Saltar al contenido

Arrepentidos los quiere Dios. (Capítulo 56)

Capítulo 56

 

Un año después. Octubre de 1997

Margarita había decidido quedarse en La Isla para ayudar a su reconstrucción. Dijo que abandonarla en esas circunstancias era como una deserción, y su conciencia jamás se lo perdonaría.

La despedida fue muy emotiva, lloramos como niños, mientras los hijos de Raúl jugaban en el aeropuerto a los avioncitos.

Mi vida había experimentado un cambio radical; el sentirme madre de los hijos de Raúl daba tal sentido a la misma, que quise olvidar mi pasado, para que “mis hijos”estuvieran orgullosos de su nueva mamá.

La reconstrucción de La Isla era lenta, aunque ya se habían restablecido las comunicaciones, por lo que el contacto con Raúl era semanal.

Héctor había cumplido los seis añitos, y Raúl pronto cumpliría los cuatro. Y aunque a veces preguntaban por su papá, no se les notaba traumas del pasado. Eran muy pequeños para darse cuenta de la cruel realidad vivida por sus padres.

Volví a ganar las elecciones municipales por mayoría absoluta; el Hotel y sus aledaños iba viento en popa. Gracias a José Antonio y a su sentido de los negocios.

Pero algo sucedió, algo que no esperaba ni por lo más remoto; la vuelta a mi vida de Ernesto, ya saben, el hermano gemelo de Sergio, que se quiso pasar por él, para estafarme mil millones de pesetas.

Sergio ya era Obispo titular de la Diócesis de Cataluña y muy pronto le elevarían a eminentísimo.

Recuerdo nuestra última noche de amor,cuando me anunció que sería el próximo Papa. Y sí, parecía que se cumpliría su augurio.

Ya saben que el Hotel entre los múltiples servicios contaba con un club de alterne de lujo. Mi gran valedor  José Antonio me había indicado la necesidad de crear este club para que los clientes, generalmente hombres de negocios, después de sus “batallas comerciales” necesitan un “aflojamiento de sus tensiones”.

Sucedió el último fin de semana del mes de Agosto de este año.

Estaba a media noche en la terraza del hotel departiendo con unos amigos y clientes, el clima era tan apacible que deleitaba disfrutarlo con una copa de champagne,

Uno de los empleados me anunció la visita de un caballero de no muy buenos modales, que al decirle que el Hotel estaba completo, dijo no irse hasta que hablase con doña Manolita, la dueña.

–¿Qué aspecto tiene?

–Alto y de muy buena presencia, parece alguien importante.

Intrigada fue a ver que pasaba, me dirigí a recepción, y ¡cuál no sería mi sorpresa! Aunque con barba y bigote, y el pelo teñido de negro azabache, presupuestamente para que no le relacionaran con su hermano que ya empezaba a ser conocido por su cargo eclesiástico; era el que había dejado plantado en el Hotel Emperatriz de Madrid: Ernesto de la Flor Campillo, que según los informes de Lopetegui, aparte de ser hermano gemelo de un papable: es jugador, proxeneta y pendenciero.

Casi se me cae al suelo la copa que portaba en la mano derecha, pues me pareció ver al Diablo. Nada bueno podía esperar de aquella visita.

Haciendo de tripas corazón, me acerque fingiendo una sonrisa; no pretendía alarmar a los empleados de la conserjería que no perdían detalle.

–Buenas noches caballero, haga usted el favor de acompañarme.

Esbozó una sonrisa cínica y un ademán chulesco y me siguió hasta mi despacho.

–¡Vaya… vaya… vaya..! La zorra más zorra de España, convertida en una señora honorable, alcaldesa e industrial, la de vueltas que da la vida. Esa fue su tarjeta de presentación.

–Escucha Ernesto, duermes esta noche en el Hotel, la casa invita, pero mañana te vas inmediatamente.

–De momento, a mí, ninguna puta me amenaza, eso que te quede muy claro. El plantón que me diste en Madrid, y las sesenta mil pesetas que me costó el hotel, lo vas a pagar muy caro.

–¿Ah si? ¿Quieres que llame al personal de seguridad del hotel?

–Llama, llama a tus matones. ¿Te interesa dar un escándalo? Mira como tienes la terraza, a tope.

–Cuánto dinero quieres, y desapareces de mi vista ya.

–De momento lo que quiero es pegarte “un par de polvos”que hace dos días “que no meto”, y después vamos a formar una sociedad “el menda” y tú.

–¡Es qué te has vuelto loco, Ernesto! no ves que dada mi situación te puedo pulverizar en un momento.

–¿Ah sí? ¿Por qué no lo intentas?

Le vi tan seguro de si mismo, que algo muy grave me temía.

–No dudo que me puedas como dices, pulverizar en un periquete, pero yo te puedo desacreditar para el resto de tu puta vida.

–¡No me digas! ¿Cómo?

–Contando en Caldo Amarillocomo la honrada y ejemplar Manolita, mecenas y alcaldesa de Los Alcores, se follaba en su casa al cura de su pueblo, obispo después, y se comenta que futuro cardenal y hasta Papa.

Quedé como el pedernal, las piernas no me sostenían, pero hice un esfuerzo y le dije intentando ser contundente.

–No podrás probar nada.

Sacó una cinta de audio y dijo.

–Toma, es una copia, escucha y hablamos.

