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La historia de Ángel, solo era un muchacho (20)

Me despertó el movimiento de Álvaro al levantarse a la mañana, aún era de noche y le escuché bostezar. Llevé mi mano hacia su lado pero ya estaba sentado fuera de las ropas.

-¿A dónde vas? Todavía es de noche. -se volvió a tumbar a mi lado pero sin meterse entre las mantas. Me acaricio la cara y me dio un beso.

-Tengo que volver al trabajo mi vida, mis compañeros ya me han ayudado bastante. -le sujeté la mano contra mi mejilla.

-¡No, porfa! ¿Vas a dejarme solo?

-Tranquilo pequeño, tienes que organizar tu habitación y mis padres te harán compañía, tengo pacientes a los que no veo desde hace semanas, sabes que me encantaría quedarme a tu lado. -posó los labios sobre los mío y sabía que tenía razón.

-De acuerdo, soy tan egoista.

-El tío de Pablo vendrá para hablar con mi padre, le pediré que te saque a dar una vuelta y veas el trabajo del campo y te será más llevadero pasar el tiempo.

-Pero no le conozco apenas.

-Eliseo te gustará, además te recordará a Pablo es como si fueran hermanos. -recordaba que cuando le vi en el funeral noté su parecido, pero fue solo un momento y habían pasado varias meses desde entonces.

-No te preocupes por mi, buscaré en que entretenerme.

Álvaro se marchó a su trabajo y estuve un buen rato en la cama hasta que comenzó a amanecer, terminaba de prepararme cuando llamaron a la puerta y una de las chicas me pidió permiso para limpiar la habitación. Recordé que mi cama estaba intacta y que había dormido con Álvaro, me puse intensamente rojo pensando en las conclusiones que aquella muchacha sacaría.

-Los señores están en el comedor, puede bajar para el desayuno. -le di las gracias y bajé las escaleras, tenían puesta música pero se escuchaba apenas, al oír villancicos caí en la cuenta de que en breve sería la Navidad.

Los padres de Álvaro estaban terminando el desayuno, tomaba mentalmente nota de que debía levantarme más temprano para estar a la hora acostumbrada por ellos.

-Buenos días. -fue mi saludo al entrar, y la madre se puso de pie para ir a mi encuentro, me sujetó del brazo y me dirigió a la mesa.

-Buenos días querido, ¿has podido descansar? -le confirmé lo que deseaba saber, pensando para mi mismo si ellos se imaginarían lo que su hijo y yo habíamos hecho esa noche. Seguramente se lo supondrían cuando le vieron cogiéndome de la mano.

Ella misma me sirvió la leche y me colocó delante, sobre la mesa, una cesta de olorosos bollos, me hizo algunas preguntas sin importancia, entendía que no deseaba comprometerme y las fiestas que llegaban fueron el principal tema, su marido dejó el periódico sobre la mesa y escuchaba sin hablar.

-Si quieres puedes ayudarme a preparar los adornos navideños, Álvaro quiere que estés distraído y no te aburras. -me sentía agradecido por su proposición y subí a cepillarme los dientes.

Lentamente, y según me iba familiarizando con la casa me daba cuenta de de lo elegante que era, con algunas paredes interiores de piedra, antigua pero muy bien amueblada y amplios espacios con rincones íntimos para sentarse, aunque no me la habían enseñado, por los distintos pasillos que iba viendo, tenía que ser muy grande, y con numeroso servicio para atenderles.

Álvaro tenía un ordenador en su habitación pero no quise tocárselo, la música, igual en toda la casa, salía de altavoces incrustados en el techo, en la cabecera de la cama observé una placa con distintos mandos para manejar el hilo musical. Me pareció que estaba cometiendo un acto sacrílego con tanta curiosidad y bajé donde la otra vez para buscar a su madre y ayudarla como me pidió.

Pasamos varias horas escogiendo los adornos, y poco a poco la confianza aumentaba entre nosotros permitiéndonos pequeñas bromas que nos hacían reír, su marido llegó a buscarnos para tomar el aperitivo a media mañana.

-Le pediré a Eliseo que mañana me traiga el árbol de navidad si es que lo tiene elegido, ¿te parece bien?

