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Fiesta en la quinta de Guillermo

Continuación de: Alex, el misterio

Juan Carlos sabía donde sería la fiesta, alguna vez había estado por otros motivos allí, La propiedad de Guillermo era inmensa, moderna, lujosa, cara y también ordinaria y zafia, pero tenía piscina y eso a estas alturas del año más caluroso que recordaba la hacía verse deseable.

Había escuchado lo que otros años pasaba, habría champán auténtico, comida selecta, droga y sexo, y nosotros, los actores de “Oliva Producciones de Cine y Espectáculos” seríamos la carne que aquellos hombres, en su mayoría abuelos carcamales, usaran para satisfacer su apetito sexual de carne joven.

Estábamos a mediados de Agosto, Juan me había comunicado que su patrón volvería en unos días, y a continuación marcharía a Norfolk, los tres días que estuviera, ordenaba que cancelara mis otras obligaciones para dedicárselos a él.

Davy era mi jefe, desde el momento que me contrató y comenzó a pagarme puntualmente cada final de mes, generosamente y sin exigir demasiado, pero me creía en el derecho de que no hubiera utilizado a Juan como intermediario en este caso.

El sábado, después de comer, estuve con mi padre sentados en la parte trasera de la casa, había recibido noticias de los mellizos y el lunes volverían de las vacaciones, se le notaba contento de volver a tener a esos dos revoltosos niños a su lado, aunque le dieran trabajo prefería que no se fueran.

Me preparé y baje para despedirme, para seguir el engaño Juancar vendría a por mi y me llevaría a la empresa. Llegaba bien vestido y muy guapo, como lo requería la ocasión, esta vez bajo del coche y entró en casa.

Me despedí con un beso, sin concretar la hora de mi vuelta y dejando la posibilidad de que fuera el domingo a la mañana.

-Cuida de él. -le pidió papá a J.C. con una mano sobre su hombro.

Cuando llegamos Juan Carlos no quiso bajar del coche, había quedado con Noa y unos amigos, me lo dijo para molestarme al tener que ir a esa fiesta, de alguna forma obligado.

-Diviértete, ya sabes, si lo tienes que hacer, sácale el lado bueno y goza. -se echo a reír abrazándome.

-Eres un descarado incorregible J.C. -el abrazo no cedía.

-Lo se, cuídate pequeño. -me peinó una ceja con el dedo y quedó tentado de besarme, no lo hizo y me empujó para que saliera del coche.

Cuando entré no estaba Paula, solo un guarda de seguridad y algunos chicos compañeros, entre ellos estaban León, Roberto y Tomás y otros dos que conocía aunque no había trabajado con ellos. Faltaba uno por llegar, el grupo lo componíamos cinco actores que hacíamos de pasivos en los rodajes y Roberto con Tomás de activos.

-No te parece raro que estos estén invitados. -Leo se refería a los activos allí delante y dirigiéndose a mí.

-Todos los clientes no son activos, los hay mariquitas que quieren nuestras pollas. -le respondía Roberto en tono ofensivo tocándose el paquete, realmente había para todos los gustos, el no resultaba un fenómeno por el tamaño de su polla, otros la tenían más grande y bonita, y alguna de esas no la probaría hasta que hiciéramos el trabajo que estaban preparando.

-Escucha macho ibérico, no es necesario que nos faltes llamándonos mariquitas. -Leo se había ofendido por las palabras de nuestro compañero, dichas en tono de burla, pero era para suavizar el ambiente. Porque unos y otros, más o menos, estábamos intranquilos al ser una experiencia nueva para la mayoría.

-Seguro que esta noche me pedirás que alegre tu culo con esto. -Roberto seguía el cachondeo y Leo se dirigía al gracioso con idea de abofetearlo, no caía en la cuenta de que el resto reíamos la broma.

-Leo déjalo, es una broma, ¿no lo ves?, si te ve alterado seguirá insistiendo. -sujeté a mi amigo para que no se apartara de mi lado.

