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Historia en capítulos 17 Después del caos, el orden

Han pasado cuatro días, Gonzalo sigue aún en el hospital, según la tía evoluciona favorablemente, he preguntado si puedo visitarle este fin de semana y la tía cree que no es el momento adecuado, está cogiendo consciencia de donde está y de lo que ha pasado.

Los que si deben haberle visitado han sido sus abuelos, solamente le han visto tras cristales y él desconoce aún que existen, por otro lado las conversaciones que mantienen, en aras del bienestar de Gonzalo, parece que van bien, los tíos creen que habrá un acuerdo y han encargado la preparación de una habitación para él, todo esto lo conocemos por Luci.

Todos mis amigos y más gente conocen lo sucedido, no la versión real porque esa solo la conoce Gonzalo y, una mínima parte, yo.

Oficialmente la prensa lo ha descrito como, un desgraciado y fortuito accidente que se ha producido al caer un niño de catorce años de un primer piso.

El viernes, después de que Julio nos deje libres, hemos bajado María y yo a la planta donde Amadeo y Pablo hacen sus deberes. Cuando entramos  en la sala vemos las mochilas ya recogidas encima de la mesa pero, de ellos no hay ni la muestra, los buscamos comenzando a abrir las puertas del resto de las habitaciones, menos mal que en la primera nos encontramos la sorpresa, Amadeo y Pablo están sentados en un sofá chéster, de piel verde, que me resulta sobradamente conocido, resulta ser el tresillo que tenía el tío en la otra casa y que no  ha colocado en su nuevo estudio, está ahora ahí, donde están sentados estos dos y están viendo una película en una enorme pantalla de televisión.

Bueno, ¿qué es aquello? Una sala de estar en toda regla con una librería vacía y otro mueble con un ordenador e impresora, el televisor va acompañado de todos los elementos de reproducción, de video y DVD, María y yo expresamos nuestro asombro abriendo la boca.

Saludamos a los chicos y María enseguida toma asiento al lado de Pablo.

-¿Y esto que es, de donde ha salido todo esto? –señalo con la mano todo el conjunto.

-Tu tío. –contesta Pablo pero veo que se pone un poco rojo, tengo que indagar, noto algo extraño.

Paso mi vista en detalle y, ¡jolín!, hay una sala de estar montada por todo lo alto, bueno para que el tío haya dejado ahí sus queridos sofás, motivo de alguna regañina cuando María o yo saltábamos en ellos, además los quería mucho y hacían juego con su mesa de despacho, con el tapete también de piel verde y filigranas en oro estampado, ya vi hace unos días que ahora tiene un tresillo más pequeño y funcional.

Tomo asiento al lado de Amadeo, parecen estar los tres ensimismados con las escenas de la pantalla, coloco mi mano en su pierna, él como respuesta posiciona la suya encima y la aprisiona contra su pierna, pasan unos minutos y Amadeo me hace señas queriendo que salgamos de la habitación, primero él y luego yo, sigilosamente, nos deslizamos fuera.

Ya en el hall tira de mí para subir las escaleras, no sé lo que desea, bueno lo sospecho y le sigo, llegamos a mi habitación, Amadeo se sienta en una de las butacas y yo en el brazo de la misma.

-Bueno Amadeo, tú dirás, parece que tienes algo de que hablar.

-No, quería saber si hay algún plan para mañana. –miente muy mal, el rojo adorna su cara de niño bueno.

-Pues yo quería ir al hospital a ver a Gonzalo pero como no me lo permiten, podíamos hacer algo especial, ir a jugar a la playa y luego comer algo en el centro comercial del Puerto Deportivo, llamaremos luego a Raúl, Carlos y Sergio, bueno  si a vosotros os parece bien.

-Tú crees que Carlos querrá venir, ahora que hay que realizar un esfuerzo en el estudio, no lo sé.

-No te preocupes que yo me encargo de que venga. –noto un brillo especial en sus ojos y cuando me quedo mirándolo se sonroja aun más.

Se pone en pie, eleva la cabeza y pasa sus brazos por mi cuello, tengo que agacharme para acceder a sus labios, me besa suavemente, le abrazo con fuerza y aplasto su boca con la mía, después de unos instantes le permito respirar, frota suavemente su cuerpo con mío y sus brazos pasan de mi cuello a colocar uno por mi cintura mientras el otro es usado para llevar su mano a mi bulto.

-¿Podemos hacer algo Al? –Joder que sí, quiero, lo deseo ya, alboroto su pelo y beso su frente-.

-No se…, esos, -me refiero a Pablo y María. -Pablo es capaz de presentarse aquí en un momento.

-No creo que haya problemas, tienen puesta una peli de más de dos horas. -abraza con fuerza mi cintura y luego baja sus manos para colocarlas en las redondeces de mi culo.

-Pues vamos que también lo estoy deseando pero antes pondré el seguro de la puerta, no me fío. –le cojo en mis brazos y le llevo a la cama, no es tan fina y chula como la suya pero es más grande.

Me tiro en plancha a su lado y nos abrazamos ligeramente compulsivos, después de jugar un rato con nuestros labios, de saborear nuestras bocas se coloca a horcajadas en mi vientre, desde la altura me mira sonriente y divertido, jolín está haciendo saliva y amontonándola en su boca, luego la abre para enseñarme la saliva que contiene y que escurre por su barbilla, abro mi boca y recojo la lluvia blanca con burbujas que va cayendo de él, no me permite paladearla porque ahora su lengua escarba para arrebatármela, el juego le gusta, a mi también, y lo vuelve a repetir dos o tres veces, me está llenando toda la cara de baba que a veces no acierta a entrar por la puerta de mis labios.

