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La historia de Ángel, solo era un muchacho (05)

Para la cena había vuelto Ana María y también estaba Pablo, resultó todo muy formal y Ana me dijo que uno de estos días pensaba sacarme para ir de compras y llevarme a su salón de belleza.

Ana y Pablo se retiraron después de la cena, y Eduardo y yo nos fuimos al salón para ver la tele, más que nada porque me dio pena y no quise dejarle solo. Hizo que me sentara a su lado y entonces me tumbé colocando la cabeza sobre sus piernas. Había un programa concurso antes de las noticias y me entretenía buscando yo mismo las respuestas que los concursantes debían dar.

Cuando comenzaron las noticias me despedí con la disculpa de que estaba cansado. Pablo tenía la puerta de su habitación entornada y entré para despedirme hasta el día siguiente.

-Te he visto muy pensativo y concentrado en la cena, ¿sucede algo Ángel? -me miraba dejando sus cuadernos y apuntes a un lado.

-No lo se, no creo que lo esté, venía para desearte que pases buena noche solamente. -me apoyé en sus hombros y baje la cabeza para besarle el pelo, olía muy bien a colonia y su aroma corporal.

-Hasta mañana Pablo. -se puso a recoger lo que tenía sobre la mesa.

-Luego voy a tu habitación, quiero que hablemos, recojo esto y me cepillo los dientes, espérame sin dormirte. -su respuesta me aceleró el pulso, sentía muchas ganas de estar a su lado, aún excitado por la escena que vi entre Damian y el jardinero.

Me di prisa para, a mi vez, cepillarme los dientes y meterme a la ducha y lavarme el culito por dentro y por fuera, tenía la esperanza de que pasara algo esta noche y quería estar preparado.

Había terminado y Pablo no llegaba, me estiré en la cama, estaba muy a gusto entre aquellas cálidas sábanas tan suaves que me acariciaban la piel al moverme. A fin llegó y entró sin llamar, venía con pantalón corto de pijama como única vestimenta, mostrando su formado cuerpo de atleta, y sin decir palabra llego a la cama y se metió a mi lado.

Inmediatamente me abracé a él y le di besitos en el pecho y el cuello empezando a acariciarle, luego puse la mano sobre el bulto de su polla acariciándola con suavidad pasando la mano por ella.

-¿Me vas a contar lo que te pasa Ángel?

-No, no es nada…, no lo se Pablo.

-Habla y así lo arreglamos entre los dos, yo también tengo que contarte algo. -no quería comprometer a Damian ni sabía lo que podría pensar Pablo de mi, pero era la única persona en la que confiaba, él también en mi y no podía fallarle.

-Es que…, bueno…, esta tarde he comenzado las clases con Damian y…

Le relaté lo más exactamente posible lo que había sucedido sin que Pablo me interrumpiera, me había escuchado muy atento y a veces me besaba, animándome a continuar hablando.

-¿Te ha gustado lo que te ha hecho? -otra vez dudaba, le veía muy calmado cuando había esperado una reacción violenta de su parte.

-¡No!…, bueno, si que lo pasaba bien, perdóname Pablo pero me sentía tan caliente, y su bulto estaba duro, era grande y luego, cuando vi como le daba por el culo al jardinero…, quería haber estado en su lugar.

-¿Quieres que Damian te de verga, o prefieres que le ponga en su lugar y te respete? Aunque eres un putito muy caliente, ¿lo sabías? -la cara me ardía rojo de vergüenza por sus palabras, aunque, sin duda tenía razón.

-Estoy confundido Pablo, no quiero que le pase nada a Damian, igual yo he tenido la culpa por sentarme entre sus piernas, pero me importa más lo que tu puedas pensar de mi, de que sea tan caliente y necesite un macho con su verga en mi culo cada día. -Pablo me abrazó y obligo a girar la cabeza, puso sus labios sobre los míos y luego los mordió.

