Oestes y Zoé estaban frente a frente.
— vamos a sentarnos. Tú ahí, en la cama.
— Quiero saber cuantas veces te han violado, cuéntamelo.
— a los doce. Mi tío, el hermano de mi padre. Me desvirgó. Luego lo hizo más veces.
— me refería al tiempo en que has estado detenida.
— la primera fue nada más llegar a la comisaría. Me bajaron a los calabozos dos chicas. Luego llegó otra, la que te dio mis papeles. Se bajo los pantalones y me dijo que le comiera el chocho.
De nuevo sorprendió a Orestes la falta de emoción de Zoé.
— lo habías hecho antes?
— si, en las duchas del instituto. Muchas veces.
— sigue.
— luego me metieron las porras por la vagina y por el ano. Unos días después, no recuerdo, bajaron al calabozo dos polis y me follaron. Lo hicieron varios días. La última vez antes de llevarme al juzgado para firmar unos papeles y traerme aquí.
Orestes estaba impresionado por la total ausencia de sentimientos de la joven.
— Zoé…
— dime.
— lo dices como si no te importara.
— me importe o no, no puedo cambiar las cosas.
— desnúdate.
Con cierta parsimonia se desprendió del ajado top y del desgarrado pantaloncito, quedándose con unas bragas ya muy usadas y sucias. Se quedó mirando a Orestes con cierto tufo a desafío.
— te he dicho que te desnudes.
Zoé se desprendió de todo. Un leve indicio de vello color castaño-rojizo coloreaba. Se depilaba, sin duda.
— qué edad tienes?
— dieciséis.
— tan joven y ya te la rasuras?
— a mis padres les gustaba.
— y a ti?
— me daba igual. Además, no podía hacer nada.
Los pequeños pechos tenían varios maratones, así como piernas y vientre. Orestes quería verla bien.
— levántate.
Zoé lo hizo con cierta parsimonia, como si fuera algo dejá-vu.
— ahora date la vuelta.
Zoé se volvió con la espalda muy recta. Huellas viejas se mezclaban con las recientes. Estaba claro, había sido azotada bastantes veces desde hacía años.
— mírame.
Al girarse de nuevo vio brillo en sus ojos. Estaba a punto de llorar pero se contuvo.
— quien te hizo eso?
— la Policia… Y mi padre.
Continuará…