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Camarero facilón (2): Mi jefe

Lo que me pasó con el hombre que fue a jugar a la máquina tragaperras, era muy heavy. Pero peor fue irme a mi casa con la duda de si mi jefe había visto algo.

Al día siguiente fui a trabajar de los nervios, nada más entrar vi a Manolo, mi jefe, detrás de la barra. Manolo estaba entre los cuarenta y cinco y lo cincuenta. Bien conservado. De vez en cuando lo veía llegar al bar con la mochila del gimnasio. De pelo moreno con alguna cana y barba poblada pero cuidada. Medía cerca de un metro noventa, siempre que me ponía a su lado me intimidaba y ese día más aún.

—Hola Fer, ¿algún problema ayer con el cierre? —preguntó mirándome.

—Hola, no, no, ¿qué problema iba a ver?

Fui directo al pequeño almacén para cambiarme de ropa, más nervioso aun que antes.

El día fue regular, las dos primeras horas no daba pie con bola, tiré varios vasos y una bandeja llena de cosas. Mi jefe solía ir por el bar, pero siempre se metía por la parte del almacén donde tiene un pequeño despacho o se sentaba en alguna mesa, pero ese día estuvo todo el tiempo dentro de la barra. Y la barra era estrecha… vamos, que estuve todo el rato rozándome con él.

Con el trajín de gente se me olvidó un poco la situación y pude centrarme en el trabajo, pero en cuanto el bar se vació y solo estábamos mi jefe y yo, bueno… y el cocinero, empezó todo.

—¿Le sacaron ayer algo a la tragaperras? —Preguntó.

—¿Eh? Pues no me fijé —me sudaban las manos.

—Vaya, era por haberle echado algo a ver si me da el premio. Tú que dices, ¿le echo a ver? —Me miraba fijamente con una sonrisa en los labios.

—Se supone que no debes echarle a la máquina, te pueden multar si te pillan —dije mientras recargaba la nevera de refrescos.

Los dueños y trabajadores no pueden jugar a las máquinas de su lugar de trabajo, ya que tendrían ventaja sobre si la maquina tiene más o menos dinero.

—Está cerrado ya ¿quién se iba a enterar? Además… no me importa el premio que me pueda dar la máquina, prefiero otro tipo de premio —se acercó a mí y me tocó el brazo.

—Yo… ¿Qué haces?

—¿Qué pasa? Sí lo prefieres me la saco y te meo el suelo.

Joder, lo había visto todo, estaba claro.

—No, no sé qué me pasó, no volverá a pasar te lo prometo.

Manolo soltó una carcajada y me agarró el culo.

—Tranquilo, hace tiempo que sé que eres un poco puta. He visto a clientes esperarte a la salida y he visto como alguna vez has tardado más de la cuenta en el baño… ¿Te gusta comerla en el baño en horas de trabajo?

Metió la mano dentro de mi pantalón y coló un par de dedos por el elástico del calzoncillo.

Estaba dentro de la barra, con la nevera de los refrescos abierta a medio rellenar y mi jefe que me sacaba casi dos cabezas frente a mí, con su mano dentro de mi pantalón. Bajó más la mano y con un dedo tocó mi entrada. Di un respingo.

—Está Brahim en la cocina —dije tragando saliva.

Coló su dedo en mi ano y me hizo ponerme de puntillas. Se me escapó un gemido.

—Ayer no te follaron el culo, pero hoy te lo voy a reventar —sacó el dedo de mi interior y se alejó de mí.

Entró a la cocina para preguntarle a Brahim cuanto le quedaba. Este le dijo que estaba terminando de fregar y mi jefe le dijo que se diera prisa.

Cuando Brahim terminó de fregar y de cambiarse, yo ya lo tenía todo hecho también. Salió del cuartito, me miró con una expresión extraña y se despidió.

Manolo vino hacia a mí y me agarró de los dos brazos.

—Putita, que ganas te tengo —me comió la boca y me mordió el labio inferior— arrodíllate.

Obedecí y me puse de rodillas ante él. Lo miré desde abajo. Joder, como deseaba comérsela. Me ponía demasiado.

Me acarició los labios con su dedo pulgar, me hizo separarlos y escupió dentro.

—Bájame la cremallera, venga.

Se la bajé y dejé caer el pantalón. Estaba duro y a duras penas podía contener el slip semejante rabo. Le pasé la lengua por encima de la tela y su gemido me indicó que le gustaba. Tiré de su ropa interior y liberé su polla que chocó con su barriga.

—Buufff —dije cuando se la vi.

—Te gusta ¿eh? Pues venga, come.

Le lamí el capullo y deslicé mi lengua por todo su tronco. Que pollón tenía mi jefe. Lo miré y lo vi con la cabeza echada hacia atrás, resoplando.

Me agarró de la nuca y empezó a meterme centímetro a centímetro todo lo que me cabía. No paró hasta que no me dio una arcada, a pocos centímetros de sus huevos.

—Casi te la tragas entera. Tendría que haberte dado polla antes, pero no te preocupes… recuperare el tiempo perdido.

