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Aquella mañana de principios de junio por fin me había quitado de encima uno de los exámenes finales del curso, y quería aprovechar el poco tiempo que tenía hasta tener que ponerme a estudiar para el próximo. Había quedado con Marcos, uno de los mejores amigos que había hecho aquel primer año en la facultad.

Íbamos a la universidad de Madrid, aunque yo era catalana, y llevar casi un año viviendo lejos de casa y de forma independiente me había liberado bastante. Y a todo esto cabe sumarle la experiencia que supone ir a la universidad y a la influencia de mi compañera de piso, un par de años que yo y partidaria del amor libre.

Había un pueblecito a media hora de la capital donde los padres de Marcos tenían una casa de campo a la que solían ir en verano, pero el resto del tiempo estaba vacía, y allí era dónde habíamos quedado. Ya conocía el sitio de haber estado allí con él en alguna otra ocasión, pero aquel día sucedió algo que nunca me había pasado antes.

Me pasé el viaje en coche metiéndole mano.

-¿Te gusta que te toque aquí? –le pregunté juguetona mientras le introducía la mano en los pantalones.

-Sabes muy bien que sí, Nuria –me respondió Marcos sonriendo.

Le agarre la polla y suspiró. La tenía caliente.

Empecé a subir y a bajar con la mano y enseguida se le puso dura. Me relamí. Hacía un par de semanas desde la última vez y le tenía muchas ganas.

-Qué pronto se te pone dura, Marquitos –le dije.

Aparcó cerca de su casa, que se encontraba bastante apartada del pueblo. Llegamos comiéndonos a besos, y fuimos directos a su habitación, bien iluminada por el sol de media tarde gracias a la ventana del fondo. Nada más entrar le desprendí de su camiseta y comencé a besar su pecho, olía muy bien. Bajé con mis labios hasta su vientre perfectamente plano, y antes de seguir bajando le dije que se sentara en el borde de su cama. Me arrodillé frente a él, le desabroché el cinturón y tiré de él hasta quitárselo, y con él los pantalones. El bulto de sus boxers delataba que seguía tan empalmado como le había dejado en el coche, acerqué mi boca a él y empecé a mordisqueársela por encima. Marcos, sin hacer fuerza, apoyó sus manos sobre mi cabeza y suspiró. Sin esperar ni un instante más, le desprendí de sus boxers y su polla saltó ante mis ojos, bien dura y apuntando al techo. Ya lo tenía completamente desnudo, y yo, que ya estaba húmeda, comencé a mojarme aún más si cabe. Le correspondí desnudándome yo también. No lo hice sensualmente, sino lo más rápido posible para no perder el ritmo, estaba hambrienta de polla. Así que me puse frente a él y comencé a darle lametones a su glande, para luego bajar y volver a subir recorriendo su tronco con mi lengua. Los jadeos de Marcos demostraban que estaba en el cielo, y cuando me metí su glande en la boca y empecé a succionarlo con ganas, empezó a intercalar gemidos con sus jadeos. Tratar de metérmela toda en la boca hubiera sido un imposible, así que hice algo que sabía que le gustaba mucho: meterle la puntita de la lengua en el agujerito de su uretra.

-Joder –suspiró-. Qué bien me conoces, Nuria.

Yo entonces ya estaba cachondísima, tenía el coño empapado y quería su polla dentro. Dejé de chupársela y empujé suavemente su pecho para dejarlo tumbado en la cama, y me puse encima de él.

-¿Quieres que te monte? –le pregunté provocativa, mordiéndome el labio inferior.

-Oh, sí –respondió Marcos poniendo sus manos en mi cintura, listo para la acción.

Me incliné y le susurré al oído:

-Pienso follarte hasta dejarte seco.

Tomaba la píldora desde hacía unos meses, además Marcos era un amigo de confianza, así que lo hacíamos sin condón. Agarré su polla lubricada por mi saliva y la dirigí a la entrada de mi aún más lubricado coño. Me dejé de caer de golpe y sentí cómo su polla se abría paso hasta lo más profundo de mí.

