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Historia en capítulos 05 Escaramuzas 2ª

Estamos saliendo de la misa dominical, sí los domingos y festivos en mi casa se va a misa, de siempre, sin motivo, sin saber porqué pero se va a misa. Tengo buen cuidado de comprar lo acordado, mañana hay que hacer el regalo a Carlos y sondearle para ver si lo ocurrido le ha molestado, vamos a intentar tenerlo contento.

Cuantas más vueltas le doy a la cabeza más me convenzo de que Carlos nos conviene, tenemos un tesoro, un diamante en bruto y el filón hay que explotarlo, queda curso por delante y vamos a necesitar mucha ayuda. Claro que si se ha enfadado por las mamadas y por haberlo follado, pero bueno podía haberse negado, ya…,  pero igual por miedo no se ha atrevido a negarse y, no sé, cuando le hablo cree que le voy a golpear, vaya no lo haría de ninguna forma, este chaval no me conoce, jolines me estoy cabreando al pensar que pueda creer que le vaya a causar daño, ¿pero qué se cree que soy yo?

Vamos a dejar la fiesta en paz y veremos lo que sucede mañana, la mañana transcurre lánguida y a la tarde no hay salida, Sergio ha llamado porque van a su casa de campo y volverán tarde.

Vaya aburrimiento toda la tarde viendo TV, jugando, haciendo que hago sin hacer y estoy deseando que llegue el lunes. 

Parada del autobús, por lo menos veo conocidos, Raúl sube en mi parada, antes lo coge Sergio y éste me tiene reservado el asiento, realmente la fila tiene tres asientos a cada lado del pasillo y se reserva siempre tres, uno para las mochilas.

-¿Qué Sergio, ayer qué?, llegaste tarde, esperaba que pudiéramos haber dado una vuelta.

-Mi padre se enreda él sólo, y llegamos muy tarde, vaya coñazo.

-Dime a mí, toda la tarde en la habitación, mirando el mar, aburrido como una ostra.

-El que manda, manda, hay que hacer lo que ellos quieren.

-Oye le he comprado el paquete de tabaco a Carlos, vamos a ver si se ha enfadado por lo del sábado, ya sabes.

-Pues se lo das tú y mira allí está en la parada ahora va a subir.

-Ha entrado por la puerta trasera, es igual se lo doy cuando bajemos.

Hay mucho ruido en el autobús, los más pequeños son muy ruidosos y están pidiendo a gritos que el conductor les ponga un video. Bien ahora todos se callan, serán…

No se ha podido ver todo el video pero a estos les da igual, a la vuela repiten, Sergio y yo salimos de los primeros, vamos formando nuestro grupo junto con Raúl, charlamos comentado incidencias sobre el partido de futbol y el fin de semana, Carlos desciende por la puerta trasera y rápido camina hacia la entrada del colegio, joder se me escapa.

-Carlos, Carlos… -le grito.

Vuelve un poco la cabeza pero sigue su camino más despacio, le alcanzó y agarrándolo por el brazo detengo su marcha.

-Espera un poco Carlos que quiero hablar contigo hombre.

Tiene la cabeza baja, no me mira y sus flacos hombros parecen templar.

-Carlos, por favor mírame y deja de temblar, jolín no te voy a comer ni nada parecido.

-Escucha, sobre lo del sábado, ya sabes…

Sus hombros ahora no tiemblan, es todo su cuerpo al que parece que le hubiera entrado una súbita fiebre.

-Mira, yo solamente quería pedirte perdón, la verdad perdónanos, ya sé que estás enfadado pero no volverá a suceder, jolín, nos portamos mal y lo siento, lo sentimos muchísimo, además mira te hemos comprado una caja de cigarrillos por tu ayuda.

Ahora Carlos se va tranquilizando, no mucho, levanta su cara me mira a los ojos y habla.

-¿Tu…, tú no estás enfadado?

-No yo no estoy enfadado, ¿por qué habría de estarlo?, si nos hiciste un trabajo muy bueno que nos van a dar hasta nota, bueno y también está lo demás ya sabes, por eso quiero pedirte perdón, ¿estás molesto?

