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Arrepentidos los quiere Dios (Capítulo 17)

Había recibido una carta de fecha de Marzo de este mismo año desde Brasil, la remitía doña Adelaida Ródenas del Arco, Lo cual me extrañó sobremanera. ¿Qué hacía Adela en Brasil? Para salir de dudas la abrí. Decía:

 

Río de Janeiro. Abril de 1981

Mi querida Manolita: te envío esta carta para comunicarte dos sucesos muy importantes que han ocurrido en mi vida en los últimos días.

Primero la muerte de mi marido Héctor, y la segunda, que voy  cumplir el sueño  de mi vida: está en Brasil, ya que en mi País es imposible cumplirlo, pero a la vez siento mucho miedo, ya que voy a ser sometida a una operación de cambio de sexo.

He abandonado todo: hacienda e hijos, y según te comenté, quiero vivir el resto de mis días conforme a lo que siente mi cerebro.

Es una operación bastante difícil, ya que el paso de mujer a hombre es más complicada que lo contrario, pero me han dado todas las garantías de éxito.

Sólo me faltas tú, para que mis ánimos no se me derrumben. Estaré en Rió de Janeiro una larga temporada, si te decides venir, te esperaré impaciente. Me alojo en el Ipanema Plaza.

Te espero con los brazos abiertos y el alma intranquila.

Tuya. Adela.

 

Quedé como pueden imaginarse: alucinada. Aunque ya me apuntó algo al respecto en la última conversación que tuvimos por el teléfono, nunca pensé que lo realizaría algún día.  ¡Adela se iba a convertir en un señor..! Este evento no me lo perdería por nada del mundo. Hice las maletas y a Río me fui. Mi corazón intuía que esta vez si iba a hallar la felicidad.

 No le dije nada, pretendía darle una sorpresa, pero la sorpresa me la llevé yo.

Adela había pagado una enorme suma en dólares a la clínica más famosa del mundo en trasplantes y cambios de sexo. Llevaba varios meses sometida a rigurosas pruebas psíquicas, y todas las había superado. Los análisis clínicos eran tan favorables que no impedían el proceso.

Estaba en la última fase del cambio. El problema era conseguir que el clítoris no perdiera la sensibilidad; por lo que había que convertirlo en una especie de bálano, sin seccionar sus terminaciones nerviosas para que pudiera seguir funcionado para lo que está concebido: el placer sexual.

Gracias a las manos expertas del cirujano que le intervino, le aseguró que en dos, o lo sumo tres meses podría sentir los placeres del coito salvo eyacular; la ciencia todavía no había podido crear semen en un cuerpo de mujer transformado en varón.

Había reservado plaza en el vuelo a Río y en el Hotel, por lo que nada más llegar pregunté en recepción.

–Por favor: doña Adelaida Ródenas.

–Esta señora hace días que ha abandonado el Hotel.

–¡Cómoooo! Exclamé casi al borde del ataque de nervios. –¿Y no ha dejado una nota… algo para mí?

–Lo siento doña Manolita, pero no, se fue sin dejar nada.

–¡Vaya putada que me has hecho Adela! Dije casi en voz alta.

–¿Algún problema, señora? -Surgió una voz a mi espalda.

Me volví algo airada, y allí estaba ella. Bueno no, allí estaba él.

Es un hombre sin duda, con barba y bigote, pero ni los pelos que le habían crecido alrededor de los labios, podían difuminarlos. Eran los labios sensuales de Adela, ahora convertida en un señor con toda la barba.

La contemplación de su nuevo sexo, me dejaba deslumbrada.. ¡Qué cambio Dios mío! Si me parecía que estaba viendo a Cark Gable.

–¡Adela… Adela..! No supe que decir, pero me eché a sus brazos.

–Señora, creo que me confunde, me llamo Darío.        A la vez que se reía y me daba un beso en los labios.

–¡Unnnn! Darío, que bien suena… Darío… Darío… de ti me enamoré aquí… en Río.

–Vamos mi amor… ¡Qué tengo tanto que contarte…!

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