Saltar al contenido

Siempre me calentaron los viejos (7)

Me preguntó cómo me había ido en lo de don Ernesto y le conté: -Mmmhhhhh, hizo muy bien en darte esa paliza… -dijo.

-Sí, don Benito… porque me porté mal… -y al decirlo con esas palabras sentí que me estaba excitando… Pensé en contarle sobre el señor Antonio, pero enseguida me di cuenta de que como sumiso eso no me correspondía y que era don Ernesto quien debía enterarlo.

-Vale, mucamita, estás muy linda con ese collar… ahora a trabajar, me lavas la vajilla que dejé en la pileta de la cocina y luego barres el patio y este cuarto y me limpias el baño… ¿Entendido, niño?

-Sí, claro, don Benito… -dije y me puse a trabajar excitado por el roce del cuero del collar en mi piel.

Me llevó una hora la tarea que el vejete iba supervisando atentamente… En un momento, mientras yo estaba limpiando el inodoro con detergente, entró al baño: -Mira, putito, mira cómo tengo la polla, esta polla que vas a tragar en cuanto termines… -me di vuelta y vi que la había sacado del pantalón y la tenía hermosamente parada y dura… Tuve que hacer un esfuerzo para no arrodillarme y metérmela en la boca…

-Apúrate, Jorgito, que quiero darte polla por el culo y por el morro… -me dijo y se fue. Dejándome excitadísimo y respirando fuerte por la boca…

Por fin terminé con mi tarea de sirvientita cuando él estaba sentado a la mesa del patio… Me vio salir de la cocina, donde yo había dejado los elementos de limpieza y me ordenó: -Ven aquí, Jorgito… Jorgito putito… Eres muy putito, ¿cierto?…

-Sí, don Benito… -acepté poniéndome colorado…

-Arrodíllate y dilo…

-Soy… soy muy… muy putito… -repetí de rodillas…

-Vale, y como putito que eres me harás una buena mamada…

Yo no deseaba otra cosa, así que le desabroché la bragueta, busqué la verga y la saqué fuera del pantalón, todavía muerta. Me puse a sobarla despacio y saqué afuera los huevos que sobé también y pronto se vieron hermosamente hinchados. ¡Ay, cómo me calienta tener un buen paquete entre las manos!… La verga no tardó en ponerse dura y erecta y entonces don Benito me urgió a mamarla, cosa que por supuesto hice con mucho gusto, pero antes le pregunte: -¿Va a terminar en mi boca, don Benito?

-Sí, pero no te preocupes porque he tomado viagra, así que dentro de un rato, después de descansar un poco, voy a encularte…

Semejante respuesta hizo aumentar todavía más mis ganas de chupar esa belleza de verga. Chupé y lamí subiendo con mi lengua desde los huevos hasta la punta para después volver a metérmela en la boca hasta la garganta, ardiendo de calentura y cuando me recuperaba de las arcadas, volvía a mamar sintiendo cada vez más el deseo de que el viejo se corriera y me llenara la boca de leche. Y poco después me la inundó con ese licor delicioso que tragué hasta la última gota, mientras él jadeaba roncamente, como un animal, y se echaba hacia atrás en la silla.

Poco después, mientras yo seguía arrodillado y me sobaba el pene bien erecto y duro, don Benito me ordenó seguirlo hasta su cuarto… Una vez ahí se tendió en la cama e hizo que le limpiara la pija con la boca… ¡Me encanta esa tarea de tragar los últimos restos de semen y dejar el glande limpito y reluciente!… Tenía muchas ganas de masturbarme, pero sabía que don Benito no iba a permitírmelo hasta después de culearme… Yo me moría de ganas, mi culito estaba hambriento, un culito adolescente y ya tan hambriento de vergas, ¡tan vicioso!… Y bueno, soy así y no pienso cambiar… Con don Benito descansando en la cama y yo de rodillas a su lado no quise estar ocioso y entonces me puse a jugar con su verga…

Fue fantástico ver como entre mis manos se iba poniendo cada vez más dura. Seguí jugando mientras él suspiraba, gemía y jadeaba evidentemente satisfecho con mi trabajo. De pronto me ordenó que sacara el pote de vaselina de la mesita de noche y le lubricara la verga. Lo hice ardiendo de calentura y cuando el ariete estuvo envaselinado me dijo: -En cuatro patas, niño… ¡Ya!…

-Sí… Sí, don Benito, sí… -murmuré sumiso y sin demoras adopté la postura ordenada. Él entonces se ubicó detrás de mí y comenzó a homenajear a mis nalgas con caricias y pellizcos que me volvían loco de deseo.

-Qué culo tienes, Jorgito… ¡Qué culo increíble tienes!… –y lo repetía como obsesivamente.

-Ay, don Benito, métamela… No puedo más… Métamela… -suplicaba yo estremecido de ganas desde los pies hasta la cabeza mientras él muy perverso gozaba burlándose con risitas…

Por fin, después de hacerme sufrir un buen rato sentí que abría mis nalgas y apoyaba la cabeza de su verga en mi orificio anal. Tuve que afirmarme con fuerza en mis manos y rodillas para no caer, de tan invadido que estaba por una intensa emoción erótica.

Mi culo, a pesar de las muchas penetraciones, seguía manteniéndose estrecho y ofrecía una cierta resistencia al ariete invasor… Pero el ariete avanzaba centímetros a centímetro causándome ese dolor inicial tan conocido que me hacía gemir y mover las caderas de un lado al otro…

-Quieto, putito, quieto… -me exigía don Benito con voz enronquecida. Por fin su verga estuvo toda adentro y el dolor fue reemplazado por un placer delicioso, intenso… Y el goce siguió entre nuestros gemidos y jadeos hasta que don Benito empezó a rugir mientras aferraba mis caderas y segundos después sentí los varios chorros de semen caliente en el fondo de mi culo. Caímos los dos en la cama, jadeando y yo con el deseo imperioso de masturbarme.

-Por favor, don Benito, ¿me… me deja masturbarme?… –le supliqué…

-Anda y sácate la leche… -me autorizó y entonces fui al baño poco menos que volando…

Me senté en el inodoro como siempre, mirando a la pared y comencé la tarea hasta que poco después, de tan excitado que estaba, brotaron de mi pene varios chorros de semen que fueron a depositarse en la palma de mi mano izquierda formando una tentadora sustancia blanca y espesa… “Ay, que deliciosa se ve”… me dije y empecé a lamer mi leche hasta beberla por completo en un estado como de éxtasis…

(continuará)

Deja un comentario