-Por lo que yo piense no tienes que preocuparte, no soy tu dueño, en todo caso lo será Eduardo, no yo. No me parece mal que al ir despertado a la sexualidad necesites a menudo una polla. Solo quiero que si lo haces por tu cuenta sea voluntariamente, porque tu quieres y no seas obligado.

Sentía que la angustia se iba disipando, Pablo era tan comprensivo, tan bueno, me dejaba libre para que si yo quería disfrutara de la verga de Damian.

-Te quiero Pablo, ya se que no quieres que te lo diga, pero no puedo evitarlo. -salté encima de él y montado en su abdomen le daba encendidos besos en la cara y en el pecho. Me gustaba este muchacho, mis novios antiguos, como Alejandro, se iba desvaneciendo en mi cabeza.

-Entonces, ¿qué has decidido? quieres que Damian te de verga? -me quedé con la boca sobre su mejilla pensando, ahora que tenía a Pablo ya no me interesaba Damian, había sido un momento de calentura y seguramente a él le pasó lo mismo.

-Igual él no lo quiera, y que solo se calentara al tenerme sobre sus piernas. -Pablo metió la mano por la cintura de mi pantalón y me metió las manos entre mis nalgas acariciándome el ano con la punta de los dedos.

-En eso seguro que te equivocas Angel, tu eres precioso, tu carita de niño dulce no deja indiferente a nadie, y tu culito es grandioso, tu bonita y sexual voz enamora, no aprecias lo que vales, eres un chiquillo tan deseable que si te ve desnudo se correrá antes de metértela. -sus elogios me encendía la cara de rojo.

-¡Ayy! ¿tú crees Pablo?

-No lo creo, estoy seguro, a Erico lo enamoraste y lo mismo pasará con los que te vayan conociendo.

¡Ohh! Pablo. -cogí su verga ya dura con mi mano derecha y se la apreté, temblando al notar lo dura que la tenía y babeante de jugos.

-Quiero verga Pablo, estoy muy necesitado. -no esperé su autorización y le bajé el pantalón, su polla salía inhiesta apuntando al techo y enseguida se le formó una gota ambarina en la boquita.

-Tu polla es muy bonita, me gusta Pablo, me gusta chupártela y que me des por el culo, quiero tu verga.

-Es tuya hermoso, chúpala pero no mucho, quiero llenarte el culo de leche. -recogí aquella gota que le salía con el dedo y me la llevé a la lengua, la paladeé, me sabía dulce, me sabía a él y empecé a acariciarle los huevos, el flujo comenzó a salirle bajando por el tronco y cuando iba a llegar a los pelos le pasé la lengua.

Mi anito palpitaba de deseos irrefrenables, se me abría y cerraba ansioso de polla. le sujeté la verga con la mano izquierda y metí un buen trozo en la boca rodeándola con la lengua y batiéndola, con la derecha le acariciaba los testículos que resbalaban entre mis dedos.

-Colócate para que yo también te la chupe. -me tumbé encima de él, dejando sobre su cara mis verga y los huevos, y delante de mi cara su hermosa polla que volvía a rezumar el jugo de sus huevos.

No me chupó la polla como decía, tiró de mis nalgas y las abrió totalmente para meter la cara entre ellas y besarme el anito en un beso explosivo y ardiente.

-¡Ahhhh! Pablo, sabe rico, sabe rico. -escuché su risa ahogada entre mis nalgas y luego su lengua apretando para entrar en mi ano.

-Tienes el culito más rico y bonito que he probado y visto Ángel, me correría chupándotelo, ¡Ahhh! precioso, que culito rico y goloso. -y me chupaba y lamía con la cara aplastada en mi raja, lamiendo el ano y todo el perineo, unos minutos después de disfrutar de mi culo, me introdujo dos dedos y su boca se ocupó de mis huevos comiéndolos juntos y besándolos después de sacarlos, también mi verga era lamida tirando de ella con los labios queriendo arrancármela.

Su polla a veces cogía más consistencia y notaba lo que disfrutaba con su boca en mi ano, mamando sin parar lo que fuera, los dedos no salían de mi culo y tuve que pedir clemencia.