Unos minutos más tarde llego el que venía retrasado, ya estábamos todos. El guarda de seguridad era el encargado de llevarnos a nuestro destino y luego volver al estudio, le ayudamos a cerrar el local y montamos en el vehículo. La suerte estaba echada. Aun era de día, el sol continuaba calentando y yo quería bañarme en la piscina de Guillermo.

Cuando traspasamos el portón de la finca de nuestro jefe me sentía envuelto en un lujoso cuento de hadas oriental, los jardines eran inmensos, bien cuidados y muy bellos, al fondo lo que era la vivienda, un conjunto de edificios de una y dos alturas colocados en una suave ladera, una inmensa piscina sobresalía sobre todo lo demás, con pabellones construidos en material ligero para vestuarios y de relax a su alrededor, y vegetación exuberante con árboles inmensos.

Nos recibió Guillermo en traje de baño, para su edad tenía un cuerpo envidiable, increñible, y estaba fuerte y cuadrado. su forma de ser había cambiado, no era el jefe de mando y ordeno del trabajo, resultaba amable y nos dio a todos dos besos, Nos pidió que le siguiéramos a uno de los pabellones.

-Aquí podréis cambiaros, tenéis bañadores, toallas y albornoces por si hiciera frío. -señaló con la mano dos armarios abiertos que ocupaban toda una pared.

-Ahora os voy a enseñar un poco la casa, para que sepáis donde están los dormitorios, los invitados ya lo saben de otras veces. -nos indicaba desde ahora que nuestra labor era, entre otras, la de estar en la cama. Nos dirigía ligero, parecía que los invitados estaban próximos a aparecer.

Pasamos por uno de los pabellones donde varios camareros preparaban unas mesas con manteles blancos y candelabros de bombillas imitando velas, algunos empezaban a colocar bandejas tapadas y bebidas, el personal estaba escogido entre los más lindos, todos eran chicos jóvenes, atractivos y guapos, enfundados en sus uniformes de rayas verticales negras y blancas.

Al final solo fue una de las construcciones la que nos enseñó, con la puerta y ventanas hasta el suelo, por las que se podía acceder a una serie de elegantes dormitorios decorados con telas y muebles brillantes, camas amplias, alguna inmensa, imaginé que para hacer sexo grupal.

Todo era inmenso, lujoso, caro, ostentoso y falto de calidez y poco acogedor, totalmente diferente a los que era la casa de Davy donde las simples piedras resultaban majestuosas y solemnes, pero transmitían sensibilidad y vida de hogar.

-Ahora os cambiaréis y podéis bañaros, os quiero alegres, cariñosos y accesibles para los invitados, que queden satisfechos de nosotros, y recordad que habrá una compensación especial por esto que hacéis por la empresa.

Resultó un buen discurso para disponernos a realizar nuestra labor. Volvimos al lugar donde nos teníamos que cambiar, los del equipo de catering estaban colocando unas torres de altavoces y el equipo de música que empezaba a sonar con música alegre y en tono bajo, también una gran pantalla.

Nos desnudamos y escogimos el bañador, los había de todos los formatos, pero todos en colores brillantes, eran simples telitas suaves para contener o intentar tapar nuestros aparatos sexuales, o al revés, para hacernos insinuar procaces lo que no conseguían ocultar las telas.

Yo escogí uno en color amarillo con un simple triángulo en la parte delantera y la cinta que me entraba desapareciendo entre las nalgas, pero tenía unas cintas de colores colgando de la que me ceñía la cintura y tapaban algo.

Nos miramos unos a los otros, los más extraños y provocativos resultaban Roberto y Tomás, sobre todo éste, que sin tener una erección, el bañador no podía contenerle el pene y los testículos.

Leo fue el primero en salir corriendo dando gritos, festejando que en un segundo terminaría en el agua sumergido y le seguimos el resto, comenzamos a jugar en el agua salpicándonos. Uno de los camareros se acercó con unas pelotas de plástico grandes y coloreadas, redondas y con forma de gotas, nos las lanzó en la piscina para que jugáramos con ellas.

