Saltar al contenido

I cum in my shorts

Mi amigo para este verano es John, sí, se llama John Marsden. Se encuentra en mi casa por un intercambio universitario con mi hermano Gilberto. El asunto es que mi hermano, año y medio menor que yo se inscribió en la universidad para intercambio con un inglés. Me insistió que nos fuéramos los dos, pero no quise dejar a mis padres con dos chicos ingleses, aunque ellos estaban de acuerdo.

Este verano con mis 21 años y todo aprobado con buenas notas no quise ir a ningún sitio, sino estar en casa —que como en casa en ningún sitio— y desplazarme con el coche a mis playas nudistas favoritas.

El mismo día que mi hermano salía para Londres, lo acompañé al aeropuerto y ya me quedé dos horas esperando a que llegara el tal John. Tenían claras instrucciones y mi hermano me dio un papel en el que ponía en rotulador «Mr. Marsden». Eso me pareció muy formal y a la vez chabacano. Yo me puse frente al ordenador y me bajé un marco floreado que lo ajusté a la página y en el centro, sobre fondo naranja, escribí «John Marsden», sin comillas y con tipos de letra English Towne. Lo imprimí en cartulina. Quedaba chulo, incluso a mis padres les pareció mejor.

Llegó el avión, tardaron en salir como 40 desesperantes minutos, y yo allí a ver cuando salían los ingleses con el cartel de cartulina levantado por mi brazo en alto, solo sabía que era rubio y miraba a todos los rubios que salían. Por fin se me puso delante un tipo que me dijo:

— ¿Antony?

Miré, no lo había visto salir, llevaba una gorra que le cubría la cabeza y una mochila enorme a la espalda, cuando yo esperaba un chico rubio con su maleta a rastras.

— I’m John.

— ¡Oh, si, yes, claro, sí! Yo me llano Janpaul.

— Oh, Juan Pablo, you’re not Anthony!

Y lo besé como si fuera mi hermano. Debió parecerle normal, pensé yo, porque me besó y me gustó. Pensé que en casa le diría que Antonio es mi hermano y como quiero que me llame. No sé si John es guapo, pero feo no era, siempre sonriendo y escuchando todo lo que de camino a casa le iba explicando. Si yo callaba atendiendo en las rotondas, él hablaba repitiendo lo que yo decía. También conducía coche porque frenaba mucho con su pie apretando el piso. Cuando llegamos a casa dejé el coche estacionado frente a mi casa, tuve suerte de encontrar sitio, hasta creo que me lo comentó en inglés, pero no lo sé cierto porque no prestaba atención.

Entramos en casa y lo presenté a mi madre que nos había preparado una rica merienda y nos sentamos. John tenía hambre, se le notaba, debía llevar horas comiendo porquerías. Fuimos a la habitación y le mostré la cama de mi hermano Antonio que estaba junto a la mía, le mostré el armario para que sacara sus cosas y las colocara. Yo le iba diciendo, cómo podía, las cosas y se me quedó mirando muy atento a lo que le decía. Comenzó a gustarme. Lo miré bien, me senté en la cama y lo remiré de la cabeza a los pies, una camisa a rayas que le hacía más delgado, jeans skinny y zapatillas blancas a juego con cosas verdes.

Le pregunté si se quería duchar y cambiar. Me dijo:

— It’s very hot and I do not have shorts, we would have to go buy them if they are not very expensive.

Se lo hice repetir despacio y, como lo había remirado muy bien, abrí mi armario y le puse cuatro shorts en sus manos. Tengo la mala costumbre —dice mi madre— de comprar, cuando algo me gusta, de dos en dos o de tres en tres y me sobran para poner una tienda. Se puso feliz y le dije que se podía poner de lo que había allí.

