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Visitas a mi vecino (D. Carlos)

Había colgado en la puerta de mi habitación un cartelito plastificado que decía “ABUELO DEJAME DORMIR”. Era un trabajo que hice para el cole cuando era peque… y lo usaba de vez en cuando, ¡claro!

Así que, me desperté a las dos y media… y baje a la cocina para estar un rato con él.

– ¡Vaya!… ¿ya se despertó el señor?…

– Si, “abu”… y ¿sabes?

– ¿Que?

– Pues que acabo de darme cuenta de que hoy no hay cole. Es la patrona.

– ¡Ay, hijo!… que estás como yo. ¿Y los otros tampoco se han dado cuenta?… ¡está juventud!… ¿en que estarán pensando?

– Creo que no “abu”… por que si no, no hubiéramos estado toda la noche liados.

– Pero ¿habéis terminado el trabajo?

– Si. Se lo ha llevado Chencho para entregarlo.

– ¡Bueno! pues ya lo tenéis hecho. Que ¡no hay mal que por bien venga!…

En ese momento me acordé que tenía que ir a recoger el Omeprazol

– “Abu” ve poniendo la mesa que voy a ducharme… y después quiero comer; que voy a ir ver a Tomás a la farmacia. Recuerda que tengo que recoger el Omeprazol.

– !Uy! si. Menos mal que te has acordado hijo; que ya no me queda.

A las cuatro y media salí de casa rumbo a la farmacia… y al llegar abajo, sonó mi móvil.

– ¿Que tal chavalote?

– ¿Que pasa, Loren?

– ¡Uf! estoy baldào y tengo el culo muy irritado. Casi no me puedo sentar ¡joder!… pero me lo he pasado de puta madre Diego…

… tu ¿que tal?

– Imaginate. ¿Y Chencho?… ¿sabes algo de Chencho?

– Se fue antes que yo. Pero le vi muy contento comiéndole los morros al guía ¡eh!.

– !Bueno!… ahora le pongo un wassap. A ver que me cuenta

– ¡Ah! antes de que se me olvide, parece que los de la productora quieren ver más. Me lo dijo el tío Enrique cuando salía. Nos llamarán.

– ¡Vale Loren!, mañana te llamo ¿ok?

– ¡OK!

Y colgué.

Con la tontería de la charla que acabábamos de tener, no me dí cuenta de que prácticamente había llegado a la farmacia. Me acerqué y miré a través de la cristalera… y no vi a Tomás. Llamé al timbre y sonó la apertura. Entré y le vi. Era Gustavo.

– ¡Hola! vengo a por el Omeprazol de mi abuelo; que se lo dejó ayer aquí.

– ¿Tu eres el nieto de Fermín?

– Si. ¿por?

– No, nada. Es que me ha dicho D. Tomás que vendrías a por el. Pero él no está aquí ahora. Bueno, ni ahora, ni creo que pueda venir ya en toda la tarde, porque ha tenido que ir al almacén a solucionar algunas cosas.

– ¡Vale!, pero… yo solo quiero el Omeprazol.

Se azaró un poco con mi respuesta…

Fue como si esperase otra cosa. Entró y sacó una caja de Omeprazol… y me pidió la tarjeta sanitaria.

Le pagué y salí.

El chico era guapo. Y parecía bien formado. Un pelín mas alto que yo y con pinta de machote, como a mi me gustan.

Pero no era el momento de conocerle mejor, así que, decidí llevarle el Omeprazol a mi abuelo.

Al entrar en el portal me encontré con D. Carlos que esperaba el ascensor… y me saludó muy amablemente .

Septuagenario, viudo desde hace seis años y sin hijos. Vivía en el octavo. Justo debajo de Mario y tenía muy buena relación con mi abuelo.

– ¡Por cierto!, Dieguito. Me gustaría hablar un momento contigo; solo serán cinco minutos. ¿Puedes subir conmigo ahora?