Llevábamos unos minutos de diversión acuática, montando sobre las pelotas o tirándonoslas cuando empezaron a llegar los invitados, lo sabíamos al escuchar el ruido de los motores de los coches.

Nosotros seguíamos a lo nuestro mientras en la otra parte comenzaban a servir bebidas, alguno se acercó para mirarnos jugar, o disfrutar ya del espectáculo que nuestros juveniles cuerpos les ofrecían en nuestros movimientos del juego.

Los miraba discretamente, todos eran señores mayores, alguno viejo, la mayoría vestidos con trajes. Nos miraban evolucionar y escuchaban nuestros gritos, si mirabas hacia ellos levantaban las copas o vasos en un brindis, escogiéndose desde ahora el muchacho que querían.

El tiempo pasaba, estábamos bien y nos sentíamos a gusto jugando o haciendo imitación de peleas que eran abrazos, ellos bebían y hablaban señalándonos.

Guillermo nos hizo una señal para que fuéramos saliendo del agua, Tomás galantemente me ayudo a salir de la piscina y continuó a mi lado, nos hicieron un pasillo para que pasáramos hacia el vestuario, uno de los invitados me detuvo colocando la mano en mi pecho y me acarició la tetilla cogiéndola entre los dedos, estaba con otro señor de su misma edad delgadito y de apariencia afeminada y Guillermo los acompañaba.

-Mira Valerio lo que te pierdes. -el que me había acariciado la tetilla se dirigía al otro hombre.

-No tenéis que preocuparos, esta todo dispuesto para que cada uno tenga lo que le gusta. -a la vez que hablaba Guillermo apuntaba con la mano a Tomás, el afeminado no dejaba de mirarle el enorme bulto que se le marcaba con deseo y se lamía los labios.

-Resultas más guapo al natural, y más salvaje. -la mano que agarraba mi tetilla se fue al pelo para alborotarlo, era un señor que tendría más de sesenta años, con el pelo rojizo, se le notaba el teñido, cara cuadrada y labios gruesos, bastante grande.

-Luego nos vemos ricura. -le dirigí una sonrisa coqueta, como si fuera mi príncipe azul y deseara estar en sus brazos, seguí a mis compañeros junto con Tomás, un poco azorado, esto no era trabajar en el plató del estudio, resultaba, lisa y llanamente, ser un puto ofrecido a quien deseara follarme.

Guillermo nos seguía dado instrucciones y a Tomás le recomendó que atendiera bien al señor Valerio, era un excelente y privilegiado cliente y socio, a quien no se le podía negar lo que quisiera, nos pidió que ahora nos pusiéramos unos vaporosos pantalones con cinturita redonda de goma sin nada debajo y unas toreritas abiertas de la misma tela y por supuesto de colorines diferentes.

-Es para que os sintáis cómodos y no se os pegue la piel en los asientos. -tenía razón, los asientos que había estaban tapizados en plásticos, para ser usados también con bañadores mojados.

Nos mezclamos entre los invitados, al principio dos de nosotros para sentirnos cómodos, los señores nos atendían preguntando la comida que queríamos cuando pasaban los camareros al lado, y nos ofrecían bebidas, me gustó el pollo frío, y una especie de ensaladilla con sabor a marisco, y al final dos pequeñas tartitas de manzana, como si fueran pasteles. Para beber acepté una copa de champan, no quería beber mucho pero terminé tomando bastantes.

El señor de antes, el del pelo rojizo, se me acercó y me llevó a uno de los asientos separándome de Leo y los demás invitados, sería por poco tiempo, el resto también se resituaba.

-Ahora van a proyectar cine, desde aquí lo veremos mejor y cómodamente. -conocía mi trabajo, me conocía a mi por ese mismo motivo y había visto muchos de los rodajes, recordé que había hecho un ciento, más de dos cada semana de media, unos regulares, ninguno bueno y el resto malos, ese era mi pensamiento.

Un nuevo admirador se me puso al otro lado.