-¡Pablo, Pablo! Dame la verga en el ano, métela o me voy en un momento.

-Yo estoy lo mismo pequeño. -prácticamente saltó en la cama para ponerme como quería follarme, mirándole a él.

-Ábrete hermoso, ábrete para mi polla. -me recogió las piernas sobre el pecho, dejando mi ano expuesto y abierto, mi polla durísima apuntando a mi cara.

Se colocó de rodillas con su enorme badajo en la mano masturbándolo lentamente y volvió a tentarme la entrada del culo con los dedos, me introdujo dos y veía como gozaba viendo que mi culo los chupaba y absorbía.

-¡Qué culito más sabroso Dios mío! ahora te lo voy a romper. -sacó los dos dedos y yo quería cerrar los ojos para notarle la entrada, y a la vez tenerlos abierto para mirar su cara lujuriosa y roja de desmesurado deseo.

La estocada fue rápida y certera, apuntó la verga a la entrada y de un solo golpe metió la mitad, diez centímetros de carne que entraron repentinamente en mi cuerpo arrasándolo todo. Grité por la impresión de su violencia pero sin dolor alguno.

-¡Ahhhhhhh! Pablo. -se detuvo un momento asombrado, interrogándome con la mirada creyendo que era una queja.

-¿Voy muy rápido pequeño?

-No, no, por favor sigue, dámela toda, la quiero enterrada en mi vientre. -fue sacar una sonrisa en los labios, y sentir el empujón lento y continuo que desplazaba su trozo de carne por mi recto, sin detenerse ya, hasta que sus cojones de victorioso macho, hicieron tope en la entrada de mi culo.

En ese momento se dejó caer sobre mi pecho, y aparté las piernas para hacerle hueco y que nuestros pechos se unieran. Me miró a los ojos y los suyos sonreían.

-Ya te tengo ensartado en mi verga bonito, no podrás escaparte.

-Lo noto, Pablo lo noto, es maravilloso, tu verga, ¡Ahhh! Tu maravillosa verga me llena la tripita.

-Eres una delicia chiquillo, me enardeces.

-Quiero sentirlo y gozarlo Pablo, al principio ve despacio.

En la posición que estaba le sentía muy profundo, empujando donde ya no podía entrar. Después de besarme amorosamente los labios y el cuello, se levantó sobre sus brazos para comenzar el eterno movimiento del amor, veía su cara contraerse por el placer y morderse el labio al entrar con fuerza empujando, dejé mis piernas sueltas y utilicé las manos para acariciarle las nalgas y llegar hasta mi ano, para comprobar la potente virilidad que me abría, para cumplir sus deseos de semental.

Le acariciaba la verga cuando salía de mi, envuelta en los jugos que mi recto desprendía, lubricando el acto de la cópula entre dos hombres disfrutando.

-¡Ayy! Pablo, Pablo, ¡Ayyy!, que gusto me das, que bien me lo haces.

-¿Vas bien?

-¡Si, sí! es increíble, ummmmm, ¡Pablo! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! Me va a venir Pablo, no puedo…, no puedo aguantar más. -le miré y sudaba a mares, empujando con fuerza y decisión, para vencer la resistencia que mi ojete ofrecía cuando apretaba para contener la venida que se me anunciaba.

-Aguanta un poco y nos vamos a la vez, espérame a que yo llegue.

-No puedo más…, Pablo, no, no, no puedo esperarte… ¡Ahhhh! Me vengo, me vengo. -contraje el vientre, y sin tocarme, comenzaron a salir los enormes goterones de leche de mi verga, en ese momento no sentía nada más que me perdía en el éxtasis, temblando sin control y solamente sujeto por su verga clavada en mi cuerpo y sus manos sujetándome los hombros.

Después de unos segundos de temblores quedé muerto, apenas sentía los movimientos que Pablo hacía follándome el culo para llegar a su orgasmo. Y le llegó como había anunciado, con segundos de diferencia empezó a venirse en mi vientre apretándose contra mi para dejar su semen muy dentro.