Luego le mostré el baño y lo invité a que se duchara, le dije cuales eras sus toallas y lo mandé a que usara el baño y se vistiera luego de corto para ir a visitar a mi padre a su oficina. Le dije que luego me ducharía yo y salí de la habitación para estar un rato con mi madre y tranquilizarla diciéndole que era un buen chico, de 20 años y que me parecía más pequeño, aunque era igual que yo. Mi madre se puso feliz. Luego le dije que vendríamos con mi padre porque iríamos a la oficina.

Cuando entré en la habitación ya estaba duchado y con la toalla envuelta en su cintura. Su torso bien formado, no tantos pectorales como los míos, pero con buenos pezones y pronunciados, seguro que se los masajeaba con frecuencia. Me desvestí, dejé la ropa doblada sobre mi cama y me metí a la ducha. Me miró, no sé si se extrañó, pero no comentó nada. Cuando salí de la ducha estaba sentado en la cama mirando hacia la mía. No bajó la mirada, inspeccionó bien y dijo:

—All right!

— Si te gustó me alegro, que tú también me gustas.

No entendió nada porque se quedó mirando cómo me vestía y se dio cuenta que no me había puesto calzoncillo, dijo algo que no sabría repetir, pero me avisaba de mi ropa interior, le dije que hacía calor y no solía usar. Y lo entendió por su risa complaciente. Entonces le expliqué por qué tenía tantos jeans y tantas bermudas y shorts.

Nos salimos, saludé a mi madre con un beso y me imitó. La cara de mi madre rebosaba felicidad. Fuimos a pie para que conociera mi ciudad y saludamos a mi padre que, al vernos exclamó:

— Pero si sois iguales.

Entonces me di cuenta que se había puesto una de mis camisetas y me puse feliz. Me había entendido. Las cosas iban bien. Mi padre me dijo que le mostrara el centro de la ciudad, que íbamos a cenar al restaurante La Bodeguilla, que iría a casa y sacaría a mi madre. El sitio para encontrarnos sería en El jamoncito y que tomáramos algo allí hasta que llegaran. Mi madre es mujer de verdad, le cuesta arreglarse, así que teníamos tiempo para ver la Catedral antes de que la cerraran. Por suerte le gustaba el gótico y se maravilló. Descubrí su faceta artística, ya solo me faltaba descubrir su faceta sentimental, pero me lo tomé con más paciencia de la que necesitaba.

La cena perfecta, el paseo con mis padres maravilloso y a casa a ver un rato la televisión, como noté que John estaba cansado le dije de ir a dormir y nos despedimos de mis padres.

En la habitación, no me entretuve, hacía calor, me desnudé, fui a orinar, lo hice, me limpié la boca, salí y me tumbé sobre la cama para dormir, por supuesto que sin meter la sábana sobre mi cuerpo. Hurgó John en su mochila, sacó una bolsa de aseo y se metió al baño, no tardó y se acostó desnudo. No tardamos en dormirnos, solo le pude decir

— Buenas noches, hasta mañana.

— Good night see you tomorrow, me contestó muy débil.

**********

A los siete días ya hablaba el español para ir por casa y yo comenzaba a aprender algo de inglés. Pero lo más importante es que nos hicimos amigos. Nos entendíamos muy bien. Pensé que podríamos ir a la playa, pero salió nublado el día que queríamos ir y miré en el iPhone que estaba con bandera amarilla y viento de levante SSE, que levanta algo de arena y nos dedicamos a ver los alrededores y los barrios tradicionales, le di un paseo por varios bares y tascas y le gustó la marcha. El viernes lo llevé a un bar gay con la idea de decirle mis orientaciones sexuales y sentimentales para que me entendiera mejor y no se extrañará de mi soltura y de desnudarme en mi casa. Mis padres saben mis opciones y están de acuerdo, tampoco ellos van con tapujos para besarse y acariciarse delante de mí y de mi hermano. Me parece natural y me gusta que sean así. Le dejé en la barra del bar:

— John, no te extrañes de lo que te voy a decir…

Me miraba fijamente, esperando lo que quería decirle. Él ponía cara de problema tan bonita que me lo hubiera comido entero, y proseguí:

