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El hijo del concejal: La noche amenaza

Al salir, nos encontramos con Epi; que llegaba con una camilla de las nuevas.

– ¿Habéis visto que maravilla? Solo le falta el GPS…

– ¡Jajaja!

– ¡Bueno! ¿qué?… ¿puedo llevármelo, ya?…

– ¡Si!, ya hemos terminado.

– ¡Por cierto!, Jose. Que me ha parecido, que los de Rayos estaban esperándote.

– ¡Joder!, que cabeza. Mira que me lo dijo dos, o tres veces. Se va a poner suave.

– ¿Quien?, dijo David.

– ¡Gabi!…

… ayer, me dijo, que hoy me iban a necesitar a primera hora. Y me lo pidió, por favor, tío.

– ¡Joder!, Jose…

… como te gusta cagarla, tío. ¡Siempre andas igual!.

Salí corriendo, y tuve la suerte de pillar el ascensor que bajaba, con las puertas abiertas. Y al llegar abajo, lo vi en la puerta del despacho de Angel.

Empecé a contarle un cuento, que no me lo creía ni yo; y me paró en seco.

– ¡No te preocupes!, Jose. Cuando vi que no llegabas a tiempo, se lo dije a Oscar; y ya está todo solucionado ¿vale?

La verdad, es que me sentí casi feliz de oírle decir eso en ese tono; me temía lo peor.

– ¡Lo siento!, de verdad, Gabi…

– ¡Tranquilo!

Y en ese momento Angel, le invitó a pasar a su despacho.

Y no sé porqué, pero algo no me cuadraba.

Saqué mi móvil del bolsillo, y le pedí a David que bajara a la cafetería.

Y mientras llegaba, me acoplé en una mesa que quedaba libre; la cafetería estaba a tope.

En cuanto llegó, hicimos nuestro pedido, y llamamos a Susana; que solía comerse el bocata a la misma hora que nosotros.

– ¡Oye!, Susi. ¿Sabes si han hecho las paces Angel y Gabi?…

– ¡No sé!, pero yo no me preocuparía mucho, Jose.

Y se echó a reir…

– No sé porqué me da, que ahora tienen un negocio que les interesa mucho. Ya sabéis que son pareja ¿no?.

– ¿Ah, sii?… pues, yo juraría que no se hablaban…

… los he visto cruzarse un montón de veces, y…

… ¿verdad?, le dije a David

– ¡Si!, ¡si!… que yo también creía que estaban enfadados.

– ¿Conocéis a Petri?

– ¡Si!, dijo David.

Yo no la conocía.

– Pues, Petri estaba en recepción cuando se encontraron a ese chaval tirado sobre los asientos de la sala de espera de urgencias. Y fue ella, la que les avisó; porque no se habían dado cuenta.

Según me ha dicho, la reacción del Dr. Prieto, le llamó mucho a atención. Porque, estando de guardia, lo primero que hizo, fue llamar a Angel, que no sé si sabéis que acaba de entrar de jefe de planta, en la séptima, durante toda la semana, para informarle de que, el chico; y así lo dijo, estaba en urgencias, totalmente inconsciente.

Es evidente, que le conocen, y saben quién es.

Ademas, hubo un momento, en que tuvo que entrar en la cabina, para ver si el chico llevaba algún tipo de documentación; porque necesitaba sus datos para hacerle la ficha. Y pudo escuchar algunas cosas.

Parece ser, que es hijo de un concejal, amigote de ellos; y que suele desaparecer con mucha frecuencia, para joder al padre

-¿Ah, sii?…

… ¡joooder!…

– O sea, que tenemos a un chavalito, que no se corta para nada, ¿no?, dijo David.

– Un guaperas rebelde, dijo Susi, soltándo una carcajada con cara de guarrilla.

Terminamos de comernos el bocata; y David se fue a Admisión.

Susana y yo, decidimos quedarnos un ratito mas, en la cafetería; la convencí, para seguir contemplando a mi estudiante en prácticas favorito, que estaba retirando su bandeja de la mesa en la que estaba sentado, frente a nosotros.

– ¡Bueno!, yo tengo que subir a la segunda, dijo Susi; y nos levantamos para irnos.

Pero, al salir, nos cruzamos con Epi…

– ¡Oye, tío! ¿Que pasa con el de la 712?, dijo Susana…

… te lo llevaste a las 10:30 y ya son casi las 13:00. ¿Que coño le están haciendo?

– ¡Pues!, acaban de avisarme para que vaya a recogerle… ¡no te puedo decir mas!, rubia.

– Entonces yo me voy con él, Susi. ¡Luego, te cuento!

Me fui con Epi. Y al llegar a Rayos, Oscar salía apresuradamente; y un tanto cabizbajo.

– ¿Que le pasa a este?, le dije Epi.

– ¡Mira!, tío… ¡paso de ese pelota!; y me dió una palmadita en la espalda…

Y nos encontramos a Tobías, durmiendo profundamente, sobre una camilla de reconocimiento…

– Hemos tenido que darle un sedante bastante fuerte, dijo Gabi, que llegaba en ese momento. ¡Podéis subirlo ya!

– Debería de comer algo, ¿no crees?, le dije a Gabi

– ¡Claro!, Jose. Es importante que coma. La prueba ha sido mas larga de lo que pensábamos; y todavía está en ayunas.

Lo subimos a la 712. Y Epi, se fue.

No quise despertarle; me gustaba verle dormir.

¡Tiene una cara preciosa!, me dije a mi mismo, sin dejar de mirarle.

Y, además, ese cuerpazo, cubierto con una sola sábana (la sábana que le cubría permitía, sin tener que hacer mucho esfuerzo, apreciar su maravilloso cuerpo y su desnudez).