Pasamos unos minutos sin podernos mover por la violencia brutal de nuestra corrida.

-Vamos a tomar una ducha pequeño, estamos cubiertos de semen, te ha salido un litro de leche. -Pablo comenzó a reír esparciendo mi semen por el abdomen y el pecho, untando mis tetillas y luego me las besaba y lamía. Le sujeté la cabeza para que me besara en la boca.

-Lo tuyo no ha sido menos, tengo el culo a tope, gracias Pablo, ningún hombre me ha tratado como tu lo haces. -vi que mi hombre se ponía rojo, no le gustaba que se reconociera lo buena persona que era y volvió a poner su gesto adusto.

-Vamos ya, quiero hablarte. -le seguí apretando el culo, intentando evitar que el semen que tenía dentro se saliera, era inevitable que lo expulsara, pero era suyo y lo quería dentro de mi.

Abrió el grifo de la ducha y comenzó a frotarse el pecho, me hubiera gustado que me dejara lavarle, servirle, pero seguía con el gesto enfadado.

Nos secamos, cada uno se atendía asimismo y volvimos a mi habitación y meternos en la cama, esperé que comenzara a hablar sin hacer preguntas.

-Ana María va a invitar a su familia a comer, ya sabes, a los cuatro aunque tu solo conoces a Erico, vendrá también Ruben, tienen que hablar sobre la visita que hicieron a la hacienda de sus padres. También quieren conocerte, no debes preocuparte, la hermana de Ana María es diferente, más humana, y el padre de Erico es genial.

Ahora vamos a dormir, mañana te espera mucha labor, Ana me ha confirmado que te llevará de compras y a su centro de belleza, igual os hacéis amigos. -sentía como los ojos se me humedecían, Pablo resultaba inconcebible, quería hacerse el duro y era todo bondad.

-¿Pablo? -me besó la frente y me levantó la cara que tenía apoyada en su pecho.

-¿Tienes alguna duda? -en ese momento quería decirle que le amaba, que le quería y necesitaba, en su lugar solo respondí una tontería.

-No, nada, esta todo bien. -me dio un beso en los labios y me soltó la barbilla.

-Pues ya esta todo dicho, ven que te abrace y duérmete.

———————————

A la mañana cuando estaba desayunando, ya era tarde, me había quedado en la cama cuando Pablo se levantó para irse a estudiar, apareció por la cocina Carmen, la doncella de Ana María; la había visto en alguna ocasión y no habíamos hablado, Alicia me dijo quien era y que antes había estado sirviendo en la casa de Oriol, y que Ana María se la había traído al cerrar aquella casa.

-Tu eres Ángel, ¿verdad?, la señora quiere que te des prisa en prepararte. -no tuve que responder. Berta que estaba allí tenía preparada la contestación.

-No metas prisa al muchacho Carmen, déjale que coma con tranquilidad, no pasa nada porque salgan media hora más tarde.

-Berta, yo solo hago lo que me mandan. -se marchaba y Dulce fue detrás de ella.

-A mi no me sigas, ya sabes que no puedes ir por aquella zona de la casa. -le hablaba a Dulce, pareció entenderla y volvió al comedor donde estábamos nosotros.

A pesar de lo que Berta había dicho, no quería que Ana se molestara y apresuré mi desayuno y el prepararme, en menos de media hora estaba en la puerta principal esperándola al lado de Tomás que quitaba el polvo a las estatuas de márol sobre repisas que allí había.

-Buenos días Tomás.

-Buenos días señor. -y siguió con su tarea sin detenerse a mirarme.

En el momento de Llegar Ana María a mi lado, se detenía el coche que me recogió en aquel lugar donde me tenían secuestrado y se bajaba Damian para abrirnos la puerta. Temí que me dijera algo, un comentario del día pasado, pero parecía como si no me conociera.

Se dirigía a Ana María con mucho respeto cuando esta le indicó el lugar donde quería ir, después de darle órdenes me miró, se había sentado en el asiento enfrente del mío y cruzó las piernas.