-Al fin te encuentro, te estaba buscando. -ese señor colocó su mano sarmentosa y retorcida en mi pierna, si el otro tenía sesenta, este excedía los setenta, delgadísimo y la nariz afilada, con poco pelo. No creía que a este vejete simpático, que no paraba de sonreírme, se le llegara a empinar la verga.

Habían empezado a aparecer las estrellas, también la luna menguante y más pequeña que días pasados, bajaron la intensidad de la luz y la pantalla que vi al principio se iluminó con el logotipo de la empresa y con música de trompetas aparecían los títulos de trabajos rodados en el año.

Se trataba de proyectar una selección de escenas, mezclando distintas grabaciones, y supuse que habían sido escogidas por Guillermo, me sorprendió que algunas escenas fueran aplaudidas, mías también había. Percibía que el ambiente se iba calentando y mis dos acompañantes me besaban y manoseaban las piernas y el abdomen.

-Estas rico bebe, luego te haré feliz con esto. -le vi sacarse la lengua afilada entre los labios a mi nuevo acompañante.

El del pelo zanahoria me llevó la mano a su entrepierna sin dejar de mirar la pantalla, poseía un grueso y largo garrote que estaba morcillón, y a pesar de eso intuía que sería grande por la carne que mi mano amasaba.

Termino la proyección entre grandes aplausos, producidos sin duda por el licor que tenían ya en el cuerpo además de la coca que algunas veces veía esnifar o me ofrecían, en realidad tenía miedo de todas esas sustancias.

El mayor extendió una lineas sobre una bandeja para el y mi otro acompañante.

-Toma, es de la mejor.

-No quiero señor, prefiero no tomarla. -el otro aspiró una raya y se limpió la nariz de algo del polvo blanco que le había quedado.

-El chico preferirá tomarla por el culo, produce un mejor efecto. -hablaban entre ellos como si yo no existiera y fuera un objeto.

-Para su culito yo tengo lo mejor, luego verá lo que pudo hacerle. -había comenzado la música y algunos bailaban, otros volvieron a la piscina, pero ya con los mayores y todos desnudos. Otro invitado se acercó a nosotros y me ofreció ir a bailar, pero el permiso se lo pedía a los otros.

Me sujetó por el talle con una mano y la otra encima del hombro, agarrándome con ella el cuello, yo pensaba que bailaríamos sueltos. Este era algo más joven que los anteriores y me sacaba unos centímetros de altura, por lo tanto no era grande, se había quitado la chaqueta y llevaba la camisa desabotonada hasta el abdomen, enseñando el pecho peludo.

Me besó en la oreja mordiéndome el lóbulo apretándome a su cuerpo.

-Verte en la pantalla me ha calentado, vamos a pasar un rato tu y yo solos. -sentía la erección de su pene pegada en mi abdomen, el tipo estaba caliente y dispuesto a meterla en mi boca o culo.

Me sujetó del brazo para llevarme al edificio que nos enseñó Guillermo y otra mano me sujetó del otro brazo.

-Disculpa, estamos los primeros, luego te lo dejamos. -se trataba de mis anteriores acompañantes. Me soltó sin oponerse y ahora flanqueado por los dos vejetes nos dirigimos donde me querían tener.

Entramos en uno de los dormitorios, estaba ocupado pero no les importó, la luz era tenue, uno de mis compañeros tenía a un hombre desnudo sobre él, estaba boca abajo follándolo y por los gemidos supe que era Leo. Lo estaba dando un buena follada un hombre normal pero algo violento.

Me quité la ropa que llevaba y quedé desnudo, ellos también se desvistieron, el del pelo naranja tenía la verga tiesa, de unos dieciocho centímetros y gorda, un cilindro redondo de carne con el glande más gordo que el tronco, al viejillo se le venía una verga sin erectar, toda ella pellejo y el escroto enorme.

Me abrazó aplastándome sobre el pecho y sus tetas que le colgaban fofas y llenas de pelo cano, no resultaba nada erótico, solo su polla merecía la pena, la sentía palpitar sobre mi cuerpo húmeda de jugos que expulsaba. Me tiró sobre la cama violentamente.