-No, yo creía que tú estabas cabreado, por eso no quería hablar contigo.

Reanudamos el camino y sigo agarrado a su brazo y en la otra mano llevo la cajetilla de cigarrillos.

-Toma Carlos, la cajetilla de cigarrillos y bueno, si no estás enfadado, igual alguna otra vez puedas echarnos una mano, el curso se está poniendo difícil y yo pues he perdido la ayuda que antes tenía y mira solo…, solo ayudarnos en el trabajo sin nada más, por favor.

Carlos para de caminar, menos mal ha dejado de temblar y ahora me mira sonriendo, sus dientes brillan como si fueran perlas, perfectos en su unión cuando los cierra.

-Bueno no me importa echar una mano, lo que pueda, y yo no fumo Álvaro nunca he fumado.

Ahora al que se le abre la boca como a un tonto es a mí, ¿de dónde he podido sacar la peregrina idea de que Carlos fumaba?, me quedo con la cajetilla en la mano como un idiota.

-Perdona otra vez Carlos, soy medio tonto, no sé de dónde ha salido esa idea pero te compensaré, te lo prometo  bueno ahora que está todo arreglado, ¿puedes darme tu teléfono de casa?, mira aquí tienes el mío, si me necesitas para lo que sea me llamas ¡eh!.

-Bien, vale, te llamaré a casa y te lo doy.

Ha seguido su camino pero estoy contento, no se ha enfadado y se ha marchado sonriente, hoy es mi día de suerte, y ¿de dónde ha sacado la idea de que nosotros estuviéramos enfados con él?, pues anda que vaya ocurrencia que tiene. Mis amigos han llegado donde me he quedado parado, Raúl se ha colocado a mi lado y me pregunta.

-Oye y ese mierda que quería, no parabais de hablar, ¿de qué hablabais? Y esa cajetilla de cigarrillos que son.

Vaya, vaya, este Raúl quería saber demasiado y me estaba incordiado ya un montón.

-Ve, Raúl, lo que hablábamos no es de tu incumbencia y la cajetilla pues mira es para ti, toma para que calles.

A Raúl no le gusta mucho lo que le digo, y pone un mal gesto pero acepta la cajetilla, no se para que si tampoco fuma.

Raúl es un poco cabronazo con todo el que puede, es de los más, más, más, alto, fuerte, guapote, rubiote y bien visto por las nenas, bien vestido, y…, un poco desagradable en su carácter y en el trato con los que no son del grupo pero, es mi amigo, de la cuadrilla, de casi siempre.

Puntualmente ese mismo día Carlos llama para darme su teléfono y le doy las gracias. Los días transcurren, ahora a veces Carlos sube al autobús por la puerta delantera y cuando pasa delante de nuestros asientos, sonríe al pasar.

Hoy le he dicho a Sergio que ponga las mochilas debajo de los asientos, que se coloque en el asiento de ventanilla y deje libre el asiento central.

Bueno, he tenido cien preguntas pero le he dicho que calle, que necesito el asiento.

Cuando llegamos a la parada de Carlos me levanto para ver dónde está, me ve y le hago señas de que entre por la puerta delantera y cuando pasa por delante, le agarro del brazo y le pido que se siente con nosotros, duda pero recojo las piernas para que pase y se siente entre los dos, al pasar percibo su aroma, huele muy bien, no a colonia, huele a limpio a liquido de ese que echan las mujeres en la lavadora para no sé qué pero que huele muy bien.

Se sienta con la enorme mochila encima de sus rodillas, se la quito y la dejo en el pasillo a mi lado, no está permitido pero si no molesta nadie va a ponerme pegas, tenemos el ruido de siempre hasta que el bueno del chofer pone un video en el reproductor y el sonido de la peli comienza a oírse.

Carlos sin nada en sus manos no sabe dónde ponerlas y tamborilea sus largos y huesudos dedos en sus pantorrillas, le arrimo mi boca a su oído para hablarle más cerca y que me oiga y empieza a ponerse nervioso, y a ponerme a mí.

-Carlos, ¿el viernes después del cole tienes algo que hacer?

Se gira y me mira sorprendido, nuestras caras están muy cerca y puedo oler su aliento, creo que le huele a fresa.