Se está volviendo atrevidito el chaval, ensaya nuevas formas de compartir, es deliciosa la sensación de nuestros labios resbalando sobre la lubricación de la saliva, estos juegos están haciendo que mi verga se excite al máximo y me urja a avanzar.

Comienzo a despojarle de su ropa como puedo porque él sigue con sus juegos y pasando su lengua por mi cara. Cuando tiro de su pantalón para sacárselo sin quitar el botón de la cintura me ayuda con movimientos de caderas, comienza a quitar los botones de mi camisa, el lleva un polo blanco que arranca arrastrando sus rubios cabellos.

Le miro, esta bellísimo, con su rostro arrebolado, sus labios muy rojos y húmedos, antes de quitarme la camisa juega pasando sus manos por mi pecho acariciando los pocos pelitos que tengo en él y los que rodean las aureolas de mis tetillas que ahora lame y chupa. Está logrando que entre en un estado febril, de frenesí y lo quiero tener ya desnudo.

Me siento en la cama y acabo por quitarme la camisa mientras él, sentado en mis piernas, va soltando la cremallera del pantalón y el botón de la cintura, me descabalga para ayudarme a sacar de mala forma mis pantalones, el slip sale arrastrado detrás, la polla apunta al cielo como un obelisco y se apodera de ella, sus caricias hacen que desee tenerla ya en un lugar cálido y húmedo.

Amadeo está en la etapa de los descubrimientos, admira mi verga sin tocarla y yo quiero que la toque, que la apriete, que la exprima.

Se ha colocado transversal a mí y me esfuerzo para llegar con mi mano a su slip e intentó bajárselo, joder me tropiezo con el culo y no pasa.

-Ayúdame Amadeo, quítate esto jolín. –ahora ya lo tengo desnudo a mi merced.

Su curiosidad visual parece satisfecha y sujetando la polla con una mano pasa su nariz desde el capullo a los huevos.

-Huele bien Al, me gusta como huele y es grande.

La sujeta con las dos manos y no la abarca toda, queda libre un trozo al que se dedica en primer lugar a besar, posa sus labios sin abrir la boca en la punta y sube su cabeza, cuelga el hilo del pre semen que se le ha quedo pegado, con la lengua barre sus labios y se aplica en descifrar el sabor y la textura, le ha gustado, pasa su rosa lengua por la cabeza y me produce un escalofrío, la tensión es tremenda y mis huevos se mueven involuntariamente en su bolsa.

No puedo dejar que continúe o me voy a ir.

-Amadeo…, Amadeo… -levanta la vista sin soltar su presa.   -Deja un poco la polla, ven.

Renuente abandona lo que le place pero al fin lo tengo de frente, beso su boca que sabe…, sabe a mí, se coloca sobre mi cuerpo para que nuestras vergas mantengan el contacto.

-¿Te gustaría metérmela? –levanta la vista, el asombro se refleja en sus cristalinos ojos.

-¿Yo…, metértela, yo?…, nunca lo he hecho y… -duda en seguir,  .la mía es pequeña…

-Yo creo que es suficiente, estoy seguro de que me va a gustar.

-Pero no se…, yo no sé.

-No te preocupes, yo te iré indicando y además es muy fácil, yo te la he metido y sabes lo que hay que hacer. –creo que más que la preocupación puede en él la curiosidad.

Sin más le ofrezco mi culo poniéndome de rodillas  abriendo mis piernas, se coloca detrás de mí y acerca su rostro.

-Huele muy bien Al, raro pero bien, me gusta. –logra que emita una risita.

-Jolín Al, se te mueve el anillo del culo cuando te ríes. -no puedo contener la hilaridad, sorpresivamente interrumpo la risa cuando posa la punta de su lengua en mi entrada.

Vaya si sabe hacerlo, después de los primeros momentos de prueba y ensayo, su lengua va avanzando en su recorrido y en la fuerza de su ataque, no puedo evitar emitir suspiros de placer.

-¿Te gusta Al?

-¡Ay!…, sí…, sí, Amadeo…, no pares…, no pares… Uiii…, que bien lo haces, pero no me toques la polla o me voy.

El chiquitín me está llevando al gozo, con mi cabeza enterrada en la sábana la muerdo para reprimir los grititos que a veces salen sofocados de la garganta, juega con sus dedos y de la lección aprendida experimenta la práctica, delicadamente y bien ensalivado mete un dedo en mi interior, sujeto su pierna y lo atraigo para acceder a su polla, no la tiene a su máxima potencia entretenido en que sea yo el que goce, la voy dando masajes suavemente, no es reacia a mis caricias y alcanza consistencia y dureza suficiente, esfuerzo el estiramiento para llegar a sus huevos y dejarlos en el nido de mi mano y acariciarlos con delicadeza para que no se rompan.

-Vale…, vale…, vale…, métela. –levanto la cabeza para mirarle. -¿Cómo te apetece que me coloque?

-Túmbate, quiero ver tu cara Al.

Me dejo caer y me coloco como él desea, recojo mis piernas y las abro al máximo para acogerle, viene a mi encuentro y acerca su cara, noto el líquido que escurre de su verga  en mi abdomen, besa mi boca nervioso y le devuelvo un mordisco.

-Si te hago daño Al me dices. –joder, ya lo miro con un poco de rabia.

-Venga Amadeo, que lo vas a hacer bien, métela ya que me estas torturando. –deslizo mis manos y abro mi culo para facilitar su acceso. Se sostiene con un brazo y con la otra mano dirige su flecha a mi entrada, que lento lo hace todo y por fin, por fin empuja.

-Más fuerte Amadeo…, mas fuerte.

-Te voy a hacer daño Al.

-Penétrame coño. -soy yo el que empuja mi cuerpo y mete la punta, allí se queda quieto-.