— Escucha, John, quiero decirte que yo soy gay…

Respiré para mirarlo y ver su reacción. Se sonrió. Se quedó mirándome y de pronto me besó. Respondí educadamente a su beso esperando que fuera breve y me mordió el labio inferior para que separara mis dientes y meter su lengua. Lo hizo, enredamos nuestras lenguas, intercambiamos saliva, seguimos un largo rato morreándonos. Al acabar, ambos sonriendo de placer, el barman nos puso una cerveza a cada uno y nos indicó de quién eran y nos señaló una mesa. Uno levantó el brazo saludando, lo saludé y lo reconocí, habíamos follado hacía poco tiempo entre las dunas de la playa nudista. Le sonreí como para darle las gracias.

— Yo también gay, Jan.

Entonces le pasé mi cerveza y me pasó la suya. Tenía claro que mi sufrimiento comenzaría en agosto pero mientras, lo íbamos a disfrutar. Al salir del bar le pasé mi brazo por la cintura, él también, me besó y exclamó repentinamente;

— Fuck! I cum in my short!

Me reí, miré que se estaba humedeciendo su short, me quité mi camiseta que era larga, le saqué la suya, y nos cambiamos las camisetas. Yo estaba empalmado, pero no había peligro de correrme:

— Qué fácil solucionas todo, Jan.

Nos cogimos de la mano para llegar a casa y ducharnos. Lo hicimos, esta vez juntos. Tras una semana fue la primera vez que nos tocamos. Nos tocamos todo, como haciendo una investigación. Su polla que era larga y delgada, más larga y más delgada que la mía, tenía un toque suave, aterciopelado, invitaba a manosearla sin parar. Toqué sus gruesos pezones y sentí una especie de electricidad en todo mi cuerpo, también noté cuánto le gustó que se las acariciara y tocara con las yemas de mis dedos. Nos miramos y nuestra mirada decía: «ducharos, lavaos que a la noche tendéis más tiempo». Nos fuimos a cenar.

Después de cenar, invité a mis padres a pasear y a tomar una copa. Siempre paga mi padre, pero entre él y yo hacemos lo imposible por sacar a mi madre de casa. Estando John delante sabía que no se negaría. Se arregló un poco, que no sé por qué lo hace, si mi madre es guapísima, tanto que a veces le digo a mi padre: «si yo no fuera gay procuraría que te divorciaras de mamá para casarme con ella». Estas cosas le divertían a mi padre mucho y me seguía la corriente. Así que nos salimos los cuatro a la calle.

Ellos iban cogidos del brazo detrás de nosotros y al rato John me cogió de la mano y escucho la voz de mi padre:

— ¡Eeeeh, os he visto!, esas manooos… quietaaasss.

Entonces le di un cachetoncete al culo de John y escucho:

— Igual va, y tenemos yerno pronto…

La voz era de mi madre que una vez me dijo que eran preferibles los yernos que las nueras. Decía que «con los yernos siempre tienes lo tuyo cerca y el yerno se convierte en uno más, pero con las nueras pierdes los hijos». Yo solía decirle que ella lo iba a tener grave porque con dos hijos gays iba a tener dos yernos ya podía preparar comida. Ella entendía que si tenía que cocinar mucho por sus hijos a causa del gimnasio, las carreras y lo que no se ve, con cuatro ya podía prepararse, pero se le veía feliz. Mi hermano Gilberto no es exactamente gay, sino bisexual o no se qué, le da a todo lo que tiene hueco. Lo que tiene prohibido por mi padre es meterse con mujeres casadas y también con hombres casados. Gilberto cumple al pie de la letra esta orden, solo le falta pedir el DNI a aquellos con los que se mete en la cama.

