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Una experiencia inesperada (Segunda parte)

En el presente…

La oscilación del tren y el cansancio me hacían sentir con ganas de dormir, pero lógicamente no podía estando de pie. En ese periodo de mi vida, había terminado mi relación sentimental con mi compañera, seis meses antes y con la cual casi había llegado al matrimonio después de dos años de estar juntos. Era una ex compañera de la universidad, y como había sucedido a menudo en toda mi vida, era mayor que yo, quizás como retaje de mi primera experiencia con la mujer que me inició al sexo. Era una relación muy intensa y el sexo era fabuloso. Fue la única mujer que logro usar un strapon e invadir mi ano con algo más grande de los dedos. Yo se lo permitía porque ella en cambio me daba su trasero que era espectacularmente excitante, y poco a poco empecé a tomarle gusto. Del resto, yo seguía sintiéndome ‘hombre’ porque seguían gustándome las mujeres y no sentía ninguna atracción por los hombres a pesar del placer que mi compañera me procuraba con sus invasiones en mi ano. El mundo se me derrumbo cuando un día, sin que hubiese habido ninguna sospecha ni dado alguna señal, me dijo que nuestra relación no podía continuar porque se había enamorada de otra persona. Lógicamente la cosa me destruyo moralmente porque no me lo esperaba, todo parecía marchar a las mil maravillas, y de repente, ese terremoto que destruía toda nuestra relación. Lo peor llego cuando me confeso que se había enamorada de otra mujer con la que entretenía una relación paralela con la nuestra desde hacía casi tres meses. La cosa me devasto psicológicamente, y como se suele decir me ‘quebró los huesos’. La cosa me traumatizo tanto al punto que no practique sexo con nadie y evitaba hasta salir con mis amigas de siempre y compañeras de trabajo. Pero después de seis meses, el periodo de austeridad sexual más largo de mi vita, andaba con una calentura encima que no aguantaba. Los porno en internet y mis masturbaciones me ayudaban a descargar mis apetitos pero claramente no lograban apagar completamente mis deseos y ansias. Siempre me había fijado en las mujeres, sus pechos, sus culos, sus cuerpos… pero en ese periodo la cosa había tomado rasgos más acentuados. Pero tenía como un bloqueo. Cuando me acercaba a una mujer con intenciones de tener sexo, mis recuerdos se volvían a presentar y mi erección desvanecía. Por lo tanto estaba viviendo un momento en el cual por una parte sentía un fuerte deseo sexual mientras por la otra no lograba desahogarla por mi estado emotivo, y eso me había llevado a un estado de confusión sentimental.

Sentí un roce en mi espalda, pero no le di mucha importancia considerando la cantidad de gente que me rodeaba. Al rato me percate que regularmente el roce se repetía y fue entonces que me voltee para ver quién era que me estaba, en manera disimulada, tocando por detrás. Detrás mío, de pie, estaba una mujer con un vestido rojo muy elegante. Era alta, de pelo rizado corto y con formas de modelo. Era bellísima y su maquillaje era intenso pero al mismo tiempo fino. Tenía un maletín ejecutivo en una mano mientras con la otra aferraba una manilla para no caer. Cuando me voltee mi expresión era un poco amenazadora, quería ver quien era que me estaba tocando el trasero con tanta insistencia.

«Discúlpeme, no he podido evitarlo, con todos estos movimientos… si lo desea podemos cambiarnos de posición, póngase en mi lugar…»

Su voz era sensual y el tono meloso. Ella estaba de espaldas a una de las ventanas del pasillo. Cuando la observe con más detalle, aparte ver su cuerpo fabuloso, note las prendas de lujo que vestía.

«No se preocupe, ninguna molestia, dentro de poco mucha gente se bajara y esta calca desaparecerá y podremos sentarnos»

«La verdad que yo también me bajo en la próxima y así ya no le daré más molestia»

Esas eran sus palabras pero el tono de su voz y la expresión parecía en cambio decir:

‘Que lastima, ya se terminó la rozadera!’

