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Memorias inolvidables (Cap. 18): El diario de Sebastián

Sebastián tenía unos cuadernos de tapas duras donde escribía diversidad de cosas o dibujaba. Una de las cosas que más le gustaba dibujar eran chicos desnudos, penes tan grandes como una página, pechos de chicos con pezones pronunciados. Dibujó siempre bien y lo hacía para desahogarse. Desde pequeño había comenzado a dibujar objetos de la casa y su visión y su mano se coordinaban para hacerlo con una perfección extraordinaria. En el colegio hacía muchos dibujos para sus amigos, para presentarlos. Esto último duró poco porque llegó un profesor que era crítico de arte y descubría que ciertos dibujos presentados pertenecían a la misma mano. Sacó a varios sospechosos y en efecto cuando les daba su lámina dibujada para que intentaran copiarla en la pizarra con los plumones, pillaba sorprendidos a los alumnos. Un día hizo salir a Sebastián. Le dio la hoja que tenía que copiar y Sebastián la dejó sobre la mesa. Agarró los plumones con la mano izquierda y los usaba alternándolos con la derecha. No pintó su dibujo, sino al propio profesor sentado en su asiento de clase absorto de ver cómo pintaba Sebastián con unos simples plumones.

Sebastián dio por concluido su dibujo y el profesor se vio obligado a hacer una foto al dibujo de Sebastián.

— Por qué no hiciste el mismo, —preguntó el profesor.

— Porque el arte y la unicidad se han casado desde la eternidad. Tampoco Dios, el gran Artista, ha hecho dos caras iguales, muchas parecidas, pero todas diferentes.

— ¿Crees en Dios?

— A mi manera, sí. Si no existiera un Principio ¿cómo podría haber una consecución? Principio-Consecuencia-Final están relacionados, y el verdadero principio ha de ser eterno y el final absoluto ha de ser eterno, es como decir que el fin es no tener fin.

Tenía Sebastián quince años cuando ocurrió este acontecimiento. El profesor dejó pasar todo el asunto, no sancionó a nadie porque quedó admirado con el cerebro de Sebastián. Sus compañeros quedaron encandilados y sus mejores amigos decían a los otros compañeros: «¿qué os parece Sebas?, el único que ha sabido enfrentarse al profe con estilo; eso para que sigáis insultándole y jodiéndole la marrana». Acabó en seco el incipiente bullying. Sebastián hizo sus estudios del colegio con normalidad y siguió con sus dibujos.

Siguió con su diario que ilustraba con dibujos muy pequeños, pues el profesor de arte le había regalado un portafolios llenos de papeles para hacer dibujos a lápiz o al carbón, dada su contextura. Los dibujos pequeños eran copiados o reproducidos en las láminas con mucho más estilo y arte. El pecado de Sebastián consistía en no tener pecado. Su conciencia fue siempre salvaje, natural, no tenía conciencia de hacer el mal ni de haberlo hecho nunca; y si lo hubiera hecho probablemente no hubiera podido seguir viviendo. Por Miguel se preguntaba con cierta frecuencia: «¿Qué mal habrá hecho en mí que yo no conozca para dejarme solo en este mundo?», porque Sebastián no creía en las casualidades, sino en el destino, un Destino gobernando desde un lugar más elevado que todo el Universo. Si él pudiera hablarnos ahora, seguro que ya tendría la solución.

Siguió con su diario, tal como se expresa anteriormente, convirtió su diario en un diario de verdad, extenso, reflexivo, meditativo y descriptivo. Mejor será que nos vayamos directamente allí y leamos.

Día 11 de noviembre (sábado)

Mi familia se ha portado bien conmigo, a excepción de mi madre. Me han soportado. Yo comprendo que se sintieran al principio incómodos cuando les dije que era gay. Me costó poco decirlo, sentía dentro de mí la fuerza de Miguel, lo que no pude decirles todavía es que Miguel era el amor de mi vida. Hice mal, debí haberlo dicho sin más, luego se enteraron y ese modo de enterarse no es bueno. Con la familia hay que tener confianza aunque no te comprendan al primer golpe. Me apena Rafa, no me habla, no sé si llegará un día en que me hable. No me gustó nada que Julio le sacara el asunto de su «polla como el pico de un pajarito», como si cada uno fuese culpable de los desarrollos naturales de su cuerpo. Espero que un día me hable. Le voy a contar a Miguel mis diferencias con Rafa y a ver si él lo arregla, en definitiva somos hermanos.