-No sé, aún no sé, tendré que consultarlo en casa, ¿por qué?

-Tengo varias materias de esta semana que no me aclaro muy bien y si tu puedes pues yo te lo agradecería, ¿tu Sergio como vas?

-Conmigo no contéis, el sábado muy temprano ha quedado mi padre con no sé quien para ver unas obras que quiere que le hagan y no volveremos hasta el domingo, tarde como siempre, deberías venirte tú con nosotros, pide permiso a tus padres así no nos aburrimos.

-Imposible, o repaso esas materias o no voy a poder progresar en los temas, o sea que tanto si Carlos puede ayudarme como si no tengo que quedarme, estoy un poco jodido.

A la bajada del autobús me espera Raúl.

-Bueno y a que viene ahora eso de sentar a esa mierda en vuestra fila.

Ya me estaba empezando a cansar tanto “esa mierda” e iba a contestarle mandándole a eso pero el resto del grupo se unió a nosotros y preferí callarme.

El jueves a la noche llamó Carlos, que si que podría echarme una mano, menos mal, no me quedaba más remedio que recurrir a él, a mi tío no iba a pedirle ayuda.

El viernes a la vuelta del colegio ocupando los asientos como ya empezaba a ser habitual, como  el bus hacia el camino inverso, Carlos no se bajó en su parada y siguió hasta la mía, allí nos despedimos de Sergio que era la siguiente. Con nuestras mochilas a la espalda llegamos a mi casa, Raúl ha bajado también y se ha quedado mirando nuestro caminar, creo que el portero recordaba a Carlos porque no le dirige ni una mirada, subimos a casa y lo primero que hace Carlos fue llamar a sus padres para que supieran donde se encontraba y luego fuimos a la cocina, allí Águeda nos preparó en un plato algo de comida que llevaríamos a mi habitación.

Águeda, es una señora, la única del servicio que recuerdo haberla visto toda la vida en casa, de unos 45 años se podría decir que junto con los tíos, es la persona que nos ha criado a María y a mí, antes se quedaba a dormir en casa y compartía habitación con una hija mayor que nosotros, luego se compro casa y se cambiaron, ahora su hija vivía en Galicia con sus abuelos. Bueno os podéis imaginar lo que nos podría querer esa mujer, lo cuento porque a veces aparecerá y sepáis algo de ella, lo imprescindible.

Ya hemos comido vorazmente lo que Águeda nos ha preparado, y Carlos organiza el trabajo, estamos estudiando, bueno él enseñándome hasta muy tarde, son las 10 de la noche y tiene que marchar a su casa.

Carlos va a comenzar a recoger sus cuadernos, apuntes y libros pero se detiene, me mira fijo y se sienta.

-Álvaro siento decírtelo pero…, no te molestes por favor, vas un poco retrasado, debes intensificar tu esfuerzo de lo contrario no llegarás a superar el curso.

Y se calla, espera mi respuesta pero es un jarro de agua fría el que me acaba de echar por la cabeza, busco una respuesta lógica pero ésta está reñida conmigo, no digo nada sólo lo miro.

-Bueno podríamos, si a ti te parece bien, procurar estudiar un poco más, no se…, emplear más tiempo.

Yo le miro esperanzado, sí este Carlos tiene todas las soluciones, tranquilo Álvaro que Carlos toma la batuta.

-Vale, bien como tu digas…, si lo crees así, bien, bien y como lo hacemos.

-En principio dejo aquí todo mi material, mañana a la mañana vengo y seguimos.

-Bien, me parece muy bien, correcto, así lo haremos, como tú dices.

-Ahora tengo que marchar, ¿puedo usar el teléfono para avisar en mi casa de que voy?

-Vale, tienes un terminal en el despacho de mi padre, voy contigo te acompaño hasta tu casa.

-No es necesario, luego tienes que volver.

-No importa te acompaño.

El camino a su casa se hace fácil, es calle abajo, ya no hay luz, hace frío y vamos rápidos.

Los gigantescos castaños de indias tapan algunas de las farolas y su luz produce sombras profundas en el suelo al golpear la luz contra las ramas y hojas.