-Lo que tu digas cariño, ha llamado que viene hacia aquí y podías invitarle a comer. -estuvieron los dos de acuerdo ya que luego tenía que subir al monte para llevar unos paquetes, o fardos de hierba, para los caballos que vivían sueltos.

Miré por la ventana cuando escuché el ruido del motor de un coche, se detuvo un poco lejos ante las puertas metálicas de una nave y el tío de Pablo descendió de él. Le vi avanzar a paso largo y elástico, era un hombre diferente al que recordaba del funeral, ahora no vestía de traje, llevaba un pantalón vaquero bastante gastado y ajustado a sus robustas piernas, debajo de la campera de cuero le aparecía una camisa de cuadros negros y rojos.

Mientras se acercaba se quitó de la cabeza un gorro de lana y los cabellos ensortijados le cubrieron la frente, lo tenía un poco largo y descuidado, le tapaban las orejas y el cuello de la camisa, usaba botas de gamuza con suela de goma.

Entró en la sala donde estábamos y los señores se levantaron para recibirle, les imité haciendo lo mismo.

-Doña Victoria, don Mateo, lamento haberme retrasado, tuve que desviarme para recoger la carga. -les dio la mano a los dos y me fije en lo galante que era haciendo intención de besar la mano a la mujer con un saludo caballeresco.

-Eliseo, el es Ángel, amigo de Pablo y Álvaro. -el hombre me miró por primera vez y me sentía desnudo ante su mirada, era como si me desnudara y me viera por dentro. Su abierta sonrisa me tranquilizó, llevaba barba de varios días que le hacía parecer más tosco y un poco salvaje, pero su blanca sonrisa eclipsaba todo lo negativo que pudiera observársele.

-Creo que ya te conozco, Álvaro y Pablo me han hablado de ti y te vi en el funeral de mi mujer. -el tono que empleó al referirse a la difunta sonaba como si hubiera fallecido hace veinte años en lugar de unos meses, su apretón de manos resultó cordial y fuerte como lo que se podía esperar de un hombre rudo de campo.

-Encantado señor. -sacó una gran risa y me apretó más la mano que no la había soltado.

-Puedes llamarme Eliseo, Álvaro me ha encargado que te saque de casa para que conozcas el entorno. -se volvió hacia don Mateo.

-Cuando usted quiera le escucho. -desaparecieron para hablar y Victoria, que así se llamaba la mamá de Álvaro, me dijo que podía subir a mi habitación mientras ella terminada de dar las órdenes al servicio para la comida.

Durante el tiempo que estuvimos en la mesa pude ver que Eliseo no era muy hablador, pero que respondía con prontitud a las preguntas de don Mateo o de su esposa. Sobre todo hablaban de cosas del campo y de animales, de la presente sequía que les impedía sembrar las cosechas como ya tenían que haber hecho.

Esperaban que se pusiera a nevar en poco tiempo, y la hierba que llevaban era para la comida de los caballos si es que la nieve les impedía acceder a los pastos naturales.

-La dejaremos en los cobertizos, a resguardo para evitar que otros animales se la coman, ¿quieres acompañarme? te dejaré aquí de vuelta antes de que anochezca. -me miraba a mi y yo miraba a Victoria.

-Puedes hacerlo si te apetece, verás un hermoso espectáculo desde el monte y así pasarás la tarde, mañana seguiremos con los adornos cuando Eliseo nos envié el abeto.

Subimos a su ranchera todo terreno y emprendimos el viaje, tuvimos que subir un puerto de montaña para acceder a las laderas de las cumbres dando toda una vuelta, luego todos fueron caminos rurales donde la ranchera saltaba teniendo que sujetarme a los manillares con fuerza.

Dimos la vuelta completa al monte hasta encontrarnos en las praderas más altas, desde allí se veía el valle, precioso a pesar de que la luz era plomiza y opaca, empezaban a aparecer las primeras luces en las remotas haciendas y pueblos, al abrir la puerta de la ranchera me di cuenta de que llevaba poca ropa para el frío que hacía.

Eliseo me miró un momento, no había hablado durante todo el trayecto, rebuscó en el asiento trasero y me alargó una chaqueta parecida a la suya forrada de piel de oveja.

