Saltar al contenido

La historia de Ángel, solo era un muchacho (06)

Cuando Ana María me vio con el cambio que había experimentado, no pudo ocultar su agrado.

-Precioso, de verdad, te felicito Adrian no harás milagros pero lo parece. -me pasó las manos por las cejas, lo cierto era que solo me habían depilado unos pelitos del entrecejo, pero solamente eso hacía que fuera diferente, me miró el nuevo corte del pelo a capas, con algunos toques violetas que resaltaba el negro del pelo, y el peinado que aparentaba todo lo contrario al estar intencionadamente alborotado.

-Vas a dejar encantados a Eduardo y a Pablo. -aquella mujer me lanzaba piropos que no esperaba de ella, por lo menos en referencia a los días pasados.

Cuando Damián nos recogió aparentó no mirarme pero sentía sus ojos observándome sin perderse un detalle. Pensé que aquel hombre tan fuerte estaba deseando cogerme en cuanto pudiera.

Ana María me pidió que no saliera de mi habitación hasta la hora de la cena, quería presentarme como su obra maestra para sorpresa de Eduardo y Pablo. Carmen estaba aún colocando la ropa que me había comprado, no cabía en los armarios y tenía que sacar parte de la que Oriol dejara, no sabía que aun faltaba lo que dejamos en las tiendas para que arreglaran.

Escuché la llegada de la moto de Pablo y hubiera salido para saludarle, recordé a tiempo las instrucciones de Ana y seguí enclaustrado, me aburría de manera soberana, mirando entre las carpetas del ordenador de Oriol y pasando las fotos y videos que contenía, las había de todo el periodo de su vida y algunas eran preciosas, de su cara mostrando sus travesuras, y muchas, muchas de su culito.

Cuando Carmen me dejó solo me desnudé, y dispuse la pantalla del ordenador para que se reflejara en un espejo, me tumbé y me abrí las nalgas quería comparar los dos culos, eran diferentes pero divinos los dos, el suyo más pequeño y blanco, con el hoyito precioso, sentí la necesidad de metérsela en el huequecito y perforarle el ano, la verga se me endureció, el mío era más grande y moreno, con la boquita del ano rosa. Me vestí para evitar masturbarme por lo excitado que las fotos de Oriol me habían puesto.

Esperaba que pronto me conectarían a internet, tenía que ganarme su confianza y además, sinceramente no pensaba traicionarlos y entendía que ellos, Eduardo y don Manuel quisieran salvaguardarse.

A la hora de la cena Carmen me vino a buscar por encargo de su señora, para que la acompañara a las habitaciones de Ana, quería que entráramos en el comedor a la vez.

Esperaba una reacción de asombro por parte de Eduardo y Pablo, solamente Eduardo tuvo esa respuesta y fue el que me miró detenidamente, se sonrió y se volvió para hablarle a Ana.

-Era lo que esperaba de ti, estaba seguro de que harías bien tu labor. -luego se dirigió a mi.

-Ven pequeño. -me acerqué y me sujeto la barbilla, me besó largamente lamiéndome los labios delante de Ana y Pablo.

-Estás precioso pequeño, esta noche te haré una visita, quiero ver como ha quedado esto. -con “esto” se refería a las nalgas que me acariciaba introduciendo los dedos entre ellas llegando al ano, y con lo de que me “visitaría a la noche” podía pensar muchas cosas, entre ellas que debía estar bien limpio y preparado para que lo él quisiera.

-¿Tú no dices nada Pablo? ¿No te parece precioso? -Ana me alborotó un poco más el pelo y me puso de frente a Pablo.

-Sí Ana, te lo han puesto muy lindo. -al entrar solo había obtenido una breve mirado de su parte, y ahora, su respuesta a Ana María, era bien fría. Parecía molesto por el interés que yo despertaba en los demás.

Cenamos y esa noche Ana María hablaba sin parar, parecía que habíamos estado en un viaje de meses, comentando nuestras andanzas por las tiendas, el restaurante y el salón de belleza, eran los temas donde centraba ella su interés.