Yo no podía hablar, mi jefe seguía follándome la boca.

Cuando se cansó de que se la comiera, me levantó y me dio la vuelta. Empujándome contra la caja registradora que casi cae al suelo.

—Ten cuidado donde te apoyas —me dio un azote en el culo para a continuación desabrocharme el botón desde atrás y dejar caer mi pantalón, seguido del calzoncillo— madre mía, como me lo voy a pasar con tu culo.

Terminó de quitarse el pantalón que lo tenía en los tobillos, se quitó la camisa y me indicó que me desnudara yo también del todo.

Ahí estábamos, mi jefe y yo desnudos detrás de la barra. La imagen era brutal y me abalancé a comérsela de nuevo con ganas.

—Quieeeto —dijo riendo— ya sé que tienes ganas de polla, pero ahora la quiero en tu culo, levanta.

Salimos de la barra y Manolo me dijo que me subiera a una de las mesas y me pusiera a cuatro patas. Lo hice y empezó a comerme el culo. Al sentir su lengua húmeda en mi ano, apretando por entrar, se me erizó la piel y comencé a soltar bastante precum sobre la mesa en la que al día siguiente comería alguien.

Apoyé la cabeza en la mesa y fui a abrirme las nalgas con las manos, pero mi jefe no me dejó, me las apartó y me dio dos sonoros azotes que me hicieron gritar.

—Baja —me dijo— túmbate boca arriba y arrima el culo al filo.

Me sentía una puta ahí en mitad del bar, desnudo, ofreciéndole mi culo.

Escupió en mi ano y metió un dedo de golpe. Grité más por la impresión que por el dolor, no me lo esperaba.

—Como tragas, te han tenido que follar bien —metió otro dedo más.

—Algo me han follado, si —lo miré y le sonreí.

Ya está… ya estaba fuera de mí, ya se había apoderado mi parte putón, la cual cada vez me costaba más mantener a raya.

—¿Cuánto tiempo llevas trabajando para mí?

—Dos años va a hacer en breve —respondí dando un respingo, ya que no dejaba de sacar y meter los dedos.

—Dos años —hundió todo lo que pudo los dedos— en los que te he tenido a mi alcance sin usarte —los sacó.

Volvió a escupir en mi entrada y se escupió también en la polla, la guio hasta mi entrada, me agarró de la cintura y me preguntó si estaba preparado. Lo miré y cuando le iba a decir que sí, que estaba preparado, me la metió de una. Sentí sus huevos en mi culo y esa vez si grité de dolor. Me había roto.

—Joder, que burro eres me has destrozado el culo. Que eso no es un coño.

—Eso te gustaría a ti, tener coño. Cállate ya— me dio un guantazo que me pilló por sorpresa, pero que me gustó— te dije que te iba a reventar.

La sacó entera y volvió a ensartármela de una. Joder, me estaba haciendo polvo, le decía que lo hiciera un poco más despacio, pero lo único que conseguía era que me diera más guantazos y eso parecía ponerle aún más.

—Dos años pagando a una puta y sin follármela. Ahora por el mismo sueldo, aparte de trabajar de camarero te voy a follar cuando quiera, lo sabes, ¿verdad?

No respondí. Estaba agarrado a la mesa con las dos manos, aguantando sus embestidas.

—Responde cuando te haga una pregunta —me escupió en la cara.

—Sssí, sí, seré tu puta por el mismo sueldo.

—Ya lo sabía yo.

Con su polla dentro de mí, se inclinó y comenzó a morderme un pezón. Empecé a gemir con fuerza, eso me ponía demasiado cerdo. Siguió subiendo su cabeza y cuando su boca se quedó a escasos centímetros de la mía, pensando que me iba a besar la abrí, para recibir un escupitajo en mi lengua.

—¿Que pensabas que te iba a besar? —Soltó una carcajada, la cual cortó de golpe cuando sonó su teléfono móvil.

Me la sacó y fue en busca de su teléfono móvil, que estaba sobre la barra. Me fui a levantar, pero me dijo que no me moviera justo antes de descolgar.

—Dime Sofía… —se acercó de nuevo a mi— sí, sí… —me metió el capullo en el culo y me tapó la boca con mano— no, pero he tenido lio… —seguía metiéndomela poco a poc — sí, no tardo. —Colgó y dejó el teléfono sobre la mesa.

Me agarró las piernas y se puso mis pies a sus hombros, agarrándolos y empezando un mete saca cada vez más rápido.

—Me encantaría quedarme toda la noche dándote polla, pero me acaba de llamar mi mujer, así que tengo que terminar rápido.

Joder, no sabía yo en ese momento que mi jefe tuviera ese movimiento de cadera, me estaba llevando al cielo. Qué manera de follar, que ritmo, que embestidas… que manera de bufar cuando empezó a correrse dentro de mí.

—Venga, vámonos —dijo sacándomela del culo aun goteando.

—Espera que me limpie un poco, que me has llenado de leche.

—Que te vistas ya, no voy a follarte el culo en un mete saca rápido para que ahora tú te entretengas en limpiarte.

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