-Estoy bien cariño, estoy bien, no me duele, métela toda… todaaaaaaaaaaaaaaa.

-Esta toda dentro Al, tengo toda la polla dentro de ti, qué bien se está. –paso mis brazos por su espalda y le abrazo, al cabo de un momento.

-Eres un machote y ahora poco a poco, o como quieras, muévete.

Separa su pecho y comienza un movimiento de vaivén, su polla no es muy grande ni muy gorda, pero en los anillos de mi culo produce un placer de gloria, le ayudo jugando con mis esfínteres apretando y aflojando su verga y cierro mis ojos para ayudar a mi sueño, cuando los abro de nuevo debo sonreír como un tonto y él me devuelve la sonrisa.

Poco a poco coge velocidad y fuerza, limpio con mi mano las gotas de su frente y las que resbalan de su barbilla. No me siento lleno pero, noto una satisfacción tan grande que arranca en la base de mi abdomen y sube a mi garganta. Alargo la mano y acaricio el capullo de mi verga y surgen las contracciones que tensan mi tripa anunciando el no retorno.

-Me voy a correr Amadeo…, ay…, ay… -la tensión hace que mi pelvis se proyecte metiendo su polla hasta el fondo y allí me mueva frenético, mi culo la aprisiona mientras descargo mi semen en mi vientre llegando a mi pecho-.

Me mira sonriendo en un entra y sale esperando a que obtenga mi placer, cuando me calmo un poco sujeto sus caderas empujando para que reinicie sus movimiento, poco a poco se pone en marcha, como una locomotora de vapor. Sigo disfrutando del roce de su polla con mis anillos y  de mi verga salen pequeños chorritos sincopados. El niño se tensa, se hinca en profundad, echa su pecho y cabeza hacia atrás para caer sobre mi temblando epiléptico, depositando su semilla en mi interior, no puede más y muevo mi cuerpo para estimularle a que se vacié entero, su leche va resbalando por mis piernas, jolín no tendrá mucha polla pero me ha llenado el culo.

Estamos estampados y sellados por el sudor y mi leche, respirando sincopados, poco a poco su polla resbala de mi interior, levanta su cabeza y beso sus, ahora muy rojos, labios, abrazo su cuerpito, tenemos la misma edad y me parece un niño.

-Ves como si sabes, si puedes. Tienes que perdonarme como te hablé antes.

-Va…, no importa… ¿oye te lo he hecho bien?

-¿Bien…? Jolín eres un machote y además me has regalado, al menos, medio litro de leche. –beso su cara y no me cansaría de besarla pero se hace tarde y Pablito, cuando note nuestra ausencia, va a empezar a buscarnos.

-Oye bonito, vamos a darnos una ducha rápida, ¿ehh?, estamos perdidos chico, venga levanta.

De verdad, de verdad que estamos de aúpa, contraigo mi culo para que no escape nada para que luego caiga en la ducha y el agua se lo lleve.

Unos cuantos besos dulces bajo la lluvia y rápido cada uno a lo suyo, ya vestidos y antes de bajar le cojo de la mano y lo llevo al sofá.

-Tengo que hacerte una pregunta y no sé cómo Amadeo, no quiero molestarte, ¿puedo hacértela?

-Lo que tú quieras Al, tú mandas. –dudo, es meterse en la intimidad de los demás sin que me lo pidan pero, jo…, son mis amigos-.

– ¿A ti te gusta Carlos?

Se ha puesto más rojo que cuando se esforzaba en su duro trabajo dentro de mí.

-Es un chico majo…, simpático…, y es tu amigo, ¿qué quieres que te diga?

-Esa no es la respuesta que esperaba y quería, te he peguntado si te gusta.

-Bueno…, si…, si me gusta, creo que me gusta.

-¿Y por qué no se lo dices? –el color de su rostro pasa al púrpura, le va a dar algo y lo atraigo para abrazarle.

-No sé si yo le gusto y…, además, es tu amigo.

-¿Y qué tiene que ver que sea mi amigo?, no es de mi propiedad.

-No sé Al, de verdad no sé, me gusta…, me gusta pero no sé…, es todo tan complicado.

-No es complicado, si te gusta házselo ver, que se dé cuenta de que te va.

-No…, no puedo hacer eso, no sería capaz Al. –se queda un momento callado, busca en su cabeza una respuesta creíble.

-Tú también me gustas, me gustas mucho y eres el único amigo aparte de Alonso, bueno ahora tú  eres más, eres el único que se ha acercado a mí y me ha querido y me ha enseñado todo, creo, pero.

-¿Pero lo de Carlos es diferente? –asiente con la cabeza.

-¿No te enfadas Al? –le abrazo fuerte en mi pecho, ay…, ay…, lo que me enfada es sentir que puedo ser el motivo de que ellos no den el paso.

-¿Me ves enfadado? Venga tenemos que bajar y hay que llamar a la gente y quedar para mañana, hoy es el cumple de Luci y os voy a invitar a comer en algún bar de la playa, ya le puedes pedir permiso a tu abuelita.

Me cuesta apartarme de él, tan gatito mimoso y dulce que es, pero estoy también un poco disgustado conmigo mismo, he olvidado que era el cumple de Luci y no le he comprado un regalo, me mata la vergüenza, tengo que inventar un sistema para acordarme de esas cosas.

Ya estamos abajo, ninguno se ha dado cuenta de nuestra ausencia, o eso creo y tomamos asiento a su lado, tengo que averiguar qué ha pasado para que el tío nos ceda sus bonitos sofás. Los abandono un rato para hacer unas llamadas, subo a la planta central y busco a Águeda, como no aparece, paso a la casa de los tíos, en la cocina están las dos Águeda y Luci, en el comedor de al lado de la cocina están preparando una mesa para la cena.