– ¡Claro! ¡por supuesto, D. Carlos!

Llegamos al octavo y me hizo pasar a su casa…

Entramos, en la sala de estar y me pidió que me sentara.

– Espera un momento ¡por favor!

Cuando regresó, traía un pañuelo que envolvía una cajita muy bonita

– Mira que bonita es. ¡Mírala y ábrela!; ya verás que bien huele

Y así lo hice

No me pareció especial el olor que despedía, pero le dije que sí… que olía muy bien.

Luego se acercó a mi y empezó a chuparme el cuello

– ¡Ahy!…

Bajó sus manos y las metió bajo mi camiseta. Me acarició suavemente y subió a mis pezones. Los pellizcaba, mientras empezaba a morderme las orejas.

– Como me gustas ¡cabroncete!, me decía, sin dejar de acariciarme

No podía negarme a sus caricias. Me puse muy cachondo y me levanté para poder sentir sus labios en mi pecho. Me chupaba por todas partes y levantaba mis brazos para llegar a mis axilas

– ¡Mmmm! que bien hueles, me dijo y yo empecé a impacientarme queriendo que bajara a comerme el rabo.

– Chúpamela, chúpamela…

Se arrodilló y me bajó los pantalones… y enseguida la atrapó con sus labios carnosos

– ¡Mmmm! que rico. Así, así…

Me tocaba entre las piernas y cogía de mis huevos para tirar de ellos, mientras saboreaba mi polla.

¡Joodeeer!…

… D. Carlos. ¿Quien iba a pensarlo?, pensaba mientras tanto.

Me dio la vuelta y me metió la lengua en la raja; y empujándome por la cintura me indico que me echara hacia delante para poder llegar más cómodamente a mi ojete…

… y ese calorcito en mi ojete me puso a cien…

Empecé a sentir la necesidad de sentirla dentro dentro de mi y se me escapó, sin poder evitarlo

¡Métemela, cabrón! ¡métemela!… fóllame ya ¡joder!

Se puso de pie, y entonces la vi. Se la había sacado entre los botones de la bragueta…

Que buen zupo, pensé; y enseguida sentí sus manos en mis caderas y ese pedazo entre mis nalgas

– ¡Aghhh!

Me le ensartó hasta el fondo y empezó a bombear con cuidado, como si no quisiera romperme. Pero le exigí…

¡Más fuerte! ¡coño!… ¡más fuerte!

Y empecé a sentir esa sensación que tanto me gustaba. ¡Que placer!…

Pero perdí la noción del tiempo y solo sentía esa sensación…

… y en un momento dado, me encontré cogido por el brazo frente a la puerta de mi casa.

¡Buenas tardes! Fermín. Te lo traigo porque creo que está drogado, o, algo así. No parece borracho; además no huele a alcohol. Pero estaba abajo en el portal, sentado en el bordillo de la entrada y cuando he pasado he tenido la impresión de que le pasaba algo. Es muy raro que no me conteste cuando le saludo y además, no ves que cara tiene.

– ¿Que te pasa, hijo?

– Nada. No me pasa nada abuelo. ¿porqué?

– ¿Has ido a la farmacia?

– No sé. No me acuerdo.

– ¡Ah!, mira. Esta bolsa la tenía junto a él, en el suelo. Y si parece que haya ido. Es Omeprazol lo que hay dentro.

– ¡Menos mal!

– Que se meta en la cama, es lo mejor. No parece nada importante. Algo que habrá tomado y no le ha sentado bien; y si no, mañana lo llevas al médico.

A la mañana siguiente me despertó el gallo de mi Huawei. ¿Quién será? Pensé…

Y lo encontré en el bolsillo de mi pantalón; no lo encontraba.

Era un wassap de Chencho

– ¿A que hora has quedado con Loren?

– No he quedado con Loren

– Entonces ¿no vamos al campo con los de la productora?

