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Arrepentidos los quiere Dios (Capítulo 13)

 –Buenos días cariño… ¿Se puede? Es la una del mediodía, y te he visto tan dormida, que no te he querido molestar antes.

–Pasa, pasa, Raúl. He dormido como un cesto.

–Y seguro que habrás soñado con los angelitos.

–¡Tonto! Le puse la boca para que me la besara.

–Bueno niña, que tengo preparada para esta tarde noche, una fiesta que te va a encantar.

No tuve valor para decirle que mañana me marchaba de La Isla. Me daba rabia “tener que huir” sin despedirme de él, por eso decidí regalarle otra noche de amor. El avión despegaba a las 17:45 horas, por lo tanto, tenía por delante más de 24 horas.

–Gracias cariño. No sé cómo voy a pagar tantas atenciones.

–De momento con un beso.

–Te espero en el salón, me figuro que te querrás duchar.

Me sentía muy optimista esa mañana; y como en el fondo sabía que le estaba haciendo un favor con mi marcha, ya que tenía muy claro que de haber formalizado relaciones hubiera sido una locura; por eso interiormente me sentía muy bien.

La comida se desarrolló en un clima distendido y jubiloso; sobre todo por parte de Adela, que no cesaba de bromear con todo aquello que se le ocurría. Hasta Margarita le dijo:

–Mamá, estás desconocida. ¿De dónde te viene esa jocosidad?

–Será por el día tan bueno que hace ¿Verdad Manolita? Dijo a la vez que me guiñaba el ojo derecho.

–Seguro. Los días espléndidos como este, abren el espíritu, aunque aquí gozáis casi siempre de buen clima.

–Sí, aquí la primavera es eterna.

Desde luego que el semblante de Adela comparado con el de ayer, había cambiado. Del color pálido había pasado a un sonrosado luminoso. Las miradas que me echaba, eran tan reveladoras de su estado de ánimo, que me felicité ser yo la causa de ese cambio.

En una de ellas, inclinó la cabeza de arriba abajo varias veces, pero de forma muy discreta, movimiento inequívoco de cuando se quiere decir sí. Por lo que entendí que había aceptado la oferta de venirse conmigo; no mañana, evidentemente, pero sí, en un futuro próximo.

Raúl tuvo que ausentarse porque le reclamaron unos asuntos urgentes, por lo que me sentí liberada. Y lo más terrible: que su madre ocupaba mi mente más que él.

Comparaba las dos noches de amor: predominaba la que tuve con Adela. Pudiera ser por la novedad, por los besos, o por aquel cunilinguos  que me hizo levitar y ver todas las estrellas del cielo.

La fiesta que me tenía preparada Raúl fue realmente encantadora, pero lo que me dio pesadumbre, ya que me presentó a sus mejores amigos y amigas como la que había ocupado su corazón.

Me sobrepuse como pude para no denotar nada que pudiera darse cuenta la situación. ¿Por qué iba a privarle de unas horas felices? Y haciendo gala de mi poder de simulación; (ya se sabe que una puta debe dominar el arte del simulacro), para que sus clientes se crean tan machos que han conseguido hacerte gozar; decidí que iba a recrearse esta noche como nunca; pero con entrega total, sin dobleces ni falsedades.

Llegamos al hotel sobre las tres de la madrugada; hubiera seguido la fiesta, pero sus ojillos denotaban deseos irrefrenables de cama; tanto que bailando aquel bolero en la gran voz de Lucho Gatica, estaba tan acoplado que tuve que decirle:

–¡Por favor Raúl! Contente, que tus amigos se van a dar cuenta “del bulto”, y me vas a poner en evidencia.

–Lo siento mi amor… ¡Pero es qué me pones..!

¡Qué distinta era! Los acontecimientos me habían desbordado, y en tan sólo 48 horas. Pero es que era demasiado fuerte la situación. Haber follado con el padre, con la madre y con el hijo, no creo que sea algo normal y que suceda todos los días. ¡Joder! Pensé: ya solamente me falta follar con la hija, y así el cuadro completo.

Salió del lavabo, y procuré apartar de la mente los sucesos acaecidos en tan poco tiempo. Vine a esta Isla en busca del amor y me encontré con una astracanada. Y con un sainete me iba a despedir.

Adela sabía que partía ese mismo día, (nadie más que ella lo conocía), por lo que le dejé la desagradable misión de convencer a su hijo de que si me marchaba sin despedirme de él, era porque le amaba; y no quería hacerle más daño por culpa de mi pasado turbulento. Fue maravilloso el conocerle, y que guardaría un precioso recuerdo de por vida.

–Mamá… Dijo Raúl dolido. –No me importa su vida anterior, es más, creo que ella intentó decírmelo. Sé, que me quiere, como también sé, que se ha ido sin despedirse de mí para no hacerme daño. Anoche lo vi en sus ojos.

–Pero hijo, no te das cuenta que esa mujer no te conviene; además, ni tu padre ni la sociedad a que perteneces, la admitiría.

–Pues me iré a vivir con ella a España.

–¿Y crees que ella te va a aceptar?

–No lo sé mamá, pero lo tengo que descubrir.

–¿Cómo?

–Partiendo hacia allí. No tendrá más remedio que decirme la verdad.

Quedó Adela pensativa y preocupada, le constaba que su hijo era capaz de todo, y cuando quería algo de verdad, luchaba hasta el fin por lograrlo.

Le contó a Héctor hasta el último detalle de lo acaecido entre Manolita y Raúl. Héctor quedó pensativo, pero en su semblante se leía que estaba preparando alguna argucia para evitar aquella relación imposible.

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