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Desafío de galaxias (capitulo 12)

—Siento que nos tengamos que ver por video enlace pero tengo el parlamento revuelto, —la figura del presidente Fiakro se recortaba en la pantalla del terminal.

—Yo también lo lamento señor presidente, —Marisol sentía verdadera estima por él. No solo notaba su apoyo constante, también actuaba de colchón, aislándola de las idioteces políticas de la capital federal para las que no estaba preparada—. ¿Qué es lo que pasa ahora?

—Un grupo de representantes han bloqueado una parte de los presupuestos militares, consideran que son innecesarios, —y añadió—. No te preocupes, los sacaré adelante, tengo margen de maniobra, pero necesito que me aclares una serie de puntos.

—Por supuesto señor presidente.

—Un grupo importante de representantes, considera que si has cerrado una vez el portal, puedes hacerlo más veces.

—Negativo. Durante la batalla de Karahoz, tres de sus naves han permanecido permanentemente en la zona del portal. Destruyen todo lo que se acerca, sea lo que sea. Pasaron catorce, hemos destruido sus dos transportes y cuatro de sus naves de ataque, lo que significa que quedan ocho. Que sepamos, tienen dos naves averiadas, y una de ellas está en la órbita de Karahoz. Ahora mismo, custodiando el portal, hay siete naves. No estoy dispuesta a sacrificar la poca flota que tenemos por el momento.

—De acuerdo. ¿Qué tienes preparado?

—Como ya sabe, principalmente en Rulas 3, pero también en otros dos planetas del sistema, se está fabricando una nueva arma. Y tengo que decirle que están haciendo un esfuerzo formidable, trabajando en varios turnos. Este contrato le ha venido muy bien…

—Sí, ya sé que están pasado por un mal momento: son receptores del programa de ayudas federales.

—Se lo comentaba por el tema de los pagos.

—Que si general, hoy mismo les pagaré parte de los contratos.

—Gracias señor presidente…

—No te enrolles más y cuéntame lo de la nueva arma, que por más que lo leo no me entero. ¿Quieres emplear una arma que se utilizó hace 800 años en la Tierra?

—Así es. La general Marión encontró las especificaciones en los fondos documentales de la Tierra. Era un arma de disuasión, durante un periodo llamado “Guerra fría” en la segunda mitad de su siglo XX. Básicamente, es un vehículo portador, el Topol, que en su interior lleva doce cohetes Delta con una carga termonuclear de 50 megatones.

—¿Y eso es mucho?

—Lo es. Durante la campaña de Matilda en el Sector Oscuro, el enemigo empleo misiles de fisión de 0,02 megatones. Suficiente para dañar un crucero sin los escudos de energía.

—¿Y cuantos van a fabricar?

— Para la fecha de la apertura, podemos tener preparados unas 1.800 unidades con más de 20.000 cohetes. Para más adelante vamos a preparar otra versión en la que cada cohete llevara seis cabezas de 5 megatones.

—Entiendo que no son tripulados ¿darán en el blanco?

—De una manera u otra lo harán. Me refiero a que cada cohete lleva un dispositivo buscador con los datos de las naves enemigas. Además, contamos con su… autoinmolación, recuerde que varias naves se estrellaron contra el regalo para intentar destruirlo. Una parte de los cohetes llevan también marcado como objetivo el portal, no lo podemos cerrar, pero podremos desestabilizarlo. Eso los acojonara, y por otro lado, en Telesy 2, el proyecto Ares estará listo para la fecha prevista.

—¿Sigues decidida a ponerlo en marcha? —preguntó Fiakro.

—Si, lo estoy señor presidente. Siempre y cuando usted esté de acuerdo.

—No se Marisol, reconozco que tengo dudas, —dijo el presidente con ánimo pensativo—. ¿No estaremos agitando un avispero?

—Presidente, las avispas ya vienen por el portal. Esto les dará un buen susto y les obligara a mantener fuerzas en su galaxia.

—Todo eso lo entiendo, pero no deja de darme miedo.

—Desde la reapertura del portal, necesitamos ganar seis meses. Seis meses en los que hay que impedir que los bulban salgan del Sector 26. Para entonces tendremos operativas las nuevas naves de la Flota.

—¡Los dioses te oigan!

—Si lo hicieran no permitirían todo esto.