-Álvaro, muy bien que has llegado, hoy vamos a cenar en casa de tus tíos porque es el cumple de Luci. –la vergüenza pone mi cara roja pero voy hasta Luci para besarla y felicitarla.

-Perdóname Luci, he recordado tu cumple ahora cuando estaba en mi habitación y no te he podido comprar un regalo.

-No importa, venga dame un beso que es suficiente y no te pongas rojo, ya está bien.

La abrazo fuerte, nos ha cuidado tantos años ella también y la queremos.

-Pregunta a tus amigos si se quedan a cenar para poner el otro comedor, si es así aquí no vamos a caber todos.

-Águeda, mañana quería invitar a mis amigos a comer en algún bar de la playa, para celebrar con ellos el cumple de Luci y pasar un rato.

-Por mí no hay problema pero en la cena pides permiso a tus padres.

Hago las llamadas, Raúl y Sergio están encantados, con Carlos tengo que emplear todas mis dotes de persuasión y lo convenzo cuando le pido que se quede a dormir en mi casa esa noche. Sé que va a trabajar lo que haga falta para mañana poder acudir a la cita y quedamos en vernos en el Puerto Deportivo o en la playa hacía las once de la mañana del día siguiente.

Cuando vuelvo donde están los chicos, ya preparándose para marchar a sus casas porque la peli a finalizado.

-Escuchad, Amadeo y yo hemos estado planeando pasar un rato mañana en la playa y comer allí, ya he quedado con los chicos de la zona alta. ¿Cómo lo veis vosotros para conseguir el permiso en vuestra casa?, ¡ahhh!, y celebraremos el cumple de Luci,  me ha pedido que os diga si vais a quedaros a cenar.

-¡Bien!…, ¡bien!…, ¿puedo ir yo también? –María salta alborozada y viene a abrazarme, rodeando con sus piernas mi cintura.

-No…, no, yo voy para casa, tengo que convencer a mi abuela para que me de permiso. –es la respuesta de Amadeo.

-Yo también voy a ver si camelo a mamá y…, no…, yo tampoco me puedo quedar. –tiene buen léxico el niño, ¿dónde aprenderá? Parece que están más interesados en el día de mañana que en la cena.

-María y yo os vamos a acompañar que aún no han llegado los tíos ni nuestros padres. ¿Te parece María?

Cuando subimos al hall  Águeda y Luci están allí deben haber oído nuestro ruido por las escaleras, los chicos la felicitan y se disculpan, hago señas a Águeda  de que vamos a acompañarlos a su casa.

Cuando volvemos aún no han llegado los tíos ni nuestros padres, estamos esperando con ellas en la cocina, al rato suena el teléfono,  Amadeo está autorizado y un rato más tarde Pablo.

-Águeda, ¿tú sabes que ha sucedido con esa sala que han montado abajo?

-Tu amigo…, Pablo, bueno yo no sé nada, Luci conoce el asunto. –miro interrogante a Luci-.

-Habló con tu tío, no escuché mucho la verdad, que no había un lugar para estar un rato, que no podíais imprimir cosas, no sé el rollo que le pudo meter, ya sabes cómo es ese crio y además lo decía como si hablara por ti y…, tu tío encargó todo, bueno ya has visto el tresillo que tenía él antes y como lo quiere, pues eso, nada más.

-¿Quieres decir que el tío cree que yo he pedido eso? –estoy un poco enojado con Pablo, le voy a tirar del pelo hasta ponérselo liso, jolín con el niño.

-No creo que tu tío lo haya creído, ya sabe que tu nunca pides, pero no puede negarles nada a tus amigos. –apunta Águeda.

-Anda…, mira quién habla, que mi tío no les niega nada, si tú todas las tardes les llevas leche y galletas cuando están haciendo sus deberes.

-Algo tienen que comer los pobres, vienen del cole y se ponen a trabajar como burros, sobre todo el pequeño.

-Sí, claro y le dejabas que usara la impresora del despacho del señor.

No entiendo el rifirrafe que se ha armado, al final resulta que Pablo se ha adueñado de la casa y de la voluntad de ellas, según parece.

-Bueno lo de la impresora fue porque señor Julio no le deja que suba en horas de clase al pobre niño.

Me daba la impresión de que Águeda tiene morriña de niños o, echaba de menos a su hija que estaba en Galicia con sus abuelos.

María zanjó el cruce de respuestas.

-Pero está bien, ahora se está mejor y podemos ver una peli o hablar.

Oímos que llegaban los tíos, después de los besos de rigor, van a su habitación para prepararse, los sigo.

-Tía…, ¿qué tal Gonzalo, cómo está? –me abraza contra su pecho.

-Va bien cariño, el lunes lo llevamos a la clínica, tienen que enseñarle ahora a andar con muletas y hacer ejercicios para irse recuperando, el próximo fin de semana, si lo deseas podrás visitarle.

-Y…, ¿sus abuelos qué…, qué dicen?

-Mañana vamos con tus padres a comer con ellos en su casa y hablaremos, no es fácil cariño, vamos a hacer lo mejor para él que es lo importante: ¿verdad?, no lo que a nosotros nos gustaría.

Los dejo y vuelvo a la cocina, cuando regresan nos sentamos en el comedor, papá y mamá vendrán más tarde, según el tío han ido al hospital a ver a Gonzalo, me están volviendo loco las preguntas que tengo sin respuesta, no sé nada, no entiendo nada, hace pocos días Gonzalo no existía y ahora no solamente los tíos sabían de su existencia, también nuestros padres conocen cosas sobre él.

-Tío, ¿por qué conocéis todos a Gonzalo y nosotros no hemos tenido noticias de él hasta ahora? –el tío se detiene pensativo mientras lleva su copa a los labios.