Día 12 de noviembre (domingo)

Hoy ha sido domingo, ya casi es mañana porque están al caer las doce de medianoche. Escribo tarde porque Miguel y yo hemos estado prácticamente todo el día juntos. Miguel me ha vuelto a recordar que no era virgen cuando me conoció. Yo le había dicho que era virgen la primera vez que follamos. Dice que no sabe quién es, que ha ido varias veces a la sauna para encontrárselo y no ha podido. La verdad es que, si lo hubiera encontrado, no seríamos novios, Miguel estaría con el otro. Amo inmensamente a Miguel. Es muy respetuoso conmigo cuando me folla, siempre quiere que yo le folle a continuación, no le gusta la dominación, es verdaderamente agradable.

Hoy de verdad, nos hemos pasado desde las tres hasta las 10 de la noche en el hotel. Nos ha costado un ojo de la cara, pero valía la pena, necesitábamos ese tiempo para nosotros. Siempre hemos de ir corriendo como sinos hiciéramos un polvo. Con tanto tiempo, hemos puesto la televisión, hemos conversado, hemos tomado nuestro whisky. Siempre que hacemos esto vamos a una tienda de regaos y compramos la botellita de 1/2 litro de Ballantine’s, para tomarlo directamente de la botellita. Nos dura bastante porque no queremos emborracharnos, lo que queremos es calentarnos para hacer el amor. Hoy lo hemos hecho cuatro veces, dos penetró Miguel y dos lo penetré yo. Todas muy agradables y las previas, los besos. La verdad es que me sentía y él mismo me lo dijo, ¨parecemos ya esposos». Me alegré de eso. Amo a Miguel intensamente.

Hay una anotación al margen que es de Miguel y dice así: Si supieras cuanto te amo, pero tú sabes decirlo y yo no, pero te amo dos centímetros al menos más que tú a mí.

Hay otra anotación con otro color de tinta y de la misma mano de Miguel: Te amo, Sebas como nadie podría haberte amado. Aunque me encuentre con alguien que sea mi amor, te aseguro que jamás te olvidaré.

13 de noviembre (lunes)

Lunes, qué día más pesado es siempre el lunes. No lo es porque es día laborable y ayer fue fiesta, eso me da lo mismo. Lo que pasa es que hoy no podré ver a Miguel. Sabedor de eso, no me he lavado el culo, ya que no nos vamos a encontrar. Nosotros siempre nos lavamos bien el culo por fuera y por dentro cuando hemos de tener un encuentro. No queremos sorpresas desagradable. Pero hoy que no vamos a vernos, no me he lavado el culto porque siento la polla de Miguel dentro. Meto mi dedo y lo saco con olor y sabor a Miguel, lo meto en mi boca y siento placer, has mi polla se levanta a su límite. No me imagino que tengo la polla, la siento, aún no he defecado, para que no se vaya ese sentimiento y ese sabor de su lefa. Suerte que ayer no cené. Estaba lleno de Miguel y no quería escurrirlo. Se me ha escurrido en el sueño sobre la sábana. Me ha dado pena despertar y encontrármelo seco como una mancha amarillenta. Pero el olor era de Miguel, lo he olido y lo he lamido, pero la sábana bajera no me devuelve lo mío, es egoísta, se lo queda, lo que no puede absorber es el olor y eso está en mí. Los días que follamos y suelto su semen durante el sueño, porque lo aguanto tanto cuanto puedo, esos días ordeno bien mi cama, para tener la marca de Miguel la noche siguiente. Es uno de mis pequeños deleites. Lo único que pasa con eso es que me tengo que masturbar luego, pero me como mi corrida porque he aprendido a masturbarme sobre mi boca. Al comienzo fue duro, ahora ya incluido bien mi cintura. Es una verdadera gozada.

Querido diario, quiero contarte una cosa que me pasó hace algo más de un año. Cuando estaba haciendo ejercicios para conseguir meterme la polla en la boca y me apoyaba sobre el cabezal de la cama, a punto ya de eyacular, entró mi madre y me vio en esa postura. La muy zorra lo contó a todos en la sobremesa y me dijo:

«Te partirás por la mitad y te quedarás inválido por esas cochinadas que haces», y les contó a mis hermanos, mi padre no estaba, con todo detalle lo que había visto. La vergüenza que pasé fue inmensa.