-Vas a morirte de frío, ponte esto. -me estaba tremenda de grande pero me sentía bien abrigado. Le di las gracias y comenzó su trabajo. Había parado ante una edificación de piedra con dos pequeñas ventanas por donde estaba la puerta, era muy baja y del tejado salía un tubo delgado que hacía de chimenea.

Se colocó unos guantes de trabajo y comenzó a bajar los fardos que elevaba en sus poderoso brazos como si no le pesaran siendo más grandes que él, también al moverse lo hacía igual que Pablo, como si fuera un animal felino y el esfuerzo no le importara, quería ayudar y no sabía como, creo que el lo notó.

-Echa un vistazo por aquí cerca, y no te alejes demasiado mientras termino con esto. -caminé algunos metros, no veía los caballos por parte alguna, solamente un pequeño grupo pero muy lejos junto a unas ruinas al pie de la cumbre.

Me silbó para que volviera y lo hice casi corriendo.

-No hay caballos, solo he visto unos cuantos más arriba. -se río por lo bajo mientras se pasaba las manos sudadas por las perneras del pantalón.

-Se ocultan debajo de los hayedos para pasar la noche, quizá nieve y allí estarán a cubierto, monta que nos vamos de vuelta. -pensaba que el regreso sería tan silencioso como la venida, pero también me equivocaba.

Comenzó a preguntar cuando cogimos la carretera asfaltada.

-Te llevas muy bien con Pablo según me ha dicho, habla bastante de ti, ¿lo sabías? -como ahora me hablaba serio me intimidó.

-No señor.

-¿Qué pasa, ya te has olvidado de mi nombre? -volvió a reír como en la casa de Álvaro.

-Me llevo bien con Pablo pero él no habla conmigo de esas cosas, él es solo un amigo, como si fuera mi tutor o algo así. -no sabía que más podía decirle aparte de eso.

-No se, parecía muy interesado en ti. -apartó la mirada del asfalto para mirarme un segundo.

-Tampoco me parece extraño ahora, conociéndote no es raro que le atraigas. -inmediatamente cambió de tema.

-¿Que te ha parecido la excursión? Ahora es una mala época, en primavera y verano está mejor y es más bonito para los venís por primera vez.

-El paisaje es impresionante y puede verse todo el valle hasta la cordillera lejana, parece todo tan llano.

-Sí lo parece, sí. -estábamos llegando a la hacienda, justo cuando encendían las luces de fuera.

-No me detengo, despídeme de don Mateo y su señora. -se quedó un momento con la cara fuera del cristal mirándome sin parar el motor.

-Me ha gustado conocerte Álvaro, volveré a por ti uno de estos días. -la ranchera dio la vuelta y emprendió el camino hacia la carretera.

Esperaba impaciente que me llamaran para la cena y también la llegada de Álvaro, no había venido a casa en todo el día, y aunque sabía que no estaba bien, curioseando en su habitación y en otra que tenía comunicada por una puerta donde tenía un despacho pero con una camilla y utensilios médicos.

Escuché el ruido de un vehículo que llegaba y me encaminé a las escaleras para recibirle si se trataba de él. Victoria le recibió con la puerta abierta a pesar del intenso frío y le dio un beso, me encontraba en el primer escalón, agarrado al primer barrote de la barandilla y llegó donde yo estaba.

-¿No me vas a dar un beso para recibirme? -me lo pedía tan tranquilamente delante de su madre y como me sentía cohibido el me abrazó, y cogiéndome la barbilla me besó con dulzura los labios. Los sentí cálidos pero no la piel de sus mejillas.

-Acompáñame, voy a cambiarme de ropa para cenar. – subimos agarrados de la mano, pienso que para inspirarme confianza.

En su habitación se desnudó dejándose solamente el slip y se puso una ropa ligera, dentro de la casa se estaba bien y quizá hacía demasiado calor.

-Te veo más contento, eso quiere decir que lo has pasado bien. -comentó mientras terminaba de colocarse la camisa.

-A ratos me he aburrido y he curioseado tus cosas, te lo digo por si encuentras algo fuera de su lugar. -se reía mientras se acercaba a mi y me levantó de la cama donde estaba sentado.

