… -sugirió doña Herondina y don Antonio emitió una risita:

-Jejeje, tiene razón, señora… A ver, Jorgito… Sacate todo…

-Ay, don Antonio…

-Vamos, nene, obedecé… -intervino doña Herondina con tono amenazante y obedecí, ganado por el miedo y comprendiendo que no ganaría nada con resistirme…

Me fui sacando todo sin poder controlar el temblor que agitaba mis manos y todo mi cuerpo… Cuando estuve sin nada vi que don Antonio se tocaba la entrepierna y su pantalón empezaba a abultar ahí…

Herondina carraspeó y me dijo: -Sos increíblemente lindo, Jorgito…

No supe que decir y entonces ella agregó: -¿Qué se dice, nene?

-N… No sé, señora… No sé… -murmuré confundido…

-Se dice gracias, cuando a uno lo elogian se dice gracias…

-S… sí, pe… perdón, señora… gra…gracias…

-Mmmhhh, me parece que a vos hace falta educación, Jorgito…

-N… no sé, señora, yo…

-Sí, nene, hace falta educarte, enseñarte modales y comportamientos y voy a encargarme de eso…

Yo la escuchaba con asombro y una rara excitación… ¿Qué era eso de educarme?… Mis padres me habían educado, pero tengo que admitir que de una manera relativa, sin mucha exigencia y nada de rigor… Y entonces me pregunté: ¿es rigor lo que yo necesito?…

Mientras tanto don Antonio se había quitado toda la ropa y se veía flaco, con las clavículas y las costillas marcadas bajo la piel lechosa y ajada… Y… su pija… su pija bien erecta de la cual yo no podía apartar mis ojos…

(continuará)

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