En ese momento no sé qué me paso por la cabeza y le respondí mintiendo:

«Yo también me bajo en la próxima. He decidido pasar el weekend visitando la ciudad. Tú vives aquí? Podrías recomendarme un hotel? »

Se me había prendido algo por dentro. Esa mujer, tan atractiva me estaba dando morbo al punto que había decidido sin reflexionar de tratar de tener algo con ella. La cosa era improbable que sucediera realmente, pero a veces las fantasías eróticas unidas al deseo excesivo, te llevan a tener comportamientos fuera de la lógica. Por otra parte, no tenía problemas económicos ni nadie me estaba esperando. Por lo tanto pensé que si la cosa no daba los frutos esperados, podría siempre regresarme con otro tren el mismo día o el siguiente. Todo había nacido como resultado de un lenguaje silencioso en el que ella, con sus roces, que siguieron hasta llegar a la estación donde se bajaría, me estaba disimuladamente pero insistentemente, diciendo: ‘tengo ganas de tocarte el culo’. Me había excitado y tenía una erección de las que por meses no había tenido. Pero reflexionando, mientras seguía permitiéndole el roce de su cuerpo con el mío pensé que estaba cometiendo una estupidez en creer que esa mujer me estuviese en realidad mandando un mensaje sexual. Fue en ese momento que me desplazo diciéndome:

«Si te agrada, puedes venir para mi casa, vivo fuera de la ciudad en una zona muy tranquila, después podrás visitar lo que desees. Que te parece la idea, te animas? A propósito, yo soy Liliana, encantada!»

Por supuesto me quede embalsamado por su propuesta. ‘Coño’ pensé, ‘esta me está invitando para su casa, entonces no he malinterpretado sus intenciones’

«Encantado, yo soy Manuel, para los amigos Manu. La idea me agrada mucho pero no sé si será el caso, no quisiera dar molestias»

«Ninguna molestia, cariño, sé que te va a gustar y que la vamos a pasar muy bien»

Era una invitación clara, precisa y explicita. En realidad una proposición que tenía sabor de intimidad. Llegados a la estación nos bajamos y fue entonces que pude admirar sus anchas caderas y su modo sensual de andar mientras caminaba algunos pasos delante de mi sobre sus altos tacones. Era espectacular, toda una diosa y yo no lograba dejar de pensar a como la pasaría con ella. Un pensamiento se asomó a mi mente: ‘Como es que una mujer tan atractiva anda buscando ligue en un tren con un desconocido?’ La cosa no era muy común pero inmediatamente borre esa duda convenciéndome que, aunque no a menudo, esas cosas pasan… La gente a veces es ‘rara’ y tiene mañas ‘particulares’ y fue así que la seguí al estacionamiento y en su coche nos pusimos en camino. Ella manejaba con seguridad y a cada cambio de velocidad su vestido se subía dejando descubiertas sus piernas tentadoras. Ella noto que la estaba observando y pregunto:

«Te gusta lo que estás viendo eh?»

«Bueno, pues la verdad es que me encanta. Eres una mujer muy bella y atractiva y la verdad es que me tienes super excitado!, Discúlpame por la franqueza…»

«Tranquilo nene, ya vamos a ‘calmarnos’ con una buena cogida!»

Esas palabras me mandaron fuera de órbita. Increíble! Ya no tenía dudas, iba a tener sexo, después de mucho tiempo con esa tremenda hembra. Y la cosa más excitante era que había sido ella que me había seducido. Llegamos después de 40 minutos a una lujosa quinta, muy bonita con un gran jardín alrededor delimitado por altos albores y rejas bien escondidas entre la maleza. En el parqueo había otros dos automóviles de lujo y pude notar que habían cámaras de seguridad. Estaba claro que en esa casa vivía gente con mucho dinero.

«Ok cariño, hemos llegado, bienvenido a mi modesta demora»

«Bueno, ni tan modesta, me parece, es muy bonita, felicitaciones!»