Mi padre a mí no me prohíbe nada al respecto porque sabe que soy muy selectivo, solteros, más o menos de mi edad, entre 20 a 28, limpios, bien parecidos y sexys. Mucho se extrañaron cuando vino un amigo de color, africano él de pura cepa. Pensaban que mis gustos cambiaban. Pero les dije que no hago distinción de raza ni de religión ni de condición social, me gusta que sean educados y limpios y, ¡claro, que estén dotados! Porque yo distingo muy bien tres estadios en la relación humana íntima: un polvo, una sesión de sexo, una relación de amor.

Un polvo no compromete, no necesita previas, te abres la bragueta o se baja el pantalón, se enchufa la clavija en la corriente hasta que se encienda el árbol de Navidad, en unos minutos hecho y adiós.

Otra cosa es una sesión de sexo, que ha de ir acompañada por una copa, unas previas de caricias y besos, un striptease en privado y cuando la pasión se ha encendido una buena follada, que puede seguirse de otras y otra o ahí acaba eso, hasta otra oportunidad, bro.

Lo serio es un relación de amor, incluye cama en casa o en hotel pero porque no es posible en casa por razones diversas. Haber cenado juntos, tomar un algo antes de meterse en la cama, desvestirse uno al otro, llenándose el cuerpo entero de besos, ducharse juntos, besarse y abrazarse y tocarse en la cama o en un sofá adecuado, meterse en la cama, desear mezclarse tanto que las piernas se van cruzando, los penes juntando, los culos masajeándolos, los besos con mucha saliva, el precum desperdiciándose, y finalmente vienen las sucesivas penetraciones, descansos, vuelta a comenzar y seguir, hasta que ya los cuerpos no aguantan. Despertar y estar feliz por lo ocurrido y mirar al amante y al amado con alegría y satisfacción, decirle lo bueno que ha estado, que eso se ha de repetir con frecuencia desear hacerlo en ese momento y hacerlo de nuevo antes de entrar juntos a la ducha porque no queda tiempo para otra cosa.

La primera fue algo vivido de mi primera juventud, cuando tienes el fuego encendido y necesitas un culo para tu pene o un pene en tu culo; ahora voy, si lo necesito, por una sesión de sexo sin prisa, siempre en casa, que sea agradable, sin comercio, sin prisas pero brutal y con abundancia de besos para promover el clima amoroso, aunque momentáneo.

Pero con John me estaba ocurriendo lo que se llama amor, ¡qué cuatro letras más bonitas: amor; amor (en español), love (en inglés), rudo (en shona), ibis (en tagalo), gaol (gaélico escocés), club (en hmong), lief (en africáans). Muy pocos usan tres letras y bastantes de cinco a siete. Amor es entrega, donación, te das al amante y él se te da y se te entrega para ser feliz y hacerte feliz.

Y por fin ocurrió. Habían transcurrido solo 9 días desde que llegará al aeropuerto y lo introdujera en mi vida privada para que esta dejara de ser privada y se convirtiera en la vida de los dos. Fue como un noviazgo rápido. Todo comenzó, ya lo he contado, tan poco a poco, que llegó el día.

Esa noche, tras el paseo con mis padres, tras la bendición tácita de mis padres, ya no hubo cama de mi hermano y mía en nuestra habitación, ya no suma cama de John y mía en ausencia de mi hermano. Se quedó la cama de mi hermano sin feliz durmiente y nos quedamos con nuestra cama.

Esa noche me miró de modo distinto y yo lo miré de modo diferente. Nos miramos los dos y en nuestra mente estaban nuestras manos unidas todo el paseo y detrás mis padres bendiciendo lo que se estaba incubando entre nosotros.

Esa noche John se enamoró de mí para ser mi esposo, para amarme, para desearme, para disfrutarme, para lucirse. Así ocurrió en el paseo: mis padres detrás y nosotros ante toda la gente de la calle y la plaza, sin darnos cuenta o dándonos íbamos cogidos de la mano como quien pregona a voz en grito: «Nos gustamos nos queremos».