Lizbeth habló con mi padre escandalizada de la actitud de mi madre, diciendo que no tenía que haber dicho nada. Mi padre le contestó: «dile a Sebas que cierre la puerta cada vez que esté en su habitación. Tu madre me va a hacer morir». Luego escuché unos gritos de mi padre contra mi padre y Lizbeth me llamó para que aquietara a mi padre porque la iba a matar. Fuimos los dos y apaciguamos a mi padre, llevándonoslo de la cocina. Lo último que dijo mi padre fue: «Si no quieres que te mate no te metas con mi hijo, y antes de que acabe el año quiero verme divorciado y tú fuera de mi casa». Sé que mi padre no cumplirá la amenaza, pero ella tendrá más cuidado. Ese mismo día me enteré que mi padre ya no dormía con mi madre desde principios de año.

14 de noviembre (martes)

Hoy no me encontraré con Miguel, ¡qué angustia!, porque ha tenido que ir a acompañar a su hermana al médico a la capital, ella se llama Mercedes. Es quien más le comprende y conmigo resulta muy agradable. ¿Qué chica más estupenda? Es generosa, sabe escuchar y tiene coraje para defender. Su hermano me habla de ella siempre como muy agradecido, pero las veces que me he encontrado con ella siempre ha sido muy amable conmigo.

Hace como unas dos semanas que me la encontré; iba muy cargada con un gran paquete que había tenido que recoger a la agencia, porque el mensajero no lo había llevado a domicilio. A veces tienen estas cosas los mensajeros. La saludé y me besó como si yo fuera su hermano, esa es la sensación que me dio. La encontré sudorosa cargada con ese gran paquete, una caja descomunal para una chica y me ofrecí a llevárselo a casa. No quería porque pensaba que podría molestarme, pero insistí y lo cargué sobre mis hombros, ahí no parecía pesar tanto. Habló todo el camino y me manifestó que le agradaba la relación de su hermano conmigo. Incluso llegó a decirme esto: «¡Qué cuñado voy a tener tan fortachón y bueno, me iría a vivir con vosotros!». Y la verdad es que no me disgustaría porque se la ve laboriosa y cuidadosa.

Me contó del contenido, un ordenador de sobremesa de 27 pulgadas, de Apple. Fue un dinero que le dieron por unos trabajos y decidió comprarlo por internet. Entendí que pesara lo suyo. Yo sudé, pero el camino me pareció agradable por su amena conversación y la sensación de que no me guardaba secretos. ¡Qué buena hermana!

Descargué el aparato y me ofrecí a montárselo y me dijo que mejor no, porque si sus padres supieran que yo estaba allá, ella iba a tener problemas.

Al día siguiente vino a casa con un pastel grande que había hecho ella en casa. La hice pasar y tomamos un refresco con un trozo de ese pastel. Estaba bueno.

Son las 9 de la noche, interrumpo y te dejo, querido diario, porque llaman a la puerta, si es un asunto breve regreso y te cuento cómo he puesto hoy mis calzoncillos, sin quitarme los pantalones. Hasta pronto.

15 de noviembre (miércoles)

Hoy estoy verdaderamente contento. Anoche, cuando sonó el timbre de la puerta y salí a abrir, me encontré a Miguel, casi recién había llegado y tras dejar a su hermana Mercedes en casa, se vino a verme. Me dijo Miguel que su hermana le había indicado que viniera al menos a saludarme. Saludamos a mi madre que estaba en la cocina, nos dio de cenar y nos fuimos a mi habitación. Sobre el escritorio estabas tú, diario querido, abierto, esperando que yo regresara. Claro que regresé, pero el vio que yo había escrito y me guiño el ojo. No tuve más remedio que leerle algo de lo que había escrito sobre su hermana y se puso muy feliz.

Pero Miguel se quedó conmigo toda la noche. No era lo previsto, porque él decía que tenía que irse, pero no se iba. En la habitación vimos un trozo de película, que ni me acuerdo de que trataba y tendré que verla otro día. La película no era porno, pero tenía buenas escenas eróticas al comienzo y como el protagonista se estaba follando a la chica y mostraba todo su culo, nos calentamos un poco. Luego el chico se puso a pasear, no nos mostraba sus bolas y su pene, pero sí un culo que era para morirse. Le dije a Miguel que me gustaría ver su culo porque era más bonito que el de la película. Se desnudó. Ya lo deseaba hace rato, porque Miguel no sabe estar vestido, o al menos un pequeño slip solamente. Lo vi tan empalmado que me desnudé yo y aseguré que la puerta estaba cerrada.