-Puedes mirar lo que quieras, no tengo tantos secretos y para ti no hay ninguno, luego hablamos, ahora bajemos a cenar para que mis padres no nos reprendan por llegar tarde. -volvió a sujetarme la mano y no pude evitar abrazarle.

-Te amo Álvaro, te quiero mucho.

-Yo también tesoro. -le sujeté del cuello para que bajara la cabeza y poderle besar, uno, dos, tres besos sonoros y llenos de dulzura en sus labios.

Durante la cena hablaron del trabajo de Álvaro, le preguntaron por algunos de sus pacientes a los que conocían, y yo tuve que relatarles el viaje a las cumbres con Eliseo, presionado por el interés que mostraban.

-Ahora que tienes tiempo puede aprovecharlo para aprender a montar a caballo. -don Mateo se dirigía a su hijo.

-No vamos a apremiarle con muchas cosas papá, ahora está entretenido ayudando a mamá, ya han subido los adornos para Navidad, tendrá tiempo para todo.

Me hacían sentir el centro de atención y estaban constantemente pendientes de mis gestos, por un lado me agradaba pero sentía que no siempre debía ser así, me hacían parecer un niño pequeño.

Estuvimos poco tiempo con ellos viendo la televisión, Álvaro tenía como disculpa que al día siguiente se tenía que levantar temprano, nos despedimos y no parecieron hacernos mucho caso o se hacían los desentendidos.

Subimos las escaleras algo nerviosos, yo sobre todo, porque Álvaro me iba provocando, sobándome el culo y deteniéndome en cada escalón para besarme.

-Gatito te voy a lamer todo tu hermoso cuerpo. -al fin me sujetó por la cintura para llevarme más rápido. Al llegar ante la puerta de su habitación sentía su respiración agitada por la emoción.

Fue el estar dentro para seguir con sus caricias por todo el cuerpo, no pensaba que Álvaro fuera tan caliente, siempre le había visto tranquilo y sosegado, pero yo también hacía lo que podía pasando mis manos deseosas por su espalda hasta llegar a las ricas y duras nalgas que tiene, él me besaba el cuello moriéndome las orejas hasta que unió su boca a la mía y forzó mis labios para se abrieran.

-He pensado en ti todo él día pequeño, seguro que he recetado medicinas equivocadas a mis pacientes, deseaba volver para estar a tu lado y tenerte. Mi vida. -sus besos me volvían loco y me hablaba sin separarnos las bocas, jugando con nuestras lenguas que solo se detenían para decirnos cosas tiernas.

Comenzamos a desnudarnos pero estaba impaciente y fue el primero que quedó desnudo, y me tentó acariciarle el abdomen empezando a besárselo y darle pequeños mordisquitos que le hacían temblar estremecido, luego le besé el pecho y lamí las aureolas de tus preciosas tetitas rodeadas de vello.

No dejaba un solo centímetro de su piel sin recorrer con los labios y lamerlo con la la lengua. Se tendió en la cama y me dejó que le hiciera lo que a mi me apeteciera. Me encantaba lamerle entero y besarle las orejas revolviéndole el pelo, morderle los labios y el cuello hasta llegar a su boca y comerle los labios como un león hambriento. Volvía a bajar a su pecho y abdomen pasando la lengua de un costado al otro y metiéndola en su ombligo.

-Mi precioso gatito, que bien me lames. -al escucharle cambié de táctica y comencé a morderle la carne haciéndole cosquillas al tirar de la piel con los labios.

Se iba excitando cada vez más y le miré el rígido miembro cimbreando al aire, apuntando al techo como un mástil, pero pasé de él para bajar a sus piernas y besárselas un tiempo, no quería que aquello terminara rápido, volví a subir siguiendo mis besos y escuchando sus gemidos roncos de macho satisfecho, al pasar le lamí el glande del que pendía una gota de néctar, simplemente rozándolo con la punta de mi lengua, y volver a mordisquear sus abdominales que tenía no muy marcados, suficiente.

Álvaro se estremecía con mis caricias como hojas movidas por rachas turbulentas de viento, cuando llegue a su cara me sujetó la cabeza para darme un profundo beso con la lengua metida entera en mi boca.

-Tienes una boca muy voraz, me encantas Ángel, siento riquísima tu boca gatito. -estaba rojo de excitación y le temblaba la boca.