Pablo se retiró rápidamente cuando terminó, y Ana María marcho a sus habitaciones, tenía que prepararse para ir al casino, Eduardo le pidió que no molestara a Damián si es que pensaba volver tarde y que condujera ella.

Nos quedamos Eduardo y yo con Dulce, mirando la televisión, pensando en lo que pudiera pasarle a Pablo por lo raro que se comportaba, conmigo al menos lo hacía.

-Vete a tu habitación precioso y prepárate, yo voy en unos minutos. -llevé a Dulce a su cuarto y luego marché a mi habitación, la puerta de Pablo estaba cerrada y como esperaba la llegada de Eduardo pensé que era mejor no molestarle.

Me preparé como me había pedido Eduardo, quedando bien limpito y perfumado, aplicándome la crema que Adrian había entregado a Ana para que me diera en la zona del ano, escogí un breve pantaloncito de seda, color verde claro, de los que Ana me había comprado a la tarde, me tapaban únicamente del pubis al borde de las nalguitas y la seda se me metía en la rajita del culo.

Ana había escogido alguna ropa para que aparentara bien puto, pero me gustaba sentirme vestido con esas mínimas prendas, que más que servir para cubrirme, valían para centrar la mirada, esperé la llegada de Eduardo.

Unos minutos después se abría la puerta para que Eduardo entrara, le seguía Tomás con una bandeja en la mano, Eduardo vestía una bata marrón de seda que le llegaba a las rodillas y atada con un cinturón a juego.

Tomás le ayudó a quitarse la bata para dejarla doblada sobre una silla, debajo no llevaba ropa puesta, le sirvió un vaso de agua y cogió un blister del que extrajo una pastilla azul que se metió en la boca.

-¡Puajjj! Tener que tomar estas porquerías. -se bebió el vaso de agua entero y lo depositó sobre la bandeja.

-¿Desea alguna cosa más?

-No, ya puedes dejarnos. -juraría que Tomás no me había dirigido la mirada mientras estuvo en la habitación aunque estaba tapado con la sábana.

-Vamos a ver lo que mi niño me tiene que enseñar. Desnúdate para que pueda verte. -retiré la sábana y Eduardo se fijó en mi pantaloncito que a duras penas contenía mi polla y los huevos. Me quité el pantalón dejándole ver el arreglo que me había hecho en el pubis y luego me coloqué arrodillado y me abrí las nalgas para que pudiera observarme bien.

-¡Suculento! Te han quitado todo el vello. -pude apreciar que su verga había dado un respingo, cuando se quitó la bata, la tenía muy colgante, muy grande a pesar de tenerla floja, y los testículos le colgaban por debajo del glande, gordos e inmensos, Eduardo tenía que haber sido un caballo preñador cuando fue joven.

Se inclinó para llegar con la mano a mi trasero y me acarició la entrada del ano, lo apreté al sentirle y comenzó a reír.

-Parece que lo tienes muy sensible. -se sentó sobre la cama y así podía llegar más fácil a mi ano, los testículos y al pene, a medida que me los sobaba mi verga iba creciendo y me calentaba con los ojos cerrados, deseando que en lugar de Eduardo fuese Palo quien me acariciaba.

-Qué rico tiene que saber este tesoro. -empujó el dedo pulgar y dejé salir un pequeño quejido de protesta.

-Aún lo tienes durito y sin relajar, ven siéntate sobre mi cara. -se tumbó sobre la cama y yo me coloqué a horcajadas sobre su rostro, en cuclillas, entonces me sujetó las piernas para que me bajara hasta que su boca hizo contacto con mi culo, me lo dio un lametón que me estremeció.

A partir de ahí, él me indicaba que subiera o bajara flexionando las rodillas, para unas veces hundir la cara en mi raja comiéndome el culo con lujuria o bien para hurgarme con la punta de la lengua queriendo meterla en mi ano.