«Gracias amor, sígueme…»

El interior de la casa confirmo mis sospechas. El lujo se notaba en cualquier mueble u objeto, cuadro o detalle. Ella me ofreció de beber y brindamos con dos whiskys con soda.

«Esta es tu habitación y detrás de esa puerta está el baño. Ponte cómodo y siéntete como en tu casa. Yo voy a ducharme, nos vemos entre unos minutos. Si quieres puedes ducharte también, en ese mueble tienes toallas y albornoz»

Después de la ducha estaba por vestirme cuando escuche pasos de alguien que se acercaba. Era Liliana que desnuda apenas cubierta con una bata trasparente entraba en la habitación. No hubo necesidad de palabras. Se lanzó por encima y abrazándome empezó a besarme con pasión. Yo tenía mi pene erecto que se notaba debajo del albornoz. Yo empecé a sobarle los senos, grandes y turgentes y su culo respingón. Ella tomo entre sus manos mi pene y lo apretó exclamando:

«Coño, tremenda herramienta que tienes, nene, tengo ganas de probarla»

Y sin agregar más, se arrodillo y trago mi polla por completo. A pesar de las medidas generosas, su boca, su garganta demostraban que eran muy bien entrenadas, porque se lo comía sin ningún problema. Yo trataba di distraerme pero la excitación y la calentura atrasada que tenía hicieron que me corriera en tiempo de record. Le inunde la boca con abundante leche. Trate de sacarlo pero ella, presionando mis nalgas con sus manos, me dio a entender que no tenía ninguna intención de que se lo sacara. Después de casi 5 minutos, su lengua había eliminado hasta la última gota de esperma y con cara de satisfacción dijo:

«Buen sabor, nene, se nota que comes bien, pero espero que aguantes un poquito más la próxima eh?»

«Disculpa, tenía muchas ganas atrasadas, por lo general resisto mucho más, y ya te lo voy a demostrar»

Con una sonrisa llena de picardía y guiñándome el ojo me hizo señas de seguirla. Llegamos a la que creo fuese su habitación en la que había una enorme cama redonda al centro. La luz era tenue pero logre notar algunos objetos colgados de la pared sin poderlos distinguir con claridad. Ella se quita la bata y lo mismo hizo con mi albornoz quedando completamente desnudos. Sin hablar se echó de espaldas en la cama y abriendo las piernas, de la forma más descarada posible dijo:

«Bueno, ahora te toca a ti, a ver qué sabes hacer. Hazme gozar como una perra!»

La temperatura del encuentro estaba subiendo exponencialmente, el morbo, la excitación estaban alcanzando niveles inscribibles. Con mis manos sobre sus rodillas termine de apartarle las piernas pudiendo admirar su coño bien depilado y húmedo. Me lance de cabeza y mis labios primero y mi lengua después, se apropiaron de ese manjar de dioses. Sabia de frambuesa y miel, seguramente por el jabón utilizado para lavarse, pero en seguida se le mesclo el sabor de su intimidad de sus jugos que mesclados con mi saliva produjeron un coctel embriagador. Y ese fue el efecto. Creo que estuve como veinte minutos a lamerle, besarle y chuparle la concha. Con cada orgasmo, su vientre se endurecía primero y templaba después, con abundantes jugos que llenaban mi boca de sabor de sexo y perdición.

«Eres un portento, me estas volviendo loca de placer, sigue, sigue… chúpame toda!»

Parecía poseída y no daba señas de calmarse. Me estaban empezando a doler los músculos de la cara y las mandíbulas y fue en ese momento que recurrí a mi arma secreta: Le metí dos dedos en la concha, buscando y estimulándole el ‘punto G’ mientras con la otra mano invadía su ano. Al mismo tiempo mi lengua magistralmente seguía dibujando círculos a su clítoris. Ella se agitaba cada vez más, gemía de placer hasta que exploto en uno de los orgasmos más espectaculares al que haya presenciado de una mujer. Gritaba de placer y continuaba a temblar como una hoja al viento.