Tenía unas piernas bellísimas, en realidad toda ella lo era, y con la mini falda roja que llevaba se las podía ver enteras, debían ser pantis, de color negro, ya que seguían por lo más alto de los muslos. Sus pechos eran pequeños dándole la apariencia de ser joven e inmadura.

No podía culpar a Pablo de que se sintiera atraído por aquella mujer y era para tener celos de ella.

-Siéntate a mi lado Ángel. -hice lo que me pedía y me cogió la cara con la mano mirándome minuciosamente.

-Eres tremendamente bello pequeño, será fácil vestirte y adornarte para que causes sensación donde vayas. -me movió el pelo y me pasó la palma de la mano por el rostro tallándomelo.

-No tienes que envidiar a Oriol mi hijo, además en ti se añade lo exótico de tu piel tan fina y exquisita. -no se el motivo pero sentí que aquella mujer comenzaba a agradarme al no mostrarse tan fría y altiva.

Toda la mañana la pasamos visitando tiendas, me asombraba su facilidad para elegir la ropa, aconsejando a los dependientes lo que deseaba y acertando casi siempre a la primera. Salíamos con un gran montón de paquetes de cada tienda y nos los recogía Damian para llevarlos al coche.

Ropa que, en muchos casos, era la misma que la que tenía en los armarios de Oriol, zapatos, collares, y hasta un precioso reloj de pulsera. La entusiasmaba gastar dinero y disfrutaba entregando su tarjeta de crédito.

En aquellos momentos la apreciaba de verdad, se preocupaba de mi, de la ropa que me iba bien, ella sentada mientras me probaban cada prenda, o me mandaba acercar para pedir que algún detalle lo tenían que cambiar. No lo se a ciencia cierta como sería con su hijo, pero a veces se entusiasmaba preguntando a los de la tienda si no me veían guapo y presumía de mi.

Esa forma de tratarme elevaba mi autoestima, era una lástima que luego fuera distinta, hasta me prometía que si se comportara así siempre, no sentiría celos de que Pablo la follara.

Cuando pensó que ya tenía bastante por ese día, mandó a Damián que llevara las compas a casa y se las entregara a Carmen, para que las colocara en los armarios y que ya le llamaría para volviera a por nosotros.

-Tú y yo ahora vamos a comer y a la tarde seguiremos. -caminamos tranquilamente por una gran avenida arbolada, ella seguía mirando los elegantes escaparates, y a veces se detenía para pedirme la opinión sobre las ropas de mujer que exhibían, y la verdad que me sentía muy bien a su lado, sintiendo las miradas de hombres y mujeres que nos miraban, sobre todo cuando a veces me cogía la mano para que me detuviera.

En una calle lateral de esa avenida entramos en un restaurante, enseguida se acercó un camarero que parecía conocerla y le pidió una mesa en la terraza exterior. Mientras nos la preparaban nos acercamos al mostrador y ágilmente se subió a un taburete alto, cruzó as piernas mostrando lo bellas que eran y miró a su alrededor como si fuera una reina.

Colocó su pequeño bolso de piel sobre el mostrador y tenía a dos bármanes atendiéndola, ella pidió para mi un zumo de frutas sin preguntarme, y una bebida desconocida que le sirvieron en una minúsculo copa de cóctel. Y seguía siendo un punto de atracción para la gente que entraba o salía.

Nos sirvieron una comida que no eligió, le dijo al camarero que él lo hiciera pero que fuera ligera. Tuve que centrarme en mirarla comer, aún no dominaba el arte de manejar los cubiertos, resultó todo exquisito, no podía ser de otra manera con ella.

Habíamos terminado de comer y dijo que iba al servicio, esperé un buen rato a que volviera, también yo tenía necesidad de ir pero no quería abandonar la mesa hasta que volviera aunque me estaba meando.

-Espero que Adrián se haya incorporado al salón para que te atienda, te gustará como trabaja, Oriol estaba encantado con él, y después de las primeras sesiones no quería que fuera otro el que le atendiera, luego se marchó, pero gracias a Dios ha vuelto.