-Abreté para mi verga pequeño. -me coloqué boca abajo, paralelo a Leo, los dos cruzados transversales en la cama y abrí las piernas como me pedía el macho loco.

-Deja que te lo preparo antes. -debieron llegar a un acuerdo, quería pensar en otras cosas más agradables pero tenía a dos hombres que esperaban gozar de mi, disfrutarme a su gusto.

El mayor se colocó detrás de mi arrodillado en el suelo, metió las manos debajo de mis muslos y tiró para colocarme en el borde de la cama, con los hombros me abría las piernas y sus manos me oprimían arriba del coxis para que no me moviera, y comenzó a lamerme y comer el culo.

Se afanaba el mayor comiendo sin descanso, haciéndome gemir al meterme la lengua como prometió, era cierto que sabía lo que hacía, pero no se trataba solamente del culo, también mordía con los labios mi escroto y me comía los testículos y la punta de la verga que asomaba entre ellos.

No tenía que hacer nada por mi parte, gozar aquella boca hambrienta, la afilada lengua afincada dentro del culo lamiendo las paredes del recto, no sabía cuanto tiempo llevábamos así, el de pelo zanahoria sentado a mi lado no dejaba que su verga perdiera la dureza masturbándose con suavidad, sin perder detalle de lo que hacía su amigo en mi culo.

-No aguanto más, quiero meterla y romperle el culo al puto, luego sigues tu y te comes la leche que le deje dentro. -como si hubiera sido una orden, o con la esperanza del premio que obtendría después dejó de sujetarme.

El otro me dio un empujón para que adelantara el cuerpo y pudiera colocarse sobre mi. Para ese momento el que follaba a Leo se había corrido y otro ocupaba su lugar ya dentro de mi amigo que volvía a gemir y creo que no era fingido.

El macho pelirrojo me cubrió montado en mi espalda y buscó con la verga la entrada del ano, me sentía tan dilatado, tan flojo de culo que cuando la verga topó con la entrada resbaló en mi interior sin oposición. Desde un principio lo hacía rápido encajando todo su cipote en el culo, había esperado mucho tiempo masturbándose y encendido mirando la chupada que me hacía su amigo.

Alcé un poco el culo forzando las rodillas, para ayudarle a que entrara más profundo y sentirle mejor la verga, estaba muy bien y me sentía a gusto, follado de esa manera brusca y agresiva después de la delicadeza de la lengua del viejillo delgado.

Creía inminente el orgasmo, y me faltaba poco cuando el semental rugió clavándose poderoso agarrado a mis hombros, tirando de mí hasta sentir que me partía el espinazo. Se vaciaba en mi culo entre gritos, hasta Leo y su follador pararon para mirar al energúmeno que me follaba como un toro bravo.

Descansó metido en mi cuerpo aplastándome en el colchón, pesaba una tonelada, hasta que la verga salió acompañada de un chorrito de esperma, el viejito no desaprovechó el tiempo y me situó como estaba antes, abrazando mis muslos y pasando las manos por detrás de mi cintura, preso para que no me moviera, no lo iba a hacer, el otro me había dejado rendido y aunque no me corrí disfruté su corta aunque rica follada.

El mayor gozaba chupando y comiendo el semen que el zanahoria me dejó dentro, ya debía saber que a este le gustaba sacar la leche de los culos preñados. Me pidió que hiciera fuerza con el culo para que saliera más semen y aprovechaba cuando abría el culo para meterme la lengua, buscando el esperma caliente.

Estaba encantado por los placeres que me hacía sentir, nunca nadie me había hecho algo semejante, sucio y auténticamente placentero para mí, su lengua ya entraba como Pedro por su casa, podría meter hasta una mano si quisiera.

Dejó de chuparme el culo y se puso de pié, creía que todo había terminado, el otro se había ido y mi amigo estaba agotado tendido por la última follada que le habían dado.

-Ahora vuelvo, no te muevas, es un momento. -salió de la habitación en pelota y cogí la mano de Leo.

-¿Qué tal vas?

-Bien por ahora, aún queda mucha noche y nos van a destrozar.