Había imaginado que lo que tomó sería un medicamento para ayudarle a erectar la verga, y lo estaba consiguiendo, aquel tubo de carne floja que le colgaba del pubis, se iba convirtiendo en una majestuosa polla aún tendida sobre el muslo, comenzaba a salirle un hilito de precum por el prepucio.

Me tumbe sobre él, con mi pecho en su barriga, mi abdomen sobre su pecho, y mi aparato viril y el culo al alcance su boca. Miraba con fascinación como su verga se iba levantando y cobrando vida, llevé una mano y la cogí, ya se mantenía dura, por su longitud resultaba difícil si no se la sostenía.

Juro por lo que más quiero que aquello era más largo que cuatro manos mías, la sentía palpitar llenándose de vida y bajé la cabeza para darle una lamida, el líquido que le salía, no era muy consistente y resbalaba por el gran tronco y mis manos, su sabor era agridulce, muy rico, y ya sin remedio engolosinado, la metí en la boca para saborear el manjar que despedía.

Me gustaba su sabor y la tersura del glande, y además que aún no la tenía muy dura y podía meterla en la garganta sin que me doliera, mamé gozando la verga del gran macho que lo fue en sus días de semental plenitud, sentí como mi culo se abría para dar paso a su lengua deseosa de rebañar lo que de mi culo salía, gocé de su magistral mamada de polla, de las sorbidas de huevos hasta que la dureza bestial de aquel miembro me indicaba que pronto se vaciaría.

-Te la voy a dar por el anito pequeño, quiero vaciarme en tu culo, móntame tu. -él no tuvo que moverse, cambié de orientación y ahora le miraba a él, apoyando el pecho sobre la alfombra de pelos grisaceos, y le besé desesperado en la boca por el placer que me había dado, su lengua sabía a mi, a mi culo, a mi cuerpo, era como si yo mismo me lo estuviera comiendo, Eduardo me sujetó la cabeza para que no me retirara y metió la lengua profundamente en mi bocas hasta ahogarme.

-Llévala a tu culito antes de que me vaya precioso, quiero dejarte la leche dentro. -se la sujeté con fuerza y la emboqué en mi hoyito, me dejaba caer lentamente hasta que el glande venció la fuerza del ano y entró.

Tenía que mantenerla en mi mano, sujetándola para que no se doblara hasta que tuve dentro de mi culo como la mitad y seguía bajando, empotrándome aquel hermoso y gran garrote en el ano.

Llegó un momento que sentía algún pinchazo muy adentro, no era doloroso pero sentía miedo y dejé de bajar quedando un trozo de verga sin entrar, me tumbé sobre él, pecho sobre pecho y restregué el mío sobre el colchón de sus pelos.

Sentía divino como su pene vibraba dentro de mi, y para hacerme a su grosor empecé a chuparle los pezones que salían erectos entre el vello, estaban duros como garbanzos y de ese mismo tamaño. Eduardo se movía suavemente haciendo que su polla entrara y saliera estimulándome el ano.

-¡Que rico Eduardo! Tu verga aún tiene fuerza, es delicioso tenerla dentro. -Eduardo sacó una risa ronca mientras me besaba la nariz.

-No aguantará mucho bonito, tenemos que aprovecharlo. Intenta meterla toda, quiero llegarte hasta el fondo de tu ser. -lo que me pedía me calentaba y me hacía desearlo.

Besé su boca lamiéndole los labios y chupando los pelos del bigote, para pasar a ponerme derecho y seguirme embutiendo su trozo de carne, llegó un momento que algo pasó en mi vientre y toda la verga se deslizó en mi interior.

-¡Ahhh! que bueno estás pequeño, mi pija hace tope en tu culo, lo siento bebito. -era increíble, aquel inmenso falo había entrado totalmente, duro y palpitante aunque fuera motivado por la pastilla que tomó.