Pidió la cuenta y como siempre entregó la tarjeta de crédito, el camarero la despidió con deferencia, preguntando si todo había estado bien y que esperaba que volviera pronto.

-Vamos a ir paseando, el salón está cerca y ahora lo estarán abriendo. -la seguí como si fuera su perrito que movía la cola contento, estaba resultando un día increíble en todo.

Al llegar preguntó si el tal Adrián se encontraba allí, aún no había llegado y nos metieron en una salita de espera, pocos minutos después un chico de no más de treinta años aparecía en la puerta. Era alto y bastante atractivo, ya se había puesto su uniforme de trabajo, tenía el pelo rapado a los costados y el de arriba formaba una cresta plana, teñido de de un rubio que parecía amarillo, no podría decir que le favoreciera pero si que llamaba la atención.

-¡Doña Ana! ¡Qué alegría verla! -tenían que mantener alguna amistad, o tenerse mucha confianza por el beso que le estampó en las dos mejillas.

-Has vuelto, ¿quiere decir que no te ha ido bien?

-¡Oh!, doña Ana, echaba de menos a mis mejores clientes como usted y a su bellísimo hijo, ¿cómo se encuentra Oriol?

-Está bien pero ahora vive en otra parte de la ciudad, será difícil que lo recuperes, ahora se trata de este muchacho, Ángel, quiero que le trates como a Oriol y le atiendas tu personalmente.

-Sin duda alguna doña Ana. -entonces aparentó que se fijaba en mi aunque ya le había visto dirigirme disimuladas miradas.

-¡Que precioso muchacho!, ¿acaso es sobrino suyo o pariente? -se me acercó y sin saludarme me cogió la cara con las dos manos.

-No necesitará mucho trabajo, él por si mismo es precioso. -se retiró unos pasos y me miraba todo el cuerpo.

-Déjelo de mi cuenta doña Ana, se pueden hacer milagros pero Ángel no los necesita. -su charla resultaba algo remilgada y cursi.

-Entonces yo voy a lo mío y tu te encargas de él.

-Por descontado doña Ana, puede estar tranquila, usted ya tiene preparado todo lo que encargó para hacerle y la atenderán al momento. Bueno querido Ángel, sígueme. -me llevó por un pasillo hasta la zona de peluquería y habló con uno de los peluqueros.

-Te dejo aquí para que te laven y corten el pelo, luego te recojo precioso para seguir con lo nuestro. -parecía ser una persona importante en el salón de belleza.

Al cabo de una hora volvió a por mi, ya habían terminado y luego me peinarían.

-Sígueme, vamos a otro lugar. -entramos en una habitación pintada de blanco con pequeñas flores de color violeta pintadas, las lámparas halógenas estaban embutidas en el techo, sin ventanas, tenía una silla de las que usan para ginecología, donde se colocan las mujeres para que el doctor las examine los órganos genitales y tenerlas bien abiertas de piernas, una camilla grande, armarios blancos con utensilios que desconocía y tres sillas tapizadas en polipiel blanco.

-Ahora te vas a desnudar quitándote toda la ropa. -sentí una cierta aprensión y me quedé indeciso.

-Venga Ángel, estoy acostumbrado a ver hombres desnudos, no me vas a escandalizar. -me dirigía una sonrisa irónica y hacía gestos amanerados, yo no pensaba que él se fuera a asustar por veme desnudo, era que me sentía cortado ante él.

Pero lo tenía que hacer, al final me tenía que ver sin ropa, después de desnudarme me llevó hasta la camilla y me pidió que me sentara en ella, me iba mirando todo el cuerpo, desde los dedos de los pies a la cabeza, analizando detenidamente lo que iba observando.

-Estás muy bien, sí, sí, no vamos a tener mucho trabajo, ahora siéntate en aquella silla y coloca las piernas en los brazos. -obedecía sin rechistar, no era fácil colocar las piernas como me pedía, los brazos de la silla estaban muy altos y él me ayudó a colocarlas, me sentí totalmente expuesto a sus ojos.