-Bueno, solo es el culo. -Leo me cogió la mano y me la besó.

-Voy a limpiarme y volver a la fiesta, igual me escondo en la piscina. -apreté su mano y se levantó, me pareció que dolorido y mi viejillo estaba de vuelta.

El muy pervertido se había colocado un arnés en la cintura con una verga que daba miedo, era enorme como la de Davy pero artificial, me coloqué con un codo sobre la cama elevando el cuerpo.

-Pero eso…

-No tengas miedo, te va a gustas y es suave. -volví a mi postura con la cara oculta entre la ropa mientras él retornaba a comerme el culo, ahora estábamos solos en la habitación y me pidió que me pasara al centro y levantara el culo para penetrarme con el artilugio.

Tenía cierta prevención, pero aunque quisiera, no lo podía cerrar mi culo, estaba derretido y jugoso con la saliva del viejo y la follada que me habían dado. El machete comenzó a entrar, ¡como me acordé de Davy! Aquel pene, suave como el terciopelo, entraba en mi ser en barrena, hasta que sentí en el culo los testículos que tenía al final, suaves y abultados, guardando lo que el viejito tenía suyo entre las piernas.

Me llegaba como el Davy hasta el estómago, lo sentía resbalar en mis tripas y retorcerse deleitándome.

-¿Te gusta puto? He visto como te follan y se que te van las pollas largas, que puedes aguantar lo que otros no toleran. -¡oh!, si, el cabrón del viejo tenía razón

me gustaba sentirlo tan profundo, lo mismo que cuando mi amante me la metía aunque la de Davy era más rica.

Me abrí y empine el culo a la altura adecuada para que el hombre me trabajara, y lo gocé como si el pene fuera real, era cuestión de pensar en Davy, comencé a correrme precisamente dándome cuenta de que pensaba demasiado en él.

-Mi verga ya no vale pero lo se hacer bien, ¿eh putito?

-Sí, dame y no te detengas, sí, rómpeme el culo. -después de más de dos horas gozando me iba por primera vez, terminé como Leo agotado y sin poderme mover.

El viejo me la sacó entre risas sardónicas y me lamió el culo, se lo agradecí porque me calmo el ardor de tener ese inmenso falo en el cuerpo.

Jugamos en la piscina y nos volvieron a follar, la noche resultó larga, entretenida y divertida, y puedo asegurar que al menos seis vergas me follaron esa noche, alguna repetida, otro record para mis recuerdos.

Ese domingo no me levantaría de la cama en todo el día, era una de las pocas ocasiones que me encontraba tan cansado.

La vuelta de los gemelos había cambiado la casa, volvían a escucharse sus juegos y peleas. Davy regresó y se quedó tres días en su casa, como me pidió estuve con él mañana y tarde, trabajando incansable y no me pidió sexo ante mi extrañeza, llevaba muchos días sin tenerlo y pensé que esa sería la razón de que quisiera tenerme con él, me equivocaba otra vez.

Cuando lo vi me asusté por lo delgado que lo encontraba, había perdido muchos kilos, pero las muletas no le hacían falta, se valía de un bastón para moverse y eso era una muy buena señal.

Inspeccionó los trabajos del jardín a punto de terminar, los de las habitaciones que ocuparían los niños y mantuvo dos reuniones con la señora que los atendería en sus necesidades personales. Frágil y débil sí, y también como un vendaval de verano.

Emprendió el viaje para visitar a sus abuelos y atender los negocios que tenía en Inglaterra, llegarse hasta la casa de sus otros abuelos, ahora fallecidos, y que le dejaron como parte de la herencia ya que en esa rama tenía tíos y primos.

La vida se iba normalizando, tenía poco que hacer en la empresa de Guillermo y esperaba instrucciones para terminar del todo. Óliver me atendía en lo afectivo y sexual y todas las noches follábamos, unas veces más excitados que otras pero todos los días resultaba delicioso recibirle y darle placer. A veces se quejaba del trabajo aunque fue decisión suya y no tenía a quien culpar.

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