Pasé la mano hacia atrás de mi, y efectivamente, estaba sentado sobre su pubis y era su colchón de pelos los que me acariciaban las nalgas, más abajo, posados sobre la cama, tenía sus inmensos huevos, se los cogí y aunque el escroto estaba suave, los cojones eran duros y estaban muy calientes, preparando la simiente que me inyectaría en el vientre.

Comencé a cabalgarlo, sacando y metiendo unos diez centímetros de polla, con las manos apoyadas en su aún fuerte pecho, para empujarme y clavarme en el supremo macho.

Gozaba y sentía delicioso el transcurrir de su verga por el recto, y los golpes que me daba al llegar al tope de mi cuerpo, tampoco tenía ya más que meterme, y me sonreí pensando que posiblemente si fuera más larga aún haría lugar para que entrara.

Miraba la cara de Eduardo contrayéndose, como le temblaba el labio inferior, con los ojos cerrados con fuerza, concentrándose para sentir el placer de estarse cogiendo un joven y hermoso culo.

Cuando de repente los abrió, mirándome con asombro, y sentí que su verga se ponía más dura, punzándome más en el fondo, supe que el macho iba a preñar mi culo, volví a tumbarme sobre él para que pudiera entra y salir a su antojo y yo apretaba y aflojaba el ano. Me centraba en conseguir para él el mayor placer que pudiera sentir.

-Me viene bebé, me viene ya, es muy potente. -se ahogaba y no quise taparle la boca con mis labios aunque lo deseaba.

Elevó las caderas buscando más penetración y me eché hacia atrás para favorecérsela, sus embestidas se volvían brutales y con cada empujón descargaba un chorro de leche, me sentía emocionado, muy, pero muy a gusto deslechando a aquel guerrero setentón.

Tenía la cara desfigurada por el placer y el deleite de vaciarse en mi culo.

-¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! -eras las exclamaciones que sacaba cada vez que me inyectaba inoculándome su simiente.

-¡Dale!, ¡dale! Edu, esta muy rico, eres un macho increíble, ¡dale!, ¡dale! -unos segundos después le observaba vencido, acabado y roto.

Su verga, igual que se puso dura, a la misma velocidad se aflojaba comenzando a escurrirse de mi culo, intenté no forzar su salida y dejé el ano quieto relajado, pero aquello había sido el final, había dado todo lo que podía.

La follada había sido deliciosamente divina, pero insuficiente para que yo me corriera, y ahora disfrutaba al sentirla como salía lentamente, vencida y humillada, mi culo la había derrotado. Lo que si había conseguido era dejarme el culo lleno de leche que ahora escurría como manantial sobre sus huevos.

-Ha sido impresionante bebé, me gusta tu culito y todo tu eres delicioso.

Eduardo me besaba agradecido, quizá no se diera cuenta de que yo no me había venido pero no dijo nada y al cabo de unos minutos me pidió papel para limpiarse la verga, fui al baño y se la limpia con una toalla húmeda.

La polla había vuelto a ser lo que era, un tubo grande de deliciosa carne, colgando junto a sus testículos que seguían siendo impresionantes.

-Gracias Ángel has sabido cumplir con lo que esperaba, confío que los que te vayan probando te reconozcan lo que vales. -y así fue su despedida, le ayudé a colocarse su bata y dejó mi habitación con un beso en la frente, un beso ahora de padre.

Me duché para quitarme el sudor mientras de mi culo salía su semen, no se el motivo, pero no me limpié por dentro y solo expulsé lo que cayó por inercia. Volví a ponerme mi pantaloncito y me metí en la cama.

Estaba dando vueltas en mi cabeza a lo que había dicho al despedirse: “confío que los que te vayan probando te reconozcan lo que vales”, no le encontraba más sentido a la frase que, simplemente, habría otros hombres que gozarían mi cuerpo. No quise seguir pensando pero me era imposible dormir.

Recordé el estado de Pablo, no saber el motivo de que estuviera tan serio y preocupado, me impedía conciliar el sueño, debería ir a visitarle a su habitación, pero seguramente estaría ya dormido, Eduardo había estado conmigo casi dos horas, no importaba a su lado por lo menos dormiría y me levanté decidido.