Cuando llegamos ante su portal, nos despedimos, espero a que esté dentro del portal y me encamino subiendo la calle hacia mí casa.

Ceno y después de ver un poco la TV voy a la cama, como estábamos ocupados, el tío ha dejado algún dinero a Águeda para mí cuando ha venido en búsqueda de María. Ya en slip ante el gran ventanal y mirando desde la altura al mar pienso en la suerte de haber encontrado a una persona como Carlos, bueno encontrar, ahí estaba desde hace años y yo miope no le había visto.

Sábado 10:30 y toc, toc en la puerta. Se abre y…, jolín allí está Carlos, fresco, y preparado para el trabajo y yo en la cama, seré, seré…

-Venga, levanta, dúchate y desayuna que tenemos faena.

Me levanto desperezándome de pié, no me pasan desapercibidas las miradas de Carlos a mi cuerpo y al palo que lucha por salir del slip y se sonríe.

Voy a la ducha y lo primero meo soltando un chorro que seguro que llega al oido de Carlos, me lavo la boca, ducha y en 15 minutos estoy de vuelta en la habitación, Carlos está ya ante el PC y revisando apuntes, he ido desnudo en búsqueda de la ropa, abro el sinfonier y extraigo un slip que me coloco rápido, no quiero mirar a Carlos y me coloco un chándal cómodo.

Voy a la cocina y Águeda me tiene preparado el desayudo, como Luci en casa de los tío, sabe lo que me gusta, me dice que tenemos que dejarle la habitación para airearla y que vayamos a trabajar al despacho de papá hasta que ella acabe.

Carlos recoge unos cuadernos y libros para trabajar fuera el rato que Águeda necesita.

Son las dos del mediodía, solo me he levantado una vez para mear e ir a por algo de beber, Águeda dice que la comida va a estar lista en 30 minutos y que a ver si mi amiguito se va a quedar porque mis papás van a comer fuera y volverán con unos amigos después de comer.

Se lo comento a Carlos que, como siempre, tiene que llamar para pedir permiso, estoy cansado y no hago nada más que fijarme en Carlos que no para, le han dado permiso, me llama a su lado para explicarme un tema, con su largo dedo índice va siguiendo la línea dando explicaciones, su labio inferior rojo, rojo, le cuelga húmedo, sus cejas parecen dos interrogaciones, curvas en lo más cercano a la nariz y luego descienden como desmayadas al final, sus largas pestañas tapan por completo sus ojos y analizo sus rasgos, sus nerviosos movimientos hasta que, por el pasillo oímos la voz de Águeda llamando, Carlos levanta la vista del libro y se encuentra con mi mirada, se ruboriza.

Comemos lo que Águeda ha preparado y nos acompaña, no hay más personas que nosotros tres, después de comer  vamos a lavarme los dientes, Águeda ha conseguido un cepillo nuevo para Carlos, volvemos al estudio, estoy tremendamente cansado y me duele un poco la cabeza, ¿es que Carlos no se cansa?, al cabo de un par de horas se da cuenta de mi bajo rendimiento, me mira y dice.

-Es mejor que vayamos a dar una vuelta para que te despejes un poco, ¿te parece?

-Una idea estupenda, como todas las que tienes, voy a cambiarme.

Después de quitarme el chándal me pongo una camisa y cojo un pantalón vaquero, joder, no me entra, otro y otro, el que mejor me cae no lo puedo cerrar la cremallera ni el botón de la cintura. Me cabreo y con enfado voy donde Águeda que me dice que mis padres, con un grupo de personas, están en la sala tomando café y que les diga a ellos mi problema.

Abro suavemente la puerta, Carlos a mi espalda, hago señas a mi madre pero no me ve y voy hasta ella.

-Cariño qué haces aquí, creía que estabas con los tíos.

-Pues no y mira:

Le señalo mi bragueta abierta y el botón, las señoras que están con ella ríen pícaras y alegres.

-Bien dile a la tía que te acompañe a comprar ropa el próximo sábado.

-Pero mamá yo no sé si la tía librará y ella tiene sus cosas que hacer.

-No te preocupes cariño ya veo que no quieres colaborar, ya la llamaré yo, ahora vete que tenemos asuntos muy serios que tratar.