Esa noche, al llegar a casa le dije a John que él era mi hombre, que él era mi amor, que lo quería con toda mi vida, que por él arriesgaba todo lo mío. Que había encontrado el pleno sentido de mi existencia con él en mi vida.

Esa noche, tras despedirnos de mis padres o de nuestros padres con un beso a cada uno por parte de los dos, entramos en mi habitación, nos besamos, nos besamos, nos besamos, nos cruzamos nuestros jugos bucales, nos amamos cruzando nuestras lenguas y mezclando nuestra saliva.

Esa noche, tras decirnos sin palabras cuánto nos queríamos con nuestro beso, lo fui desvistiendo al mismo tiempo que John me iba desvistiendo. Poca ropa había que desvestir de nuestros cuerpos pero el ritual fue largo como un auténtico desfile militar. No parecíamos estar de pie, sacando botones y desplazando hombros y rodilla, muslos, brazos y piernas, más bien parecía un baile en suspenso, sí, suspendidos en el aire, sobre algodón o aura celeste, hasta quedarnos desnudos.

Esa noche nos contemplamos, nos vimos de verdad, nos llenamos los pululas de nuestros del uno y del otro. Comencé a verme en la niña de los ojos de John como John hacía lo mismo. Pareciera que nunca habíamos tenido oh+jos y allí estábamos los dos desnudos, abrazados a medio beso y mirándonos a los ojos. Cuando estuvimos llenos el uno del otro, cerramos los ojos para sentir, sentir el contacto de nuestra piel, sentir nuestra respiración, sentir el latido del corazón, sentir como nuestras manos se paseaban por todo el cuerpo siempre satisfactorias y siempre necesitándonos de más.

Esa noche no deshicimos la cama de Gilberto, ni pensamos en ella, ni nos dimos cuenta de su existencia. Nos acostamos encima de nuestra cama, sin sábana de cubierta, ¿para qué la sábana encimera si no teníamos nada que ocultar?

Esa noche pedí a John que me amara como nunca nadie me había amado, que quería tenerlo dentro de mí, que quería ser yo el guardián de su vida. Nuestra erección se había pronunciado al máximo de nuestras posibilidades físicas, pero las posibilidades mentales y síquicas eran más poderosas y todavía nos dimos el turno para que pudiera amar a John con su polla en mi boca mientras John me amaba besando, lamiendo y aspirando mi culo con su boca. Metió su lengua, mi cuerpo se electrizó y supe que ya estaba a punto.

— John, mi querido, es el momento.

— Sí, Jan, como tú me digas, solo solo tuyo.

Me tumbé de espaldas con mis piernas dobladas, los pies sobre la cama y John me ajusto levantando mis piernas hasta acomodarlas en sus hombros. Con delicadeza, con más amor que pasión sin que esta faltara, noté su falo enhiesto comenzando a entrar suavemente en la caverna de mi cuerpo, allí donde se sabe que se nota al amante. Y lo noté, entró, se aquetó, abrí mis ojos cuando lo noté todo dentro, lo miré, me sonrió, le sonreí y chanque quería decirle que continuara no me salieron las palabras, fue un suspiro silencioso que hizo comprender mejor que con palabras mi deseo de tenerlo y entendió. Inició su va y ven, un vaivén amoroso que me producía tanto placer que no tardé en eyacular sobre mí, todo yo me desparramé en forma de semen, amándome a mi mismo al sentirme tan amado por John, siguió mi amante y no tardó en venirse. Tampoco tuvo necesidad de palabras, porque sus ojos, su cuerpo y su polla enterrada en mi interior me lo decían: «te estoy amando totalmente y me voy todo dentro de ti».

Regó las plantas del amor sembradas en mi interior con los besos que nos habíamos dado en estos últimos días, esas plantas acariciadas a distancia a través de nuestras manos, cuidadas con nuestra mirada cual un rayo X a través de nuestros cuerpos desnudos, esas plantas amorosas fueron regadas con el semen del amor.