– ¿De que estás hablando Chencho?

– ¿No te dijo Loren que hoy teníamos programada una excursión al campo, para hacer otro reportaje?

– No lo recuerdo

– Bueno, entonces habla con Loren y luego me llamas ¿vale?

– Vale.

Miré el reloj y eran las nueve menos cinco. No recordaba que Loren me hubiera dicho a que hora habíamos quedado para ir a pasar un día de campo con James y los demás. Solo me dijo que nos llamarían…

No sé que me pasa, no me acuerdo de lo que hice ayer por la tarde. Salí de la farmacia y me vine para casa; eso si lo recuerdo. Y de haber subido a casa de D. Carlos que tenía que hablar conmigo, no se de qué… pero ya no me acuerdo de nada mas.

De repente, se abrió la puerta de mi habitación y entró mi abuelo

– ¡Hola, hijo! ¿que tal estás?

– Bien, muy bien “abu” y cogí la manzana que me traía

– ¿Has dormido bien, hijo?

– Muy bien “abu”

– Bueno, voy a preparar el desayuno. ¿De verdad que estás bien?

– Si “abu” ¡de verdad!

Luego, llamé a Loren a ver si me enteraba de algo de lo que me había dicho Chencho

– ¿Loren?

– Si dime. ¿estás ya preparado?

– De, eso, quería yo hablarte. ¿Preparado para que?

– ¡coño! joder, ¿es que no has visto el wassap que te mandé ayer?

– Pues la verdad es que no. No se me ha ocurrido mirar.

– Ayer me llamó Mario. Que por lo visto no podía contactar contigo, ni por wassap ni por ningún otro medio. Y me dijo que James quería grabar hoy con nosotros en el campo; porque le habían pedido alguna grabación en exteriores. Total que hemos quedado ahora en Aluche a las diez y media para irnos a Rascafría.

– ¿Qué?

– ¡Lo que oyes!

– ¿En el metro de Aluche?

– Si. A la salida.

– Bueno, ¡vale!… me preparo y luego nos vemos. ¡Ya te cuento!

Le puse un wassap a Chencho

– A las diez y media en Aluche (la salida del metro).

Y comprobé lo que Loren me había dicho.

Efectivamente: tres llamadas perdidas y dos mensajes de WhatsAap; uno de Loren y otro de Mario.

Empecé a preocuparme por mi falta de memoria; pero, como me dio miedo, decidí olvidarlo por el momento.

Bajé a la cocina y vi que mi abuelo lo tenía todo preparado

– Eres fantástico “abu”. Ya sabes que te quiero mucho ¿verdad?

– ¡Eso espero!, me dijo (feliz como una perdiz)

Y yo me eché a reír también, lleno de alegría por tenerle ahí.

– ¡Oye, “abu”! ¿te dije ayer que me iba hoy al campo con unos amigos?

– Pues, no.

– Se me olvidaría. Pero he quedado ahora a la diez y media. Nos vamos a pasar el finde a Rascafría.

– O sea. Que me dejas solo este finde ¿no?. Lo tendré en cuenta.

– ¡Jo, “abu”!… es que hace mucho que no salgo al campo y me apetece mucho.

– No me hagas caso hijo, si quieres irte al campo, me parece perfecto. Ya sabes que me gusta la naturaleza.

– Bueno, voy a preparar las cosas, que no tengo nada preparado… ¿vale?

– Venga, que como no te des prisa vas a llegar tarde.

Coincidí con Chencho en el mismo vagón de metro y a las diez y media nosotros ya estábamos en Aluche.

Los vimos llegar. Loren venía con Mario y el tío Enrique, en el coche de Mario y James, Justin y Pedro traían otro, que supongo se lo habría puesto la productora.

Nos acoplamos con Mario en el suyo y el tio Enrique se fue con James y compañía.

En el Paular a las doce, dijo el tío Enrique.

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