-¿Le parece que hay que educarlo, señora? –dudó don Antonio…
-Escuche, Antonio, ¿usted quiere cogérselo hoy, una sola vez, o tenerlo cada vez que se le antoje? –preguntó doña Herondina…
-¡No, claro que quiero seguir cogiéndomelo!…
-Bueno, entonces se lo voy a educar y que el nene vaya en cuatro patas a echarse a sus pies, como un buen perrito, cada vez que usted lo llame…
Yo los escuchaba asombrado y muy caliente, tengo que reconocerlo…
-Acá, nene, echate acá boca abajo… -me ordenó la señora Herondina sentada en el borde la cama señalando sus rodillas…
-No, pero…
-Cerrá el hocico y obedéceme, nene…
Y le obedecí…
Una vez echado boca abajo sobre sus rodillas ella me dijo:
-Pedime perdón, Jorgito…
-No, pero… ¿po… porqué, señora?…
-Ay, ay, ay, Jorgito, ¡qué maleducado sos!… Pedime perdón por esto, por retobarte, por protestar… -me dijo mientras me acariciaba las nalgas…
-Sí… Sí, señora, pe… perdón…
-Bien, Jorgito, muy bien… Ahora mami te va a castigar por haber sido un nene malo…
-Sí…
-¿Te arrepentís de haber sido un nene malo?…
-Sí… sí, señora, sí…
-Querés ser un nene bueno?…
-Síiiii…
-¿Querés hacer y dejarte hacer todo lo que don Antonio quiera?…
-Sí, señora, sí… Todo…
Yo ya no daba más de la calentura que sentía, de las ganas imperiosas de que esa mujer empezara a pegarme en la cola hasta dejármela hirviendo… Y empezó…
Me pegaba en una nalga y enseguida en la otra… ¡Qué pesada era su mano!… ¡Y qué delicioso era ese dolor que me provocaba!…
Yo gemía y jadeaba totalmente entregado a ese nuevo placer que estaba descubriendo…
Ella se dio cuenta y me dijo:
-Te gusta, ¿eh, Jorgito? Te gusta que te caliente el culo…
-S… sí, señora, sí…
-Sí ¿qué, Jorgito?…
-Que… que me… que me gusta…
Y mientras hablábamos ella no dejaba de pegarme y a veces hacía una pausa y yo deseaba desesperadamente que su mano volviera a caer sobre mis nalgas…
-¿Qué te gusta, nene?
-Que… que me… que me pegue…
-¿Qué te pegue en la colita?…
-Sí…
-Sos muy puto, Jorgito, putito y masoca… Querés tragar verga y que te peguen…
-Sí… ¡Síiiii!…
-Bueno, entonces decilo…
Y su mano seguía pegándome…
-Quiero… quiero que, ¡ay!… quiero que usted me… ¡ay!… me pegue en la cola y que… ¡ay!… que don Antonio me… me dé verga…
Ahí don Antonio soltó una carcajada y me dijo:
-¡Claro que te voy a dar verga, nene putito! –y agregó: -Déjemelo, Herondina, déjemelo ya que le voy a romper el culo…
Entonces la señora Herondina me hizo resbalar por sus rodillas y caí al piso, de donde don Antonio me levantó agarrándome de los pelos…
-¡Arrodillate, putito! ¡Primero me la vas a chupar! ¡Me vas a sacar toda la leche y vas a tragar hasta la última gota1 ¡¿Oìste?!
-S… sí, don Antonio, yo… yo hago todo lo que usted quiera…
La señora Herondina emitió una risita y dijo:
-Bueno, Antonio, ya ve lo bien dispuesto que está el nene, listo para ser usado a fondo…
-Sí, y así lo voy a usar… Vamos, nene, abrí el hocico…
Y lo abrí y él me metió su verga y empecé a chuparla disfrutando de su sabor mientras la señora Herondina me acariciaba las nalgas, las entreabría y hurgaba mi agujerito con un dedo… Entre los dos me estaban volviendo loco de placer…
-Chupá, chupá… Bien, putito, muy bien… -repetía don Antonio mientras doña Herondina me había metido el dedo en el culo y lo movía en redondo y de adelante hacia atrás mientras me besaba en el cuello y en los hombros y me decía:
-Qué putito sos, Jorgito… ¡Qué putito sos!…
¡Sí!… ¡Soy muy putito!… Adoro esa verga bien dura que me invade la boca… Adoro el dedo que va y viene por mi culo… Ruego que don Antonio acabe y me llene la boca de su leche…
(Continuará)