-Es una historia muy larga Al, pero bueno lo básico es que…, sí, todos conocemos o sabemos de su existencia, su papá era amigo nuestro desde niños, luego falleció en un accidente y…, esa es la historia y es suficiente, no necesitas saber más, por ahora al menos. ¿Te he contestado a la pregunta?

Le digo que si con la cabeza pero no. A menudo la comida en mi plato queda un poco revuelta pero intacta, esto supone sufrir severas miradas de todos, pero ahora no podía ni tocarla con el tenedor y eso que Luci ha puesto jamón, sabe que me gusta. Suspendo mi interrogatorio para que la conversación se generalice.

-Tío… -quedo en suspenso.

-Sí…, si Al.

-Gracias tío, -me mira sorprendido e interrogándome con la mirada, hasta que se da cuenta de qué era a lo que me refería-.

-Va…, no es nada, para que estéis a gusto, no es importante.

-Gracias…, por ocuparte de mis amigos. –hubiera ido a darle un beso pero me hubiera puesto a llorar y preferí seguir sentado.

Cuando llegaron papá y mamá, todos nos pusimos en pie para saludarles y besarles, ellos si traían un regalo para Luci, menos mal, me mira con el regalo en alto con una sonrisa.

Mamá al besarme me confía en el oído.

-Ya sé que lo has pasado un poco mal estos días y que has conocido a Gonzalo, hemos estado con él y se le ve muy bien, lo cuida la tía y ya sabes cómo es ella.

Después de la cena hablan entre ellos, Águeda y Luci están recogiendo la mesa y María se aburre, yo hubiera preferido quedarme e intentar escuchar algo pero.

-Al…, Al…, que tienes que pedir permiso a papá…, para mañana…, lo de la playa…, venga, ¿no te acuerdas? –debo interrumpir su conversación y eso no me agrada.

-Papá…, quería pedirte permiso para ir mañana a comer con los amigos a un bar del Club Deportivo, para celebrar el cumple de Luci con ellos.

Papá mira al tío que se encoge de hombros.

-Luis, ¿cómo van los estudios?

-Según Julio sin problemas, todo sigue su curso.

-Bueno pues vale, si todo va bien puedes ir pero debéis volver pronto a la tarde. –María  tira de la manga de mi camisa.

-Es que…, también va a ir María.

Papá vuelve a mirar al tío.

-¿Puedes arreglar eso Luis?

-No hay problema, llamo a seguridad y que mañana vaya uno de vigilancia.

-Pues sin más, podéis ir los dos pero tú eres responsable de María, no lo olvides.

-Si papá, la cuidaré, no te preocupes yo la cuidaré.

Nos despedimos y subiendo las escaleras, María las salta una a una de alegría, es la primera vez que va a ir sin acompañamiento de mayores a comer fuera. Tendríamos un señor de seguridad pero, a eso ya nos estábamos acostumbrando y, a veces, ni se les notaba.

Me despedí de María y encontré la habitación como la había dejado antes, me lavé los dientes y tomé mi pastilla, cuando mis ojos se cerraban irremisiblemente se abría la puerta, María salta a la cama y se mete debajo de la sábana.

-Gracias…, Al…, gracias…, ¿puedo dormir contigo hoy?… -no pude contestarla, a la vez que caían definitivamente mis párpados mi boca dejó de recibir órdenes para responder.

Ha sido una mañana ajetreada. María estaba abrazada a mi cuando desperté, la sacudí y me lancé al cuarto de baño para ducharme, me vestí con rapidez, luego pasé a coger dinero del estudio, cuando bajé María estaba ya en la cocina esperándome para desayunar, salimos a la calle y  rachas de fuerte viento con una lluvia de doradas hojas nos recibieron, recogimos a Pablo y a Amadeo.

Hacía un poco de frío y nuestro caminar era rápido, el viento que nos daba de frente ponía la punta de nuestras narices coloradas, pase mi brazo por los hombros de Pablo.

-Bueno pequeño ahora que no hay quien te defienda, tu yo tenemos que hablar.

-Yo no tengo nada que hablar contigo y suéltame que eso es de maricas.

-No me importa que sea de maricas o lo que tú quieras, tú no te alejas de mi hasta que contestes mis preguntas, ¿vale?

-Cuéntame eso de la sala…, el ordenador…, bueno todo eso que has montado.

-Yo no he sido, ha sido Luis, tu tío.

-Pero bueno tendrá cara el niño, ¿mi tío el culpable?

-Bueno también Julio y Águeda.

-Vaya…, vaya, explícame tu retorcido razonamiento.

-Es fácil…, bueno para ti igual no, Julio no me permitía subir a imprimir a tu nido de espionaje,  Águeda tampoco me dejaba usar la del despacho de tu papá y…, un día, tu tío me preguntó y…, me preguntó si estaba bien y hablamos como dos hombres y…, él se empeñó.

-Dios tío, tú vas a ser más listo que Albert Einstein,  jolín que teoría, como enredas las cosas para que te sean favorables.

María y Amadeo iban escuchando la conversación y riendo por bajines, disfrutando de los problemas de Pablo para adornar con lógica sus respuestas, al final María, práctica ella, insistió en su idea de la cena.

-Bueno…, que no es para tanto, Pablo tiene razón, así se está mejor.

-María, el problema no es lo que haya hecho Pablo, el problema es que se ha escudado en mi para hacerlo. –el  razonamiento  de María fue aprovechado por Pablo.

-Ves, María también puede tener algo de culpa, si le parece bien, igual es porque le ha sugerido algo a tu tío.

Menos mal que estábamos llegando al conglomerado del Puerto Deportivo y a la entrada nos esperaban los chicos de la parte alta, en lugar de matarle tuve que soltar la carcajada, que mente tan retorcida tiene…, no reconocerá que fue él, al menos el iniciador.