Movió una palanca y los brazos se movían haciendo que mis piernas se abrieran totalmente dejándome tirante el perineo, se acomodó en una silla delante de mi y se colocó unos guantes de látex.

Sentía como sus dedos andaban alrededor de mi ano y cerré los ojos.

-No tienes muchos pelitos, casi menos que Oriol, voy a abrirte un poco el anito, no te asustes, es para ver si tienes alguna raiz dentro. -no entendía como podía tener pelos por dentro, pero solo pensaba que aquel momento pasara rápido y apreté las manos nervioso.

-Ummm, no tienes pelitos, solo el fruncidito de los bordes que se comprimen demasiado, deja el culito suelto Angel, relájalo. -intenté hacer lo que me solicitaba.

-Bien, bien todo el anito esta limpio, es precioso tu anito Ángel, ya te lo han usado ¿verdad? -sentí que me ponía intensamente rojo.

-No hace falta que respondas, han sido pocas veces, se nota. -sus dedos no dejaban de acariciar la entrada de mi culo mientras hablaba.

-Bueno para quitarte esos cuatro pelitos con una aplicación química bastará. Ahora a la camilla otra vez. -me ayudó a bajar las piernas del lugar tan incómodo donde las tenía, me tendió en la camilla y comenzó aplicándome una crema en las piernas y en todos los lugares donde tenía algo de vello, salvo en las axilas, sentía la piel muy caliente.

-Dejaremos que la crema haga su labor, sabes que a Oriol le gustaba lo que le hacía, estaba contento conmigo, llegamos a intimar bastante y me gustaría que me vieras como a un amigo, así no tendrías vergüenza para enseñarme todo lo que he visto. -había tirado los guantes que usó y ahora volvió a ponerse otros nuevos.

-Voy a ocuparme de tu pubis mientras esto sigue su proceso, y las axilas las dejaremos así, se te ven tremendamente eróticas con el poquito de vello oscuro para ensombrecerlas. -le sentía sin verle andar en mi genitales y en el vello del pubis, a veces tiraba de algún pelo pero el pequeño dolor era soportable.

-Ya queda poco, arrodíllate en la camilla y abre bien las piernas para poder acceder a tu culito. -otra vez volvía a sentirle acariciándome el ano, en esta postura me sentía mejor y comenzaba a gustarme sus toques.

-No muevas el anito, parece que te gusta lo que te hago, sentirás algo de calor sin importancia. -así fue, el calor era más intenso que el de las piernas y el pubis y sentía que se me quemaba el ano y la raja de las nalgas.

Un rato después me untaba alguna crema como había hecho en las piernas.

-Esto te calmará para que se te pase la pequeña irritación, te ha quedo un anito precioso, tiene que saber muy rico. -sin más sentí que tiraba de mis nalgas abriéndolas y metía la cabeza entre ellas, sus labios aprisionaron el ano dándole sonoros besos, hasta tres. Empezó a reírse.

-¿Es mi obra de arte, merece darle unos besos, ha quedado perfecta, ¿no crees?. Ahora pasarás para que te arreglen las uñas de pies y manos y peinarte, por hoy ya es bastante. -me dijo que podía vestirme y que antes me mirara en el espejo.

Me había depilado el pubis dejándome una masa de vello formando un triángulo invertido, me encantó el conjunto y con las piernas sin un solo pelo, no me gustaba tener vello, y por otra parte me gustaban los hombres velludos y varoniles, pero me encontraba algo raro.

-¿Te gusta como has quedado? Ángel no te lo tomes a mal pero en otras visitas podríamos tener algo más de contacto, y sabes, me encantaría usar tu bonito ano, para comértelo y si tu quieres darle verga, a Oriol le encantaban mis servicios, todos ellos. -se aplastó el pantalón para que viera el bulto que ocultaba tras la tela, y no era pequeño

-Lo pensaré para la próxima vez Adrián.

El resto del tiempo se me hizo muy largo, solo pensaba en como me vería Pablo a la noche y si le gustaría.

Seguirá…

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