-Ahora es mi turno, quiero hacerte lo mismo. Se colocó sentado y me sujeto para ponerme debajo de él, me retiró la camisa que ya llevaba suelta para besarme pasando sus temblorosa boca por mi carne, me besaba el pecho y se metía en la boca una a una mis tetillas comiéndome medio pecho.

Lo hacía muy apasionado y comencé a gemir, estaba lo mismo que él totalmente desnudo, y abracé sus piernas con las mías sin poderme resistir al placer que me embargaba, me besaba sin descansar y veía como sudaba.

El no esperó como yo, y al bajar lamiéndome llegó a mi polla y empezó a masturbarla lentamente, de vez en cuando me daba un tremendo chupetón en el glande para comerse el pre semen que salía de mi pene paladeándolo con glotonería.

-Que rico sabes gatito. -parecía que me iba a quedar con ese sobrenombre que me daba, me miró con risa en la mirada y se relamió los labios.

-¡Álvaro, mi vida. -subí las caderas y entendió lo que quería. Me sujeto la bolsa de los huevos con una mano estirándola y dejándome la verga enhiesta, erguida con la cabeza pelada y le la metió en la boca haciendo sentir el fondo de la garganta donde llegaba mi verga.

-¡Ahh! Álvaro. -subí el culo queriendo entrar más pero sus labios tocaban los vellos de mi pubis, me la comenzó a mamar, a moverla dentro de su boca a meterla y sacarla de una forma magistral, parecía que hubiera mamado mucha verga, la mía la manejaba con la lengua de una forma enloquecedora y que me hacía jadear.

Luego pasó a jugar con mis testículos, podía tragarse los dos y me los oprimía con la lengua contra el paladar haciéndome soltar gemidos de placer.

-Por favor Álvaro, no más. Darme la verga en el culo, dámela, clávamela en el vientre Álvaro, mi amor, quiero sentirla como se mueve y que me vuelva loco.

Dejó de chuparme los huevos y se reía muy suave mientras se tumbaba a mi lado, me sujetó tirando de mi brazo y me colocó sobre él, sentado en su abdomen. Nos abrazamos y volvimos a besarnos la cara y los labios.

-¿Quieres metérmela tu? -me susurraba las palabras en la oreja y me separé sorprendido.

-¿Qué dices? -se reía y me abrazaba no dejándome que me separara de él.

-Deseas meterla en mi culito, tu polla, ésta. -metió la mano entre nuestros cuerpos y agarró mi verga.

-Yo pensaba que tu, que tu… -seguía riendo en mi oido y me lo besaba.

-No me conoces gatito, ya te decía entonces que yo también deseaba tu verga, es preciosa, más bonita que como la que veía en las fotos, ¿puedes hacerlo mi amor? ¿quieres cogerme? -quería hacérselo, follármelo en aquel momento, tener ya mi polla dentro de él.

-Sí que quiero Álvaro. -parecía que sabía mi respuesta y me bajó de encima de él colocándose de rodillas sacando el culo, ya sabía cual era mi labor y le abría las nalgas, su culito era precioso, sonrosado y con un círculo más moreno con pelitos alrededor del ano.

Le separé las nalgas duras y con un ligero vello, metí mi cara buscando con la lengua su agujero, el olor era increíble, olía como el cuerpo de un bebe y aplique la lengua queriendo penetrarle.

-¡Ohh! ¡Ohh! ¡Ohh!, más lento mi amor, tu lengua está muy rica pero no quiero correrme aún. -le lamí el perineo y toda la raja del culo, tenía algún poco vello que le hacía parecer un machito perfecto, pero el sabor de su culo me había encantado y pronto volvía a el, a lamerlo y querer penetrarlo.

-Méteme los dedos gatito, dilátame porque quiero que tu verga me rompa. -le empecé a lamer más intensamente y me mojé el dedo índice, a la vez que lamía se lo iba introduciendo.

-¡Ayy! si mi amor, lo haces muy bien, me das un gustito muy rico mi vida. -después le fueron dos dedos que entraron con facilidad, su ano era muy dúctil y me dejaba entrar sin resistencia excesiva.

-Espera que me cambie, déjame hacer a mi vidita. -me tumbó mirando hacía arriba y se inclino para volver a chuparme la polla, poniéndomela dura com una roca y mojándola de saliva.

