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El panadero del barrio

Lo que narro en este relato ocurrió cuando yo tenía 18 años, nunca había tenido relaciones con hombre aunque si tenía curiosidad al respecto, pero la verdad es que no me atrevía ni siquiera pensar en la posibilidad de hacer algo, no quería ser maricón y menos que mi familia se viera envuelta en algo así. Terminé mi educación y no pude seguir estudiando por falta de dinero, así es que me puse a trabajar. Hice distintos trabajos menores hasta que mi papá me consiguió empleo en la panadería del barrio, el dueño era don Moisés, un hombre fornido, con cara de estar siempre mal humorado y según decían trataba pésimo a sus empleados, pero no me quedaba nada otra que aceptar, en mi casa las cosas no estaban bien económicamente así es que tenía que ayudar no más.

Efectivamente Don Moisés era un hijo de puta, siempre estaba rondando por donde trabajaban los panaderos, con su cara de enojo, mirando aquí y allá, yo entré como ayudante, así es que estaba todo el día corriendo, haciendo lo que me pedía uno u otro. Era verano así es que iba a trabajar en pantalón corto y polera, pensé que Don Moisés se enojaría, pero cuando me vio no dijo nada.

Debo decir que Don Moisés me generaba algo extraño, por momentos lo odiaba cuando regañaba a alguno o cuando pasaba a su oficina con aires de señor sin mirar a nadie, jamás saludaba o se despedía de nadie, pero otras veces sentía un fuego en mi interior cuando lo veía en mangas de camisa desabotonada, con esa maraña de pelos en brazos y en el pecho, yo temblaba.

Una tarde de mucho calor estaba en la bodega buscando unos utensilios para uno de los trabajadores. él entró me preguntó que hacía y le contesté con cierto temor a que me fuera a regañar, pero no dijo nada, se quedó ahí de pie, yo me incliné para tomar algo del piso, estaba en esa posición cuando siento que él se pega a mi espalda, siento sus manos meterse en mi pantalón corto y comenzar a tocar mis nalgas, sensaciones de todo tipo recorrieron mi cuerpo, no dije nada, temblaba mientras el hombre me había bajado los pantalones, me tenía desnudo de la cintura hacia abajo y no paraba de tocarme, luego sentí su boca, nunca había besado a un hombre, pero no me negué como tampoco me negué cuando él se arrodilló y comenzó a chuparme el pene, que delicia, mi cuerpo se estremecía, luego hizo que le diera la espalda y arrodillado como estaba hundió su lengua en mi culo, no pude impedir gemir de placer, ahí estuvo un rato y yo sentía que no podía aguantar más, volvió a chuparme el miembro justo cuando acabé botando un chorro largo de semen en su boca.

Él se tragó toda mi leche y luego salió de la habitación, me arreglé como pude y salí también de la pieza, mis compañeros me preguntaron que por qué había tardado tanto, les dije que no encontraba los utensilios.

El viernes por la tarde se me acercó Don Moisés y me dijo que me quedara más tarde porque debía limpiar bien la bodega, que estaba hecha un chiquero, que yo no estaba haciendo bien mi trabajo etc. Me sentí morir, los otros me miraron como diciendo – te van a despedir.

Tenía las lágrimas que saltaban de mis ojos, pero sólo dije – está bien y continué haciendo lo que en ese momento realizaba. Cuando se fueron todos, yo me metí en la bodega para empezar a limpiar todo, estaba en eso cuando entró Don Moisés, mis ojos se abrieron de par en par cuando lo vi, entró a la bodega completamente desnudo, su pene erecto completamente chorreaba líquido preseminal que caía al piso, se acercó a mi y de un tirón me sacó la polera y luego me rajó el sacó el pantalón corto, quedé también desnudo.

Comenzó a besarme a tocarme por todas partes, sentí su lengua dentro de mi boca, sus dedos tirando de mis tetillas, luego una de sus manos bajó a mi culo y comenzó a meter sus dedos, Me abandoné a tanto placer y gemí desvergonzadamente, lo besé, quería sentir su verga dentro de mi boca y sin esperar invitación me arrodillé y me tragué su miembro entero, no era tan grande, pero gordo delicioso, no quería sacarlo de mi boca, pero al mismo tiempo quería chupar sus testículos y haciendo un esfuerzo logré meter sus huevos también en mi boca, estaba lleno de ese macho, me estaba volviendo loco, no podía respirar así es que a regaña dientes me saqué los huevos de la boca y seguí chupando su miembro cada vez más duro. De mi boca chorreaba baba y líquido preseminal.

Él me tiró al piso y allí hicimos un 69, nos chupábamos con locura, luego fue preparando mi agujero con su lengua hasta quedar empapado y listo para recibir su pene dentro de mí. Me dolió, pero tenía tantas ganas de sentir por fin una verga en mi interior, aguanté el dolor hasta que fue cediendo al inmenso placer que se apoderó de mí. Me senté sobre él y lo cabalgué, su miembro entraba y salía completo de mi culo, para luego volver a entrar cada vez más aprisa, ya no aguantaba y le supliqué que se corriera dentro mío, él aceleró sus movimientos hasta que dando un grito de placer comenzó a botar chorros calientes de leche dentro mío, yo tampoco aguanté y me corrí sobre su pecho, Don Moisés tomé mi leche con su mano y la metió en su boca, luego me dio restos a mí. Cuando su verga salió de mi culo sentí como la leche de mi macho corría entre mis piernas.

Llegué tarde a casa, aún no podía creer lo que estaba sucediendo entre ese hombre y yo, comí algo y me bañé, luego me fui a acostar, estaba ya en la cama cuando entró mi papá a preguntarme como me estaba yendo en el trabajo, le conté a grandes rasgos, pero el insistía que le contara todo, sobre todo hacía hincapié en como m trataba Don Moisés, le dije que no era malo conmigo, que todo estaba okey, pero mi padre se recostó a mi lado, diciéndome que le contara todo, que él conocía desde hacía mucho tiempo a Don Moisés y conocía todos sus gustos. Yo estaba nervioso jamás había estado en una situación como esa con mi padre, mi padre se acercó más a mí y pasó su brazo por mi espalda abrazándome contra él, me decía que le contara que sería un secreto entre padre e hijo, y mientras me decía eso al oído una de sus manos acariciaba mi pecho, jugaba con mis tetillas, no lo podía creer, quería que abandonara mi habitación de inmediato, pero una irresistible calentura se apoderó de mi, y comencé a contarle todo lo sucedido con Don Moisés esa tarde.

Sentí la respiración entrecortada de mi padre mientras su mano comenzaba a masturbarme y me pedía que le siguiera contando todo, mientras yo seguía con la narración, él mordía mi oreja, luego mi cuello, después bajá a mis tetillas y siguió hasta engullirse mi pene en su boca. Yo había desabrochado su pantalón y lo pajeaba, luego nos chupamos mutuamente hasta acabar en nuestras bocas, nos besamos pasando la leche de una boca a otra y después mi padre abandonó la habitación.

Desde ese día mi vida cambió completamente, a veces mi padre me acompañaba a la panadería y con Don Moisés me daban verga hasta el amanecer.

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