«Dios mío que placer! Eres fantástico, carajo sí que sabes hacer gozar una mujer!»

Solo en ese momento me aleje de su cuerpo, cansado pero satisfecho del resultado obtenido con de mis acciones, y lógicamente me sentía orgulloso que ella lo hubiese apreciado. Ella me miro con codicia y en sus ojos note una expresión extraña mientras observaba la erección de mi polla que parecía estuviese por estallar. Se incorporó y poniéndose de cuatro pata expuso su culo y dándose una nalgada mando:

«Dame por el culo! Métemela toda hasta lo hondo, párteme el culo, cógeme como a una perra!»

Esas palabra me hicieron regresar con la memoria a mi primera experiencia sexual, cuando la mujer que me había desvirgado me había pedido lo mismo y me produjo el mismo efecto explosivo: Le ensalive el hoyo y lo mismo hice con mi glande y sin ninguna delicadeza le enterré mi polla que después de tres empujones estaba toda adentro de ella.

«Hay coño despacio, me estas desgarrando el alma desgraciado!»

Pero yo, embriagado de placer, sin darle escucho y ninguna piedad se lo hundí aún con más fuerza y más profundo. Ella estaba gozando de placer, pero fingía dolor:

«Eres un puerco maldito, me estas destrozando el culo, maldito cabron!»

En eso yo trate de sacárselo convencido que sus palabras eran reales, pero en eso me grito:

«Qué coño estás haciendo puerco? No te atrevas a sacarlo, sigue cogiéndome, dame duro, dame duro!»

Era claro que estaba fuera de sí y que el placer la tenía fuera de control. Su lenguaje era más grosero y las palabras de insulto aumentaban cada vez más. Yo empecé a estremecerme y estaba a punto de correrme cuando me grito:

«No acabes, coño, no acabes, sígueme dando por el culo, no acabes!»

Pero era muy tarde. Después de casi quince minutos de estarla bombeando no pude aguantar más y le inunde el culo con un rio de esperma.

«No, puto, que has hecho, te has corrido, desgraciado, me estas dejando con las ganas!»

La verdad es que esa ninfómana insaciable era increíble. Empezaba a entender el motivo que la llevaba a buscar ligue con extraños en la forma como lo había hecho conmigo. A esa mujer era muy difícil satisfacerla! Tuve que terminar mi labor otra vez con mi lengua y solo después que su concha exploto nuevamente de placer pareció calmarse. Y en ese momento, su metamorfosis volvió a manifestarse y con tono educado y amable dijo:

«Cariño, eres un portento, eres un macho excepcional, un verdadero semental. Me has hecho gozar como pocas veces, eres fantástico!»

Parecía ser otra mujer de la que pocos minutos antes me había maltratado e insultado. Empecé a pensar que esa situación no era muy normal. Ella se levantó y dándome un beso en la boca con sabor a sexo me dijo:

«Voy a lavarme y hacer pipí. Luego comemos algo, yo tengo hambre y tú? Hay que recuperar las fuerzas, la noche es joven!»

Cenamos y bebimos vino abundantemente. Por petición explicita suya lo hicimos estando completamente desnudos. No que me diera pena, pero la verdad es que me sentía un poco incómodo. Hablamos del mas y del menos, contándonos de nuestros trabajos y vidas privadas, aunque creo que ninguno de los dos dijera toda la verdad hasta el fondo.

«Amorcito, volvamos al cuarto para seguir gozando, quieres?»

«La verdad es que eres insaciable, nunca he conocido una mujer como tú, eres, única!»

«Y eso que todavía no has visto nada, cariño!»

Cuando llegamos a la habitación ella encendió algunas luces que iluminaron más el cuarto. Entonces pude distinguir que los objetos en las paredes eran accesorios para la práctica del bondage: Cuerdas, cadenas, látigos, esposas, y además dildos de todos los tamaños y cada accesorio posible para realizar juegos de perversión. Mientras yo fijaba aquellos objetos ella se me acercó por detrás y pegándoseme al cuerpo dijo:

«Quieres jugar conmigo? Te gustan estos juguetitos traviesos?»

