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(4) Los amores de Ana Etxeberría

6

-¡Ya, ya, ya, coño, yaaaaahhhh! –dio Ana el salto más grande de la serie y pegó el culo a las caderas del chico. Fue el momento de correrse y disfrutar al máximo. Un poco más de goce y Ana se bajó de su cama.

-Oh, Ani, eres maravillosa –alucinaba el chaval.

-Pues ya puedes irte. Y cuando salgas cierra la puerta, que hace corriente.

-Quiero repetir. Tengo mi cartera forrada de billetes.

-No me jodas. A mí me sobra sexo, dinero y belleza. Anda, coge tu polla dura y ala, a por tomar por culo.

En ese momento, el móvil de Ana avisó de un WhastApp. Era Rocío Quesada con un mensaje:

Hola, guarra k haces?

Ana respondió sonriendo.

Hola, zorrón. Aquí estoy rezando el Rosario.

Es decir follando como siempre

Ana rio.

Igual que tú, perra.

Oye, Ani, k haces esta noche?? Tienes algún plan?? Podríamos ir a la fiesta de Ricky. Hay alcohol, pastillas y muchos tíos en tanga.

Ana se alegra.

SIIIII OK A las diez nos vemos allí vale?

Vale. Y no lleves bragas. No hace falta.

Ana volvió a reír.

Yo nunca llevo bragas, ya me conoces. Nunca sabes cuando te la meten

Jajajajaja zorraaaaaa

Ana rio contenta. Ya tenía la noche ocupada.

7

Las fiestas de Ricky Ortiz eran conocidas en el campus por su desfase de cervezas, música cañera, chicas desmelenadas y mucha desvergüenza. Y esta noche no era diferente. Ana iba zigzagueando para no pisar vómitos ni meadas encharcadas en el suelo. Había de todo. Desde chicas con bragas en la cabeza a gente tirada con comas etílicos, pero de Rocío ni rastro. Y ya se estaba retrasando.

Ana le echó paciencia y se sentó en un sofá. No sabía si era la locura de las luces o que le estaba bajando la regla pero se sentía un poco mareada. Sólo quería que apareciera Rocío y cambiar el panorama de la noche, pero pasaba el tiempo y Ana se aburría pese al desmadre que había a su alrededor. Chicas corriendo desnudas y tíos engullendo cerveza como si fuese agua.

-Hola –se acercó un chico, eso sí, vestido y sin estar borracho-. Te llevo mirando un rato desde allí. ¿Te han dejado sola o me lo parece?

-Mi amiga que es una puta. Me ha dado plantón.

-Vaya, lo siento. ¿Quieres ponche? Es con frutas y sin alcohol –enseñó el vaso.

-Gracias. Me vendrá bien. Estoy un poco mareada –le dio un buen buche al ponche-. Mmmm, está frío y rico.

-¿Puedo hacerte compañía? Me da cosa verte así.

-Claro, no muerdo.

-Soy Martín Valdemoro. Curso tercero de medicina.

-Encantada. Yo soy…

-Lo sé. Ana Etxeberria de Souza. La más popular de la facultad.

-Ah, veo que me conoces. ¿De qué?

-Tus videos pornos pasan de móvil a móvil. Y el mío no es una excepción.

-Ah, entiendo. ¿Y tienes muchos videos descargados?

-Unos cinco.

-Mentiroso.

-Vale. Quince.

-Mmmm…

-Está bien. Me has pillado. Tengo unos 65 vídeos. Pero no soy aficionado al porno, solo a los tuyos. -Ana tuvo que reírse-. En serio, ninguna del campus alcanza tu nivel artístico. Tú no haces sexo. Haces arte. Cuidas todo al detalle. Incluso el contraste de luz. Me encanta.

-Pues hoy estoy para poca fiesta. Creo que me voy a ir.

-¿Te acompaño?

-Tranquilo. Me conozco el camino.