-¡Ah! –exclamé más por placer que por dolor.

La polla de Marcos era gruesa y yo me sentía bien llena. Empecé un ritmo rápido de cadera mientras me recreaba en el roce de su miembro contra el interior de mi coño.

-Ohh… -gemí suavemente.

También Marcos gemía debajo de mí, y me incliné para morderle el cuello, siempre me ha gustado morder.

Cuando dejé su cuello y volví a enderezarme, vi que alguien nos espiaba a través de la ventana, que quedaba a unos metros en frente de mí. Como Marcos prácticamente estaba tumbado supe que el desconocido podía verme el cuerpo entero, incluso es posible que pudiera ver la polla entrando y saliendo de mi empapadísimo coño. Me puse roja y volví a bajar la mirada, pero no le dije nada a Marcos. Por alguna razón que entonces no comprendía, me ponía muy caliente saberme observada mientras follaba, y apoyando las manos en el pecho de Marcos empecé a cabalgarle mucho más rápido que antes.

-Dios, Nuria –dijo entre gemidos.

Le estaba montando frenéticamente, y me dio la impresión de que le quedaba poco para correrse.

Se agarraba a mi culo y respondía maravillosamente a mis movimientos embistiéndome con fuerza. Yo volví a mirar a la ventana y el desconocido seguía ahí. Esta vez me demoré un instante mirándole. Se le veía un chico joven, no mucho mayor que yo, y aunque no era excesivamente guapo tampoco estaba nada mal. Me fijé en como recorría mi cuerpo con la mirada, y en cómo le excitaba. Pero lo mejor fue cuando alzó la vista y me miró a los ojos. Aunque enseguida aparté mi mirada de la suya muerta de vergüenza, una descarga de placer sacudió mi cuerpo desde mi cabeza hasta mi coño, que se tensó alrededor de la polla de Marcos y gimió. Me ponía a cien que aquel extraño supiera que yo sabía que estaba ahí y no solo se lo permitía, sino que además me encantaba.

¡Joder, sí! –grité bastante fuerte con la esperanza de que se me oyera fuera.

Marcos también estaba encantado de verme más desatada que nunca, y enseguida noté cómo su polla se convulsionaba deliciosamente y cómo disparaba chorros de leche caliente contra el fondo de mi coño, todo esto sin reducir un ápice el ritmo del polvo. Marcos siguió follándome con la polla bien dura hasta que sentí que mi orgasmo se aproximaba. Con mis manos apoyándose en su pecho comencé a follarle con todas mis fuerzas, y cuando notaba que empezaba a correrme, alcé la mirada y la clavé en los ojos del desconocido, quien tenía la mirada cargada de vicio, y estoy segura de que la mía no le desmerecía. Fue un orgasmo largo e intenso, pero aun así no aparte mis ojos de los del desconocido en ningún momento, aunque me estaba retorciendo sobre Marcos de un placer que nunca antes había sentido. Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron, para después relajarse en un maravilloso clímax. Gemí más que nunca, y todo ante los ojos del desconocido, los dos sabíamos que habíamos sido cómplices de mi gusto por el exhibicionismo, el cual acababa de descubrir. Al final, dejé de mirarle cuando caí derrotada sobre Marcos.

-Has estado increíble –me dijo aún con la respiración entrecortada por el esfuerzo-. Nunca te había visto así.

Tenía ganas de una segunda ronda, y esta vez pensaba mirar mucho más al desconocido, y provocarle con la mirada, pero cuando volví a mirar a la ventana vi que se había ido. Me pasé la tardé mirando a la ventana, pero no apareció.

Aquel día me di cuenta de que todavía tenía muchas cosas por experimentar, y con el tiempo fui probando más y más cosas distintas, y todo cambió todavía más cuando conocí a Víctor. Os hablaré de él más adelante.

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