Después de saludarnos unos a otros, bajamos a andar un poco sobre la arena, pasé mi brazo por los fornidos hombros de Sergio y mi mano por su cabeza, joder que corte de pelo se había dado, ni cinco centímetros le quedaban.

-¿Y esto por qué Sergio? –mientras raspaba mi mano con su pelo tan corto.

-Va…, me ha dado por ahí y para la ducha viene divino, después del entrenamiento no habrá que secarse la cabeza, oye…, es una gozada.

Calla un momento y seguimos caminando. El viento sigue soplando fuerte, nos llegan gotas microscópicas de agua de las olas al romper en la arena.

Las ondas son cabalgadas por chicos montados en sus tablas de surf, hay como treinta o cuarenta jinetes, que reman con sus brazos alejándose de la arena en busca de la ola. Cuando esta arranca, algunos consiguen ponerse de pie sobre su tabla y se deslizan raudos, evitando su rompiente hasta que los alcanza y los sepulta en su espuma. Impertérritos vuelven a insistir.

 Cuando el agua los expulsa de ella y los deposita en la arena se levantan, corren de nuevo para adentrarse, reman con sus brazos al encuentro de otra onda, tienen la esperanza de ser afortunados y cabalgar unos segundos más antes de ser engullidos de nuevo. Emociona la bravura de los chicos en su lucha e insistencia, ajenos al desánimo. Los deseo suerte en su ilusión de lograr cabalgar al unicornio blanco.

-¿Cómo está Gonzalo?, estamos de cuadro en el equipo.  –Sergio vuelve a hablar.

-Parece estar mejor, el fin de semana que viene me van a dejar ir a verle, eso me han dicho.

-He escuchado, en casa, que tu tío ha encargado la decoración de una habitación para un joven y que quieren urgencia.

No voy a comentar a mis amigos que espero tener a Gonzalo en casa de los tíos. Mi…, nuestro interés e intención pueden aún malograrse.

Advierto el acercamiento de Carlos y Amadeo, ahora mismo los grupos se polarizan según no se qué intereses, o si. Pablo y María corren y hacen sus juegos tirando piedras al agua, Carlos y Amadeo caminan muy próximos pero sin entrar en contacto en ningún momento y, luego Sergio con Raúl a un lado y yo al otro. Sin darnos cuenta hemos llegado al final de la playa, hoy es un día otoñal, nublado y ventoso pero además con frío de invierno, la playa está desolada, habitada por nosotros y los jinetes de las olas solamente.

Indico a María que debemos volver, y como si fuera el perro que va en cabeza, en el tiro de un trineo, nos arrastra tras ella. En el Puerto Deportivo hay un pequeño acuario y los más jóvenes quieren verlo, merece la pena haber entrado y ver la alegría de María admirando el colorido iridiscente de algunos peces o la imitación que hace con su boquita del aspirar para llevar el agua a sus branquias de otros.

He venido pocas veces pero, aunque me atonta, me gusta la algarabía del lugar donde deciden comer. Una nave inmensa y en ella, a lo largo de las paredes todo tipo de restaurantes, o mejor dicho mostradores, para jóvenes como el Mac. El centro, lleno de mesas, es de uso común y compartido. Comemos esa comida,  yo me conformo con una bolsa de patatas para entretenerme mientras bebo mi botellín de agua y disfruto de mi gente. En está ocasión no han andado espabilados y Pablo se ha sentado entre Carlos y Amadeo.

Comida frugal pero ha durado dos horas, comiendo no, esperando colas y a veces alguno de nosotros levantándose a saludar o hablar a un conocido o conocida. Raúl como siempre llama mucho la atención y hoy el guapo lo tiene subido. Cuando salimos el cielo se ha oscurecido aún más por los negros nubarrones que, muy posiblemente, nos mojarán en el camino de vuelta.

Cuando pago la cuenta, todos quieren colaborar, no lo permito por ser el cumple de Luci y están invitados.

Ahora hay propuestas sobre lo que vamos a hacer en las próximas horas. Alguno propone ir al cine,  allí mismo hay una sala multicines o llegarnos hasta mi casa para ver una peli, la segunda opción es aplaudida por Pablo que explica, con pelos y señales, las novedades que van a ver y…, hay que fastidiarse, ahora todo ha sido gracias a él, como convenció a mi tío y lo que le costó…, le mato, un día le mato.

El camino de vuelta se hace corto, el viento es de espaldas y nos empuja, delante van los peques y el grandullón, a veces se le insubordinan y saltan queriendo escalar su fortaleza. No sé de qué hablarán pero Carlos y Amadeo no paran. De vez en cuando Raúl me golpea con su cadera y, si me encuentra con el pie cambiado, trastabillo. Es como un juego pero uno de esos golpes me tira contra el pretil del paseo.

-Raúl, por poco me tiras al agua, ¿qué te pasa?

-A mi nada, a ti debe sucederte algo, ¿no?

-A mi no me pasa nada, ahora que si tienes ganas de jugar. -y ahora soy yo el que le empujo.

Pasa su brazo por mi cintura y me habla al oído.

-Llevamos andando más de media hora, más de dos kilómetros y no apartas la vista del culo de esos. Que hay más gente en el mundo muchacho, que está superpoblado. –se refiere a Carlos y Amadeo y, si, tiene razón, pero no voy a contarle lo que pienso, no por ahora, en su lugar-.

-¿Están guapos verdad, a que hacen buena pareja?

-Dios, Dios, Dios, ¿En qué estás pensando Al? Te vas a meter en un lío.

-Bueno, ya saldremos de él, te tengo a ti para que me ayudes.

