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(1) Los amores de Ana Etxeberria

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Debía ser la tensión acumulada del día porque el cuello le dolía al moverlo. Parecía estar agarrotado. Fue un día muy largo en el campus. Corriendo por aquí. Saliendo por allá. Que ahora no llego. Que si un examen a las seis. Luego a correr otra vez. Y a las once de la noche es cuando Diego Martos volvía a su habitación, eso sí, a estudiar, lo de dormir era para los privilegiados. La cabeza le daba vueltas como una noria. La carrera le iba a rematar. Necesitaba tiempo muerto para recuperarse y volver a ser él mismo. Así no estudiaba ni cinco minutos.

Así que Diego cambió la dirección hasta la residencia universitaria del pabellón dos. Parecía que andaba por la arena de una playa. Todo le pesaba. Incluso la mochila. Pero llegó.

Buscó la habitación 37C y ahí la tenía delante.

Ni siquiera llamó.

Entró directamente.

Sabía que no tenía nunca la llave echada.

Nada más pasar notó un calor pegajoso en el ambiente. Las persianas estaban bajadas y las luces en off. Tan solo iluminaba la lamparilla de una mesita de noche, dando un tono manzana a la habitación. El olor era una mezcla de coño y sudor, y se te adhería a las fosas nasales. Los gritos de Gabriela Olmedo anunciaban una corrida venidera y copiosa. Ahí estaba ella dando tales saltos que hacían crujir la cama. Los poros de su piel desprendían la sexta capa de sudor, haciendo que su cuerpo brillara como una bella luciérnaga. El afortunado disfrutaba y se relajaba mientras Gabriela hacía lo propio con su pelvis de Elvis Presley.

Pero Diego no la buscaba a ella sino a su compañera de room. Ana Etxeberría. Contaba un buen fajo de billetes en la misma condición de sudor, desnudo y exotismo que Gabriela pero en belleza no la ganaba nadie. Ana parecía una Afrodita del amor. De tripa abdominal. Piercing colgando de ombligo. Piernas tonificadas. Culo prieto y bien colocado. Rasurada de cuello para abajo. Tetas firmes y puntiagudas. Silueta de película X. Como un sueño erótico. Cálida en sus movimientos y femenina en sus gestos. No había otra como ella. Era única. La más bella. La que mejor zorreaba. La más popular de la facultad con diferencia. Y ahora la tenía delante, desnudita y a punto de caramelo. Solo debía poner tres billetes en la mesita y ya sería suya.

Ana ni siquiera necesitó verle.

-Pon el dinero ahí y tu polla en la cama –dijo ella como su vocecilla de quinceañera.

Diego obedeció ansioso.

Una vez en la cama él mismo se desnudó.

-Un día difícil, ¿no? –puso Ana su mejor sonrisa, y qué sonrisa. Al hacerlo se le hacían dos hoyuelos en cada mejilla, como un adorno más de tantos que tenía.

-No lo sabes bien.

-No te preocupes, cariño. Te voy a dejar como nuevo. Tu putita será muuuuy dulce.

-Eso deseo.

-Cascatela un poco. Voy a mear sangre. Ahora vuelvo.

-Claro.

-Gabri, córrete ya, joder. Llevas ahí dándole quince minutos. Si quiere más que pague.

-Vale, Ani.

-Cuando regrese la quiero ver bien dura y para arriba, ¿estamos? –exigió Ana.

-Por supuesto.

-Si algo me aterra es una polla floja.

-Voy, voy.

-Así me ahorras trabajo y un esguince en la muñeca –le guiñó Ana un ojo mientras se alejaba al baño. Diego se recreó en mirarla. Tenía andares de modelo y cuerpo de duro gimnasio. Solo pensar que en cinco minutos se la follaba se le iban todos los pesares y tensiones. Además, ese corte de pelo ondulado y corto la hacía más provocativa. Parecía sacada de una película de Bigas Luna. Uno pensaba que no podía haber una chica así hasta que conoces a Ana, una hembra de raza y con los ovarios como dos pelotas de golf. Mmmmm, qué ricura de chica. Gustaba a ellos y a ellas, sobre todo. ¿Lo mejor del asunto? Que Ana era bisexual y abarcaba más sexo y más corazones flechados.

En ese momento, Gabriela pegó una corrida top 1 que certificó el orgasmo.

-¡Al fin, coño! –vociferó Ana desde el baño.

Gabriela, en condición atlética, rebañó con las caderas para que él gozara hasta el último segundo y luego se bajó de la cama.

-¿Mañana a la misma hora? –jadeaba Gabriela acalorada, pero el chaval no podía ni moverse-. Tomaré eso por un sí –rió ella como un jilguerillo.

-¡Me encanta la universidad! –aulló Diego.

Gabriela se inclinó, pegó una chupada viril a Diego y volvió a erguirse.

-Ya está dura del todo –rió ella mientras se encerraba también en el baño.

-Uffff, casi me corre –rió Diego.

-Esa zorra lo corre todo. Incluso la maratón de Nueva York –pudo hablar el chaval de al lado.

-¿Cómo fue todo?

-De lujo. Gabriela tiene coño para 20 tios seguidos. Porque me faltan diez euros o si no me la follo ahora otra vez.

Ambos rieron.

-¡Choca! –se dieron una palmada de cama a cama.

-¿Cómo te llamas? Yo soy Nacho.

-Yo Diego. Necesito que Ani me de un repaso a fondo. Así podré luego estudiar y dormir.

-Mira, ahí viene. Es toda tuya. Venga, campeón, a por ella.

-Ohhhh, sí.

-Deja la hombría bien alta. Que no se diga, Diego. Es tu puta favorita y te la vas a follar ahora mismo.

-OHHHHH, SÍ.

…continuará

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