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Siempre me calentaron los viejos (4)

-Te ocuparás de la limpieza… Barreras el patio y mi cuarto; verás de mantener limpio el baño y la cocina y te esperaré a que regreses de la escuela para que me sirvas la merienda…

Yo me mantenía en silencio y con la cabeza gacha, desbordado por la nueva situación, hasta que por fin pude balbucear unas palabras: -Pero… pe… pero, no sé, don Benito…

-Tú no tiene nada que saber, Jorgito, tú sólo tienes que obedecerme… A menos que quieras quedarte sin vergas… Sin la mía y sin la de don Ernesto… -me amenazó y entonces me di cuenta del camino que estaba empezando a recorrer dominado por ese viejo, un camino de sumisión total, de emputecimiento absoluto, de degradación y humillaciones… Sentí que la angustia me cerraba la garganta, pero enseguida la excitación más intensa me liberó de ese ahogo…

-No, don Benito, no me dejen sin verga… -me encontré diciendo mientras mis mejillas ardían y el viejo soltaba una risita…

-Vale, ¿te someterás entonces, niño?…

-Sí, don Benito, haga… haga conmigo lo que… lo que quiera… -y al decir esas palabras sentí que expresaban mi deseo más profundo y oscuro. Me pregunté si don Benito sería todo lo perverso y morboso que yo necesitaba, y rogué que así fuera.

-Ahora me voy a mi cuarto, empezarás mañana mismo como mucamita… -me dijo y se retiró dejándome solo con mi calentura. Lo seguí unos pasos por la galería y le dije con voz temblorosa: -Do… don Benito…

Él se detuvo y giró sobre si mismo: -¿Qué quieres, mucamita?

-Es que… estoy… estoy muy caliente, don Benito… ¿Me deja que… que me masturbe?…

Él rió y dijo: -Eres una mucamita muy putita, Jorgito… ¿cierto?

-Sí, don Benito, tiene… tiene razón…

-Pero también una mucamita muy obediente…

-Sí, don Benito…

-Eso me gusta, Jorgito, ve y sácate la leche…

-Ay, gracias, don Benito…

-Hasta mañana, mucamita…

Y al día siguiente empecé muy excitado con mi rol de mucamita. Apenas volví de la escuela me desvestí rápidamente, casi corrí hacia el fondo y llamé a la puerta del cuarto del viejo.

.Soy yo, don Benito… -y estuve a punto de agregar: su mucamita, pero pude contenerme.

-Entra, putito… -me autorizó.

-Ho… hola, don Benito, estoy listo para hacer lo que usted me diga… -dije después de aclararme la garganta… Él me envolvió de arriba abajo en una mirada caliente y dijo:

-Muy bien, Jorgito… ¡Muy bien!… Y así será siempre; siempre harás lo que yo te diga…

-Sí… Sí, claro, don Benito… -acepté y él me llevó a la cocina, donde en el espacio que había entre la heladera y la pared estaban los elementos de limpieza: el cubo de residuos, un balde, escoba, escobillón, una palita, lavandina y otros productos.

-Por ahora sólo me barrerás primero el patio y después el cuarto, mucamita; y cuando termines me servirás la merienda… Y si haces todo bien te daré polla…

-Lo que usted diga, don Benito… -y alentado por semejante promesa empecé con la tarea mientras él me observaba sentado a la mesa del patio. Iba barriendo por sectores, tomando lo que la escoba recogía, depositándolo en la palita y volcándolo en el cubo de los residuos.

Cuando terminé con el patio, me dijo: -Ahora mi cuarto, Jorgito… Muévete…

-Sí, don Benito, sí… -y entré en su habitación con la escoba, la palita y el cubo de residuos para repetir lo del barrido. Cuando estaba por terminar con la tarea él entró y estuvo observándome hasta que le dije: -Ya está, don Benito, fíjese si lo hice bien…

El viejo echó un vistazo y por fin me dijo: -Muy bien, Jorgito, eres una buena mucamita…

El elogio en femenino hizo que mi excitación aumentara todavía más mientras el viejo me llevaba a la cocina:

-A ver qué tal me atiendes con la merienda… -y me ordenó que le tostara dos rebanadas de pan lactal para untarlas con manteca y mermelada que acompañarían su taza de café con leche. Esta tarea no era nueva para mí, porque era igual a mi desayuno, así que la cumplí perfectamente y ansioso por el momento en que me premiara dándome su verga.

Poco después estábamos en su cuarto, él de espaldas en la cama, con las piernas bien abiertas y yo entre ellas con su verga en mi boca, ardiendo de excitación mientras notaba cómo se iba poniendo dura.

-Así, Jorgito, así… -me alentaba y yo chupaba y chupaba hasta que de pronto él me detuvo: -Basta, putito… Basta, ponte en cuatro patas que voy a darte leche por el culo…

Rápidamente estuve en la posición ordenada y él a mis espaldas, untándose la verga con vaselina mientras yo ardía de ganas. Después de un tiempo que me pareció interminable sentí el primer contacto del ariete con mi orificio anal. Temblé y gemí mientras me iba entrando en medio de ese dolor intenso y tan conocido que duraba hasta que la verga entraba toda y comenzaba a ir y venir por el estrecho senderito. Entonces yo entraba en ese éxtasis que me elevaba hasta la cumbre del goce más exquisito. Yo jadeaba y el viejo también hasta que sentí en el interior de mi culo los varios chorros de semen que soltó su adorada verga.

Caí boca abajo en la cama, respirando fuerte y a mi lado don Benito, que resoplaba.

“¡Qué bien me coge!” pensé y un rato más tarde, mientras se vestía, me dijo: -Óyeme, mucamita, mañana sí que tendrás trabajo duro. Vas a baldear el patio y el piso del baño, a limpiar el lavatorio y el inodoro y a lavar la vajilla de mi almuerzo…

-Todo lo que usted diga, don Benito… -acepté renovando mi sometimiento a su voluntad dominante…

Salí de su cuarto y fui al baño a masturbarme ardiendo de la cabeza a los pies.

(continuará)

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