-Si te pierdes me envías un SOS por WhatsApp.

-Lo tendré en cuenta.

-Pero para eso debo conocer tu número.

-Ay, muy listillo tú. No conocía este método.

-¿Y funciona?

-Pues no.

-Vaya, tendré que cambiar de táctica.

Ambos rieron.

-Gracias por el ponche. Me ha sentado muy bien –admitió Ana.

-Es lo menos que puedo hacer por la chica más vista de pornotube.

-Veo que me conoces a fondo. ¿Acaso me has investigado?

-No, yo estudiar y poco más.

Volvieron a reír.

-Yo también debería de estar estudiando esta noche, pero me limpio el culo con los libros.

Martín rio:

-Es otra forma de usarlos.

Ahora rio Ana:

-Por eso siempre estoy pidiendo apuntes. Tengo los libros churretosos de mierda.

-Así ahorras en papel higiénico.

-¿No has visto mi facebook? Pongo fotos de mis cagadas y reciben miles de LIKES.

-No me jodas.

-Lo que oyes. Una vez vendí un mojón en eBay por 15 euros y hubo un chino que lo compró. Cuando necesito dinero, cagada, fotito y a vender.

-Qué fuerte –se descojonó Martín.

-¿Lo dudas? Mi mierda posee una textura muy elegante.

-Estás loca.

-¿Nunca has comido mierda? Hará dos noches cagué un zurullo, lo freí en una sartén, lo troceé, le eché orégano y me lo comí.

-Estás de coña, ¿no?

-¿Me ves riendo? Te hablo en serio. Es como comer pastel de carne.

-Qué asco, joder.

-Que va. Está nutritivo y repleto de vitaminas.

-¿Lo dices de verdad?

-Prueba y lo verás. Mi compañera de room se llama Gabriela y me encanta grabarla mientras caga. Echa unas bolitas la mar de preciosas. Parecen trufas de chocolate.

-Ahora soy yo el que está mareado.

Ana rio:

-¿Tanto te escandalizas? ¿O es que tú no cagas?

-Sí, pero luego tiro de la cisterna.

-Yo no. Todo consiste en una alimentación sana para una mierda de calidad.

-Se me ha revuelto el estómago.

-Ahora nos encerramos en el cuarto de baño y hacemos nuestras cositas, pero hace 200 años en la época de Versalles era normal ver a alguien con el culo al aire y cagando en los jardines o en los pasillos. Ahora no se entiende, pero era del todo normal en aquél siglo.

-¿Tú cagas por los pasillos del campus?

-Mejor no preguntes.

-No me fastidies. ¿Sí?

-Ayer. No llegaba a tiempo al baño y solté el mandao en un rincón.

-¿Y nadie te dijo nada?

-Que va. Tres chicos se pusieron a hacerme fotos mientras yo me limpiaba con las bragas.

-¿Con las bragas?

-Es mejor que con la mano. Uno de los chicos me pidió que le regalara las bragas manchadas y yo encantada.

-¿Y para qué quiere unas bragas pringadas de mierda?

-¿No sabes que la venta de lencería sucia está en auge? En Asia son joyas que se pagan muy bien.

-Vaya, hay gente para todo.

-Y bragas para todos –rio Ana-. Oye, ya me siento mejor. Te lo agradezco. Hablar contigo me ha venido muy bien.

-Ahora soy yo el que está indispuesto.

-Si vomitas dímelo antes y te grabo con mi móvil.

-¡Serás puta!

Ana rio:

-Me encantan sobre todo los vómitos con tropezones.

-¿Te quieres callar?

Ana se desternilló aún más.

-Esta noche ya no ceno.

Ana rio hasta el dolor de estómago.

-Me he ganado el número de tu móvil, ¿no?

Pero Ana sólo carcajeaba a mandíbula batiente.

-Al menos déjame acompañarte a tu habitación.

Las risas de Ana se intensificaron y Martín rio con ella.

…continuará.

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