—No empecemos, general, no empecemos, que bastante tengo con los políticos, cómo para que el clero me zurre también.

Regresaban absolutamente alborotadas, en especial Marión. Había sido su primer centro comercial e incluso se la notaba un pelín excitada. Cargadas de paquetes y bolsas, hablaban entre ellas sin parar en un guirigay en el que solo las mujeres somos capaces de entendernos. Se dirigían a la zona de dormitorios en el cuartel general del ejército, instalado en un gran edificio anexo al palacio presidencial de Mandoria, cuando se encontraron con un joven oficial ursaliano del estado mayor.

—Se os ve muy alegres, —afirmó con una sonrisa cordial y distendida ante la ausencia de uniformes.

—Hemos estado de compras… en un centro comercial… muy grande y con mucha gente, —contestó una excitadísima Marión.

—Ya veo que habéis comprado muchas cosas, —dijo el teniente con aire divertido.

—Hemos comprado no, ha comprado, —le corrigió Marisol mientras Anahis asentía—. Casi todos los paquetes son suyos.

—Si, si, son cosas muy chulas, —a Marión se la veía aun más excitada—. Son guays.

—¿Ha dicho chulas y guays, o he oído mal? —preguntó Anahis.

—Si hija, has oído bien, —confirmó Marisol—. Creo que hemos descubierto a una pija encubierta.

—Si quieres te las enseño —se medio insinúo Marión ante la sorpresa de sus dos amigas que se quedaron con la boca abierta—. Vente a mi habitación… ¿quieres?

—Yo siempre estoy dispuesto a ver cosas bonitas, —respondió el teniente sin perder la sonrisa.

—Nosotras os dejamos, que tenemos cosas que hacer, —dijo Marisol entregando al teniente las bolsas que llevaba—. ¿verdad?

—¡Uy! Si, muchísimas cosas, —confirmó Anahis entregándole también sus paquetes—. Y si no, ya se nos ocurrirá algo.

—¿Qué cosas tenéis que hacer? —preguntó con ingenuidad Marión.

—Tenemos que… pintarnos… las uñas. Todas las uñas.

—Si, si… todas… y son muchas.

Entraron en el dormitorio, el teniente dejó las bolsas sobre la cama y se sentó en un sillón. Marión, más excitada que nerviosa, iba sacando vestidos de las bolsas y se los ponía por delante para que su nuevo amigo viera como quedaban.

—Ese es mejor verlo puesto, —dijo el teniente cuando Marión sacó uno especialmente sexi.

—Voy a cambiarme…

— No te vayas, hazlo aquí. Ven… yo te ayudo, —dijo cogiéndola la mano y besándola. La sacó la camiseta mientras Marión sumisa se dejaba hacer. Le miraba como hipnotizada con los ojos brillantes de deseo. Desabrochó el sujetador y después de quitarlo sumergió su rostro entre sus pechos mientras los sujetaba con las manos. Marión sentía que se le aflojaban las piernas, nunca había sentido algo así. Las manos del teniente bajaron hasta en pantalón, lo desabrocho, y metiendo sus manos por dentro, lo bajo junto con el tanga hasta los tobillos. La cogió en brazos, la beso en los labios y Marión sintió una punzada en la vagina que la hizo apretar los muslos. Nunca había sentido algo así en sus 46 años de reclusión voluntaria en el monasterio de Akhysar, aunque en algunas ocasiones, en la soledad de su celda, utilizo sus dedos para tranquilizar su espíritu. Sin dejar de besarla, con suavidad la deposito sobre la cama mientras ella apartaba frenéticamente las bolsas. Separó suavemente sus muslos y deposito la mano directamente sobre su vagina. Sin poder evitarlo, Marión dejó escapar un gemido mientras con ansia intentaba atrapar la lengua del teniente.

—Por favor, ten cuidado, —dijo Marión con la voz entrecortada mientras apretaba la vagina contra la mano de su amigo.

—Lo siento. ¿Te he hecho daño?

—No, no, es que nunca he estado con un hombre, —respondió un poco avergonzada.

—Pues no te preocupes, —dijo el teniente riendo— las vírgenes son mi especialidad.