Cuando llegamos, yo la verdad es que, aparte de alguna película de niños y dibujos animados, pues no tengo, no es mi fuerte. Estoy dándome cuenta de que tengo muchas carencias o inapetencias, pero es igual, esta Pablo para compensar, les pide a Amadeo y María que lo acompañen.

Los demás nos acercamos un momento al centro, a comprar unas flores para Luci, de vuelta esperamos charlando y aparecen con tres bolsas, de esas grandes de plástico, cargadas hasta los topes, María lleva la que le ha tocado casi a rastras y el caballero que hay en Raúl se la recoge para llevarla y sujetarla de la mano, ella le mira embobada.

Luci se emociona cuando ve el ramo y besa a todos, se le saltan dos lagrimones, siempre ha tenido niños cerca, al menos a María y a mí, pero siete, siete igual son muchos, caray.

Pablo se encarga de llevar la voz cantante y ahora les muestra lo que ha conseguido. Les dejo un momento para volver donde Águeda y Luci para preguntar si han vuelto de la comida con los abuelos de Gonzalo, pero aún no han regresado. Ella pregunta a su vez, ¿cuántas habitaciones tiene que preparar para esta noche?, luego nos preparará una merienda.

Regreso y, ¡Ho milagro!, la librería, antes vacía, ahora está casi a tope de videos, juegos y DVD de Pablo y hay una pelea encarnizada sobre la peli que quieren ver.

-Escuchad un momento, Águeda quiere saber quiénes os vais a quedar a dormir. –Carlos es el único que levanta la mano, no en vano ha cargado todo el día con su bolsa de deporte, por el teléfono interior le digo que solo se quedará Carlos y que no hace falta que prepare habitación para él-.

Tenemos que interrumpir la peli cuando Luci llega para decirnos que tenemos la merienda preparada. Antes de finalizar llegan nuestros padres y los tíos. No puedo resistir y cuando se retiran voy detrás de ellos. No me hablan y creo que voy a romper a llorar, la tía me hace una señal de asentimiento con la cabeza sonriendo.

-Buff…, buff…, gracias a los cuatro, ¡os quiero! Vuelvo donde los otros corriendo. –los dejo con la boca abierta con el anuncio.

-Cuando Gonzalo salga de la clínica a venir a vivir aquí, en casa de los tíos. –pienso que se alegran porque algún trocito de tostada es lanzado al aire.

Hemos pasado un día de: Todos en compañía de todos, lástima que no podamos repetir la experiencia más a menudo. La mamá de Pablo ha llegado a recogerlo. Amadeo y Pablo son los primeros en marchar, algunas miradas se cruzan, quieren decir palabras que no llegan a traspasar el umbral de los labios.

-Tío, ¿quién va a llevar a Raúl y Sergio?

-No te preocupes el papá de Sergio viene a hablar conmigo y luego los lleva.

Un rato después los últimos parten para sus casas.

Momentos más tarde, en mi habitación:

-Oye, toda la tarde sentados y estoy cansado. –dice Carlos.

-Pues vamos a lavarnos la boca y luego descansas.

Estamos ante el lavabo con la espuma del dentífrico saliendo de nuestras bocas.

-Le he dicho antes a Águeda que dormirías conmigo, igual he metido la pata y querías dormir solo.

-¿Cómo piensas eso? Ni hablar yo he venido a estar contigo.

-Pero te he visto ausente todo el día, casi ni me has dirigido la palabra.

-Vahh…, la cabeza que no deja de dar vueltas pero…, lo siento, no quería mostrarme así.

-Bueno. Pues si no hay problemas… -le sujeto de las caderas y le estampo un beso en los labios dejando y recogiendo la espuma que nos sale-.

-Cochino, ahora nos tenemos que lavar la cara. –se ríe, el frío está roto.

Cuando nos desnudamos le ofrezco uno de mis pantalones.

-He traído el mío pero ahora prefiero quedarme así. -su larga verga se balancea al andar y cuando salta sobre la cama quedando boca arriba con sus manos tras la nuca. Abro un poco la ventana, hace mucho calor y luego me zambullo entre las mantas  y en su cuerpo, apago la lámpara, entra suficiente luz proyectada por la lámpara de la terraza-.

Empiezo un juego de lucha por intentar agarrarle la verga que el evita abrazando mis brazos.

-Luego Al…, luego, no seas impaciente.

-Pero me gusta, me gusta, me gusta, quiero que me folles. –vuelvo a jugar pero no me suelta, se sienta a horcajadas sobre mi y baja la cabeza para echarme su aliento en la boca soplándome en ella, me encanta y me hace cosquillas en la nariz hasta que sus labios aplastan los míos, primero suave y después con fuerza para ofrecerme su lengua y que juegue con ella.

De vez en cuando, jadeantes, debemos suspender nuestro beso pero, por unos segundos, luego nuestras ansias se recrudecen hasta que nuestros labios están a punto de sangre.

-¿Qué rol prefieres hoy? –pregunta Carlos con segundas intenciones y me hace reír-.

-Pues…, tú tienes la polla más grande y te toca hacer de macho, quiero que me la metas toda.

-Lo sabía…, lo sabía…, eres un vicioso.

-Vale, un vicioso pero antes tienes que dejarme jugar con ella un poco.

-Venga Al, ya me has puesto a mil, no sé lo que voy a aguantar.

La noto a veces, cuando roza mi cuerpo y lo estremece ante la idea de tenerla dentro, bajo mi mano y está terrible, palpitando como un pajarito asustado en la mano al sacarlo de su jaula.

Me coloco en posición para que el también juegue con la mía, de costado y poder hacerlo suave, sin prisas aunque las ganas me puedan.