En realidad no sabía que contestar pero mi excitación había aumentado de una forma increíble. Esa zorra era una pervertida que por una parte me da morbo y placer y por la otra me empezaba un poco a preocupar. Me empecé a sentir mareado y extrañamente cansado. A pesar de haber tomado abundante vino no era como para sentirme en esas condiciones. Que me estaba pasando?

«Que paso cariño, no te sientes bien? Te he agotado? Tranquilo ahora te dejo descansar y después volvemos a gozar»

Esas fueron las últimas palabras que recordé cuando abrí los ojos. Las luces de la habitación eran suaves y había un ambiente tranquilo. Yo seguía sintiéndome raro, sin fuerzas ni voluntad. Pero la cosa que me alarmo fue la condición y posición en la que me encontraba. Estaba atado de manos y de pies, cara para abajo encima de una mesa estrecha con mi culo expuesto al aire. Entonces grite:

«Que pasa, dónde estoy? Desátenme, hay alguien aquí?»

Liliana se me acerco y agachándose me dio un beso en la boca.

«Tranquilo cariño, tranquilo, relájate, que como prometido, vamos a gozar»

En eso sentí el pinchazo de una inyección y después de algunos minutos mi estado de pasividad aumento. Me sentía sin voluntad, sin fuerzas para reaccionar y en un estado de apatía total. Liliana se acercó nuevamente y pude notar como estaba vestida: Llevaba puesto un traje de piel negra muy ceñido, con la cintura y el busto muy ceñido, las piernas al aire y el seno que parecía iba a explotar tanto era la presión que el traje le infligía, era el típico traje de Mistress o Dominadora sexual. Tenía puesto unos guantes negros de látex que le llegaban hasta los codos. Se me acerco y me dijo:

«Bueno, ahora vamos a empezar un tratamiento para obtener que tu culito virgen, deje de serlo y se acostumbre a recibir placer. Tranquilo, voy a encargarme que no sientas dolor, bueno, no mucho por lo menos»

Yo a pesar de mi estado conteste:

«Que estás haciendo, puta maldita, desátame, quien te dijo que puedes hacer lo que has dicho? Que me has hecho que no tengo fuerzas? Desátame!»

«Calma amorcito, tranquilo, te he dado unos tranquilizantes para que estés relajado y no te pongas nervioso y aceptes todo lo que te vamos a hacer. Por lo tanto no te me agites, no tienes ningún motivo de preocuparte, piensa solo en disfrutar. Bueno, ahora con una crema especial, dilatadora y anestésica, voy a empezar a trabajar el culito, con un dedo, primero, luego dos, después tres y al final, te voy a meter la mano inicialmente abierta pero después con el pugno cerrado. Es la primera fase de un ciclo que te va a poner el hueco del culo como un ‘túnel’, una galería lista para recibir ‘trenes’ de todos los tamaños, empezamos…»

Mientras la mujer empezó a ponerle abundante crema a mi ano, yo trate de oponerme apretando el esfínter, pero sin ningún suceso visto que mis fuerzas eran casi nulas.

«Porque me estás haciendo esto?»

«Porque me encantan los culos, sobre todo los de los hombres, y el tuyo es fenomenal y me tiene hipnotizada! Porque me delicia sodomizar y aún más hacerlo con hombres que saben dar placer. Me gusta que aprendan a recibir placer por el culo y dejen el machismo y se entreguen completamente al goce sexual anal! No te parecen buenos motivos?»

