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Ese olorcito a culito limpio

Me huele la mano a Culo

Hoy en la noche he visto en el supermercado por Betania a un chico que aparentaba máximo 18 años. No pude quitarle la mirada de encima, mi insistencia parecía no molestarle.

Delgado, fibroso, trigueño, cabello corto, ojos almendrados. Media como 1.70 y si pesaba 70 kilos era mucho. El cabello negro azabache, lacio, lleno de gel, lo tenía alborotado. No era como quien dice un modelo pero tenía su gracia particular. Ya casi cerraban, eran las 10 de la noche y salí con un par de paquetes y lo vi caminar lentamente, como si no se quisiera ir.

Tengo un carro muy llamativo y con los vidrios oscuros. Decidí echarle un vistazo más de cerca y le pregunté para donde iba, la misma conversación insulsa dedicada a los levantes. Apenas le ofrecí llevarlo me dice que él “cobraba”.

”¿Cuanto?”, pregunto, ya un poco desanimado.

“Lo que me quieras dar”. WAO, ¿baratillo?

Lo llevé a mi casa y le serví una cerveza. Ya viéndolo más de cerca me fijo que tiene las uñas bien cuidadas, limpias y huele bien. Tiene justo 18 años y dos días. Pero qué cara de niño tan linda.

Me le acerqué y comencé a lamerle las orejas, a besarle el cuello y a mordisquearlo por atrás. Enseguida puso sus manos en mi verga y comenzó a masajearlas lentamente. Todo un experto arrechándolo a uno. Me muevo sobre sus nalguitas paradas y duras y siento con mis manos como se va endureciendo la pinga, parece que no es una de esas vergas de película porno, pero se siente dura como una piedra. Rectecita, venosa, incircuncisa, con una cabecita brillante y gruesa.

Nos vamos a la cama y mientras yo me acuesto, él se arrodilla a un lado y me saca el short y los calzoncillos. Comienza a lamerme los huevos, con una mirada de lujuria que parece genuina. Luego el chico me pasa la lengua en mi verga, que es responsablemente grande, y recorre con la punta toda su cabeza, deslizándose como si fuera un barquillo derretido. Me fijo que me babea como una perra en celo, mojando toda mi pinga con saliva resbalosa para que la sensación sea más intensa. Que rico mama este cabrón. Pasó su lengua por mis huevos, pero los dejaba mojadísimos, con una baba espesa que sólo acentuaba las sensaciones de placer.

Se quita la ropa y veo sus tetillas paraditas del frío, el pecho, los abdominales, sus brazos delgados pero fuertes, todo eso me calienta más. Lo acerco a mí y le quito el pantalón, sacándole su pinga y comienzo a mamar mientras él sigue con la mía. Le acariciaba todo el cuerpo con ansias

Me abrió las piernas y lamió mi ojete con tanto gusto que solté su verga para concentrarme en mi propio placer. Me ponía el dedo meñique en el culo, junto con su lengua y recorría mis nalgas con sus manos. Mientras hacía esto yo me pajeaba con tanta facilidad con la saliva que ni siquiera pensé en ponerme lubricante.

¿Te gusta que te coma el culo?,

Yo solo gemía y gemía, sintiéndome tan arrecho que lo único que hice fue sobarle las nalgas y comencé a pasarle los dedos por el culo. La tenía bien velluda, como si fuera una cueva. Le comencé a meter los dedos así, a lo seco, que rico se sentían esas nalgas suaves con una matita de pelos lacios. Me olí la mano, que rico sentir ese olor a machito limpio, como si fuera un bebe crecido. Que calentura!!!

Lamió, chupó, mamó y mamó hasta que casi perdí la sensibilidad de mi verga. Me apretaba los huevos, me pasaba la lengua por el culo y me ensalivaba el glande para poder tragárselo mejor. Cambié de posición y me puse encima de él. Se tragaba la verga hasta el fondo, lentamente. Yo tenía la luz encendida para poder ver cómo iba entrando mi pinga hasta su garganta y luego la sacaba brillante. Él me agarraba las nalgas y se las empujaba, imagínense como se sentía de delicioso.

Yo seguía sobándole el culito, apretándole las nalgas y acariciándole la espalda. Me acosté bocarriba y él seguía mamándome la pinga con muchas ganas, le agarré la cabeza y me comencé a venir en su boca. La leche salió disparada dentro de su boquita caliente y se la tomó toda, lamiendo y succionando para que no se perdiera nada. Podía sentir su garganta mientras tragaba mi leche, mamando y pasando la lengua por los bordes de mi verga para recoger todo lo que quedaba.

Chucha madre, me sentía en el cielo, casi me mareé del placer. Me apretaba los huevos para exprimirme y yo solo sentía como la leche salía y entraba en su boca y se perdía entre sus lamidas y chupeteadas.

Me quede un rato tirado mientras él se lavaba, ni siquiera escupió. Llamé un taxi y le puse un par de billetes en su bolsillo. El domingo lo llamo de nuevo y ahora me acosté y sentí ese olor tan rico de culo en mi mano derecha.

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