Me tengo que poner un pantalón del uniforme del colegio y salimos a la calle.

Bajamos la pendiente calle pasando por el portal de la casa de Carlos, ésta nos llevará a la playa que hay abajo, en la playa hay poca gente, personas mayores y algún propietario que pasea a su perro y juega con él. Andamos por la arena mojada que la marea a lamido para alisarla y dejarla virgen, Carlos comienza a jugar con las olas que llegan casi hasta nuestros pies, luego persigue a la que se retira y luego la siguiente le persigue a él llegando a unos milímetros de sus mocasines, dejando ahí su blanca espuma hasta retirarse de nuevo y así en un constante ir y venir.

Sin darme cuenta, entre risas de alborozo y con empujones para hacer perder al contrincante, hemos establecido una competición a ver quien aguanta más tiempo esperando la llegada de la ola antes de empezar a correr hacia atrás y evitar ser alcanzado.

El fresco viento de Marzo azota nuestras caras y las horas transcurren rápidas, ya nos hemos cansado del juego, tenemos los zapatos mojados, de tirar piedras a las olas y de caminar dejando nuestras huellas en la arena que la próxima ola borrará.

Cerca hay un centro de diversión, bares de jóvenes, lugares de encuentro para socializar y cines de esos que ahora hay de 20 en 1, multicines los llaman, tomamos un refresco entre la algarabía de los jóvenes que atestan el local con un ruido ensordecedor que obliga a hablar a gritos.

Agarro a Carlos de un brazo y digo.

-En los cines de al lado he visto que dan Piratas del Caribe, ¿la vemos?

Carlos me mira y asiente, sacamos las entradas y él compra un barril de palomitas y dos piruletas, en el cine come las palomitas y a veces me ofrece para que coja, a mi no me gusta mucho el comer en los espectáculos pero por no desairarle a veces le cojo, ha acabado las palomitas y quita el papel de celofán, con mucho ruido, a una piruleta, me ofrece la otra pero no acepto.

Es la leche, para comer la piruleta saca su lengua todo lo que puede y la pasa a lo largo de la piruleta una y otra vez hasta desgastarla y dejarla ya en su boca marcándole un bulto en la mejilla del lado donde la va moviendo, jolín y mete ruido de absorción al chuparla, menos mal que el ruido de los diálogos y la música lo envuelve y disimula.

Ha habido un instante, al variar de situación en el asiento que nuestras piernas han entrado en contacto pero Carlos retira rápido la suya como si le hubiera pasado una descarga eléctrica. Cuando salimos del cine es ya tarde, las farolas están encendidas, hacemos el camino inverso, estamos próximos de su casa y habla.

-Con la hora que es creo que es mejor que nos despidamos y ya mañana veremos lo que hacemos, ¿te parece?

Si me parece, pero aprovechando la oscuridad  que proporcionan los árboles, lo agarro de un brazo y lo llevo a un lugar oscuro bajo un inmenso castaño, Carlos para no caer pasa un brazo por mi cintura, Lo sujeto por los hombros, no puedo ver sus ojos.

-¿Te puedo dar un beso?

No se lo doy yo, él adelanta su cara para poner sus labios sobre los míos, nada más, unos segundos con mis labios sobre los suyos disfrutando el calor  y suavidad que me transmite, todo él huele a fresa, será de la piruleta, me ha abrazado fuertemente por la cintura y me aprieta contra él. Una sombra pasa rauda a nuestro lado y un escalofrío recorre mi espalda, lo separo suavemente para mirar y noto una cierta resistencia pero al fin nos despedimos, mañana él ira a la misma misa que mi familia, espero a que acceda a su portal y me encamino calle arriba.

Un oscuro presentimiento me ha asaltado cuando la sobra nos pasó casi rozándonos sin poder distinguir a quien pertenecía.

No ha fallado un solo día y desconozco si él tenía otros compromisos pero ese domingo y toda la semana siguiente, todo su tiempo libre lo ha empleado conmigo. Mamá ha hablado con la tía y como siempre hoy sábado iremos de compras, como no vamos a estar en casa le he pedido a Carlos si quería acompañarnos y  está con nosotros.