Baño mi rostro en sus olores antes de empezar a bajar su pellejo y dejar al aire y sin protección lo que es mi ensueño, él estimula mi polla con su lengua y juega en mi entrada posicionando la yema de su dedo y juga y danzan sus dedos ahí.

He conseguido meterme todo su falo aunque me ahoga y no aguanto mucho, está sabroso y ya lo añoro teniéndolo en mi ano, necesitaría dos pollas que me llenaran el culo y la boca.

-Más despacio Carlos, más despacio, vas a hacer que me vaya.

Abandona mi verga para dedicarse en exclusiva a jugar con sus dedos bien ensalivados en mi entrada, lo hace con suavidad y sin darme cuenta, sin saber el tiempo que ha pasado, tiene casi su mano dentro de mí.

-No me toques más por favor…, deja de tocarme. –abandono su verga con una última caricia a sus huevos y me tiendo en el tálamo para ofrecerme por entero a él, como un cordero en el ara del sacrificio-.

Su romo cuchillo intenta abrirse paso en mí y mis esfínteres lo reciben y lo abrazan antes de volverse a abrir para que vaya entrando lo que resta. No diré que no me hace daño, sería impensable que ese grosor entrara sin más, pero el placer lo va a compensar, ya lo compensa cuando miro y admiro su esfuerzo y, en un postrero empujón, consigue vencer la resistencia.

Lo tengo dentro, todo mío, Dios que placer. Apoya su pecho en el mío para reponerse, aprovecho para abrazarle y besar su cara agradeciendo el regalo. Su corazón desbocado late con fuerza, noto el bombeo y en mi interior como se llena y crece su polla por efecto de la presión, como si su sangre entrara en mi riego sanguíneo.

Cuando se repone se eleva y comienza su vaivén que me vuelve loco, como otras veces no resisto la tentación de llevar mis manos a la entrada de mi culo y palpar la tremenda dilatación, él sabe que me gusta y para un momento para que acaricie la zona de encuentro, luego me abandono a sus deseos que son los míos.

Y llega la explosión para él, cuando aprieta desesperado sus riñones para descargarse entero en mí siendo generoso. Para mi primero sucede la implosión boqueando angustioso y tensando mi vientre hasta que arranco y exploto, no sé si es el éxtasis o el dolor de que finalice y gimo suavemente.

Divino momento el ratito que está dentro, sintiendo su palpitar y luego como escapa, más tarde la paz rendida.

Permanecemos un momento tendidos uno al lado del otro.

-Carlos…, tengo que ir a limpiarme un momento.

-Estoy rendido Al, ve tu.

Cuando vuelvo llevo una toalla húmeda y limpio con suavidad las marcas que he dejado en él.

Mi mirada recorre su espalda y desciende hasta tropezar con la frontera, el blanco se pierde en el gradiente, primero suave, hasta alcanzar la avasalladora fronda. Desde la cintura un manto suave de vello negro cubre su piel que a veces produce reflejos.

Su pierna derecha estirada y la izquierda formando un ángulo de casi noventa grados con la perpendicular del cuerpo.

Los medios melones de su culo, con algún claro oscuro, altos, soberbios y altivos permiten apreciar resquicios de la blanca piel en su parte más alta, vuelve a cerrarse el bosque hasta alcanzar la absoluta negrura en el lugar de su abrazo.

Los pies blancos y finos lucen el corte recto de sus uñas al final de los delgados dedos.

Su sueño es plácido, la mirada vuelve a realizar el camino inverso hasta llegar a sus hombros, el brazo derecho pegado al cuerpo y el izquierdo posado en  la almohada cerca de su cabeza, aún tiene pegados algunos cabellos en su frente por el sudor que hace poco la empapaba en su esfuerzo y dedicación a mí, no veo sus ojos negros pero si su turgente labio del que cuelga un hilito de saliva que cae sobre la almohada formando una suave mancha, de la axila escapa un matojo de hirsuto vello.

La ropa de la cama está al final de la misma, la puerta de la terraza está ligeramente abierta y ahora, un cuchillo de frío penetra, me levanto suavemente para no perturbar su sueño y voy a cerrar la pueda, tengo que pedirle a Águeda que baje un par de grados la calefacción y sé que su contestación va a ser la misma. –Esa zona de la casa es la más fría y siempre acabáis dormidos sin ropa-, insistiré aunque al final será lo que ella quiera.

Antes de cubrir su cuerpo vuelvo a perderme en él, ha subido aún más su pierna y sus gordos y peludos huevos ahora cuelgan libres por efecto del calor cuando siempre los tiene bien pegados a la base.

La tentación es grande, deseo resbalar mi mano por su piel de terciopelo, en su lugar corto con la yema de mi dedo índice el hilo que une su labio con la almohada, queda prendido en mi dedo, lo huelo y lo llevo a mi boca, no huele, no sabe a nada, otras veces huele a fresa, a limón a sus dichosas piruletas que dan diferentes olores, sabores y colores a su boca, ahora no tiene nada de todo eso, lo ha sacrificado dejándolo extendido por mi cuerpo.

Me coloco el pantalón corto de dormir y entro en su acogedor calor, cuando mi mano va a alcanzar el interruptor de la luz se revuele y se gira hacía mi, se arrima y coloca su pierna derecha encima de mi abdomen aplastando mi polla, la suya apretada en el lateral de mi culo y su brazo derecho por encima de mi pecho.

Estoy enjaulado, su aliento llega suave a mi cuello y oreja, apago la luz. Hoy no necesito tomar pastilla, la tía me ha tenido que volver a medicar, me siento seguro entre los barrotes de su jaula.

Antes de perderme en la oscuridad  me fuerzo en tener un último pensamiento. –Tenemos que hablar, Carlos…, te quiero tanto que es necesario que hablemos-.

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