Siguió besuqueándola mientras se quitaba la ropa. Se tumbó a su lado y fue bajando con los besos por su cuello, sus hombros, sus pechos, su vientre, mientras sus manos recorrían cada centímetro de su piel. Sus labios llegaron a la húmeda vagina y su lengua incansable la recorrió por completo. Marión chillaba y se retorcía mientras intentaba apartar la cabeza de su amigo. La sujetó las manos y siguió insistiendo en el clítoris de Marión, que de pronto se contrajo marcando los abdominales, su boca se abrió como para gritar, pero fue incapaz de hacerlo. Estuvo unos segundos en tensión hasta que se tumbó en la cama gimiendo como una loca.

—¿Qué me has hecho? —logró preguntar finalmente.

—Ese ha sido el aperitivo, —dijo el teniente abandonando la vagina y subiendo hacia su boca—. Y deja quietas las manos, si no quieres que te las ate.

—Haz lo que quieras, —dijo Marión medio en trance.

—¡Uy! Estás oportunidades hay que aprovecharlas, —exclamó el sargento. Saltó de la cama, y cogiendo el cinturón del albornoz regreso y la ato las manos a la espalda. Después, la puso bocaarriba y continuo saboreando los jugos de su vagina. Un par de orgasmos después, se puso sobre ella y con mucho cuidado la penetro con su más que apreciable pene. Con movimientos suaves y pausados, la estuvo follando mientras su boca respiraba los gemidos de Marión que con sus piernas rodeaba la cintura del teniente. Cuando se corrió la estuvo besando incansablemente durante un buen rato mientras Marión se mostraba complacida.

—¿Sabes una cosa? —dijo finalmente—. He decidido que está noche va a ser muy larga.

— ¿A que te refieres?

— A que tienes que recuperar el tiempo perdido, —se levantó y comenzó a vestirse—. Ahora vuelvo.

— ¡Pero no te vayas! —exclamó alarmada—. Desátame.

Salio por la puerta y la dejó sola durante unos minutos. La verdad es que eso la excito más, la incertidumbre de si alguien podría entrar por la puerta y verla, así, desnuda y atada, la puso a cien. A los pocos minutos regresó con una botella de licor de Mandoria y una caja de bombones ursalianos. Se desnudó nuevamente y sin desatarla la ayudo a incorporarse y sentarse sobre la cama. Se sentó frente a ella y la besuqueo nuevamente mientras la atraía hacia él.

—Desde el primer momento que te vi, me di cuenta de que estabas buenísima, —dijo metiendo la cara en su cuello, oliéndola—. Me quede corto, eres una bomba. Podría estar follándote hasta que me caiga, —la acarició la vagina mientras la metía un bombón en la boca. Marión no decía nada, extremadamente excitada se dejaba hacer. La levantó en brazos y sentándose en el sillón la puso de rodillas entre sus piernas.

Durante varias horas estuvieron follando sin parar, bebiendo, hablando, riendo. Finalmente, ya despuntando el nuevo día, Marión se quedó dormida. El teniente la desató, la tapó con la sabana y salio de la habitación

Marisol entró en la sala de operaciones del cuartel general y lo primero que vio es que Marión no estaba, y eso sí que era raro. Se acercó al teniente, que ya trabajaba en su terminal, y se sentó sobre el borde de la mesa.

—Me falta un general, ¿sabes algo al respecto?

—No mi señora… se quedó en su habitación. ¿Quiere que vaya a buscarla?

—No, no. Me falta un general y no quiero que me falte también un teniente, —respondió Marisol provocando las sonrisas cómplices de todos. Ya voy yo: no quiero perder la oportunidad de meterme con ella.

Salio de la sala y se encaminó a la zona de los dormitorios entrando en su aposento. La encontró dormida sobre la cama, bocabajo, desnuda y destapada: mostrando su trasero.

—Despierta “Bella durmiente” —dijo acariciando su espalda con la yema de los dedos. Marión pegó un bote que la hizo incorporarse y miro a Marisol con ojos asustados.

—¿Qué pasa? ¿Qué hora es? ¡Joder! Lo siento, lo siento, lo siento, —repetía sin parar roja como un tomate. Intento vestirse pero Marisol la detuvo.

—Primero a la ducha, que es lo que hay que hacer después de estar follando toda la noche, —Marión la miró con ojos de pánico—. Si hija, te ha oído todo el palacio.

—¡Por todos los dioses, que vergüenza! ¿Qué voy a hacer ahora?

