Saltar al contenido

(26) Los amores de Ana Etxeberría

42

La idea de la detective Edurne Balaguer era encontrar a Darío Anglada y hacerle unas cuantas preguntas. Por eso recorría los pasillos de la residencia universitaria, a ver si sonaba la flauta. No sabía en qué habitación se alojaba y para colmo no lo conocía de rostro. Realmente era una pérdida de tiempo estar por aquí, pero cuando se disponía a irse, una chica despelotada y descalza se cruzó en medio del pasillo.

La sorpresa de la detective fue mayúscula. Y sin saber a ciencia cierta porqué, decidió seguirla. La chica caminaba desinhibida y poco le preocupaba que la viesen en pelota picada. Hasta que llegó a una puerta y entró. La detective realizó la misma operación y pasó dentro.

Una segunda chica apareció desnuda y apestando a sexo. Ni siquiera preguntó o se preocupó en saber qué quería Edurne y qué hacía allí. Pasó por delante y se encerró en el baño.

La detective entró de todo y encontrándose con una situación sexual en la cama. Él abajo y ella arriba pegando saltos como una loca.

-Hola, ¿interrumpo algo? –se aproximó la detective a la cama.

-¿Tú qué crees? ¿Eres ciega o necesitas gafas?

-¿Tú eres Darío?

-Depende. Si es para follar sí.

-Tú sigue ahí tranquilo jodiendo. Es solo para hacerte un par de preguntas.

-¿Eres periodista?

-No, detective. Investigo el asesinato del inspector Balaguer.

-¿Y por qué me buscas? ¿Tengo pinta de asesino?

-Ahora no. Ahora tienes cara de “vaya coño me estoy clavando”, eso sí.

-Tú no eres poli.

-¿No tengo aspecto de poli? ¿Y de qué tengo aspecto?

-De puta cabaretera. Seguro que no llevas ni bragas.

-Claro que llevo.

-No te creo.

-¿Es que quieres comprobarlo?

-Ahora mismo.

-Primero corre a esa puta que tienes encima y luego lo hablamos. ¿Puedo hacerte una pregunta directa y sin florituras?

-Claro.

-¿Mataste a mi hermano el inspector Balaguer?

-¿Tu hermano? Querida, yo follo solamente. No rajo a nadie.

-Mientes fatal. Será que esa zorra te folla muy bien y te desconcentra. Por sus gritos calculo que en un minuto revienta.

-Yo no sé una polla.

-No es lo que me ha dicho Ana Etxeberría. Ha confesado que tu participaste en el crimen de mi hermano.

-¿Acaso la has torturado?

-No, mejor. Le he dado lo que más le gusta. Sexo.

-¿Te la has follado?

-Casi. Le corrí el coño con mi mano y en el orgasmo te delató.

-¿Y piensas llevar esa confesión ante un juez?

-Yo no busco jueces ni abogados. Busco venganza. Encargarme yo misma de los asesinos de mi hermano. Y ya te tengo a ti. Es cuestión de tiempo pillar al resto.

-¿Y ahora me tengo que asustar?

-No, ahora te tienes que correr, que ahí viene…

-AHHHHH, COÑO… -soltó la chica el último salto y quedó con el culo pegado a la pelvis de Darío. Ella se apoyó en el pecho de Darío y sin cesar de girar la cadera. Darío se hundió en el colchón de loco placer.

-Buena chica. Sabes moverla muy bien –la felicitó la detective.

-Será que lo hago diez veces al día –rió ella.

-Así me gusta. Mientras más golfa más divina. Choca.

-¡Yeah! –se palmearon la mano-. Míralo, pone cara de gilipollas cuando eyacula. Me dan ganas de hacerle una foto para la posteridad.

-Lo has dejado KO.

-Claro, le he dado un crochet con el potorro.

Ambas rieron.

-¿Quién eres? Molas cantidad.

-Me llamo Edurne y soy detective.

-¿Una poli de verdad? Me has erectado el clítoris en un segundo. ¿Te apetecen unas tijeras?

-Estoy de servicio y no debo.

-Pues dame tu WhastApp, tus bragas y un beso, y quedamos esta noche.

-Tú dale a la polla de Darío que parece insatisfecho.

-Ya estoy harta de follarme a Darío. Hoy es la tercera vez que me lo tiro y sí, te corre bien y la tiene enorme, pero soy promiscua y siempre busco nuevos horizontes.

-Es decir, nuevos orgasmos.

-Así es.

Volvieron a reír.

En ese momento sonó el móvil de Edurne.

-Me llaman. Me voy. Un placer conocerte.

-El placer es mío.

La detective la palmeó una nalga y haciendo reír a la chica.

Era su jefe inspector. Algo ocurría. No solía llamarla nunca a estas horas.

-Dígame, señor.

-Hola, Edurne, ¿dónde estás?

-En el campus universitario.

-¿Y qué haces por ahí?

-¿Me llama por eso?

-Te explico. Acaba de llamarme a mi móvil personal una estudiante de medicina del campus. No sé cómo cojones ha conseguido ese número pero me ha contado las mil y una noches en un minuto. ¿No tienes nada que decirme? Piensa bien antes de contestarme.

-¿Y se ha identificado esa estudiante?

-Claro, se llama Ana Etxeberría y me asegura que estás investigando la muerte de tu hermano en horas de trabajo.

-Qué hija de puta…

-Que yo sepa nadie te ha entregado el caso. No puedes ir por ahí haciendo lo que te de la puta gana solo por llevar placa.

-Necesito hacerlo.

-Y yo necesito que estés centrada en tu trabajo, no en absurdas cruzadas. Además, según esta chica abusaste de ella para sonsacarla información de tu hermano. ¿Es eso verdad?

-Fue sexo consentido.

-¿Entonces es verdad? No esperaba esto de ti, Edurne.

-Sólo fue una treta para que hablara.

-No tiene validez jurídica. Si quieres follar hazlo por la noche y en horas no laborables. ¿Lo captas?

-Lo capto.

-Esta chica, Ana, pensaba demandar al departamento de policía y he tenido que rogar para que cambiara de idea. Es que lo hace y tiene las de ganar. ¿Te imaginas cómo quedaría el departamento? Yo sería el hazmerreír de Málaga y por supuesto el director me zampaba con patatas.

-Se lo repito, señor. Fue sexo aceptado por ambas partes. Solo intenta desprestigiarme.

-No hace falta que Ana te ayude. Te desprestigias tu sola.

-Lo siento, señor, pero anhelo esclarecer la muerte de César.

-¿Me estás escuchando? Mueve el culo aquí. No te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando.

-No puedo.

-¿Cómo dices? ¿Que no puedes? Esto sí que es bueno. ¿Desobedeces las órdenes de tu superior?

-Lo siento mucho, señor.

-Pues tu misma te cavas la tumba. Quedas suspendida de empleo y sueldo, así que sal del campus y vente para acá para darme tu placa y tu arma reglamentaria. ¿O también te vas a negar?

-Lo siento, tengo que colgar. –Y así lo hizo-. Hija de puta… -se acordó de Ana con saña rabiosa. La muy cabrona hundió ocho años de trabajo en una mañana pero Edurne seguía conservando algún que otro as en la manga.

… continuará.

Deja un comentario