Mientras yo pensaba en sus palabras, la mano de Liliana ya había avanzado sin piedad en mi ano. Ya eran tres los dedos y el cuarto se estaba asomando a la entrada. No paso mucho tiempo que los cinco dedos empezaban a desgarrarme el culo. Quizás el efecto de lo que me había suministrado, quizás por la crema, lo cierto es que después de una hora me estaba practicando un fisting (penetración del ano con una o más manos que puede llegar hasta el codo) con el cual su mano (por suerte de talla pequeña) exploraba sin piedad todo el interior de mis entrañas.

Escuche unos pasos de alguien que entraba en la habitación y el alivio de la mano que salía de adentro de mí:

«Aquí lo tienes listo y preparadito, cariño, para que lo goces todo!»

Sentí dos manos fuerte que se apropiaban de mis nalgas separándolas y de seguida algo caliente que se asomaba a mi ojete. Intuí lo que iba a pasar y grite:

«Que cono quieren hacer? No se atrevan, desátenme, desgraciados!»

Una voz de hombre, fuerte y decidida dijo:

«La verdad es que no es muy educado ni amable lo que estás diciendo, creo que no estas apreciando lo suficiente lo que estamos haciendo por ti… Pero ya cambiaras de idea, estoy seguro»

Y terminado de hablar sentí que empujaba, lo que claramente era su verga dentro de mí. Debía de ser de dimensiones enormes, porque a pesar de la gran cantidad de lubrificante que ya me habían propinado y de la ‘ensanchada de mano’ sentí como ese trozo de carne entraba con dificultad y parecía me estuviese desgarrando el alma. Lo saco y metió varias veces hasta que termino por apropiarse completamente de mi ano. Era una mescla de dolor y placer difícil de explicar. Empezó un bombeo ritmado con movimientos rápidos que de repente casi se detenían por completo para volver a comenzar nuevamente. Yo estaba confundido y enojado, pero a medidas que pasaba el tiempo, el placer sustituía todas mis sensaciones: El dolor, la vergüenza, la rabia, la confusión, todo estaba siendo suplantado por el placer que estaba recibiendo hasta llegar al punto de entregarme por completo a lo que estaba viviendo, y fue entonces cuando el placer aumento aún más, llevándome al éxtasis completo! Ellos notaron mi abdicación y la mujer empezó a desatarme liberando mi cuerpo de las ataduras. Al contrario de lo que se pudiese suponer, yo me quede pasivo a seguir recibiendo esa enculada que me estaba dando ese semental. Sus manos y brazos fuertes, claramente de un hombre corpulento me sujetaban por la pelvis decidiendo como debía comportarme, cosa que yo, que había entrado en un estado de sumisión total cumplía al comando. La mujer se me puso adelante y ordeno:

«Dame una buena mamada, como lo hiciste antes, hazme gozar, puto!»

Y fue así que mientras el hombre me partía el culo, mi lengua se trabajaba la concha de la mujer. No se cuánto paso, pero de repente sentí llegar el orgasmo…

«Correte, correte en mi boca, dale, dale!»

Esas palabras, unidas a las que el hombre me decía, insultándome, mientras me taladraba y el sabor de los jugos íntimos produjeron el orgasmo más potente de mi vida. Nunca había probado un placer más intenso! Sentí que el hombre me apretó con fuerza y una embestida furiosa anticipo un chorro caliente que inundo todas mis entrañas. El muy desgraciado se había corrido dentro de mí y su erección continuo por unos cuantos minutos más y favorecido por el abundante esperma que había depositado dentro de mi culo, siguió dándome cana hasta que por fin salió de dentro de mí. Yo me tumbe boca abajo, exhausto y apagado. Trataba de no pensar, pero era inevitable hacerlo. La mujer se estaba besando con su hombre y dirigiéndose a mí me dijo:

«Viste que te gusto? Desde el tren sabía que eras un candidato a volverte un puto, y no me equivoque! Ahora puedes decidir si quedarte o marcharte. Claramente si te quedas, ya sabes lo que te va a tocar, coger y ser cogido, decide lo que prefieras hacer. Y dicho esas palabras salieron de la habitación.

Me quede pensativo, tratando de decidir qué hacer…

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