Nuestra relación durante esta semana ha ido a velocidad de vértigo, a veces cuando llama al portero automático y soy yo el que abre la puerta lo agarro fuerte para meterlo en casa y besar esa boca que me está empezando a volver loco, a veces en mi habitación es él el que se levanta y viene a darme un beso mientras dejamos un momento los libros, no me canso de mirarle, de ir descubriendo nuevos aspectos en el.

Le hemos recogido en la calle al lado de su casa, cuando llegamos a la zona de tiendas y la tía tiene aparcado el coche se lo presento, Carlos la estampa dos sonoros besos, a María ya la conoce la ha visto algún día esta semana y los tres van delante de mi hablando de todo, noto que a las dos les gusta Carlos, lleva colocados unos pantalones vaqueros que le sobran, se le van cayendo poco a poco, cuando enseña medio calzoncillo se los sube, pero se los sube exageradamente, se los mete por la raja de los glúteos marcando su pequeño y precioso trasero y por delante se le marca un bulto, un paquetazo que las personas que se cruzan tienen que notarlo, pero bueno si lo tiene, no se lo va a cortar, en las tiendas es una vorágine llevándome prendas al probador, no se corta, me ayuda a quitarme camisas, polos, pantalones a ponerme los nuevos, si la compra hubiera sido de slips seguro que también me ayuda a probarlos, tres horas más tarde estamos con los brazos llenos de bolsas, de ropa para María y para mí, bendita tía ya tenemos para una temporada.

Carlos ha pedido el día libre a sus padres, deben estar ya acostumbrados a tener a su hijo perdido, comemos los cuatro en casa y luego la tía y María se marchan, nos quedamos solos, Águeda se marchará cuando deje todo recogido y haya dejado algo para cenar.

Vamos a mi habitación y abro la gran cristalera que da a la terraza, apoyados en la barandilla miramos la playa donde ayer jugábamos con las olas y el horizonte en el mar. Carlos me agarra con timidez de la cintura y poco a poco se pega a mí, con la punta de su lengua toca el lóbulo de mi oreja dándome escalofríos y la besa, yo también le paso mi brazo por su exigua cintura y nos apretamos más uno contra el otro, sus pantalones están prácticamente por el suelo, metro mi mano por su cintura y acaricio la suavidad de su glúteo, poco a poco lo arrastro dentro de la habitación.

Hemos caído en la cama, Carlos encima de mí, besa suavemente mis labios, baja su mano hasta el bulto que forma mi verga me mira a los ojos.

-¿Quieres…, quieres qué?

Deja la pregunta en el aire, no sé por qué y con timidez va retirando su mano. Yo sonrío, me levanto y lo pongo debajo de mí.

-Sí, sí, sí quiero…, sí, sí, sí, pero ahora va a ser diferente.

Retiro con prisa su camisa, sus tetillas pequeñitas como botones son el primer premio que llevo a mi boca y poco a poco voy explorando ese cuerpo que aún, en algunos aspectos, me es desconocido. Levanto sus brazos y sumerjo mi cara en el matojo de pelos que tiene en sus sobacos, huelen a desodorante y los aspiro con placer mientras me hacen cosquillas en la cara, voy besando suavemente su delgado cuerpo tan blanco, su suave tableta que se empieza a definir en suaves dunas de carne, con mi mano derecha tiro de sus pantalones que resbalan sin bajar siquiera la cremallera y meto la mano por la cintura de su slip, me asusto un poco al toparme con la boa llena de vida que allí se oculta, igual voy un poco rápido pero me puede la impaciencia y arrodillado, antes de ver lo que hay en su interior veo el gran bulto que quiere escapar de su encierro enseñando la cabeza por la cintura del slip.