Se sentó sobre mi vientre y apretó las piernas a mis costados, adiviné lo que deseaba hacer, se tumbó apoyándose en mi pecho y me miró a los ojos.

-Es la primera vez que lo hago, tu verga va a ser la que me desvirgue mi amor. -me besó con amor infinito los labios y se enderezó para cogerme la polla, se levantó sobre sus rodillas para embocarla en su culo, lo sentía muy caliente haciendo presión mientras se sentaba mordiéndose el labio inferior.

-Te vas a hacer daño. -pareció no escucharme y le miraba preocupado esperando ver su reacción, aflojó la presión de las manos sobre mi pecho y le escuché el gemido que dio cuando el esfínter se abrió para que mi verga entrara.

Le veía cerrando los ojos con fuerza y apretando entre sus dientes el labio, yo quería que gozara, no que estuviera sufriendo, pero Álvaro era un tipo valiente cuando tomaba una decisión y lentamente se dejaba resbalar por mi polla hasta metérsela toda.

Estuvo unos segundos muy quieto, como muerto, y entonces abrió los ojos y me sonrío.

-Esto es muy distinto a mis dedos Ángel, creo que se me va a romper el culo. -me hacía sonreír.

-Mi polla no es tan grande.

-¡Waaw! es suficiente. -mientras tanto se iba moviendo y acomodando mi verga a su ano, le veía sus movimientos, cuando se sentía más a gusto o le dolía.

-Me gusta la sensación, es mejor que mis dedos o cualquier otra cosa Ángel, sabe rico, me escuece pero ¡waaa!, se siente bien. -empezó a subir y bajar muy lentamente probando, a veces cerraba los ojos y se mordía el labio como cuando se desvirgó, pero ahora era del gusto que sentía con mi polla dentro de él.

Subía hasta la punta de la verga para bajar de nuevo hasta sentarse sobre mis huevos, así estuvo un rato haciendo pruebas que cada vez le daba más gusto y emití pequeños quejidos, él llevaba la iniciativa y le dejaba que disfruta como quisiera de su primera vez.

También yo lo pasaba bien acariciándole el pecho, los costados y pasando los dedos por el glande de su verga que ahora tiraba jugos a montones y me los llevaba a la boca.

-Es rico Ángel, me gusta, definitivamente me encanta tu polla gatito. -se bajó para besarme y al hacerlo mi verga salió quedando solamente el glande dentro del ano.

Me beso la boca muchas veces y empezó a apretar el ano alrededor de mi polla.

-Vamos a cambiar quiero que me folles tu, que lleve la iniciativa.

-Estoy para darte gusto mi amor, es tu primera vez y me has regalado tu virginidad, te quiero Álvaro. -le coloqué boca arriba para verle sus gestos y puse sus piernas en mis hombros. Toque su lindo culito que ahora se abría goloso cuando le posaba los dedos queriendo atraparlos.

Se la metí estudiándole, pero solo me miraba sorprendido, esperando quizá un dolor que no sentía y entonces supe que estaba preparado para recibir mi follada y gozarla, comencé a entrar en su culo cada vez más rápido.

-¡Ummmmmm! ¡Ayyy! ¡Ummmmmm! ¡Ayyy! , rico, sabe rico Ángel. Más, quiero más mi vida. Bufff, que verga más rica mi amor.

Después de unos minutos sentía que la leche me venía y empecé a masturbarle con una mano. Álvaro cerraba los ojos y se dejaba hacer, disfrutando como un loco de la primera vez que era penetrado y sentía un pene en su vientre.

Noté cuando se contrajo atrapándome la verga y empezando a eyacular en mi mano, yo no podía aguantar más, no sabía si deseaba que le dejara la leche dentro, pero ni le pregunté, estallé como un rayó y convulsionaba llenándole el culo con mi semen.

Quedé tendido sobre él recuperándome y Álvaro me acariciaba la espalda besándome el hombro, pasó las piernas por mi cintura y se abrazó con ellas a mi cuerpo.

-¿Ángel? -hablaba bajito besándome el hombro.

-Gracias, Ángel.

-¡Ohh! Álvaro, mi Álvaro

Seguirá…

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