Nos besamos bien a morro suelto. El morreo fue fenomenal con lengua hasta la laringe, porque Miguel alcanza. Pero de ahí ya comenzamos a rezumar el líquido preseminal y nos fuimos a la cama. Miguel me invitó a follarlo y me dijo que hiciéramos un 69 para que yo le preparara el culo y él mi polla. Miguel mama muy bien y la plantificó bien tirante. Yo no sé si chupo el culo muy bien, pero le metí lengua a tope y cuatro dedos hasta la mitad. Suerte que me había cortado las uñas a tope como hago siempre para no comérmelas cuando me pongo nervioso. De pronto él notó que estaba preparado y se tumbó en la cama con la almohada bajo su cadera piernas arriba y encogidas dándome todo su culo a mi merced. Me dijo: «No quiero melindres ni afeminamientos, folla fuerte hasta hacerme reventar». Los deseos de Miguel para mí son órdenes. Lo follé, le dice derramarse toda su leche sobre mi pecho y abdomen y no tardé en eyacular en su vientre. ¡Joder, qué follada! Incluso después de eyacular ambos seguíamos follando y si yo desaceleraba, era él quien arrancaba acelerando. Fue descomunal y muy placentero. Miguel me miraba serio, no se reía como otras veces, solo una ligera sonrisa del placer y el amor que nos dábamos.

Acabé deshecho, cansado y saqué mi polla de su culo para abrazarlo, besarlo tumbados en la cama y hacerle una pregunta: «Cuéntame, Miguel, ¿qué te pasa?». Y me responde con lágrimas en los ojos: «Mi hermana Mercedes tiene cáncer». Nos pusimos a llorar los dos y poco a poco, abrazados y llorando nos dormimos.

Esta mañana nos hemos despertado con mucho dolor de corazón, estábamos apenados y me ha contado todo lo que le ha dicho el oncólogo de la ciudad. Decía: «No íbamos al oncólogo sino al especialista de hígado, un hematólogo, pero nos llevó al oncólogo y primero hablaron conmigo y me lo dijeron, lloré, pero pude contenerme y le dije al médico que hablara directa y claro con mi hermana, que ella es fuerte». Y continúa: «La cuestión es que se lo han dicho, no ha llorado ante la noticia delante de los médicos y cuando hemos salido a comer, se me ha cogido al cuello y ha llorado como la Magdalena. Tendrán que hacerle una pruebas, quizá podrán operar para cortar el mal y esperar»

Hemos llorado los dos de nuevo, nos hemos abrazado y hemos vuelto a hacer el amor. Esta vez le he pedido que me follara para desahogarse. Miguel es delicado, no es bruto follando, sino muy considerado y hemos estado en la cama hasta las 12. Teníamos razones y lo podíamos hacer. Luego nos hemos ido a comer a un restaurante económico. Esta tarde hemos paseado un poco y vengo de dejarlo en su casa.

Tú no puedes rezar, diario, pero no estaría mal que lo hiciera yo por Mercedes, ahora que ya la conoces y sabes de ella. Mañana iré a verla. Miguel me la sacará de casa y merendaremos juntos los tres.

16 de noviembre (jueves)

Esta mañana he ido a clases, me he puesto al día, por cinco euros me han vendido los apuntes de los dos días pasados (creo que me han pedido solo para tabaco, ningún gran negocio); esta tarde hemos estado en la Cafetería Copenhague merendando. Miguel y yo nos hemos comido sendos bocatas de jamón y chorizo y una cerveza cada uno. Mercedes ha tomado un café con leche y un trozo de pastel de manzana. Allí en voz baja y con mucha serenidad me ha contado lo que yo ya sabia sobre su estado de salud. Es preocupante, pero al parecer si no hay metástasis y se puede extirpar del hígado, igual sana del todo, pero ahí está el asunto.

No me han salido palabras de consuelo, al menos no abundantes, tenía el corazón acogotado, solo le he dicho que rezaría por su salud. Me ha dado dos besos muy agradecidos y me dice: «Pensaba que nadie rezaría por mí, porque los que conozco no son muy retadores; pero reza también por este hermano mío que se haga más creyente». Entonces Miguel dijo: «Tendrá que ser para que me haga creyente porque más no se puedo, ya que no creo nada y en nada». «¿Tampoco crees en el amor que te tiene Sebastián?», preguntó Mercedes mirándole muy a su cara. «En Sebastián y en ti, Mercedes, sí creo, os creo del todo, pero no sé rezar», respondió Miguel. «Yo le enseñaré», dije. Luego nos reímos de contento por nuestra amistad.