De pasión y amor conjuntamente, se derrumbó sobre mi y nos envolvimos en un abrazo, todavía con su polla en mi interior y nos besamos, nos dijimos un sencillo u pleno «te amo» que sonó a la vez boca con boca, ojos con ojos y el aliento de cada uno, aliento fuerte del esfuerzo hecho humedeciendo el rostro del otro. Nos sentimos amantes y malos y fuimos, quizá como nunca en la vida, felices los dos.

Esa noche no fue noche de descanso, sino de amor intenso. Se repitió, me volvió a hacer sentir su amor dentro de mí y quiso sentir el mío dentro de él. John y yo nos amamos, nos hicimos amar y nos comprometimos en nuestro amor.

Nos levantamos de la cama, que no del sueño porque no lo hubo, para ir a la ducha, ponernos ropa deportiva muy ligera y corrimos por las calles de la ciudad hasta salir al campo, nos fuimos lejos, tan lejos que no había nadie en aquel pequeño bosque junto a la carretera. Sudados, nuestra poca ropa ahorrando necesitando un descanso para secarse. Nos desprendimos de ella para tenderla en una rama de árbol y nos abrazamos comenzando de nuevo nuestra manifestación de amor. Parece que nuestros cuerpos sentían la necesidad de demostrarnos que había más posibilidades y volvimos a eyacular fuerte, John en mi pecho y yo en su interior. Probé una vez más el semen de John y me pareció un manjar inigualable. Yohn limpió mi polla con su boca y luego me besó para inyermcambiaramps nuestros sabores.

La ropa no estaba seca del todo, aunque hacía mucho calor, pero se soportaba sobre el cuerpo para cubrir ante los demás lo que John y yo nos habíamos regalado. Regresamos a casa. El esfuerzo nos había producido hambre. Entramos en casa directamente a la cocina para beber agua. Allí estaba mamá esperando que fuéramos a desayunar. Se sentó con nosotros, como si esperara noticias nuestras, John y yo nos miramos y decidimos decirle lo nuestro:

— Mamá, John y yo nos amamos…

— Puede que sea pronto, mamá, nos queremos. Quiero a Jan…, dijo John temblando.

— Mamá, quiero a John, totalmente…

— Lavaos y vestíos con algo seco, id a ver a papá…, se pondrá tan feliz como yo en cuanto os oiga…

Mamá se abalanzó sobre John y lo besó. Me levanté, me uní a ellos nos abrazamos los tres y nos fuimos a nuestra habitación. Nos duchamos rápido y nos vestimos con ropa ligera para el fuerte calor que hacía. Cuando le dijimos a mi padre, nos abrazó diciendo:

— Desde el primer día lo preveía y esperaba que me lo dijerais pronto; ahora tened cuidado, el amor viene y si no se cuida se va. Cuidaos uno al otro.

Después de ayudar en la oficina a organizar ciertas cosas como hacíamos un rato cada día, salimos a saludar al sol para que expandiera con sus rayos nuestro amor a todo el Universo. Vi pasar el aviso por las norteñas montañas de Portugal, sus planicies y el Algarve, pasó por las Azores, al cruzar el Atlántico; se enteraron los valles del Amazonas y del río Hudson con sus ciudades, del Misisipi y de la selva bañada por caudaloso Amazonas; ascendió el aviso del sol por las elevadas cumbres de los Andes y sus profundas quebradas; el pacífico se mostró curioso porque no entendía la alegría del sol, pero sonrieron japoneses, indios y chinos casi a la vez y traspasando los desiertos regresó, atravesando Europa, a la meseta ibérica para decir que había cumplido el encargo. Entonces comuniqué al sol que seguíamos igual o quizá más “in crescendo”, y cada día lo espero para hablarle de nuestro amor mientras el sol se regocija de mojar con sus rayos ardientes la alegría de mi rostro.

 

Deja un comentario