—Ya te lo he dicho: primero a ducharte, y luego a currar, que ya es hora, —y con una amplia sonrisa añadió—. Espero que el teniente te haya desatascado bien… la cañería.

—¡Ay! ¡No me digas esas cosas! —medio chilló—. ¡Que vergüenza!, no quiero salir de aquí.

—Ya lo creo que vas a salir, aunque tenga que sacarte cogida de la oreja.

Faltaba una semana para que el cronómetro regresivo marcara cero y la actividad era frenética. Se convocó una gran reunión con el jefe del estado mayor, el general Clinio y los nuevos generales del ejército. La flota estaba representada por la almirante Loewen, acompañada por los tres capitanes de fragata, Aurre de la España, Muns de la Princesa Súm, y Camuxtil de la Tanatos. También asistía el general Keis, jefe de la nueva división de Armas Estratégicas, que encuadrada en la Flota, dependía directamente de la general Martín.

La reunión había empezado un par de horas antes, durante las cuales, todos los jefes de unidad informaron del estado operativo de las fuerzas a su mando. Finalmente, Marisol se dirigió a sus subordinados.

—Señores, señoras, dentro de una semana, la República Federal va a poner en marcha la mayor operación militar de los últimos 400 años. Está operación, junto con el trabajo en los próximos seis meses, tiene como objetivo contener al enemigo y mantenerlo dentro del Sector 26. Desgraciadamente, ya no nos podemos acercar a la zona del portal, las siete naves que quedan no se separan de allí en ningún momento, salvo para repostar el agua, y lo hacen de dos en dos. Si acierto en mis previsiones, nos enfrentaremos a la primera oleada de invasión, más de 300 naves y unos 300.000 soldados de infantería…

—Disculpe mi señora, —la interrumpió la general Oriyam de Faralia— pero por lo que he leído en los informes, por detrás de la avanzada, llegara el grueso de…

—No llegaran general, no llegaran, —la interrumpió a su vez Marisol—. Sigamos. La primera fase de la operación consiste en un ataque masivo contra la zona del portal con el sistema Tópol. Estos lanzaran más de 20.000 cohetes Delta con una carga nuclear de 50 megatones. La segunda fase consistirá en atraer y fijar a toda la infantería enemiga en Faralia y por consiguiente a su flota. No nos engañemos, la operación en Faralia supondrá la devastación total de las infraestructuras del planeta, —levantó la mano para parar el intento de protesta de los representantes faralianos—. Este tema ya está hablado con la regente Daalis y está de acuerdo. No vamos a emplear la totalidad de nuestras fuerzas, solo ocho divisiones de infantería y la 101.º división acorazada, —volvió a levantar la mano para parar la nueva protesta de la general Oriyam ya que su división acorazada quedaba fuera de la operación—. Su división queda de reserva, como las otras dos de infantería. Y que le quede una cosa clara general, esto no es un debate, no quiero oír una sola protesta más, ¿está claro?

—Si mi señora, está claro.

—Bien sigamos. Falta por decidir quien dirigirá las operaciones en Faralia…

—Permiso para hablar, mi señora, —la interrumpió Opx provocando que Marisol frunciera el ceño y le mirara con cara de pocos amigos. Le dio permiso—. Usted está descartada y el general Clinio no puede porque está inmerso en crear un ejército de la nada. Con el debido respeto, el único general con experiencia en combate, aparte de la general Oriyam, soy yo. Quiero ofrecerme voluntario.

—Entonces decidido, el general Opx dirigirá las operaciones, ¿alguna pregunta?

—Permiso para hablar, mi señora, —dijo Oriyam provocando la sonrisa de los asistentes. Marisol la miró con ojos resignados y la dio permiso—. Primero quiero pedirla disculpas, creo que en Nueva España me calificarían de “mosca cojonera”…

—Sin duda se quedarían cortos, —la interrumpió Marisol.

—Si… bueno. Segundo, no termino de entender porque no van a venir más enemigos por el portal.

Marisol guardó silencio unos segundos mientras decidía qué hacer. Sin duda era uno de los secretos mejor guardados de la galaxia. Ni siquiera sus más directos colaboradores, salvo Anahis, sabían algo sobre el tema.

—Porque van a estar muy ocupados, general. Vamos a llevar la guerra a su galaxia.

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