No se veía luz bajo la puerta de su habitación, como había deducido estaría ya dormido. Entré y la luz de la luna era la única luz iluminaba el entorno, veía el bulto de su cuerpo sobre la cama, tapado con una sábana menos las piernas que las tenía al aire, no se movía y con sumo cuidado me dejé ir a su lado.

-¿Ya habéis terminado? -me sorprendió su voz, Pablo estaba despierto, el tono no sonaba nada amigable.

-Eduardo ha marchado a su habitación y no puedo dormirme, ¿me dejas que me quede a tu lado? -le toqué con delicadeza el brazo sintiendo su fuerza y como lo contraía.

-¿Ahora que ya te ha cogido y estás solo vienes a mi? -me dolió lo que decía y retiré la mano.

-Lo siento Pablo, lamento molestarte. -intenté incorporarme y él pasó el brazo sobre mi pecho inmovilizándome.

-No te vayas, perdóname, no se lo que digo, solamente que no podía dejar de pensar que estabas con Eduardo, que era él quien te follaba y yo estaba aquí solo. Una más de mis tonterías, no me hagas caso. -me sujetó con fuerza con el brazo, contra el colchón sin abrazarme y yo se lo acaricié.

-¿Qué tal lo has pasado, ha estado bueno? -la verdad, me violentaban sus preguntas pero tenía que responderlas.

-Sí, ha sido rico, y también sabroso.

-¿Es su verga grande? Nunca se la he visto dura.

-Bastante grande, cuando la tiene dura es enorme. -no entendía el motivo de tanto interés.

-¿Y folla bien, te ha gustado la cogida? -sus preguntas no iban a tener fin y se le notaba morboso por conocer los detalles de como había sido todo.

-¿Quieres que te lo cuente? -sentí que su brazo aflojaba la presión pero para arrimarme a su cuerpo.

-Si a ti no te importa, dime como ha sido. -nos pusimos de cara mirándonos y se acercó para besarme la barbilla y los labios, eso fue suficiente para decidirme, y sin reparos, contarle todo con el más mínimo detalle, de principio a fin y además lo que yo iba sintiendo.

Durante mi relato me abrazaba y también me besaba, para apartarse y mirarme fijamente.

-¿Su verga te hace disfrutar más que la mía?

-Es diferente Pablo, la tuya es lo mejor, la que quiero que me coja y tenerla en mi cuerpo… -me detuve sin saber como seguir.

-Pero la verga te gusta, ¿no es así?

-Sí Pablo, la verga me encanta, cada día más, la siento rica en mi culo, la leche de los machos me gusta un montón, me vuelve loco, pero me conformaría con tener la tuya.

Nos quedamos en silencio un minuto, le sentía agitado, deseoso y yo también lo estaba, Eduardo me había dejado en la puerta del orgasmo, y al recordar lo vivido quería que ahora Pablo me la diera. No daba el primer paso y yo no me atrevía aunque le sentía la polla dura cuando se acercaba para besarme.

-Y tu, ¿no me vas a contar o que te preocupa?, porque no es el que Eduardo me haya tomado lo que te tiene inquieto. -para mi estaba claro aunque no lo terminaba de entender.

-No es nada, problemas familiares que no importan.

-Quiero saberlos no pueden ser tan simples, por favor. -insistí abrazándolo y escondiendo la cara en su pecho.

-Está bien vale, me ha llamado mi tío, han tenido que ingresar en el hospital a su mujer, mi tía y parece que es grave lo que tiene, ya está, ¿eso querías saber?

-Lo siento Pablo, tenía que saber porque te veía enfadado, creía que yo tenía la culpa, y no es que me alivie, todo lo contrario.

-Son como mis padres, los únicos que he conocido, ellos me han criado, si alguna vez llegas a conocerlos te van a gustar. -le abracé besándole con dulzura la cara, el beso fue cambiando y me prendí en sus labios.