Precisamente en mi despacho tengo un reproductor de cinta de audio. la puse con mano temblorosa, y lo que a continuación escuché, me puso los pelos como escarpias.

 

Ernesto.

Dime Sergio

Ya tienes todas las instrucciones para actuar en el “caso Manolita”. Monseñor me pide que no le falles, que son muchos millones los que nos jugamos.

Oye hermano, ¿Cómo es en la cama? Porque me la tendré que follar, ¡digo yo!

¡Claro, claro! es el elemento más importante de la jugada, porque Manolita no puede vivir sin acostarse conmigo, en el sexo está la clave del éxito, es una ninfómana mórbida, aparte de tener una vena de lesbiana que le coge medio cuerpo.

Ya sabes mis instrucciones al respecto.

¡Menos mal! que los dos tenemos la misma medida, porque de lo contrario, la hubiéramos cagado.

Tú, Ernesto, siempre has presumido que tienes dos centímetros más que yo.

No creo que se de cuenta de ese detalle. ¿o te la ha medido?

No, hombre no ¡Cómo me la va a medir! Ni se enterará.

Oye hermano, dime; tú que te la has cepillado: ¿qué es lo que más le gusta hacer en la cama?

Le encanta hacer la felación, y sobre todo que la enculen, eso le vuelve loca.

¡Pero Sergio! ¿No la destrozaste la primera vez?

Sí, casi se lo reviento. Pero la muy puñetera, me lo pedía cada vez que nos veímos.

Hermano. ¿Pero tan puta es esta Manolita?

¡No lo sabes bien..!

Muy puta si debe ser, porque hay que ser muy puta ¡Pero qué muy puta! para atreverse a follarse a un cura.

No lo creas Ernesto. Es una mujer de profundos sentimientos, una niña en lo más hondo de su corazón, una persona muy sincera, y te pido por favor, que la trates muy distinto a como tratas a otras mujeres; se un caballero con ella.

¡Pero… serás cabrón..! Y tú cómo la has tratado, si además de follártela, le prometes un falso matrimonio y pretendes arruinarla.

Es muy distinto, lo mío es una causa…digamos… divina.

¡La madre que nos parió…! Mejor lo dejamos, no nos vayamos ahora a pelear por una golfa.

Sí, mejor lo dejamos, pero ya sabes, haz bien tu papel de Sergio, si quieres ganarte esos diez millones de comisión.

Nos vemos “curita”. Que lo pases bien.

Adiós.

Adiós.

 

Dio al stop de aparato y añadió:

–¿Quieres seguir escuchando más?

Ahora si que tuve que sentarme para no derrumbarme. Con hilo de voz dije.

–¡Pero vas a hacer esta putada a tu hermano!

–Que den por el culo a mi hermano, a ti y a todo el Clero. O accedes a mis pretensiones, o te hago volver a la mierda de donde saliste.

–Qué es lo que pretendes, si esa prueba no tiene ningún valor judicial. Además lo puedo negar todo rotundamente, mi voz no está grabada en esa cinta.

–Espera, espera… Mira lo que te grabó mi hermanito el curita en una de aquellas sesiones en tu cama. Dio la vuelta a la cassette y la voz inconfundible de Sergio y la mía decían:

 

¿Qué piensas Manolita?

Sergio.

Dime, cariño.

¿Tienes todavía la potestad de la confesión?

Sí, claro. ¿Por qué lo preguntas?

Porque quiero confesarme

¡Aquí en la cama..! ¡Imposible!

Mañana por la mañana, sobre las once, iré a confesar. Y ahora vistámonos antes que regrese la chica.

 

–¿Sigo?

Quedé totalmente paralizada, en estado catatónico no podía articular palabra. Sólo balbucee:

–¡Cómo es posible que Sergio, tu hermano haya caído tan bajo!

–No le juzgues mal. Sergio grabó esa cinta, sólo para demostrar si llegara el caso que había sido el Demonio en forma de mujer, o sea: tú, el que le llevó a la fornicación. ¡Jamás! la hubiera usado para extorsionarte. Ya sabes, que “los curitas” creen en el Diablo y en sus tentaciones.

–No te creo. ¿Y por qué está en tu poder?

–No hace falta ser muy listo para adivinarlo. Simplemente se la quité en los días que estuvimos preparando mi suplantación ante ti. El muy estúpido la tenía casi a la vista; en uno de los cajones de la mesa de su despacho. La vi, y no sé por que, intuí que contendría algo muy importante.¡Y mira! no me equivoqué. Seguro que el hombre todavía se estará preguntando donde diablos la puso.

–Vuestra madre sería una santa, pero vosotros unos hijos de Satanás. Y que pretendes de mí. ¿Matar la gallina de los huevos de oro?

–No rica, no. Lo último que pretendo es “matar esa gallina”, lo que quiero, es que me ponga un huevo de oro cada día.

–¡Qué quieres decir, pedazo de cabrón!

–Esta si es mi Manolita, la brava. Me gusta verte así. Tienes dos caminos: o accedes a mis deseos, o toda España sabrá tus contubernios con la Iglesia, y quedarás desacredita para ejercer cargo público alguno. Y a este Hotel, no creo que venga la flor y nata de tu Gobierno y del País. Se convertirá en un “puticlub”de carretera, vulgar y maloliente.

 

Y ahora dame las llaves de tu habitación que te quiero “echar ese par de polvos”; sin oler a tigre, que ya sé que por mi olor descubriste el pastel. 

Deja un comentario