Bajo hasta el lugar para con las dos manos retirar todo impedimento a mis maniobras, pantalones y slip desaparecen y los pantalones se llevan los blancos calcetines de deporte, me quedo extasiado, Carlos se ha sentado y quiere retirar mi ropa, yo querría seguir con lo mío pero tengo que ceder hasta que estamos los dos en las mismas condiciones de desnudez, estamos minutos analizando nuestros cuerpos, corriendo con nuestras vistas las hondonadas y rincones, improvisamos un sesenta y nueve para poder ver más cerca y en mayor detalle el producto de nuestro interés, tiene su verga reposando en el bajo vientre y sobrepasa su ombligo, palpita a veces levantándose un poco de donde reposa, está dejando un goteo de transparente néctar sobre su piel, sus huevos casi ocultos entre pelos parecen pequeños al lado de la barra que los separa, para tener una mejor visión separo sus piernas y sus huevos caen entre ellas, no me resisto más, bajo mi cabeza y comienzo a besar al animal desde la punta hasta la base, a la vuelta me llevo con la lengua la lagunita que se ha creado de lo que mana de la boquita de su verga, la agarro con mis dos manos, sobra para otra o más, el mucho pelo que le crece nace desde cuatro dedos por encima de la base de de la verga, es muy suave, muy cálida, blanda y dura a la vez, la punta es más fina, luego engorda, después se hace más fina, como un pepino pero no tanto y ahora a besar, a lamer, a chupar, Carlos no ha tardado tanto como yo, siento su boca golosa comiendo todo mi rabo.

Un rato de locura, de degustar sabores nuevos, conocer texturas exóticas de oler fragancias que te marean.

Cuando volvemos a tener juntas nuestras caras acaricio sus labios con la yema de mis dedos.

-Carlos…, quiero que me penetres, ¿te atreves?

-Bien…, si tú quieres pero eres el primero no sé si sabré hacerlo bien.

Me sorprende lo que dice.

-Quiero Carlos, quiero, pero tienes que tener cuidado solo me han penetrado una vez y no era con esto.

Gráficamente cojo con mi mano su inmensa lanza, ahora es él el que me mira sorprendido y no pregunta.

-Espera, voy a buscar una crema.

Cuando vuelvo Carlos me espera en la misma situación, me coloco a su lado de rodillas, con la cabeza baja apoyada en la sábana y el culo en pompa, Carlos se pone detrás de mí y se apodera de mi culo, para besarlo, lamerlo chuparlo hasta que no aguanto más.

-Necesito…, quiero que la metas.

Carlos me da un último beso y me inunda de crema el culo, me voltea,

-Quiero hacerlo viendo tu cara por si te hago daño.

Me abre mucho las piernas, yo ayudo también sujetando mis rodillas, poco a poco Carlos mete uno de sus larguísimos dedos y luego otro.

Empuja su ariete contra la entrada, lo tiene difícil pero la naturaleza va disponiendo, me duele, me duele mucho y las lágrimas corren por mis mejillas, no importa, no me quejo y la cabeza que es más fina ha vencido la resistencia.

Carlos sigue haciendo su trabajo y según va entrando, sobre todo la parte gorda de su verga parece que me va a romper, luego lo fino que entra más fácil.

Se detiene en esa posición para besarme y limpiar con su boca mis lágrimas, le animo con mi sonrisa forzada.

-Cuesta, tienes el culo estrecho para mí…

Le digo que si con la cabeza, pasa un rato y el dolor se va calmando.

-Con lo fácil que te penetré yo aquel día.

Se me queda mirando, no se por donde se lo toma, se acerca y escupe sus palabras en mi boca.

-Será porque tú la tienes pequeña.

Sonríe y para que no conteste cierra mi boca con la suya, susurra con su boca pegando a la mía.

, -beso- Álvaro -beso- has -beso- sido -beso- mi –beso- primer -beso- chico – beso- en –beso- todo. (Tú, Álvaro has sido mi primer chico en todo), y entre cada palabra un me daba un beso.

Mientras espera metido en mi interior me sigue mimando, bajo mis manos a mi culo, tiento lo que hay en su entrada, me asusto de lo que tengo clavado y aún faltan por lo menos, de meter, los cuatro dedos de verga donde también le nace pelo.

Estoy lleno, mis manos abandonan esa zona, no quiero ponerme nervioso, voy a dejar a Carlos que trabaje, por lo que poco a poco voy sintiendo, me va a regalar la gloría. Mis manos sujetan su cara a una distancia que logre enfocar mis ojos con los suyos para sumergirme en su profunda negrura.

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