Acompañamos a mercedes a casa. Nos dimos los tres unos besos de despedida y Miguel entró con ella en su casa.

Te estoy contando esto, diario, después de desahogarme. Me he masturbado dos veces casi seguidas, porque se me ha quedado un nerviosismo tremendo. Tengo hasta mal en mi vientre a causa de los nervios.

19 de noviembre (domingo)

Ayer no escribí nada porque no estuve en casa. Hoy te cuento lo de ayer y lo de anteayer que tampoco escribí nada. Son ya las 12 del mediodía del domingo, ahora ya es 19 de noviembre.

El viernes, que era día 17, habíamos quedado Miguel y yo que, al acabar las clases, nos iríamos a buscar hotel para pasar la noche o el fin desaman completo, porque en mi casa habría mucho lio con una fiesta que se ha armado mi hermano Rafa. Mis padres se han ido a una fiesta no sabía donde, por lo que pasó después supe que era de intercambio de parejas. Los demás hermanos se han ido a casa de mis abuelos.

Fuimos a buscar hotel a la población más cercana. Miguel trajo su coche y buscamos un hotel que estaba apartado de la población. Luego de registrarnos a nombre de Miguel nos fuimos a comer y a echar una mirada por la población y sus alrededores a ver qué podría distraernos en el atardecer y en la noche. Miguel, como conducía, no podría tomar nada de alcohol, entonces yo tampoco lo tomaría para no hacerle sufrir. Lo primero fue comprarnos una botella de whisky para llevarla a la noche al hotel. La dejamos en el coche. Descubrimos una discoteca muy rancia y un cine muy de pueblo. La película parecía picante. Luego preguntamos si había aguas termales o sauna en algún lugar y nos indicaron el sitio a 12 kilómetros de allí. Iríamos después de cenar al sauna, porque la película tenía que ser mala. Y la discoteca, aunque no nos gustaba mucho, ya veríamos al regreso de la sauna qué tal estaba.

La sauna tampoco era muy especial, pero se podía ir desnudo por las instalaciones y con eso nos conformamos. Total, para 7 euros que nos costó, porque solo se pagaba por uno y el acompañante entraba gratis. Tuvimos suerte porque hay días que es para hombres, otros para mujeres y un día mixto. El viernes y sábado era solo para hombres.

No íbamos con la intención de follar con nadie, eso lo habíamos reservado para el hotel. Solo queríamos relajarnos con agua, humedad y calor. Pero se nos presentaron dos tíos un poco mayores que nosotros, mariconeando tanto que nos la dejamos mamar, pensando que todo acabaría ahí. Nos la pusieron dura y nos vistieron el pene con un preservativo y se tumbaron en el banco para que los folláramos. No me pude resistir y me los cepillé a los dos. Miguel, que nos aguanta ante las ocasiones, se pasó por sus huevos a que se los había mamado y cuando yo había acabado con el mío, se me puso delante el suyo y a Miguel le acudió un tercero que lo pasó delirando todo el rato porque Miguel se enfadó de sus palabras femeninas y lo folló como nunca lo había visto, a lo bruto.

De allí nos pasamos a la discoteca, era tarde, como las dos de la mañana y no había mucha gente, casi no había mujeres y dos tíos estaban bailando en la pista. Así que nos acercamos Miguel y yo y nos pusimos a bailar, conté siete piezas bailando seguidas, Miguel dice que fueron nueve. Quizá tenga razón porque yo estaba muy cansado. Nos sentamos para hacer algo de consumición. Pedí una margarita y Miguel agua con gas.