Oí el carrito de la comida, y me acerqué a la cabecera de la cama…

– Tobías, ¡despierta! Tienes que comer, chaval.

Le di algunas palmaditas en la cara…

… y también le zarandeé un poco, moviendo sus hombros…

– ¡Vamos!, chico…

… ¡despierta!

Y entró Enriqueta con la bandeja de comida.

– ¡Aquí te la dejo!, ¿vale?; y la dejó sobre la pequeña mesa que había junto a la cama.

Yo solo la miré…

– ¡Vale!

Y salió de la habitación, cerrando la puerta.

Me senté en la cama, y empecé a acariciarle la cara con gran excitación.

El chico, me encanta; y lo tenía en la cama, dormido, y con esa carita de “yo no he sido”.

Me tenía hipnotizado; mirándolo y lleno de deseo. Y me atreví a meter la mano bajo la sábana, para empezar a acariciarle el pecho.

¡Que piel, mas suave!…

… estaba calentito, calentito…

¡Que gustazo!

Pero, ¡de repente!, Susi entró; abriendo la puerta, bruscamente.

– ¡Ah!… ¿ya estáis aquí?…

… ¡menos mal.

¡Por cierto!, que tengo que pedirte un favor, Jose.

– ¿Que pasa?

– Tío, ¡por favor! Necesito que me hagas la noche. Hoy me toca de noche… ¡joder!

… pero, me ha llamado Juan Luis, para decirme que no ha conseguido que nadie le cambie el turno, ¡imagínate! Ya sabes que es, segurata ¿no?.

– ¡No!, no lo sabía…

… pero, si necesitas que te haga la noche, no hay problema, Susi. Solo tenemos que decirselo a Nati… y que cambie los turnos.

– Es que no tengo con quién dejar a los niños, Jose… ¡de verdad!

– Que yo te lo hago, Susi… ¡tranquila!

– ¡Bueno!, pues voy a decírselo a Nati ¿vale?

– ¡Venga!

En eso, que oigo la voz de Tobías

– ¡Joder!, tío. ¡Vaya voces!…

… es que no sabéis hablar mas bajito. Estaba durmiendo, ¡coño!

Miré y me sonreí. Tobías, por fin, se había despertado.

– ¡Pues, mira! Me alegro. Porque he estado un buen rato intentando despertarte, ¿sabes?…

… que ya son las 14:00…

… y hay que comer.

Cuando abri la bandeja; y Tobías empezó a comerse el puré

– ¡Puaff!, esto no lleva sal, tío… ¡que asco!

Miré en el parte; y no había nada que hiciera referencia a que tuviera que seguir un determinado tipo de alimentación.

– ¡La verdad!, es que en el parte, no dice que tengas que seguir ningun tipo de dieta, Tobías; así que si quieres, te traigo algo de la cafetería ¿vale?

– ¡Genial, tío!… ¡te quiero!

Bajé a la cafetería y le pillé un plato de spaguettis, medio pollo asado, una ensalada; con todo lo necesario para su aderezo… y, por supuesto, un chusco de pan.

Se puso, moráo… y después de terminar de comer, me miró con esa preciosa cara, llena de felicidad; y más guapo, si cabe, que antes.

– ¡Muy rico!, todo… tío. Eres un lujazo de tío. Y me lanzó un besito.

¡Que chulo, es!… el cabrón.

Pero, ¡fffff!…

… ¡que rico!

Se dio la vuelta; y no tardó mucho en quedarse dormido, otra vez.

Recogí un poco, la habitación; y dejé la bandeja de comida encima de la mesita.

Miré el reloj; y ya eran las 14:52. Mi turno acababa a las 15:00.

Tenía que llegar a casa, comer, y procurar dormir algo, porque debería volver a las 23:00.

Le miré por ultima vez, antes de irme; y me puse cachondo viendo como ese culo se hacía notar bajo la sábana.

Cuando salí de los vestuarios, para irme a casa, me dió por subir la escalera hasta la planta baja; cosa que casi nunca hacía. No me gusta subir escaleras. Y, mira por donde, mi estudiante en prácticas favorito, subía conmigo; y me preguntó por Tobías.

– El chavalito ese, el que encontraron ayer, en urgencias… ¿que tal está?

– ¿Le conoces?

– ¡No!, pero le he visto esta mañana, cuando lo llevaban a Trauma.

– ¿Y?

– ¡Nada!, tío. No te mosquees, ¡eh!

– ¡No me mosqueo!, tío… pero, ¿como te llamas?

– Adrian

– ¡De verdad! que no me mosqueo, Adrian. Pero, es que…

… me llama la atención que te preocupe su salud, si no le conoces.

– Es un tío precioso, ¿no crees?…

Me quedé sin habla.

Le miraba; y no daba credito…

– Pero, tío…

– Yo…

… es que soy gay; y me he quedado prendado de él. ¡Perdona, mi atrevimiento! Susi me ha dicho que David y tu le conocéis… ¿no es así?

– ¡Pero, bueno!… ¿tu conoces a Susi?

– ¡Claro!, es muy amiga mía.

– ¡Haber empezado por ahí!, Adrian…

… que me has dejado loco, tío; y me eché a reir…

– ¡Si!, la verdad es que está tremendo.

– También me ha dicho que estás de noche…

… y si me vengo esta noche… ¿me dejas estar contigo? Mañana no tengo prácticas.

Esas palabras me sonaban a música celestial; y pensé en Susi…

¡Que cabrona!, como sabe agradecer lo que haces por ella.

Cuando la vea, le voy a dar un achuchón, que va a flipar.

Y me sentí completamente lleno.

– ¡Vale!, si quieres venirte esta noche. Te espero. Estaré en la séptima.

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