-Ángel tengo ganas, se que te acaban de follar pero quiero tenerte. -sentía que sus palabras me derretían de placer.

-Yo también quiero, siempre estoy deseando lo tuyo Pablo. -se quitó el pantalón que llevaba y le agarré la polla, la tenía empinada, dura como una barra de acero y muy caliente, no era del tamaño que la de Eduardo, pero si estaba más dura y resistente, era más que suficiente para mi.

-¿Quieres que te la chupe antes?

-No, lo que me has contado me ha puesto a reventar, necesito tu culito precioso, meterme dentro. -me abrí de piernas y se tumbó encima mío, mientras me besaba notaba la punta de la polla picándome el perineo, buscando inquieta el camino de mi entrada.

Dejé que mi alegría saliera, riendo gozoso por la inquietud e impaciencia que tenía por cogerme. Metí las manos debajo de su cuerpo hasta encontrarle la verga y la apunté en mi hoyito, justo en la diana del culo.

-Ya la tienes cógeme duro, entra en mi. -entonces se detuvo un momento para mirarme.

-¿Y si te hago daño? -volví a reír besándole los labios.

-¡Tonto! Estoy abierto y dilatado aún, tengo ganas de ti, de que me rompas el culo y por dentro. -no esperó más y el golpe de cadera que dio para meterse me desplazo sobre la cama, los restos del semen de Eduardo sirvieron como perfecto lubricante para que entrara con facilidad y la metiera de un empujón hasta los testículos.

-¡Ahhh! Qué rico te siento, estas muy abierto Ángel, tienes muy jugoso el culo precioso. -me gustaba que me expresara sus sentimientos y gustarle. Me mordía los labios, y luego el cuello, respirando sofocado mientas subía el culo y lo bajaba enterrándome el machete.

Yo me esforzaba por agarrarle los huevos que se me escapaban cuando sacaba la verga, sentía el calor de su pecho sobre el mío y el aliento en mi oreja.

-Quiero follarte y follarte, darte verga Ángel.

-Dame, dame fuerte Pablo, rompe mi culo que es tuyo, fuérzame, hazme tu puto, quiero ser tuyo y pertenecerte. -arreciaban las penetraciones y se separó de mi para atacarme más fuerte, ya no alcanzaba sus testículos y me sujeté a sus nalgas para impulsarle en mi culo y que entrara más.

-¡Ahhh! Ángel me corro, me corro, la leche llega. -apreté mi ojete, y sin tocarme, comencé a lanzar el semen, apretaba su cuerpo con mis piernas detrás de sus muslos, y él me la clavaba eyaculando, y apretando su verga en mi interior como un toro.

La corrida fue apoteósica, y cuando terminó de vaciarse los huevos se quedó sobre mi, lentamente destrabé las piernas con las que le mantenía pegado a mi culo.

-Pablo, Pablo, me has matado, tenía tantas ganas de correrme y vaciarme los huevos, Eduardo me dejó en el último momento, ¡Ahh! que bueno ha sido.

-¿Te ha gustado de verdad?

-Ha sido sublime, eres el mejor follando. -sacó la verga repentinamente para encender la luz principal, me miró un instante la polla tendida en el muslo y a continuación me cogió las piernas y las levantó por encima de la cabeza.

-¿Qué vas a hacer?

-Quiero ver como te han dejado el culo en ese salón de belleza.

Permaneció unos segundo observando, le veía con la boca abierta y esperaba que su veredicto fuera positivo.

-Me gusta, pero no más que antes, esta bien, para mi de todas las formas es un culo de ensueño. -en ese momento, al estar apretándome la tripita con mis piernas me salió un viento húmedo, envuelto en su semen y lo que quedara de Eduardo. Sentí mucha vergüenza que me viera como salía el semen de mi ano.

Comenzó a reír y soltó mis piernas para bajar con la boca a mi ano, y empezar a lamer y chupar su semen que me iba saliendo junto al de de mi otro macho.

-¡Ohhh! Pablo.

Seguirá…

Deja un comentario