Salimos con ganas de llegar al hotel. Miguel ansiaba una copa de whisky. Aparcamos, subimos al tercer piso donde teníamos la habitación y había mucho revuelo. Parecía haber una fiesta. Dejó Miguel la botella en la habitación y nos bajamos al bar que cerraba a las 6 de la mañana. Nos extrañamos, pero pensamos que era por la fiesta que nos parecía que se trataba de una boda, por la cantidad de parejas bailando. Cuando nos cansamos, nos fuimos a la habitación. Lo primero que hicimos es desnudarnos, tomar una ducha y meternos sobre la cama desnudos. No tardamos en comenzar las previas. Nos gusta besarnos y tocarnos. Yo toco todo el cuerpo de Miguel, él más barco y gusta más de besar. Teníamos las pollas a punto de caramelo y me hizo el amor como siempre, suave, agradable y muy amoroso. Luego le di unos tonos adecuados para levantarle la moral y me lo follé con un poco más de alegría y violencia. Me lo agradeció. Dormimos. A las ocho, nos vestimos para ir a desayunar.

Salimos de la habitación y encontramos en la puerta de al lado una pareja mayor que se estaban besando y tocando el cuerpo con la puerta abierta. Miré, sospeché haber visto algo conocido y a la vez raro. Me paré a mirar y vi a la mujer y exclamé: «¡mamá, puta!». Miguel se asustó miró y vio que la mujer medio desnuda estaba casi borracha y con un hombre. La miró bien y se dio cuenta que era mi madre que estaba con un hombre que no era mi padre. Por un momento nos quedamos de piedra.

«Hijo, no es toque parece», dijo mi madre. «¡Zorra, puta, guarra, mala pécora, putona, mierda de madre!, dije mi retahíla. El tío se vino hacia mí y le dije: «No te hagas el chulo, que te has tirado a mi madre», entonces el tío aquel retrocedió y se cogió del brazo a mi madre y se metieron en la habitación. Estábamos desayunando en la cafetería del hotel y llegó mi padre diciendo «¿Qué haces tú aquí?». «¿Yo? Yo estoy con mi novio, tu mujer está follando con un tío y tú qué haces por aquí?». «No es lo que parece, estamos invitados a una fiesta y…», dijo y le interrumpí: «No sigas, me vas a mentir; ya lo sé todo, intercambio de parejas, puta tu mujer y puto tú, y os quejáis de tener un hijo maricón…, hipócritas, desaparece de aquí».

Miguel me puso su mano sobre mis hombros para que no me levantara, porque adivinó que le hubiera dado dos bofetadas, pero todo hubiera sido peor. Miguel y yo seguimos con nuestro desayuno, se fue, ya no lo vimos, nosotros permanecimos hasta el domingo que teníamos reserva de habitación. El domingo cuando salíamos fuimos a pagar y todo estaba pagado. Pregunté quién había pagado y me dijeron que mi padre había pagado todo. Pedí una copia de la cuenta y me la llevé. La tengo aquí delante. Estoy maquinando qué hacer con esta cuenta.

19 de noviembre (noche del domingo)

He ido al comedor como de costumbre, sin mostrar el más mínimo de enfado. Estábamos sentados a la mesa mis padres y los siete hermanos. Rafa se encontraba fastidiado porque decía que en su fiesta algo había malo que tenía fuertes diarreas. Los demás estaban felices de haber estado con los abuelos. Todos contaban cosas simpáticas. Nuria me preguntó cómo me fue y yo esquivaba dar respuesta animando a los más pequeños que contaran cosas. Pero Nuria, que es insistente, no cejaba y quería saber. Mi padre le dijo un poco violento que no preguntara impertinencias. Entonces le dije a mi padre: «Nuria no es impertinente, el impertinente acabas de ser tú; podrías haber tenido paciencia y que yo esquivara las preguntas y respuestas, pero por tu impaciencia os voy a mostrar algo muy interesante. Mirad esta factura son mis gastos de hotel que no han querido cobrar porque los ha pagado mi padre para que yo me calle. Toma, papá, mis gastos me los pago yo, estaba con mi novio para no molestar a Rafa y todos lo sabían, no estaba escondido como tú y mama en una fiesta de intercambio de parejas. Te dije en el hotel hipócrita y te lo vuelvo a repetir, tú un hipócrita y tu mujer una puta. Y ahí queda este papel. Ahí esta el nombre del hotel y su dirección. Cuando nuestros padres se van de casa una noche es para follar con otros, ¿qué somos nosotros, pues? Unos hijos de puta y de un putero bujarrón que folla con mujeres y hombres. A partir de ahora me callo, ya lo he dicho todo».

No entiendo por qué se pusieron todos a llorar, incluso Rafa, que seguramente alguien hubo para mamársela en su fiesta.

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Hay más días que están llenos de historias, son 8 cuadernos; esto solo es una muestra delirante.

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